sábado, 29 de mayo de 2021

214. Hänsel und Gretel

 "Hänsel und Gretel verlieren sich im Wald...", a veces me encuentro tarareando en silencio esta canción infantil alemana, o será que es ella la que a veces se tararea en mí sin casi darme cuenta. Como tanta música que ronda en nuestra memoria, y que de vez en cuando revivimos con gran parte de su aroma (mundo) original. No es la historia terrible de la bruja antropófaga lo que más me llama la atención en el cuento (los de los Grimm están llenos de ese tipo de cosas), sino la forma en que los hermanos (Hänsel y Gretel) se pierden (verlieren), cómo olvidan el camino que han seguido por el bosque (Wald). Al principio no se pierden, porque Hänsel va dejando un reguero de piedrecitas que señalan discretamente su itinerario. Después se ve que el chico se confía y en vez de piedras utiliza migas de pan como marcas del camino. Migas que, como las que dejamos en nuestra terraza, desaparecen rápidamente en los picos de gorriones, mirlos y urracas. 

Debe de ser esta fragilidad, volatilidad (literal), de las huellas que dejamos lo que le obsesiona a mi DJ interior. Cuáles son de piedra y cuántas son de pan. 

Curiosamente, me doy cuenta, cuando pienso en estas cosas, que encuentro (recuerdo) siempre en algunos autores las referencias invariables a las que podré volver en cualquier momento para reencontrar mi camino (piedras), mientras que desconfío de la persistencia de mis propias Huellas, tenues y fragmentarias (migas).



domingo, 16 de mayo de 2021

213. Gaza, un grito sin eco

 Busco en las palabras de los poetas la expresión casi imposible del horror y el odio que vienen sufriendo los palestinos desde que tengo uso de razón (y, naturalmente, desde mucho tiempo atrás, desde la primera Nakba de 1948*). Una expresión especialmente significativa del poder eugenésico del que habla Antonio Negri en sus escritos biopolíticos**.

"En la playa hay una niña, la niña tiene familia
Y la familia una casa.
La casa tiene dos ventanas y una puerta.
En el mar, un acorazado se divierte cazando a los que caminan
Por la playa: cuatro, cinco, siete
Caen sobre la arena. La niña se salva por poco,
Gracias a una mano de niebla,
Una mano no divina que la ayuda. Grita: ¡Padre!
¡Padre! Levántate, regresemos: el mar no es como nosotros.
El padre, amortajado sobre su sombra, a merced de lo invisible,
No responde.
Sangre en las palmeras, sangre en las nubes.
La lleva en volandas la voz más alta y más lejana de
La playa. Grita en la noche desierta.
No hay eco en el eco.
Convierte el grito eterno en noticia
Rápida que deja de ser noticia cuando
Los aviones regresan para bombardear una casa
Con dos ventanas y una puerta."

                                             La niña / el grito. Mahmud Darwish***


* Vale la pena leer este artículo de la Wikipedia para recordar la larga serie de crímenes e infamias que jalonan esta historia: https://es.wikipedia.org/wiki/Nakba#Manipulaci%C3%B3n_de_los_textos_de_l%C3%ADderes_hebreos

** Antonio Negri. El monstruo político. Vida desnuda y potencia. En: Ensayos sobre biopolítica. Excesos de vida. Comps.: Gabriel Giorgi y Fermín Rodríguez. Buenos Aires: Paidós, 2007.

*** Traducción de María Luisa Prieto.



sábado, 8 de mayo de 2021

212. De excesos y principios

 Como muchos, intuyo, lamenté y admiré a partes iguales la reciente retirada de Pi de la vida política ("práctica" o "activa", se entiende). Esperemos que, como se le ha pedido desde las redes sociales, no se vaya muy lejos, esto es, que con el tiempo (y cierta paz) pueda traducir o transcribir (valga la metáfora biológico-molecular) este intenso periodo de actividad política en un material teórico que viene resultando necesario. No parece, como sugiere Boaventura de Sousa, que la reflexión política (biopolítica) productiva (pragmáticamente útil) vaya a venir en este momento de la mano de filósofos o post-filósofos (de Sousa habla de Agamben y Zizek en torno a la pandemia) que "escriben sobre el mundo, pero no con el mundo"*.

Un artículo, pescado en passant en Twitter, y puesto en circulación por Pedro Vallín, reclama mi atención. Jorge Armesto, su autor, traza la figura y la trayectoria de Pi ("fulgor y muerte"**) como la de un héroe trágico***. Dos términos pivotales en el texto me parecen especialmente oportunos y me convocan al diálogo: el exceso y el principio, o mejor, los principios. Me gusta reconocer, entreverado con el discurso literario o mítico (y poético), el fondo filosófico del texto, donde encuentro la autenticidad del personaje. También a mí me ha parecido la figura de Pi, su presentación pública como dirigente que asume su papel con responsabilidad, la de un exceso permanente, excéntrico con respecto a la norma (¿la dichosa Transición?) y a lo esperado (el respeto de ciertos límites ya-siempre-asumidos-de-antemano, que son los del capitalismo neoliberal imperante, traducido a nuestra triste historia local). Por su parte, este exceso es una expresión de una "firmeza en los principios" (frase que imagino todavía escrita en los muros y los carteles de La Habana), inconmensurable con este tiempo y este lugar en que vivimos. Los principios, el principio, "lo que va primero", arché, el general en la potente metáfora aristotélica (§41, 206)

A Pi se le ha críticado, también en exceso, su "romanticismo utópico", su "épica revolucionaria", pero, hasta donde sé (he leído) desde la Realpolitik de siempre, más o menos ilustrada, o más o menos posmoderna. Algunos, muchos, intuyo, todavía pertenecemos a la tribu (tradición) de la corriente cálida de la utopía (Bloch), y esperamos cosas importantes (exaltantes, en el sentido de Celaya) de la vida, también de la vida política, la buena biopolítica (y no de la mera administración de nuestras vidas, la mala biopolítica).

Eso, que no se vaya lejos.


* https://www.sul21.com.br/opiniaopublica/2020/04/a-tragica-transparencia-do-virus-por-boaventura-de-sousa-santos/

** Esto no lo dice Armesto, pero podría decirlo. Su texto no está lejos de este título de Neruda

*** https://www.elsaltodiario.com/opinion/pablo-iglesias-jorge-armesto-se-va-el-ultimo-heroe-tragico



miércoles, 5 de mayo de 2021

211. Aporías de la democracia: el muro

Voy aprendiendo poco a poco de biopolítica, esa noción o perspectiva (todavía no sé bien de qué género de cosa se trata) que estuvo bastante de moda hace unos años (en torno al cambio de siglo) y que ha vuelto a emerger en muchos análisis de la pandemia actual. De la historia previa del término y de su uso, en los años 70 del s. XX y después, con Foucault en el centro de la imagen, naturalmente, y en los años 20 y 30 y sus consecuencias necropolíticas, se hablará cuando proceda (hay un artículo en ciernes). Me preocupa ahora principalmente encontrar un camino (decir "mi" camino sería solo otra forma de decirlo) hacia una biopolítica positiva, vivificante (por no decir salvífica, término más alejado de un posible -y necesario- sentido a-teo). No solo por cierto optimismo militante, que aprendí a ejercitar con Bloch, sino porque mi primer encuentro con ella, creo, me permitió intuir la conclusión a la que habría de llegar cualquier análisis en este ámbito: Ciudad de La Habana, enero de 1993 (§55). Como en tanta biopolítica actual, ese camino tiene una referencia original (primera) en Aristóteles

El hombre como ser vivo y como sujeto/objeto político; la vida, en el ser humano y en el resto de los seres vivos, sometida al control y al poder políticos (biopoder); las estructuras (esto es más marxista) y los dispositivos (esto es foucaultiano) que gobiernan la vida y la muerte; de todo esto han tratado los que han pensado la biopolítica. Entiendo que hay una biopolítica de las poblaciones, los grupos sociales, las multitudes "vivas", y hay otra, entreverada con la anterior, de las individualidades, los cuerpos las personas, las subjetividades ("anatomo-política" es el término acuñado por Foucault). De esta última he aprendido la noción de "subjetivación" ("subjetificación", en algunas traducciones casi imposibles). Primero el término, porque aún tengo que llegar a la noción. 

¿Cómo se construye biológicamente (biográficamente, diría Ortega) la idea que uno tiene, se hace, de sí mismo? ¿Cómo se hace la persona que uno piensa que es, y a cuya altura -en palabras de Conrad- uno pretende siempre estar? ¿Se trata del mismo proceso que, considerado desde otro ángulo (la práctica política), lleva a la adscripción (firme, vital) a una ideología? 

Comencé esta nota unos días antes de las últimas elecciones en la Comunidad de Madrid (4 de mayo de 2021), de alguna forma intuyendo (temiendo) sus trágicas consecuencias para la izquierda local. "El muro" que incluí en el titulo ha resultado ser, expresado en votos, más alto que lo imaginado. Un muro, aparentemente compacto, de subjetividades, de sujetos (a sus propios miedos, inducidos, a su egoismo, en muchos casos, a su perplejidad, quizás, en otros). Como el que rodea el jardín del gigante egoísta en el cuento de Wilde. Un muro tan bien construido que, cuando la izquierda (ingenua, voluntarista, a veces paternalista) se acerca, crece.