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miércoles, 20 de marzo de 2024

357. Lo terco

No importa perderse a veces, olvidarse incluso, estar a otra cosa. También explorar, porque quién sabe, quién puede estar siempre seguro del camino. Y lo nuevo (novum, decía Bloch) se anuncia, porque somos tiempo (dice Heidegger), pero volvemos a ello (¿siempre, una y otra vez, como quiso Nietzsche?), aunque sea de un modo re-novado. Si paramos un momento (cuando podamos) y cerramos los ojos (como nos propuso Husserl), notamos que está por ahí cerca, acogedor. Jaspers lo llamo lo abarcador (das Umgreifende), y yo, en un ámbito más pequeño y personal, más autobiográfico (como lo comprendió Dilthey), prefiero llamarlo ahora lo terco, lo que no nos abandona y constituye así una certeza, la mayor, quizás. Y nos persigue, a veces, como un recuerdo, y lo sentimos en el cuerpo, como el tábano de Sócrates.



sábado, 10 de junio de 2023

303. El "poder" de las vanguardias (y el cinismo de un pacto)

 Decía Freud que, en su exploración de los rincones desconocidos del alma humana, siempre que descubría un nuevo ámbito de estudio para la ciencia, algún poeta había estado allí antes que él. Algo parecido ocurre en la política, que trata, como enseñó Aristóteles, no de lo que es (objeto de la ciencia), sino de aquello que puede ser de una u otra manera. En algunos frentes de avance político y social (pienso ahora en el feminismo, el ecologismo y el animalismo*), hay personas, activistas, que llegan antes porque van "haciendo camino", en ocasiones de modo ruidoso, escandaloso y algo teatral. Otros, más calculadores (maquinadores, por decirlo con un término que Heidegger desarrolló en un sentido iluminador), aprovecharán después esos mismos caminos para mostrar al mundo adónde lleva ("como no podría ser de otra manera"), no la imaginación y la audacia, sino la necesidad y el sentido común. Son aquellos y no estos, sin embargo, como cantó el poeta (comunista)**, "los imprescindibles" ("die Unersetzlichen"***).

*El activismo del que aquí se habla (docta spes, para decirlo con Bloch) es, precisamente, el que ha elevado el feminismo a la lucha por la dignidad de la diferencia humana, el ecologismo a la lucha por la supervivencia de la biosfera, y el animalismo, no solo a la defensa de los animales no humanos, sino, también y más allá, a la reivindicación de la condición esencialmente animal del ser humano.

**Ver nota al pie en §257.

***"Los insustituibles", en una traducción más precisa y también más al caso del pacto político reciente (y cínico) que aquí se comenta.



viernes, 18 de febrero de 2022

250. Producción o posición

Desde el punto de vista teórico me ha hecho siempre más feliz la posición, la situación, ganada que la creación producida. Es en el momento de la pre-producción (para emplear un término que suena a blochiano) donde me encuentro más a gusto. (De Huellas, 1995)


 

sábado, 8 de mayo de 2021

212. De excesos y principios

 Como muchos, intuyo, lamenté y admiré a partes iguales la reciente retirada de Pi de la vida política ("práctica" o "activa", se entiende). Esperemos que, como se le ha pedido desde las redes sociales, no se vaya muy lejos, esto es, que con el tiempo (y cierta paz) pueda traducir o transcribir (valga la metáfora biológico-molecular) este intenso periodo de actividad política en un material teórico que viene resultando necesario. No parece, como sugiere Boaventura de Sousa, que la reflexión política (biopolítica) productiva (pragmáticamente útil) vaya a venir en este momento de la mano de filósofos o post-filósofos (de Sousa habla de Agamben y Zizek en torno a la pandemia) que "escriben sobre el mundo, pero no con el mundo"*.

Un artículo, pescado en passant en Twitter, y puesto en circulación por Pedro Vallín, reclama mi atención. Jorge Armesto, su autor, traza la figura y la trayectoria de Pi ("fulgor y muerte"**) como la de un héroe trágico***. Dos términos pivotales en el texto me parecen especialmente oportunos y me convocan al diálogo: el exceso y el principio, o mejor, los principios. Me gusta reconocer, entreverado con el discurso literario o mítico (y poético), el fondo filosófico del texto, donde encuentro la autenticidad del personaje. También a mí me ha parecido la figura de Pi, su presentación pública como dirigente que asume su papel con responsabilidad, la de un exceso permanente, excéntrico con respecto a la norma (¿la dichosa Transición?) y a lo esperado (el respeto de ciertos límites ya-siempre-asumidos-de-antemano, que son los del capitalismo neoliberal imperante, traducido a nuestra triste historia local). Por su parte, este exceso es una expresión de una "firmeza en los principios" (frase que imagino todavía escrita en los muros y los carteles de La Habana), inconmensurable con este tiempo y este lugar en que vivimos. Los principios, el principio, "lo que va primero", arché, el general en la potente metáfora aristotélica (§41, 206)

A Pi se le ha críticado, también en exceso, su "romanticismo utópico", su "épica revolucionaria", pero, hasta donde sé (he leído) desde la Realpolitik de siempre, más o menos ilustrada, o más o menos posmoderna. Algunos, muchos, intuyo, todavía pertenecemos a la tribu (tradición) de la corriente cálida de la utopía (Bloch), y esperamos cosas importantes (exaltantes, en el sentido de Celaya) de la vida, también de la vida política, la buena biopolítica (y no de la mera administración de nuestras vidas, la mala biopolítica).

Eso, que no se vaya lejos.


* https://www.sul21.com.br/opiniaopublica/2020/04/a-tragica-transparencia-do-virus-por-boaventura-de-sousa-santos/

** Esto no lo dice Armesto, pero podría decirlo. Su texto no está lejos de este título de Neruda

*** https://www.elsaltodiario.com/opinion/pablo-iglesias-jorge-armesto-se-va-el-ultimo-heroe-tragico



miércoles, 5 de mayo de 2021

211. Aporías de la democracia: el muro

Voy aprendiendo poco a poco de biopolítica, esa noción o perspectiva (todavía no sé bien de qué género de cosa se trata) que estuvo bastante de moda hace unos años (en torno al cambio de siglo) y que ha vuelto a emerger en muchos análisis de la pandemia actual. De la historia previa del término y de su uso, en los años 70 del s. XX y después, con Foucault en el centro de la imagen, naturalmente, y en los años 20 y 30 y sus consecuencias necropolíticas, se hablará cuando proceda (hay un artículo en ciernes). Me preocupa ahora principalmente encontrar un camino (decir "mi" camino sería solo otra forma de decirlo) hacia una biopolítica positiva, vivificante (por no decir salvífica, término más alejado de un posible -y necesario- sentido a-teo). No solo por cierto optimismo militante, que aprendí a ejercitar con Bloch, sino porque mi primer encuentro con ella, creo, me permitió intuir la conclusión a la que habría de llegar cualquier análisis en este ámbito: Ciudad de La Habana, enero de 1993 (§55). Como en tanta biopolítica actual, ese camino tiene una referencia original (primera) en Aristóteles

El hombre como ser vivo y como sujeto/objeto político; la vida, en el ser humano y en el resto de los seres vivos, sometida al control y al poder políticos (biopoder); las estructuras (esto es más marxista) y los dispositivos (esto es foucaultiano) que gobiernan la vida y la muerte; de todo esto han tratado los que han pensado la biopolítica. Entiendo que hay una biopolítica de las poblaciones, los grupos sociales, las multitudes "vivas", y hay otra, entreverada con la anterior, de las individualidades, los cuerpos las personas, las subjetividades ("anatomo-política" es el término acuñado por Foucault). De esta última he aprendido la noción de "subjetivación" ("subjetificación", en algunas traducciones casi imposibles). Primero el término, porque aún tengo que llegar a la noción. 

¿Cómo se construye biológicamente (biográficamente, diría Ortega) la idea que uno tiene, se hace, de sí mismo? ¿Cómo se hace la persona que uno piensa que es, y a cuya altura -en palabras de Conrad- uno pretende siempre estar? ¿Se trata del mismo proceso que, considerado desde otro ángulo (la práctica política), lleva a la adscripción (firme, vital) a una ideología? 

Comencé esta nota unos días antes de las últimas elecciones en la Comunidad de Madrid (4 de mayo de 2021), de alguna forma intuyendo (temiendo) sus trágicas consecuencias para la izquierda local. "El muro" que incluí en el titulo ha resultado ser, expresado en votos, más alto que lo imaginado. Un muro, aparentemente compacto, de subjetividades, de sujetos (a sus propios miedos, inducidos, a su egoismo, en muchos casos, a su perplejidad, quizás, en otros). Como el que rodea el jardín del gigante egoísta en el cuento de Wilde. Un muro tan bien construido que, cuando la izquierda (ingenua, voluntarista, a veces paternalista) se acerca, crece.

 

 

lunes, 15 de marzo de 2021

206. Pi

 El derrotismo de la izquierda española, y en particular de la madrileña, forma parte del inóculo original (sí, como el pecado) que se nos proporciona (como marco preteórico, como paradigma), sabe Marx cómo, con nuestra educación, aun cuando esta haya sido progresista. Cada cosa hacia su lugar propio, como en la física aristotélica, y el de la izquierda es abajo, como la tierra. Naturalmente.

Estábamos a punto de iniciar la desbandada, después del anuncio de unas elecciones bien calculadas, y anunciadas como un rayo amenazador, para mayor gloria de la derecha (casi siempre) triunfante, cuando un dirigente, como en la metáfora (también) aristotélica (§41) se detiene, mira hacia atrás, e inicia la recomposición de la izquierda, "...y en breves instantes todos los que huían se vuelven a formar de acuerdo con el principio (arché) que los une."

El principio, arché, Prinzip, el principio esperanza (Das Prinzip Hoffnung).



sábado, 6 de febrero de 2021

200. Antiguo futuro

Tomo la idea del título del espléndido libro de Irene Vallejo (El infinito en un junco) (§195), que voy leyendo muy poco a poco para que me dure más, o quién sabe si para acercarme al ritmo con que ella lo escribió (§185). "Qué antiguo puede llegar a ser el futuro", dice, con motivo de la concesión del Premio Nobel de Literatura a Bob Dylan en 2016. Un premio al canto, a la oralidad de la literatura occidental, como si fuera un premio tardío (¡y tanto!) a los poetas orales, los aedos griegos, que la inventaron, antes de que quedara fijada por escrito en Homero. Celebré mucho entonces la concesión del premio -Irene Vallejo sobrevuela con gracia e ironía la polémica asociada-, y defendí en algunas conversaciones que al escuchar a Dylan es tan importante lo que dice, lo que canta, como la forma precisa en que lo dice. Dylan canta y recita al mismo tiempo, como un poeta proclamando (Gadamer dixit) sus versos. 

Alguna analogía con este futuro anterior, de ida y vuelta, me sugirió la lectura de un artículo de prensa que me envió hace poco Alfonso Ogayar, buen amigo, profesor y biólogo teórico*. Con motivo de la reciente publicación en castellano de un libro sobre las polémicas que mantuvieron Richard Dawkins y Stephen J. Gould**, José Manuel Sánchez-Ron habla de ellos en el artículo, y de sus diferentes perfiles personales y científicos, y también ideológicos. Alfonso y yo, desde nuestra común navegación al lado de Faustino Cordón, siempre hemos sido más de Gould, en cuanto a teoría evolutiva, en una tradición que hemos entendido consistentemente darwinista***. Sin embargo, en el artículo se presta más atención a lo ideológico, incluyendo la actitud de ambos autores ante la religión. Dawkins, "liberal", y Gould, "socialista", ambos términos en su idiosincrático sentido estadounidense. En mi correo de respuesta, escribí esto: "Leí hace años el libro de Gould sobre ciencia y religión****, y me pareció muy astuto, muy fino. A Dawkins, ateo militante (y en teoría, solo en teoría, "uno de los nuestros") lo sigo en twitter, y hay que ver cómo habla de los 'socialistas' del Partido Demócrata (Sanders y compañía, que sí son de los nuestros), dice cosas que podría firmar Trump."

No hacía mucho tiempo que Alfonso y yo habíamos comentado un "cruce" atípico análogo entre ideología y teoría biológica en las primeras décadas del siglo pasado, con motivo de otro artículo intercambiado*****. No hay biología sin biopolítica, al parecer. Ernst Haeckel, autor fundamental en la historia del darwinismo y el evolucionismo, y en esa perspectiva histórica también "uno de los nuestros", fue un ferviente defensor del nacionalismo y el imperialismo alemán, además del darwinismo social y la eugenesia. Fue uno de los autores más respetados por los ideólogos nazis. En cambio, uno de sus discípulos, Hans Driesch, destacado representante del neovitalismo (que solemos asociar a un oscuro conjunto de fuerzas, impulsos o espíritus vitales) promovió el pacifismo y el universalismo, lo que le costó su puesto académico. Por su parte, en aquellos funestos años, Heidegger, ese admirador de Hitler al que dedico tantas horas de estudio (intentaré dejar claro algún día por qué) fue un profundo crítico del biologismo en todas sus formas. 

Recordemos, en fin, lo que decía Ernst Bloch, citando a Lenin: "el idealismo inteligente está más cerca del materialismo inteligente que el materialismo tosco".


* https://elcultural.com/gould-versus-dawkins

** Kim Sterelny. Richard Dawkins contra Stephen Jay Gould. Ed. Arpa, 2020.

*** Entre mis libros favoritos de evolución, y en mi biblioteca, está The structure of evolutionary theory (Belknap Press: Cambridge, 2002), de Gould, un verdadero placer para la lectura. Alfonso me regaló  Ontogenia y filogenia. La ley fundamental biogenética (Crítica: Barcelona, 2010) una vez que fui a dar una charla a su instituto. La ley biogenética de Haeckel, claro.

**** Stephen J. Gould. Ciencia versus religión: un falso conflicto. Crítica: Barcelona 2007.

***** Giuseppe Bianco. Philosophies of life. In: P. Gordon, W. Breckman (Eds.). The Cambridge History of Modern European Thought, Vol. 1. CUP: Cambridge, 2019.



miércoles, 6 de enero de 2021

197. Mejor o peor

Últimamente, en casa, cuando hablamos de política, o cuando discutimos (no parece que se pueda hablar propiamente de política si no se discute, en alguna de las variantes más o menos apolíneas o dionisiacas de esta actividad humana fundamental) lo hacemos a lo grande. No hablamos de las diferentes consecuencias de las políticas de derechas o izquierdas (para qué insistir), ni de las variedades (cuasi botánicas, a veces) de la izquierda (al menos de momento, mientras sigan gobernando los nuestros); no, ni siquiera hablamos ya (solo) de este país. Vamos a lo más importante, lo primero (prótos), aquello que va, o puede ir, mejor o peor. ¿Para quién, para qué, por qué? Ahí está la discusión. 

Cómo escapar al marco impuesto por los medios de comunicación en cada momento, esa es otra cuestión, importante, urgente, que ya asusta. Y al de las llamadas redes sociales, que no son ya, salvo excepciones alternativas (de eso otro, precisamente), sino una extensión cuasi infinita de esos medios. Cuestión paralela, o indisociable, de aquella otra de la ideología de la que venía alertándome en unos QSY anteriores (p. ej., §116). Para otro momento. El caso es que, con ocasión del cambio de año, se difunden desde los medios de comunicación todo tipo de listas de datos, hechos, acontecimientos, en perspectiva temporal. Se impone también el marco de discusión pinkeriano (§99): ¿el mundo está cada vez peor o cada vez mejor? ¿La situación global del mundo mejora o empeora? 

Es difícil separar la respuesta del marco en que se formula, y ni siquiera lo intentamos en nuestra animada discusión doméstica/universal (no propiamente académica, aunque incorpora cierta multidisciplinariedad que podríamos considerar académica). Aceptamos, pues, sin más, el supuesto (en sentido lógico-matemático) del debate modernidad (Ilustración)/postmodernidad, y vamos directamente a los datos. Pesa mucho en el debate lo sanitario (lo biopolítico, en el fondo), y ahí no parece que pueda haber mucha discusión: las cosas (por resumir) van claramente a mejor. Morbilidad, mortalidad, esperanza de vida (en sentido epidemiológico y ontológico), aun allí donde los datos son peores, han ido mejorando claramente en las últimas décadas. Es muy interesante esa dimensión profunda, invisible, de la historia humana, que solo se pone de manifiesto con el paso de las generaciones. 

Sin embargo, ¿cómo podemos asumir a la vez, cognitiva y éticamente, esos datos de mejoría global y las infinitas tragedias humanas locales aún persistentes? Tragedias que son catástrofes: guerras, miseria, hambre, desastres climáticos, migraciones. La persistencia imperturbable, solo comparable a la de una religión, de un sistema socioeconómico profundamente injusto y depredador*. ¿Es compatible nuestro optimismo de izquierda -docta spes- con el catastrofismo inmanente a la izquierda occidental? Wärmestrom (corriente cálida) y Kältestrom (corriente fría), escribió acertadamente Bloch. No podemos/debemos abandonar ninguna de las dos, en su dialéctica. Tengo para mí (lo diré con esta expresión también favorita de Cordón) que, de alguna forma (que estaría muy bien poder demostrar alguna vez), las actitudes y acciones de los que somos por lo general tan catastrofistas (incluso las de algunos recalcitrantes del todo mal), forman parte del motor que contribuye a que sucesivas generaciones de seres humanos estén habitando un mundo en el fondo cada vez mejor (Dx**).


* Sistema, por otra (o la misma) parte, capaz de producir logros globales históricos, como la creación ultrarrápida de vacunas frente a la actual pandemia. ¿Pero a quién son realmente atribuibles esos logros? ¿Siempre (o solo) al sistema? ¿No, en alguna medida, y cada vez más, a eso que venimos llamando, lo público?

** Escuchando la suave ondulación de la voz de Natalie Merchant (Beloved wife).



miércoles, 15 de abril de 2020

151. Lo inesperado (un apunte y una interrogación)

La pandemia de COVID-19, como otras catástrofes colectivas (esta en grado superlativo debido a su especial intensidad y extensión global) ha dejado una vez más a la vista (de quien quiera o pueda verlas) las profundas y crueles desigualdades del mundo actual. Nada nuevo, si se mira desde este punto de vista, salvo por la dimensión gigantesca de su impacto sobre una parte importante de la población del planeta. Desigualdades "hacia abajo", me gusta decir, carencias, ya que las desigualdades "hacia arriba" no tendrían mayor importancia si no formaran parte de la estructura y los procesos socioeconómicos que causan las primeras. Desigualdades entre países y dentro de un mismo país. 

Sin embargo, por si esto no fuera bastante (siquiera solo para analizarlo), me parece que hay algo más, algo nuevo e inesperado, en esta crisis global. Se están publicando muchos análisis científicos* y filosóficos sobre el origen y las posibles evoluciones de la crisis en sus múltiples dimensiones (sanitarias, sociales, políticas, económicas, culturales). Estos últimos, los filosóficos, son especialmente interesantes porque revelan diferentes ángulos teóricos desde los que hoy se piensa la vida humana**. Sin embargo, todos ellos (hasta ahora) me dejan la impresión de que los autores asumen, de una u otra forma, que todo esto, en su configuración actual, real, podía pasar o incluso que tenía que acabar pasando antes o después***. Omiten, creo, algo esencial de esta crisis, de todo lo que viene ocurriendo durante las últimas semanas en nuestras vidas, súbitamente amenazadas: lo inesperado. Lo omiten seguramente porque no es algo que pueda uno atrapar en una noción filosófica más o menos unívoca****. Pienso en el novum de Bloch, pero, si no la he entendido mal, esta noción siempre está ligada, de alguna forma, a las de latencia, anticipación y potencia, de modo que no se trata, creo, de lo radicalmente, inesperadamente nuevo; de lo inimaginable que irrumpe en nuestra vida desde ninguna parte (desde nuestra propia vida, probablemente), amenazándola, como haría una enfermedad desconocida. Pienso también en esa expresión, quizás ocasional, de Bloch que recojo en §83, la de sorpresa, aunque ahí parece tratarse en todo caso de una sorpresa positiva, y no, para decirlo con una expresión familiar, de una desagradable sorpresa. Terrible sorpresa.

Quiero expresar aquí solo una inquietud. Nadie había previsto la magnitud que ha adquirido esta crisis, nadie, y este hecho debería ser un ingrediente importante de cualquier reflexión. Lo que tenemos entre nosotros es una nueva enfermedad (que vamos conociendo cada vez más, rápidamente), y eso, cierto es, no es nuevo en la historia de nuestra especie. No es nuevo, es inesperado.


* Recojo aquí un análisis interesante, en forma de entrevista, de Eudald Carbonell, a pesar de un biologismo (enteramente consciente, por otra parte) un tanto plano que no puedo compartir: https://www.publico.es/entrevistas/entrevista-eudald-carbonell-covid-19-aviso-conciencia-critica-especie-proxima-humanidad-colapsara.html

** Entre todo lo que he leído hasta ahora, quisiera destacar este texto, que me ha parecido especialmente lúcido y sereno, y ofrece abundante material para la reflexión: https://www.filco.es/covid-19-critica-en-tiempos-enfermos/

*** Esto se manifiesta de una forma dramática (y ejemplar), "por contraste", en la reflexión un tanto prematura e interesada (pro domo sua) y negacionista, de G. Agambén: https://www.quodlibet.it/giorgio-agamben-l-invenzione-di-un-epidemia

 **** Hay caminos posibles, abiertos, en Heidegger y Zizek, p. ej., por los que podría continuar alguna vez este QSY.


domingo, 12 de abril de 2020

149. La Tempestad (I)

Hay momentos en que apetece refugiarse en una obra y decir "aquí me quedo"*, al menos durante un tiempo mientras acaba de pasar lo que esté pasando en esos momentos. A mí me ocurre con determinados textos a los que vuelvo una y otra vez, textos, libros, como Les mots de Sartre, y muchos otros, pero pienso ahora en el texto sartriano porque habla de esa relación especial, vital, que podemos tener con los libros. Podemos habitarlos, vivir en ellos, mientras, de alguna extraña forma, ellos también viven en (con) nosotros.

Algo así me viene pasando con La Tempestad durante este período de encierro. Creo que al principio fue porque imaginé la vuelta al mundo de antes (de ayer, por decirlo con Zweig), a la calidez de nuestro mundo de la vida, con las palabras de Miranda, O brave new world**, como un (re)descubrimiento del esplendor cotidiano de nuestra vida en común. Después, sin embargo, fui reconociendo la riqueza de sugerencias que aquel extraño episodio, cómico, trágico y  mágico en una isla al margen del mundo podría traer para acompañarme durante estas semanas. Y también los posibles compañeros de viaje, además de los exóticos o misteriosos personajes de la obra: Montaigne, Ernst Bloch, Harold Bloom, G. Wilson Knight y Auden, entre otros que aparecerán.

To be continued.


* Cómo no pensar, si uno escribe esto, en los versos de Goytisolo (Palabras para Julia):
 "(...)
Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino, nunca digas
no puedo más y aquí me quedo.
(...)"


** MIRANDA: O wonder!
How many goodly creatures are there here!
How beauteous mankind is! O brave new world
That has such people in't. 
(Acto V, Escena I)

También es inevitable que estas palabras nos remitan a la obra homónima de Aldous Huxley. Intentaremos explorar también hacia dónde nos conduce esa referencia.


viernes, 24 de enero de 2020

131. Lo que se dice y lo dicho

Lo dice, precisamente, Michel Foucault en El orden del discurso*, ese texto/discurso admirable:

"En resumen, puede sospecharse que hay regularmente en las sociedades una especie de nivelación entre discursos: los discursos que «se dicen» en el curso de los días y de las conversaciones, y que desaparecen en el acto mismo que los ha pronunciado; y los discursos que están en el origen de cierto número de actos nuevos de palabras que los reanudan, los transforman o hablan de ellos, en resumen, discursos que, indefinidamente, más allá de su formulación, son dichos, permanecen dichos, y están todavía por decir. Los conocemos en nuestro sistema de cultura: son los textos religiosos o jurídicos, son también esos textos curiosos, cuando se considera su estatuto, y que se llaman «literarios»; y también en cierta medida los textos centíficos."

A continuación, una vez definida esta división, Foucault la fluidifica, la quiebra. "Es cierto que esta diferencia no es ni estable, ni constante, ni absoluta." También la dramatiza (o la ironiza). "La desaparición radical de este desnivel no puede ser nunca más que juego, utopía o angustia."

Sí, en esta última frase están convocados algunos asuntos recurrentes de estos QSY, el juego, (Glasperlenspiel, Hesse), la utopía (Experimentum mundi, Bloch) y los maestros de la fenomenología existencial (Sartre y Merleau-Ponty) que acabaron presentándome a sus severos padres (Husserl y Heidegger).

Más allá de tanta gente ilustre, autores en el sentido foucaultiano, queda la cuestión, experimental en estos QSY, como se viene diciendo (p. ej., §4), de esa ligera, aunque radical transición, que lleva de lo meramente pensado (o vivido) a lo escrito (lo dicho). Ahí hay un misterio. 

* Michel Foucault. El orden del discurso. Traducción de Alberto González Troyano. Barcelona: Ed. Austral, 2019.


viernes, 1 de noviembre de 2019

107. Poesía alegre

Para las cosas tristes que pasan en la vida, que pasan, también está la poesía. No la poesía triste, que es para otros momentos, cuando nos la podemos permitir, sino la poesía de la alegría inteligente, una versión más cotidiana, quizá, de la docta spes que E. Bloch izaba como una bandera contra la anti-utopía. 

Encuentro esto en Huellas, 2013:
Analizar una genealogía poética que parece ir (según leo*) de Emily Dickinson a Marianne Moore, y de esta a Elizabeth Bishop y a May Swenson. Lo que he visto en ellas hasta ahora: celebración de la vida, con ternura, con temor, pero sin tragedia.


* Es aquí donde lo leí: Harold Bloom. La escuela de Wallace Stevens. Un perfil de la poesía estadounidense contemporánea. Vaso Roto Ediciones, Barcelona, 2011. Sirva esto de mínimo homenaje in memoriam a uno de los autores que más me han hecho disfrutar de la literatura pensada, comentada, desde su desolada visión del Libro de Job, hasta la (literariamente) gozosa celebración del príncipe de la alegría inteligente, William Shakespeare