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miércoles, 3 de agosto de 2022

270. Eugénio de Andrade, poesía y prosa

 Creo que tengo dicho por aquí en algún sitio lo mucho que me suele gustar la prosa de los poetas, la que ellos escriben (la lista es infinita, Goethe, Poe, Shelley, Pessoa, Gide, Auden, JRJ, Machado, por recordar ahora rápidamente solo a algunos), y también, de vez en cuando, la que los críticos y comentaristas escriben sobre ellos. Siempre es una grata sorpresa encontrar textos de este último grupo que estén a la altura del placer que produce la lectura de los autores de referencia. El último ha sido el prefácio de José Tolentino Mendonça a la Poesia (sin tilde) de Eugénio de Andrade (Assírio & Alvim: Porto, 2021). Fue en Oporto, precisamente, donde compré el libro hace unas semanas, después de un memorable (y pequeño, como el país, según se repité allí tópicamente) encuentro entre neuropatólogos portugueses y españoles.

Dice cosas como estas Tolentino en su presentación:

"Sobretudo, não consentia em distrair-se da responsabilidade que é viver diante das coisas tão elementares como a luz da manhá, os goivos que florescem, o branco da página, o silente grito das vítimas ou o olhar do seu gato."

Sí, así se escribe de un poeta de la sensibilidad y nítida expresión de Eugénio de Andrade, que recuerda a Cernuda y en algo también a Claudio Rodríguez.  

Y también, más adelante, cuenta esto sobre cierta prosa del poeta:

"Foi, do princípio ao fim, desconcertante como um adolescente insolente e límpido. Ouvi Álvaro Siza contar uma historia passada em 74, que o demostra bem. Andava um grupo de alunos de Belas-Artes a pintar um mural quando viram aproximar-se Eugénio de Andrade que, nessa altura, no Porto, era já um mito. Vencendo o obstáculo da reverência que sentiam, dirigiram-se a ele perguntando-lhe se nâo queria deixar nada escrito no mural. Esperavam, naturalmente, um verso, uma dessas palavras que só um poeta pudesse grafar. Eugénio assentiu, pegou no pincel e escreveu:«abaixo o fascismo»."

Solo en eso se equivoca el comentarista: nada desconcertante.



miércoles, 1 de enero de 2020

123. José Hierro

Iba en busca de un soneto para añadir a la colección (ver QSY de 03/04/2019) y encontré (de momento) este bonito (y claro) texto en la Introducción del poeta*.

"El soneto existe -ya lo sabemos de sobra- porque Andrea Navagiero le contó el truco a Boscán y éste a Garcilaso. El bueno del Marqués de Santillana estuvo a punto de frustrar el invento con sus espantosos cuarenta y dos sonetos fechos (eso creía él desde su sordera para el endecasílabo) al itálico modo. Eran como el  artilugio volador de alas de pájaro de Leonardo, comparado con los de alas inmóviles de Bleriot y Compañía. Dios le perdone por su buena voluntad. Después de Garcilaso, todo ha sido fácil, Dios le premie por su delicadísimo oído."

La técnica del arte, oculta y transparente en el soneto, que sostiene el texto eminente en alto, como indica Gadamer (aquí la asociación no es nada gratuita).

Disfruto muy especialmente de la prosa (no sin técnica) de los poetas (JRJ, Machado, Salinas, Cernuda, Lorca, Ángel González... y Shelley, Gide, Pessoa, Char, Auden, y tantos otros**).

* José Hierro. Sonetos. Madrid: Ayto. de S. Sebastián de los Reyes, 1999.

** No querría liarme, pero en otro plano, algo inclinado con respecto a este, habría que situar a los escritores de (más o menos abundante) prosa que además son poetas, y muchas veces enormes (por decir algunos a salto de mata, Goethe, Víctor Hugo, Hardy, Unamuno, Poe, Borges, Hesse, Günther Grass, Handke,... y amplíese -si procede- esta lista y la anterior de acuerdo con la experiencia y las preferencias de cada cual).



viernes, 19 de abril de 2019

52. Vota Portugal

Decimos "sí se puede" porque entrevemos que algo se puede hacer en el ámbito político (si se genera la fuerza política suficiente) -cuánto y en cuántas direcciones, no sabemos. Siguiendo a Aristóteles (de nuevo), podemos pensar que la política, la ciencia que nos dice "lo que debemos hacer y lo que debemos evitar"  y la ética, que se ocupa de "cosas que son generalmente así" y de "cosas que pueden ser de otra manera" (a diferencia de la Física, p. ej.) forman parte de un mismo ámbito de conocimiento práctico (Ética Nicomáquea I)*. Ética y política, lo que debemos hacer, lo que podemos cambiar.

Tenemos intuiciones fuertes de las cosas que tendrían que "ser de otra manera" de forma inmediata  en nuestro país (por mencionar algunas): habría que i) garantizar una educación pública universal de alta calidad efectiva (esto es, eliminar la enseñanza concertada y la segregación socioeconómica del alumnado, y dejar trabajar -dejar literalmente trabajar "en paz"- a un profesorado público altamente capacitado; ii) garantizar una atención sanitaria (y sociosanitaria, no olvidemos) universal y (de nuevo) de alta calidad, a la altura de la excelente formación de nuestros profesionales sanitarios; iii) garantizar una renta básica a la población que permita abordar directamente, sin eufemismos del "bienestar", las desigualdades sociales actuales (a todas las edades); iv) garantizar una financiación del Estado suficiente para desarrollar los puntos anteriores, mediante un sistema fiscal justo y eficaz, y un modelo productivo basado en la generación de conocimiento, potenciando y aprovechando al máximo la I+D+i propia (académica e industrial); y v) desarrollar una acción internacional ecopacifista dirigida a evitar las guerras neocoloniales y las migraciones masivas que generan, y a promover la protección de la biosfera.

Sabemos además, con Ernst Bloch, que lo utópico (la dimensión utópica de la esperanza) es por sí mismo (en alguna proporción misteriosa y a veces sorprendente) un motor (anticipador) de lo posible, de su realización; pero también hemos aprendido (y la derecha política ha aprendido a utilizarlo muy bien, al igual que la izquierda "moderada") la potencia de lo anti-utópico, de las "falsas esperanzas" (there is no alternative, TINA, Margaret Thatcher; que para esa izquierda "moderada" viene siendo TINOA, there is no other alternative). Realpolitik.

A este respecto, tenemos nuestra propia carta robada (Poe) ahí al lado, bien cerca y a la vista de todos, en Portugal, con un pacto de gobierno (desde noviembre de 2015) entre el Partido Socialista, el Bloco de Esquerda y el Partido Comunista Portugués. Los resultados de ese pacto para la población portuguesa durante estos años también están a la vista de todos (crecimiento, salario mínimo, educación, fiscalidad, pensiones, regreso de emigrantes, aunque todavía queda mucho que hacer, al parecer, en sanidad). No se trata aquí, en este pequeño apunte de ontología política, de discutir las estrategias políticas (no menos importantes que los objetivos), ni la especificidad histórica y geopolítica de Portugal, que han hecho posible estos logros (solemos decirlo así, con este positivismo, "posible" cuando es ya "real"). Se trata, más bien, de señalar la "anomalía" portuguesa (en el contexto occidental), el éxito social y político de lo que se calificó entonces, en sus inicios, como geringonça (chapuza, artefacto, jerigonza). Lo inesperado, y como nos enseñó Heráclito,

"el que no espera lo utópico, jamás llegará a descubrirlo (...)"**.

Lo que consiguieron los portugueses, inesperadamente, votando. Votemos Portugal, por si aquí también se puede.

(Ah, se me olvidaba: la clave del éxito del pacto de la geringonça no parece ser el Partido Socialista.)



* W. D. Ross. Aristóteles. Ed. Sudamericana, 1957.
** G. Colli. La sabiduría griega, III. Heráclito. Traducción de Dionisio Mínguez. Ed. Trotta, 2010. Fragmento A63.