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viernes, 12 de junio de 2020

165. Bajo el signo de la ceniza

Observo que existe un determinado tipo de personas, o de caracteres, si se quiere (por utilizar un término clásico), entre los que creo encontrarme, para quienes el impulso motivador para embarcarse en un nuevo proyecto ilusionante viene con frecuencia acompañado del temor, súbito e irrracional, de no poder llevarlo a cabo debido a una enfermedad repentina e irremediable. 

(Me parece que hubo un tiempo en que leí demasiado -y con gran placer- a Schopenhauer.)


viernes, 19 de octubre de 2018

20. Schopenhauer y el pensamiento personal

La lectura de Schopenhauer es una fuente continua de sabiduría, e incluso en las ocasiones (no infrecuentes) en que el filósofo parece algo desmesurado sus textos nos ayudan a pensar. Precisamente sobre la lectura de otros autores dice esto (Complementos, Ed. Trotta, p. 109):

"Desde luego, la afluencia continua de pensamientos ajenos tiene que obstaculizar y asfixiar los propios e incluso, a la larga, ha de paralizar la capacidad de pensar si esta no tiene un alto grado de elasticidad capaz de resistir aquella corriente antinatural. De ahí que el incesante leer y estudiar echen a perder la mente, no solo de forma directa, sino también porque el sistema de nuestros propios pensamientos y conocimientos pierde su globalidad y su conexión permanente cuando con tanta frecuencia lo interrumpimos arbitrariamente para dar espacio a un curso de pensamientos totalmente ajeno."

Hay un momento en que uno deja de oír tanto la voz de los otros, y empieza a escuchar su propia voz, y la identifica y la valora. Es un momento importante en la vida. Como sugiere Schopenhauer (y algo añado yo), a los que hemos leído demasiado, eso nos ocurre más tarde.

(Y, sin embargo, sabemos que nunca se lee demasiado.)