sábado, 26 de mayo de 2018

17. Atheos

Uno de los testimonios clásicos que nos ha llegado de Tales de Mileto dice: "Y entre los que afirman que hay un único principio motor, esos a los que [Aristóteles] llama por su cuenta físicos, unos dicen que es limitado. Por ejemplo, Tales de Mileto, hijo de Examio, e Hipón, que parece que era ateo, decían que ese principio es el agua, basándose en lo que se manifiesta a los sentidos; pues el calor vive por lo húmedo, mientras los muertos están secos, y las semillas de todo son húmedas, y cualquier alimento está lleno de humedad." (Simplicio, Comentario a la Física de Aristóteles 23, 21)* Parece ser, así, que de Hipón de Samos, que en la segunda mitad del siglo V defendió una versión modificada de la idea del agua como principio de las cosas, se decía que era ateo (atheos). Los testimonios dicen que un siglo antes Tales había visto el mundo "animado y lleno de divinidades", pero de Hipón, a quien Aristóteles no apreciaba mucho intelectualmente, se dice que era ateo. El eufemismo "agnóstico", de apariencia tan clásica, tardaría aún muchos siglos en nacer (en 1869, diez años después de El origen de las especies, y  precisamente de la mano de uno de los principales defensores de Darwin, T. H. Huxley). Así, pues, los griegos clásicos, que llamaban a las cosas por su nombre, aunque tanto nos cueste entenderlos, decían de Hipón que era ateo.



*Giorgio Colli, La sabiduría griega II. Ed. Trotta, 2008.

domingo, 20 de mayo de 2018

16. Ejemplaridad o decencia

(A propósito de la polémica compra de una casa -un chalet- por parte de una pareja de dirigentes políticos cuyo trabajo estimo.)

Escuché alguna vez a José Saramago decir, en una entrevista, que él no se sentía obligado a amar a la Humanidad, al prójimo, como pide la doctrina cristiana; pero sí a respetar a cada ser humano como se merece, por serlo. (Nada menos, por cierto, añado yo.)
Este reciente episodio mediático me ha hecho recordar la idea de Saramago, por cierta analogía, seguramente, pensando en qué fácilmente se llega a lo excesivo, lo absoluto, en las fórmulas morales o ideológicas. A unos dirigentes políticos (insisto, cuyo trabajo me parece valioso) no debo exigirles ejemplaridad en su vida personal (nadie tiene ese derecho); solo debo esperar que sean decentes (nada menos). Y eso hasta el momento me consta.



martes, 15 de mayo de 2018

15. Ideas y palabras

Pasarán mil veces sobre mi conciencia, como un rodillo, los trabajos, las preocupaciones y las desgracias; y mil veces me agarraré, como a un descubrimiento, al sentido entrevisto en algunas ideas y en algunas palabras. (De Huellas, 1993)


sábado, 12 de mayo de 2018

14. Inmenso

Concluida la jornada de existencia organizada, la mirada ajustada, dirigida a los pies: un paso, otro paso, otro más, y pensar solo para no equivocarlo. No nos quitemos mérito, que solo eso a veces cuesta más trabajo que nada. Ahora, por unos momentos, delante de mí, detrás, a un lado y al otro, se extienden, llenos de posibilidades, interminables horizontes. Cansado, pero no desorientado, consciente, me siento inmenso porque durante unos minutos voy a poder leer un libro y escribir unas notas. La libertad y la felicidad son cosas de un instante, infinitesimales, la proyección esperanzada de un instante hacia su plenitud. (De Huellas, 1992)


sábado, 5 de mayo de 2018

13. Balzac y la esperanza.


"Poco necesita el hombre que cayó de la cumbre de sus esperanzas". Esta frase de El médico rural, de Balzac, me produjo, en el momento de leerla, un doble movimiento casi simultáneo. El primero, muy breve, de identificación, o mejor, de un ligero abandono melancólico, en un intento de identificación con la caída a que alude la frase. El segundo movimiento, sano, irónico del primero, me despierta una sonrisa ya conocida, la que me produce, cuando la descubro, esa solemnidad con que a veces reflexiono sobre lo que me pasa. El hombre, la cumbre, las esperanzas, la caída, ¡caramba, qué palabras, qué cosas! Por fin, tras el suspiro y la sonrisa, encuentro el justo medio entre ambos términos, y sé decir lo que la frase ahora me concierne.

Hubo un tiempo en que mi vida consciente era todo esperanza, explícita, lanzada al mundo, proyectada, hecha proyecto, aunque no fuera un único proyecto, sino uno tras otro, cada uno devorado por el siguiente. Esa constelación de esperanzas objetivadas configuraba mi mundo. Supongo que ese mundo tenía su cumbre en alguna parte. ¿Y qué ha ocurrido, que he hecho después? Destilarlas con la experiencia y, sin renunciar a nada -y menos a la total continuidad de lo vivido-, instalar en mi conciencia -en permanente actualización- la esperanza de aquello que me es posible por mí mismo. Podría decir que desde aquella cumbre se me han caído las esperanzas dentro de mí, y se me han hecho así propias, posibles y reales. Y es poco lo que necesito, como dice Balzac, -es cierto- mientras pueda conservarlas. (De Huellas, 1992)