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jueves, 2 de junio de 2022

262. Reaccionarios, irracionales, idealistas

 Comienzo a leer El asalto a la razón (Die Zerstörung der Vernunft, pero en la versión inglesa, The destruction of reason, que es la que he podido bajar fácilmente de la web) con un ánimo medio divertido, esperando que el amigo Lukács, a quien he leído siempre con gusto, la emprenda a palos con estos filósofos que, por las cosas de la vida (en varios de los sentidos posibles de la expresión), han llegado a fascinarme tanto. "Ninguna posición filosófica puede ser inocente", nos recuerda y nos advierte (discite moniti) el filósofo húngaro. Haríamos bien en no olvidarlo.

"A cualquiera que haga política le definen sus enemigos", escribía hegelianamente Pablo Iglesias en un tuit reciente. ¿También a quien haga filosofía?



martes, 15 de junio de 2021

216. Lo mejor y lo peor

 Se puede decir que es necesario conservar, recuperar, lo mejor del comunismo del s. XX. "Lo mejor del comunismo" es un sintagma cuyo sentido se sostiene, se puede sostener en nuestra tradición occidental reciente. Entre muchos errores, que a veces están cerca de lo peor (corruptio optimi pessima), está también lo mejor, y aun lo mejorable del comunismo ¿Podría decirse análogamente que habría que conservar lo mejor del fascismo del s. XX? ¿Dónde podría caber esa expresión? Sospecho, por eso, de cualquier uso "neutro" o anticomunista de la noción de totalitarismo, con la que una buena parte de la izquierda occidental parece haberse perdido en su propio laberinto.



domingo, 8 de marzo de 2020

139. De los nuestros, de los suyos

En el mundo político, nacional o internacional, unas veces (la mayoría) queremos entender lo que ocurre (conocer, en lo posible, las causas) y otras, quizá sin darnos cuenta del todo, buscamos a nuestros afines, a los nuestros. Son movimientos (del espíritu, por qué no) complejos y a veces entrecruzados o zigzagueantes; en ocasiones también (por qué no) tenemos necesidad de entender a los nuestros.

Leo un tuit donde Adolfo Pérez Esquivel propone a Evo Morales como candidato al Premio Nobel de la Paz; Pérez Esquivel, él mismo Premio Nobel de la Paz (1980). Bien, pienso, ninguna duda, ahí estoy, no hay nada especial que entender ahí que no sea obvio ante la larga trayectoria política de Evo Morales y después del reciente golpe de Estado en Bolivia; aún más evidente (el golpe) después de la publicación del estudio encargado por el Center for Economic and Policy Research a dos investigadores del Massachusetts Institute of Technology*. Tampoco cuesta entender, en términos causales, un nuevo golpe de Estado apoyado en estructuras judiciales (lawfare) en Latinoamérica: Honduras, Argentina, Venezuela, Brasil, de nuevo Venezuela, etc. Son las normas que viene dictando el Imperio (en el sentido propuesto por Michael Hardt y Antonio Negri) para una de las regiones del mundo con mayor potencial utópico. Bien, ahora viene la pregunta inmediata, muda, inconsciente, inevitable, ¿Es Pérez Esquivel de los nuestros? O, por plantearlo de un modo menos egocéntrico, ¿somos nosotros de los suyos? Ahí está esa cuestión de la ideología que todavía me tengo que formular correctamente, planteando esta pregunta tan instintiva, tan tribal. Busquemos, pues, una respuesta en la web.

Vale la pena detenerse en algunos detalles de su vida**, aunque aquí solo intentaré reflejar algunos rasgos esenciales. De origen más que humilde (y, por qué no recordarlo, de proto-origen gallego), fue desde su juventud un activista humanitario de orientacióm cristiana, y también notable artista (escultor y pintor). En su prolongada vida de activismo político internacionalista en favor de sus "hermanos los más pobres y pequeños", fue encarcelado y torturado en varias ocasiones por algunas de las dictaduras latinoamericanas de la segunda mitad del s. XX. Ha promovido y dirigido las principales iniciativas en aquel continente en favor de los Derechos Humanos, la Paz y la Justicia. Cuarenta años después de recibir el Premio Nobel, Pérez Esquivel sigue activo, practicando "el imperativo categórico de subvertir todas las relaciones en las cuales el hombre sea un ser envilecido, humillado, abandonado, despreciado".***

Sí, sin duda, Pérez Esquivel es uno de los nuestros, o mejor, somos de los suyos.




*https://www.washingtonpost.com/politics/2020/02/26/bolivia-dismissed-its-october-elections-fraudulent-our-research-found-no-reason-suspect-fraud/

**https://es.wikipedia.org/wiki/Adolfo_P%C3%A9rez_Esquivel

*** K. Marx. Introducción a la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel (1844). En este texto, Marx habla mucho de la religión, y no precisamente como elemento emancipador. Cada cosa en su contexto histórico, la religión es, no obstante, uno de los principales ingredientes de la "ideología". En ocasiones (en determinados contextos históricos), lo religioso es múltiple, y así habrá que analizarlo.



sábado, 8 de febrero de 2020

132. Silencio

Con alivio, y no sin cierto placer, apago la radio del coche cuando irrumpe la publicidad. Silencio. No me invadan, por favor, no me agredan, no me aburran (la eficacia del anuncio depende de su repetición, y en ello se manifiesta su esencia hueca e invasiva). En el mando de la tele hay un botón que parece pensado especialmente para esa función autoprotectora. No, tampoco necesito que me seduzcan. Silencio. 

Las palabras de la derecha política, a menudo burdos clichés, ideitas prefabricadas y difundidas para la ocasión por los mismos dispositivos (agencias, canales y aparatos) que emiten la publicidad, merecen el mismo abordaje terapéutico. Silencio. Ese es mi mindfullness. El botón de apagado, el botón de silencio. Déjenme, déjennos, vivir y trabajar en paz. Y en silencio, nuestro bendito silencio. (Dx)


(Escuchando If it be your will, de Leonard Cohen.)


sábado, 14 de diciembre de 2019

116. Ciencia y/o filosofía

El viernes pasado por la tarde, final de una, otra, semana intensa de trabajo y emociones, tuve el gusto de asistir a la presentación de un libro en la librería Meta de Madrid. Se trataba de Venir a menos, texto de Brais Arribas editado ahora en castellano por la Editorial Catarata*, y editado originalmente en gallego (Vir a menos. Crítica da razón nihilista) por Auxóxere Editora**. (Bravo por los editores de nueva obra filosófica -y por los de la nueva poesía, de paso). Formaban parte de la mesa Marisa Alcaide, Teresa Oñate (autora del prólogo a la obra presentada) y el autor. Entre los asistentes éramos mayoría los alumnos y seguidores de Teresa Oñate y de la Cátedra Hercritia***. Como es habitual en las reuniones de este grupo -allí se empezó a hablar de "escuela"-, la sesión fue cálida, acogedora y densa de ideas y sugerencias.

Comparto en gran medida el debolismo vattimiano que inspira la reflexión planteada en el libro, y sus consecuencias prácticas, políticas, para un ecopacifismo que, sin embargo, se muestra mucho más consistente en su estrategia que en su táctica (por decirlo en unos términos claramente explicados por Toni Negri en una entrevista de hace unos años con Pablo Iglesias****). En un plano más teórico, siento un pequeño choque, en sentido fichteano (Stoβ), que me pone alerta cuando oigo hablar de la crítica al cientifismo, esto es, al sistema científico-tecnológico actual como referencia o límite absoluto del pensamiento. Comparto también esa crítica, sin duda, la comparto incluso con Giovanni Reale*****, que la hace desde un pensamiento greco-cristiano excesivamente ideológico (y que será objeto de un próximo QSY). Sin embargo, será acaso mi condición de híbrido científico-filosófico, con cierta experiencia ya en ese raro y complejo límite, lo que me aconseja siempre prudencia infinita en las críticas dirigidas a la práctica científica actual. Como le dije al propio Brais Arribas en una conferencia suya de hace un tiempo, los desarrollos tecnológicos actuales (y en muchas ocasiones exactamente los mismos desarrollos) pueden servir para jugar, para matar o para curar. Y algo análogo ocurre también, creo, en un nivel teórico. Es imprescindible, especialmente en esta época, diferenciar nítidamente el pensamiento científico del cientifismo. La reflexión filosófica actual debe asumir e integrar el pensamiento científico sin caer en el cientifismo, y ahí está muchas veces, por decir así, en la cuerda floja. Eso la hace aún más interesante.



* Brais Arribas. Venir a menos. Crítica de la razón nihilista. Ed. Catarata, 2019.

** Brais Arribas. Vir a menos. Crítica da razón nihilista. Auxóxere Editora, 2019.

*** https://www.catedradehermeneutica.org/

**** https://www.youtube.com/watch?v=BOpTvdOXF9U

***** Giovanni Reale. La sabiduría antigua. Terapia para los males del hombre contemporáneo. Barcelona: Herder 2000. (Nótese el subtítulo deliberadamente orientado a la autoayuda.)



jueves, 17 de octubre de 2019

101. In-mundo

En este mundo capitalista (in-mundo, lo llama mi profesora), se gana libertad (definida más por su ausencia o privación que por su presencia*) con el dinero que cubre las "necesidades" o con la renuncia a necesitarlo. Hay un equilibrio prudente entre ambos términos que es preciso encontrar en cada momento. 

* Algo similar ocurre con la dignidad, como sabiamente nos explica Javier Sádaba: https://www.filco.es/que-es-la-dignidad/



sábado, 5 de octubre de 2019

96. Nacionalismo o internacionalismo

Solo veo algo bueno en el nacionalismo (¿diríamos que "sano"?) cuando me imagino siendo de otro sitio o de otro país (por lo general de un corto número de posibles "patrias" alternativas). Así se me hace algo más simpático tener una nacionalidad determinada (y casual), a la vez que veo el internacionalismo (en el sentido más tradicionalmente izquierdista) como algo real, concreto y rico en perspectivas. Ser, a la vez, de algún sitio y de cualquier sitio. (Dx)

(Escuchando Irish Heartbeat, cantado por Van Morrison y Mark Knopfler, claro.)



sábado, 14 de septiembre de 2019

89. Andros

Termino, por el momento, mi silenciosa discusión (Auseinandersetzung) veraniega con Sloterdijk. La dejo para más adelante, para otro verano, quizás. Aunque encuentro su perspectiva (¿ideología?) muy alejada de la mía (me pregunto si eso fue siempre así en su caso, o si hubo alguna vez un desplazamiento), comparto el mundo cultural, literario y filosófico, del que habla con brillantez. Somos hijos, tataranietos, de la Paideia, y siempre gusta oir hablar de sus personajes y sus historias. Ahí, lo sabemos, tenemos una casa (¿de verano?).

Tengo que agradecerle también el descubrimiento de un ejemplo, un episodio, una referencia sugestiva, de esas que abundan en la Grecia clásica, aunque entiendo que me interesó más bien contra la intención de Sloterdijk al proponerlo. No consigo que me llegue a emocionar (como podría decir Carlos Boyero) el contexto, la defensa de la sofística ("la unidad irrenunciable de saber y poder") en la historia de la cultura occidental (y Odiseo como su primera encarnación), contra la impotencia (amechanía) y el resentimiento que esta genera. Como digo, esa discusión, en el tablero adecuado (el de las estructuras de poder efectivo de la sociedad actual y el de sus consecuencias en sufrimiento humano), mejor para otro momento.

El episodio que menciona Sloterdijk está en Heródoto, Historia, Libro VIII, 111. Primero, como lo cuenta el filósofo alemán: "Cuando Temístocles quiso imponer a los andrios un tributo de dinero con el argumento de que Atenas tenía dos dioses poderosos y solícitos de su lado (Peitho, la persuasión, y Ananké, la necesidad), parece que los andrios contestaron que podía que esa alianza aportara suerte a Atenas pero ellos eran, por el contrario, la patria de dos diosas menos solícitas (Penia y Amecania)."* Excusas, nos dice Sloterdijk, eso de refugiarse en la pobreza y la impotencia para no pagar. Y algo aún más inquietante: "Hoy da la impresión de que los andrios se han impuesto casi por doquier".

Vayamos a Heródoto**. El episodio tiene lugar poco después de la victoria de Salamina y, una vez vencidos los bárbaros, Temístocles ("cuya codicia no conocía freno") se dedica a cobrar el tributo debido a Atenas por las colonias, especialmente las que habían apoyado a los invasores, y así "asediaron Andros con ánimo de arrasarla." En el curso de la negociación, a la demanda (amenaza) ateniense los andrios responden que "con razón era Atenas una ciudad poderosa y próspera, teniendo en cuenta que hasta gozaba de divinidades serviciales. Dado que, por su parte, carecían de tierras hasta límites verdaderamente extremos y que dos divinidades poco serviciales, Pobreza e Incapacidad, no abandonaban su isla, sino que residían allí permanentemente, ellos -concluyeron-, como contaban con el patronazgo de esas divinidades, no le iban a entregar dinero, pues el poderío de los atenienses nunca sería superior a su propia impotencia."

Quiero señalar especialmente esta última frase, que he subrayado, y que me hace pensar en el debolismo de Vattimo, más que "pensamiento débil", como él mismo ha escrito, el "pensamiento de los débiles"***. Reflexionar sobre la impotencia, todo aquello que el poder (paradójicamente) ha establecido ya como imposible, es una manera de explorar y extender los límites de lo realmente posible. Y de llegar a saber en qué sentido(s) el poder "no es superior" a esa impotencia.


* P. Sloterdijk. Odiseo el Sofista. En: ¿Qué sucedió en el siglo XX? Traducción de Isidoro Reguera. Ed. Siruela, 2018.

** Heródoto. Historia. Traducción de Carlos Schrader. Ed. Gredos, 2000.

*** G. Vattimo. El pensamiento de los débiles. A Parte Rei 54, noviembre 2007.



martes, 10 de septiembre de 2019

87. A mí qué

En algún tiempo futuro, este "Qué sé yo" podría tener su extensión estrictamente política (de ontologia política) en otro blog de título igualmente ambiguo (y, por ello, desambiguable): "Y a mí qué". Esto (eso) podría ser una broma, o no.


jueves, 29 de agosto de 2019

83. Bloch y la esperanza cotidiana


Ernst Bloch (1885 – 1977), filósofo marxista alemán, tiene una presencia regular e importante en estas notas. Desde hace muchos años viene siendo para mí una referencia, muchas veces involuntaria, ante cuestiones tan diversas como las que abarca su filosofía. Uno de sus textos principales, Das Prinzip Hoffnung (El Principio Esperanza), ocupa un lugar estratégico en mi memoria intelectual. Su filosofía no solo nos infunde ánimo, sino que tiene su fundamento en ese ánimo, lanzado hacia el futuro (como anticipación, esperanza), que constituye un eje esencial de nuestras vidas, de cualquier aspecto de la vida y de la historia. Si algo de lo que nos dice Bloch no fuera verdadero (tomemos este término con la ironía de Rorty), debería serlo (dicho esto en un tono hegeliano no muy alejado del propio Bloch).

No entiendo bien (es una manera de decirlo) el tono que emplea Sloterdijk* contra Bloch cuando se ocupa de los tres “josefistas”** del s. XX, de los tres interpretadores de sueños, Freud, Bloch y Derrida. “Salta a la vista de los lectores de Bloch desde siempre la exaltada tosquedad de su ontología política, que evoca, por una parte, una idea gótica de imperio y no tiene reparo alguno, por otra, en defender el régimen de terror estalinista, los procesos-espectáculo y el absurdo teatro de las mentiras, que se justificaba por la necesidad de ‘realizar’ las grandes ideas del comunismo.” También Derrida recibe lo suyo por no haber abandonado definitivamente el sueño utópico. “(…) en los impedimentos que se oponen a la construcción de un monumento en honor de los asesinados por el comunismo se nota de manera clarísima la mano de los «espectros de Marx»”. Por otra parte, no es posible entender, unas páginas más adelante, la función histórica que Sloterdijk atribuye al Decamerón y a la potencia utópica de la poesía, si no es en el marco (y en el tono) del pensamiento de Bloch***. “En una de las horas más oscuras de la historia de la humanidad, en la que ni siquiera el Evangelio pudo ya romper el predominio de las malas nuevas, las novellas asumen una función paraevangélica, propagan la buena nueva de que siempre y a pesar de todo sigue habiendo en el mundo un arte de la vida que promete un nuevo inicio (…)”. ¿Hay aquí también indicios del autoexorcismo anticomunista (esa especie de “sálvese quien pueda”), tan propio de muchos intelectuales en la segunda mitad del s. XX?)

¿Qué pensaría hoy Bloch del anticomunismo globalmente triunfante, y del que aquí, en nuestro país, hic et nunc, nos mantiene atados al poste (l’estaca) de un posibilismo temeroso y ramplón? No hay esperanza, no hay salida, no hay posibilidad de cambio real, precisamente (noi fummo i gattopardi, i leoni…) en nombre del cambio posible. En la introducción de una edición inglesa de Avicena y la izquierda aristotélica****, encuentro la pregunta que Adolphe Lowe (1893 – 1995), sociólogo y economista alemán, exiliado a Inglaterra en 1933, le formuló por carta a Bloch en 1972 (traduzco a partir del texto inglés): “¿Quién es ahora el ejecutor de este proceso, después de que el proletariado haya resultado ser un falso mito? ¿Qué ha sido de la dinámica básica del proceso histórico, cuando la tecnología reciente ha llevado en todas las áreas a un pseudoimperio de la libertad a este lado de la revolución? O, dicho de otra manera, ¿qué es hoy la revolución?” Loren Goldman, autor de la Introducción, nos cuenta que Bloch le respondió que ya tendrían la oportunidad de discutirlo en persona, pero que, en cualquier caso, él “creía en las sorpresas”.


* P. Sloterdijk. El pensador en el castillo encantado. Sobre la interpretación de los sueños de Derrida. En: ¿Qué sucedió en el siglo XX? Traducción de Isidoro Reguera. Ed. Siruela, 2018.

** En referencia al José de Thomas Mann (José y sus hermanos). Agradezco a Faustino Cordón que me indujera a leer esta inolvidable novela (entre otras), mientras él, ya octogenario, la releía con placer. La escena inicial de José frente a la luna es uno de los textos más bonitos que he leído.
 
*** P. Sloterdijk, loc. cit., El Renacimiento permanente. La novella italiana y las noticias de la Modernidad.

**** Ernst Bloch. Avicenna and the Aristotelian Left. Columbia University Press, 2019.



domingo, 21 de julio de 2019

69. La ironía que nos pierde

Mi abuelo, hombre culto, sensible y también algo rígido (especialmente en lo referente a sus hábitos y horarios cotidianos), me dijo hace muchos años, uno de esos días en que iba a comer a su casa: "eres inteligente, pero te pierde la ironía". Así me formé yo, en parte, como todo el mundo (creo), intentando, más o menos conscientemente, evitar hacer cosas que no les parecieran del todo bien a las personas que quería (y que me querían). En parte, digo, porque, gracias al Demiurgo (vaya, una ironía), al lado de ese caballo "bueno y hermoso" está el otro "hecho (...) de todo lo contrario", que tira de nuestro carro alado hacia donde lo llevan nuestras pasiones*. Será por eso, quizá, por mi abuelo (en el origen), que tengo una sensibilidad especial a la ironía, y aún más cuando se utiliza como recurso argumentativo en lugar de (eso es lo que a mí me parece) un razonamiento o la presentación de algún hecho significativo. 

Dejando a un lado (o mejor, para otra ocasión) la ironía socrática, metodológica, diferente de esta ironía nuestra actual y cotidiana**, vengo observando desde hace años que en las discusiones políticas en las que, con frecuencia, nos enfrascamos*** los izquierdistas ("inscritos", militantes, activistas, o meros ciudadanos), llegamos muchas veces a un punto en el que ya no se razona (ni se escucha, realmente), aunque se continúa haciendo algo parecido (¿paralogismo?) mediante la ironía, unas veces más explícita, y otras sutil y ladina. Es ese momento en que cada uno se refugia en su posición (también en sentido topológico), y se limita a agitar su bandera con desgana, por decir así, al blando ritmo de su ironía. 

Dejémosle a Sócrates la ironía, como método, mientras intentamos seguir su ejemplo en el arte de vivir (ver Bernstein) que perseguía con ella, hablando, discutiendo entre nosotros, reflexionando juntos. Sin ironizar, si es posible.


* Platón, Fedro, 246a y ss. Traducción de Emilio Lledó. Ed. Gredos, Madrid, 1988.

** Richard J. Bernstein, vecino filosófico y amigo de R. Rorty, ha reflexionado magníficamente sobre la relación que puede haber entre uno y otro tipo de ironía: https://www.circulobellasartes.com/revistaminerva/articulo.php?id=653

*** Es divertido, a veces, jugar con las acepciones de un término que uno encuentra en el diccionario de la RAE. En este caso ("enfrascarse"), puede ser interesante probar a interpretar la frase con cada una de las tres acepciones que aparecen en https://dle.rae.es/?id=FIrSkJB. Las tres valen (en diferentes momentos, quizás), cada una con su propio sentido consistente.



miércoles, 1 de mayo de 2019

55. Vale más

Algo más sobre biopolítica. 

Enero de 1993. Antonio Gades, el bailarín, organizó entonces un viaje a Cuba con todos los médicos que le habían atendido a lo largo de los años, entre ellos José Luis Barros, "amigo de sus amigos" (ver QSY de 30/03/2019), y yo mismo, que iba en representación de mi padre, neurólogo*, fallecido en 1975. (Mi padre había atendido a Gades hacía años por un problema de dolor en una rodilla, derivado de un paso de baile que después modificó.) Cuba se encontraba entonces en el peor momento del "periodo especial"** que sucedió a la desaparición de la URSS y la intensificación del embargo (bloqueo) por parte de Estados Unidos (26 años después, lo estamos viendo en directo, también en Venezuela). Llevábamos un buen cargamento de material sanitario, y durante nuestra estancia dimos charlas y sesiones prácticas de actualización sobre distintas especialidades médicas. Todos, los convencidos igual que los más conservadores y escépticos del grupo, quedamos admirados de la capacidad de resistencia de aquella gente, y de sus infinitos recursos para superar las carencias de la vida diaria, también en el ámbito sanitario. Allí pudimos percibir un vínculo entre cada persona y la existencia colectiva, cuando se ve amenazada, que raras veces vemos aquí.

Un día nos llevaron a todos desde La Habana a Varadero. Viajamos en una pequeña guagua, y yo iba sentado delante, con el conductor, charlando y escuchando en un aparato de música, una tras otra, canciones de Rocío Jurado (los caminos de la música popular son inescrutables). Yo estaba fascinado con la arquitectura de La Habana, y especialmente con ese suave color azul de muchos edificios, el "azul de La Habana". Pasamos por delante de una construcción sobria y bonita, también azul, con una amplia entrada. "Es el Hospital Calixto García, el hospital universitario más antiguo de La Habana", me dijeron con orgullo. Por encima de la entrada principal había un cartel grande con un texto. "¿Puede parar un momento, por favor?", le pedí al conductor. Me bajé de la guagua e hice la foto que me ha acompañado desde entonces por los despachos que he tenido, y que figura en mi perfil de Twitter. El cartel, recordemos, a la entrada de un hospital universitario, dice:

"Vale, pero millones de veces más, la vida de un solo ser humano, que todas las propiedades del hombre más rico de la tierra".

En la firma, muy pequeña, se lee: Che. Ernesto (Che) Guevara, médico y revolucionario. A partir de esta frase, de esta idea radicalmente humanista, se puede construir una teoría política, una, por decir así, sana, biopolítica.



* https://www.fundacionromanillos.es/premio3.html
** https://es.wikipedia.org/wiki/Per%C3%ADodo_especial


sábado, 27 de abril de 2019

53. Biopolítica


Los problemas auténticos de la vida (humana) son radical, biológicamente, hablando, los que implican un riesgo directo para la vida individual, esto es, los estrictamente médicos. Deberíamos poder centrarnos en eso. La mala organización social y económica determina la existencia de otros problemas que en ocasiones parecen alcanzar un nivel de gravedad equivalente. La política debería ser la práctica social dirigida a evitar que exista ese otro tipo de problemas; y debería contribuir, además, en la medida de lo posible, a combatir los problemas de salud en toda la población. (De Huellas, 2014)

No tengo nada claro que Foucault o Deleuze hayan dicho nada parecido, y creo que por eso no acabo de entenderlos.