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sábado, 8 de mayo de 2021

212. De excesos y principios

 Como muchos, intuyo, lamenté y admiré a partes iguales la reciente retirada de Pi de la vida política ("práctica" o "activa", se entiende). Esperemos que, como se le ha pedido desde las redes sociales, no se vaya muy lejos, esto es, que con el tiempo (y cierta paz) pueda traducir o transcribir (valga la metáfora biológico-molecular) este intenso periodo de actividad política en un material teórico que viene resultando necesario. No parece, como sugiere Boaventura de Sousa, que la reflexión política (biopolítica) productiva (pragmáticamente útil) vaya a venir en este momento de la mano de filósofos o post-filósofos (de Sousa habla de Agamben y Zizek en torno a la pandemia) que "escriben sobre el mundo, pero no con el mundo"*.

Un artículo, pescado en passant en Twitter, y puesto en circulación por Pedro Vallín, reclama mi atención. Jorge Armesto, su autor, traza la figura y la trayectoria de Pi ("fulgor y muerte"**) como la de un héroe trágico***. Dos términos pivotales en el texto me parecen especialmente oportunos y me convocan al diálogo: el exceso y el principio, o mejor, los principios. Me gusta reconocer, entreverado con el discurso literario o mítico (y poético), el fondo filosófico del texto, donde encuentro la autenticidad del personaje. También a mí me ha parecido la figura de Pi, su presentación pública como dirigente que asume su papel con responsabilidad, la de un exceso permanente, excéntrico con respecto a la norma (¿la dichosa Transición?) y a lo esperado (el respeto de ciertos límites ya-siempre-asumidos-de-antemano, que son los del capitalismo neoliberal imperante, traducido a nuestra triste historia local). Por su parte, este exceso es una expresión de una "firmeza en los principios" (frase que imagino todavía escrita en los muros y los carteles de La Habana), inconmensurable con este tiempo y este lugar en que vivimos. Los principios, el principio, "lo que va primero", arché, el general en la potente metáfora aristotélica (§41, 206)

A Pi se le ha críticado, también en exceso, su "romanticismo utópico", su "épica revolucionaria", pero, hasta donde sé (he leído) desde la Realpolitik de siempre, más o menos ilustrada, o más o menos posmoderna. Algunos, muchos, intuyo, todavía pertenecemos a la tribu (tradición) de la corriente cálida de la utopía (Bloch), y esperamos cosas importantes (exaltantes, en el sentido de Celaya) de la vida, también de la vida política, la buena biopolítica (y no de la mera administración de nuestras vidas, la mala biopolítica).

Eso, que no se vaya lejos.


* https://www.sul21.com.br/opiniaopublica/2020/04/a-tragica-transparencia-do-virus-por-boaventura-de-sousa-santos/

** Esto no lo dice Armesto, pero podría decirlo. Su texto no está lejos de este título de Neruda

*** https://www.elsaltodiario.com/opinion/pablo-iglesias-jorge-armesto-se-va-el-ultimo-heroe-tragico