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lunes, 3 de abril de 2023

293. Oé y el rayo de Zeus

 Murió Kenzaburo Oé, de quien me queda aún mucho por leer después de aquella primera lectura deslumbrante de Cartas a los años de nostalgia. Supe entonces, aun antes de conocer la historia de (con) su hijo, que era de "los míos". He buscado, y no encuentro una referencia en mis Huellas a , aunque sí a la idea que suelen evocar en mí historias como esta:

“Escucho con mucho respeto a Carlos Boyero en la radio. Un hombre que habla honestamente de sus pasiones, inmensas, y de sus adicciones, que no debieron de serlo menos. Ahí cayó un rayo, pienso, con la fórmula griega que aprendí en una novela de Ivo Andric. Eso es lo sagrado, pienso, donde cayó el terrible rayo de Zeus. Así pienso a veces de estos episodios nuestros recientes, que han hecho que nuestra vida, la de todos, se haya vuelto un poco (este matiz es solo cultural) sagrada. Después pienso de qué manera eso que llamo sagrado se traslada a la vida, la cultura, el arte, y qué bien lo transmite Boyero cuando habla del cine que ama. A mí, que solo intuí el rayo, aunque demasiado temprano, me pasa algo parecido con ciertas composiciones literarias, algunos textos filosóficos, algunas novelas, algunos poemas, como me pasó desde muy joven, sobre todo, con algunas ideas científicas. Es como si algo nos redimiera de eso, aunque solo fuera en parte o por un momento. «Una lágrima de mayo…»” (De Huellas, 2013)

 

 

viernes, 1 de mayo de 2020

155. Mayo con Salinas

"(...)
Y acumulando plomos, hojas, oro,
con la belleza ahorrada
cada día del año,
vendrá el mundo a pagarte,
alguna vez, en gozo,
a ti que la has llorado
-llorada si no vista-
la lágrima de mayo."

                  Razón de amor, Pedro Salinas



miércoles, 22 de abril de 2020

153. Ginkgo biloba

En mi terraza hay un ginkgo que tiene más años que mis hijos, creo, y mis hijos andan ya por los veintimuchos. Ha crecido lo que ha podido, el pobre, en un tiesto que, no siendo pequeño, tampoco le permite más que una altura de unos dos metros y medio, como mucho. Aun así, todos los años por estas fechas tiene un brotar espléndido, y en pocos días está lleno de esas hojas misteriosas, de un verde puro y luminoso, que siendo una parece que en algún momento quieren ser dos. Así lo vio Goethe, viéndose él mismo en ellas. 

"Dieses Baumes Blatt, der von Osten
Meinen Garten anvertraut,
Gibt geheimen Sinn zu kosten
Wie's den Wissenden erbaut.

Ist es ein lebendig Wesen
Das sich in sich selbst getrennt?
Sind es zwei, die sich erlesen,
Dass man sie als eines kennt?

Solche fragen zu erwidern
Fand ich wohl den rechten Sinn.
Fühlst du nicht an meinen Liedern
Dass ich eins un doppelt bin?"

Diré lo que yo escucho aquí y cómo sé decirlo en castellano:

"La hoja de este árbol que de Oriente
fue confiado a mi jardín
ofrece al paladar un sentido oculto,
de esos que gustan a los sabios.

¿Se trata de un ser viviente
que en sí mismo se ha escindido?
¿Son dos que han elegido
que se les reconoza como uno solo?

Al enfrentarme a estas preguntas
hallé, quizá, su sentido verdadero.
¿No sientes en mis canciones
que uno y doble soy?"

Es sabido que el poema tiene como motivo (en qué medida, solo el poeta lo sabía) su relación apasionada con Marianne von Willemer (Suleika), pero me gustaría centrarme ahora en el texto. Antes, quisiera recordar(me) cuándo y dónde encontré a Goethe. (Cuándo entra cada uno de estos grandes autores en nuestra vida, en general podemos decirlo, en el espacio y en el tiempo). Creo no inventarme un recuerdo ad hoc si digo que Fausto (entero) fue el primer texto serio que leí en mi vida (de lector). Recuerdo el lugar (en Galicia) y el tiempo (verano, vacaciones) y, por una referencia temporal de las que no se duda (una muerte), tendría entonces 13 o 14 años*. Sin embargo, encontré a Goethe de verdad, y no solo como gran autor, sino como "sabio intemporal" (Hermann Hesse**), entre los 25 y los 30 años, mientras trabajaba en biología teórica con Faustino Cordón, maestro. Comentábamos las Conversaciones de Eckermann, las novelas, los poemas, el Fausto, e incorporábamos a las discusiones de aquella biología teórica tan singular (Darwin, siempre Darwin) versos y expresiones de Goethe ("das geistige Band"***) que nos servían de lema en nuestra búsqueda de la esencia del ser vivo (aunque entonces pensáramos que lo que buscábamos era su efímera e inasible manifestación material). Goethe es de los autores que siempre han venido conmigo ("conmigo vais"), y en mi vida médica posterior me he recordado muchas veces aquella frase de Poesía y verdad: "la Medicina ocupa a todo el hombre porque se ocupa de todo el hombre."

Mis disculpas por atentar contra el "pudor autobiográfico" enunciado en §2. El poema. Lo primero que llama la atención en él es la cercanía, la proximidad de todo, y la estrecha relación sensorial que media en ese espacio, mundo, de cálida intimidad física ("mi jardín"). La hoja está ahí en la mano del poeta, que la contempla y examina mientras nos la muestra y nos invita a que busquemos y saboreemos (kosten) su secreto sentido, oculto. "¿No sientes...?" (Fühlst du nicht...), sí, aquí está la hoja, en mi mano, y aquí estoy yo, mírame. La hoja como "ser viviente" o ser vivo (lebendig Wesen) prepara la metáfora central del poema, y también metonimia teórica, diríamos, si pensamos en la Urpflanze (protoplanta) de Goethe como "hoja primordial" (y a la vez en el ginkgo como "árbol fósil"). ¿Es una hoja, son dos, es una hoja que quiere ser reconocida como dos? Uno y dos, diferenciación biológica, la de la planta en su crecimiento (de hecho, la hoja del ginkgo brota sin esa cisura que más tarde permite el juego visual uno-dos) y la de los que la contemplamos. Uno-dos, yo-tú-nos, diferencia/indiferencia que recuerda a Las cabezas trocadas de Thomas Mann**** (yo soy tú y tú eres yo), y más remotamente, al homble doble platónico. Dualidad oculta en la voz del poeta ("mis canciones"), con otro de nuestros grandes, "a ti debida".


* En realidad, el primer texto que leí pocos años después, con auténtico disfrute literario, fue El vizconde de Bragelonne, de Dumas.

** Dank an Goethe. Citado en Goethe, Gedichte - Poesías. Barcelona: Bosch, 1978.

*** "Wer will was lebendig’s erkennen und beschreiben, / Sucht erst den Geist heraus zu treiben, / Dann hat er die Teile in seiner Hand, / Fehlt leider! nur das geistige Band." (Faust 1, Studierzimmer. (Mephistopheles)

**** Otra dualidad misteriosa e iluminadora, la de Mann-Goethe en Carlota en Weimar.




miércoles, 1 de enero de 2020

123. José Hierro

Iba en busca de un soneto para añadir a la colección (ver QSY de 03/04/2019) y encontré (de momento) este bonito (y claro) texto en la Introducción del poeta*.

"El soneto existe -ya lo sabemos de sobra- porque Andrea Navagiero le contó el truco a Boscán y éste a Garcilaso. El bueno del Marqués de Santillana estuvo a punto de frustrar el invento con sus espantosos cuarenta y dos sonetos fechos (eso creía él desde su sordera para el endecasílabo) al itálico modo. Eran como el  artilugio volador de alas de pájaro de Leonardo, comparado con los de alas inmóviles de Bleriot y Compañía. Dios le perdone por su buena voluntad. Después de Garcilaso, todo ha sido fácil, Dios le premie por su delicadísimo oído."

La técnica del arte, oculta y transparente en el soneto, que sostiene el texto eminente en alto, como indica Gadamer (aquí la asociación no es nada gratuita).

Disfruto muy especialmente de la prosa (no sin técnica) de los poetas (JRJ, Machado, Salinas, Cernuda, Lorca, Ángel González... y Shelley, Gide, Pessoa, Char, Auden, y tantos otros**).

* José Hierro. Sonetos. Madrid: Ayto. de S. Sebastián de los Reyes, 1999.

** No querría liarme, pero en otro plano, algo inclinado con respecto a este, habría que situar a los escritores de (más o menos abundante) prosa que además son poetas, y muchas veces enormes (por decir algunos a salto de mata, Goethe, Víctor Hugo, Hardy, Unamuno, Poe, Borges, Hesse, Günther Grass, Handke,... y amplíese -si procede- esta lista y la anterior de acuerdo con la experiencia y las preferencias de cada cual).