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domingo, 26 de mayo de 2024

368. Recóndito.

 Eso decía yo en un QSY reciente de la naturaleza (intencional) de estas notas (§362). Ahora ese adjetivo, recóndito, que entonces elegí, después de una breve reflexión, frente a otros posibles, me lo devuelve el título de una novela que nos ha recomendado Alfa: La más recóndita memoria de los hombres, de Mohamed Mbougar Sarr*. El título original de la novela, en francés, dice La plus sècret mémoire des hommes, con cierto matiz sobre el carácter oscuro, difícil o semioculto, del ámbito de memoria que señala. ¿O es solo por las resonancias que secreto tiene para el oído de un hispanohablante? Decir casi lo mismo es el título del espléndido libro de Umberto Eco sobre la traducción (con pocos libros he disfrutado tanto). Cuánto importa ese casi. En las primeras páginas de la novela de Mbougar Sarr, encontramos el origen de su título, una cita de Roberto Bolaño (de Los detectives salvajes, otro texto con el que disfruté mucho). El autor chileno habla ahí, con una ironía que podríamos llamar existencial, de lo (igualmente) efímero de la Obra y de la Crítica, sostenidas ambas por generación tras generación de Lectores (sic), y concluye:

"Y un día la Obra muere, como mueren todas las cosas, como se extinguirá el Sol y la Tierra, el Sistema Solar y la Galaxia y la más recóndita memoria de los hombres."

Memoria es un término disémico (al menos) que puede indicar tanto la función (o la capacidad) de recordar como el producto de esa función, el recuerdo. El futuro decadente que invoca Bolaño supone, sencillamente, la desaparición de lo humano, esto es, de los hombres y de las huellas que han dejado a su paso por el Universo (por ponernos tan estupendamente cósmicos como el autor). Hasta ahí todo claro, pero ¿por qué dice recóndita, por qué la más recóndita memoria? ¿Se trata del último vestigio humano, dado el contexto apocalíptico imaginado, o de aquello que se encuentra más oculto, más profundo en la realidad del ser humano, lo que debe ser desvelado por un filosofar auténtico, según Heidegger

Veremos, como intuyo, si esta otra polisemia (hermenéutica) define el plano por el que discurre el texto de Mbougar Sarr. Para empezar, como estoy comenzando, en realidad, la lectura de la novela, quiero señalar (y sonrío al recordar mis cuitas de traductor en el pasado) cómo en la versión española de la novela, el sècret del título ha vuelto al recóndita original. Eso no responde a nuestras preguntas, claro, e incluso puede sugerir alguna más. ¿Quién ha puesto esa memoria ahí, en ese lugar tan recóndito, secreto? ¿Y quién la recuperará?

 

* Mbougar Sarr, M. La más recóndita memoria de los hombres. Traducción de Rubén Martín Giráldez. Barcelona: Anagrama, 2023.

 


domingo, 31 de mayo de 2020

163. En bici con Kafka

En bici y a tumba abierta, decía en §157; eso apetece después del confinamiento físico. También apetece disfrutarlo físicamente, con el cuerpo entero, con su movimiento y sensibilidad. Disfrutando del movimiento cinestésicamente, como nos enseñó Merleau-Ponty. Cuerpo y mundo (el aire, hecho viento, en la cara) encontrándose y enlazándose ("quiasma") en el placer del equilibrio en movimiento. Placer, sensibilidad y movimiento, nada de ello hay sin imaginación (Aristóteles). Algo de todo esto atrapó la imaginación de Kafka en estas palabras:

"Wenn man doch ein Indianer wäre, gleich bereit, und auf dem rennenden Pferde, schief in der Luft, immer wieder kurz erzitterte über den zitternden Boden, bis man di Sporen liess, denn es gab keine Sporen, bis man die Zügel wegwarf, denn es gab keine Zügel, und kaum das Land vor sich als glatt gemähte Heide sah, schon ohne Pferdehals und Pferdekopf." (Wunsch, Indianer zu werden)*

Tengo delante una traducción que, como diría Carlos Boyero de una película, me deja un poco frío**. ¿Se puede traducir a otra lengua tanta emoción, tanto movimiento? ¿Se puede intentar decir en castellano "casi lo mismo"***? No lo sé, veamos.

"Si uno fuera un piel roja de verdad, bien preparado, y a caballo al galope, inclinado sobre el viento, se sintiera vibrar sobre el suelo trepidante, hasta dejar las espuelas, y es que espuelas no había, hasta soltar las riendas, y es que no había riendas, viendo apenas el terreno por delante como un campo segado, sin que haya ya ni cuello ni cabeza del caballo." ("Querer ser un piel roja")

Es difícil, ya lo decía Eco. Sin embargo, el ejercicio sirve para ver cómo todo el peso expresivo del texto gravita sobre esas cuatro palabras, "schief in der Luft", oblicuo en el aire, inclinado en el aire (en movimiento, que es viento), inclinado sobre el viento. El viento en la cara. (Bx)


* Franz Kafka. Die Erzählungen. Fisher, Frankfurt am Main, 2010.

** Franz Kafka. Narraciones y otros escritos. Trad. de Juan José del Solar B.. Galaxia, Barcelona 2003.

*** Umberto Eco. Decir casi lo mismo. Lumen, Barcelona, 2008.



sábado, 19 de enero de 2019

33. Aporías de la democracia: Matteo Salvini y Fabrizio De André


Vengo escuchando con gusto en las últimas semanas, gracias a la aplicación Spotify, a un pequeño grupo de cantautores italianos de las últimas décadas (Fabrizio De André, Francesco De Gregori, Franceso Guccini, entre otros más conocidos aquí como Lucio Dalla o Franco Battiato). Aunque ya sabía de algunos de ellos por un excelente programa de Radio 3 (como todo lo de esa emisora) dedicado a la música italiana, ha sido para mí un descubrimiento encontrar en esas voces y en esas músicas algo nuevo y hasta ahora casi desconocido, y sin embargo, de alguna forma familiar, donde resuena la poesía (propia y ajena) de nuestros cantautores de aquí (en las lenguas ibéricas, quiero decir, desde Serrat, Aute, Luis Pastor, Raimon, Sabina, entre otros muchos, hasta los portugueses, como José y João Afonso). En esas voces, las de esta península (y su extensión iberoamericana, para no olvidar, p. ej., a Silvio Rodríguez o a Caetano Veloso, de nuevo entre muchos otros) y las de la italiana, me parece reconocer algunas de las principales señas de identidad, de sensibilidad, de nuestras generaciones actuales. (Sobre la correspondencia esencial de todos ellos con cantautores del mundo anglosajón, como Bob Dylan y Leonard Cohen, habrá que hablar extensamente en algún momento).

Recientemente, el presentador de la actual edición del Festival de San Remo, el cantante Claudio Baglioni, denunció públicamente y con valentía la política de inmigración promovida por el infame Matteo Salvini, espejo en el quieren mirarse nuestros propios dirigentes neofascistas (inquietante este "nuestros"). En unas rápidas declaraciones televisivas, vi y escuché a Salvini decir algo así como que Baglioni debía dedicarse a cantar y no a opinar (un tic autoritario habitual en este tipo de dirigentes), pero que él, Matteo Salvini, por su parte, prefería escuchar a Fabrizio De André.

No es la primera vez que tengo esta sensación desagradable de compartir (inquietante este "compartir") algo tan personal y tan profundo como una experiencia estética con un personaje que me parece detestable. Ocurre, sobre todo, en el ámbito del arte. Es un tema ya tópico, que la derecha (sus periodistas, fundamentalmente) suele englobar peyorativamente bajo el epígrafe de "la supremacía moral de la izquierda". Sí, en su continua batalla logocrática (G. Steiner), esta derecha también se ha apropiado del término "supremacismo".

Ya había leído algo sobre Fabrizio de André en la Wikipedia (esa Enciclopedia del s. XX, según Umberto Eco), y me había parecido que, como tantos artistas de esos años (recuerdo ahora al Renaud de Mistral gagnant, que descubrí hace unos años circulando en coche por Francia), había mantenido posiciones políticas poco "orgánicas" o convencionales. Un artículo reciente en L'Espresso, con ocasión de la publicación de sus Diarios* (Fabrizio De André murió en Milán en 1999), recoge "la sua passione per i marginali, gli ombrosi, i perdenti e i perduti". Nada que pueda reivindicar la política de Salvini, en principio. Sin embargo, sus Diarios, según ese artículo, también reflejan su escasa "simpatía" por el 68 y por el Partido Comunista Italiano. Esto nos lleva a lo ya comentado en la entrada de este blog de 30/09/2018. Parece probable que sea por ese lado anticomunista por donde Salvini reivindica a De André, al menos el gusto de escucharle.

Sin embargo, en mi breve experiencia de escuchar a Fabrizio De André, reconozco que hay mucho más, muchisimo, que vale la pena explorar, sobre todo desde el punto de vista poético, en este cantautor. Nuestra vida colectiva, política, implica que tenemos que convivir necesariamente con personas (y personajes), como Salvini, cuyas acciones consideramos moralmente detestables, fundamentalmente porque impiden el desarrollo de una vida colectiva mejor y más satisfactoria para todos (y niegan a muchos lo básico o elemental de la vida, o la vida misma, tout court). Y que tenemos que combatir sus ideas, también con the beauty of our weapons (L. Cohen), que ellos, en ocasiones (y aquí está la aporía), también admiran.


(*) http://espresso.repubblica.it/visioni/2016/04/05/news/quanto-e-politico-il-privato-nei-diari-di-de-andre-1.257004

(Dx. Escuchando, primero, Il sogno de Maria de Fabrizio de André, y después, Far from me, de Nick Cave.)