sábado, 19 de diciembre de 2020

195. La vida y los libros

 Andaban algunos QSY errantes, inmaduros todavía, revoloteando por este espacio "gramatológico" (algunos de ellos también -todavía- bajo la fascinación de Derrida), y ha venido uno antiguo (§40) (mientras hacía su "copia de seguridad") a precipitarlos súbitamente (en el sentido químico del término, especialmente, como cuando sale mal una tinción de las que hacemos en el laboratorio, por lo general porque el material no estaba perfectamente limpio). Y así han quedado, in statu nascendi, como le gustaba decir con frecuencia a Cordón

Uno de ellos tenía que ver con mi lectura en curso de El infinito en un junco, de Irene Vallejo, texto fluido y lúcido en defensa de los libros y la lectura, del que me he propuesto hacer (al menos) algún QSY poniéndolo en relación (todavía no sé con qué grado de justicia hermenéutica) con Las palabras, de Sartre. Lo personal de la lectura, la autobiografía de un lector, cómo compartirlo, poniendo así en juego todo su potencial entusiasmante, that is the question

Estoy en la segunda planta del inmenso edificio que comparten la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense y el Instituto Anatómico Forense de Madrid. Mientras espero a que me abran una puerta trasera, interior, de acceso al Instituto, contemplo, a través de un ventanal, lo que ocurre en el patio interior de la Facultad. Ahí abajo hay una puerta abierta, creo que de la biblioteca (yo no estudié aquí), y algunos estudiantes han salido al jardín, al parecer, para descansar un rato. Hace muchos años que vengo con más o menos regularidad al Instituto a estudiar cerebros de autopsia, y creo que siempre he visto, mientras esperaba a que me abrieran, esa pintada justo al lado de la puerta de la biblioteca: "No estudies los libros, estudia la vida". Interesante disyunción para una facultad de Medicina, que podríamos "moderar" con un "solo" ("No solo estudies los libros..."), aunque no parece que sea eso lo que quiere decir. 

Llevo ya unos años persiguiendo, para una tesis que quién sabe cuándo podré terminar (sin que sea eso lo principal, naturalmente, Ítaca, Cavafis), diferentes cuestiones relativas a la ontología de la vida en el  pensamiento de Heidegger (especialmente en su diálogo recurrente con Aristóteles). A veces camino en penumbra, como todos, pero hay momentos de claridad que me indican, creo, que quizá no me haya equivocado. Estudio ahora los intensos años de desarrollo que precedieron a la publicación de Ser y tiempo en 1927. En una famosa conferencia de 1924, El concepto de tiempo, Heidegger sigue precisando su noción de Dasein ("ser ahí", existencia, vida humana), y explica: no podemos demostrarlo, ni mostrarlo, solo podemos serlo

Así han quedado estos pequeños brotes de QSY, detenidos y en cierto modo enlazados entre sí. No se descarta que en el futuro adquieran una forma más madura cuando el material de trabajo esté más limpio.



miércoles, 16 de diciembre de 2020

194. De ciencia y filosofía (once again)

 Para un análisis profundo y sereno del mundo no nos deben interesar tanto la última ciencia y la última filosofía (en cuyas olas todavía nos mecemos) como las penúltimas, que constituyen en realidad la última imagen del mundo.

 (...)

No hay que buscar una síntesis entre ciencia y filosofía (no me resisto a pensar que el resultado de esa síntesis es ya la filosofía misma), ni un todo en el que ambas disciplinas sean complementarias (algo que, quizá, sería posible en un mundo de soluciones, pero no en uno de problemas): basta por ahora con adoptar una ciencia y una filosofía que no se nieguen entre sí, que puedan ser pensadas a la vez.

(De Huellas, 1991)

Es posible que fuera demasiado decir “a la vez”. Bastaría, quizá, con decir “sucesivamente”.

 


lunes, 7 de diciembre de 2020

193. Jubilosa jubilación

 Cuando hay tiempo y tranquilidad, voy haciendo copias de los textos de este QSY, que quién sabe si un buen día podrían desaparecer de golpe y sin avisar. No puedo evitar releerlos, aunque solo sea un poco, y medir esa extraña distancia que nos separa. Extraña porque existe y no existe, porque el texto está en el pasado y a la vez aquí y ahora cuando lo leo. El texto y lo que el texto cuenta. (También está en el futuro porque, si no, para qué iba uno a escribirlo, pero eso será mejor obviarlo ahora.)

Releo, así, §24, que trata quejosamente de ciertos problemas interpersonales/profesionales de entonces y de otros problemas similares de un "entonces" más remoto. Aquellos, los más antiguos, ya caducaron, afortunadamente, como consecuencia del paso del tiempo y aún más de algunas situaciones (bastante "límites") en que los agonistas pudimos mostrarnos finalmente nuestro elemental fondo humano (por dentro de la apariencia lupina). 

El otro, el más reciente, sin embargo, venía persiguiéndome hasta hace muy poco como un mal sueño. Aprovecho esta superficie de inscripción (me gusta cómo lo dice mi profesora) para certificar que ese otro problema ya se ha resuelto. También tuvo algo que ver el paso del tiempo, porque en este caso fue por jubilación del perseguidor. Jubilosa (para mí, entre otros) jubilación. 



domingo, 6 de diciembre de 2020

192. Las palabras y (la intensidad de) las cosas

 Palabras, dice el poeta (de las palabras del poeta) (§191). Reviso los textos de Huellas, jugando con la superposición y la dirección de los tiempos (miro hacia atrás lo que una vez escribí hacia adelante y después releí -y reescribí- hacia atrás y adelante) mientras los tiempos, la memoria y los recuerdos juegan conmigo en ese mismo laberinto (las galerías del alma, decía ese otro poeta mayor). Me doy cuenta de que ahora tengo más palabras o una mayor facilidad para decirlas. Más que entonces, cuando lo importante era anotar rápidamente la intuición o el episodio emotivo o significativo. 

No, creo que ahora no me faltan (tanto) las palabras (en todo caso, sobran), pero en aquellos años lo que no me faltaba era la pasión. (Dx)

"(...)
For we, which now behold these present days,
Have eyes to wonder, but lack tongues to praise."*

                                                             Shakespeare, Soneto 106.


* Vamos allá con la traducción:

"(...)
Mas nosotros, que contemplamos estos tiempos presentes,
tenemos ojos para maravillarnos, pero no lenguas para celebrarlos."