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domingo, 10 de diciembre de 2023

342. Lay down your weary tune, lay down

 Descubrí hace poco esta canción temprana de Dylan a través del detallado comentario que le dedica Christopher Ricks en su Dylan poeta. Visiones del pecado*. Digo temprana porque el poeta la escribió en 1963, con 22 años, aunque no la publicó hasta 1985. Poeta de alta inspiración juvenil, como Claudio Rodríguez y Keats, entre otros y otras (su Mr. Tambourine Man, se publicó en 1965, de modo que debió de escribirlo con 23 o 24 años). Es un buen momento para recordar que Claudio Rodríguez comenzó a escribir su Don de la ebriedad a los 17 años ("Siempre la claridad viene del cielo"). Los nombres de Keats y Dylan, por cierto, se unen en Mr. Tambourine Man, inspirada en parte en la Oda a un ruiseñor del poeta inglés.

Hace ya casi una semana pasamos un día intenso y duro por cuestiones de salud en esta pequeña tribu nuestra (desgracias temidas, imaginadas, después no confirmadas, afortunadamente), y esta canción recién descubierta se instaló en mi conciencia, como un bálsamo, con su ritmo sosegado (como el andante aquel de la Primera Sinfonía de Brahms). Con frecuencia me invento pequeños lemas temporales que me sirven de guía durante varios días, y a veces estos lemas son fragmentos de poemas o canciones que se quedan un tiempo suspendidos, "como pompas de jabón", ante mis ojos (o, más bien, ante mis oídos). No es la primera vez que he encontrado en una canción de Dylan, en su ritmo salmodiado, sus imágenes crípticas, profundas, y sus geniales rimas, su sonido y sentido (Valéry), en definitiva, una medicina frente a la incertidumbre y el desasosiego.

 No se me ocurre mejor homenaje a la canción y a su autor que profundizar en su interpretación, traduciéndola. Lo intentaré estrofa a estrofa, para que el texto  original (en cursiva) y la traducción se encuentren más próximos. Y comenzaré, por lo demás, con la sonrisa que me ha dejado la lectura de la Nota previa a la traducción, por parte de Miquel Izquierdo y José Moreno, en Bob Dylan. Letras (1962 - 2001)**, de donde he tomado la versión original del texto. Advierten los traductores, a quien ose enfrentarse a los versos del bardo, que encontrará allí "una sintaxis tortuosa cuando no intransitable, metáforas descabelladas o decapitadas, alusiones enigmáticas, oraciones truncadas, citas encubiertas o descubiertas, visiones herméticas, cartas sacadas de la manga, juegos de manos y de palabras, ambigüedades, zumbidos, equívocos, caprichos, extravagancias, caminos sin retorno, cantos que ruedan y balas perdidas..." Bueno, tampoco hay que ponerse así, me (les) digo. La poesía no tiene por qué ser fácil (Steiner), y siempre es un placer (enorme) pararse a pensar (o sentir, como diría Pessoa) qué escucha uno y qué comprende en un poema (cantado o no). Sí, lo de intentar trasladarlo a otro idioma (el materno) es una temeridad, pero forma parte de ese placer, y la tarea será más interesante aun si voy confrontando mi versión con el trabajo previo de los traductores (que ya sufrieron lo suyo, como dicen). Recogeré su versión entre corchetes, mientras que la mía irá detrás en negrita.

Lay down your weary tune

[Deja ya tu maltrecha canción]

No sigas más con tu gastada melodía

Lay down your weary tune, lay down
Lay down the song you strum
And rest yourself 'neath the strength of strings
No voice can hope to hum
 
[Deja ya tu maltrecha canción, déjala
Deja ya la melodía que rasgas
Y reposa tras el vigor de las cuerdas
Que la voz no logra imitar]

No sigas más con tu gastada melodía, no sigas más
No sigas rasgueando tu canción
Y descansa bajo el poder de las cuerdas
Que ninguna voz podrá entonar
 
Struck by the sounds before the sun 
I knew the night had gone
The morning breeze like a bugle blew
Against the drums of dawn
 
[Avisado por los ruidos del alba
Supe que acababa la noche
La brisa matinal fue un toque de clarín
Contra los tambores de la aurora]
 
Alertado por los sonidos antes del sol
Supe que la noche había pasado
Como un cuerno soplaba la brisa de la mañana
Contra los tambores del amanecer

Lay down your wery tune (...)

The ocean wild like an organ played
The seaweed's wove its strands
The crashin' waves like cymbals clashed
Against the rocks and sands
 
[El mar turbulento sonaba como un órgano
Las algas trenzaban sus playas
Las olas bramaban como címbalos
Rompiendo contra rocas y arenas]
 
El océano bravo tocaba como un órgano
Las algas tejían sus riberas
Las olas, rompiendo, golpeaban como címbalos
Contra las rocas y las arenas

Lay down your wery tune (...)

I stood unwound beneath the skies 
And clouds unbound by laws
The cryin' rain like a trumpet sang
And asked for no applause
 
[Estaba sin ataduras bajo los cielos
Bajo las nubes sin ley
La lluvia sollozaba como una trompeta
Y no reclamaba aplausos]

Me mantuve liberado bajo los cielos
Y las nubes desatadas por leyes
El llanto de la lluvia cantaba como una trompeta
Sin pedir aplauso alguno

Lay down your wery tune (...)

The last of leaves fell from the trees
And clung to a new love's breast
The branches bare like a banjo played
To the wind that listened best
 
[La última hoja cayó de los árboles
Y se quedó en el pecho de un nuevo amor
Las ramas desnudas como un banjo sonaron
Para los vientos que sabían escuchar]

De los árboles cayó la última de las hojas
Y se posó sobre el pecho de un nuevo amor
Las ramas desnudas tocaban como un banjo
Para los vientos que las escuchaban mejor


* Ricks, Christopher. Dylan poeta. Visiones del pecado. San Lorenzo de El Escorial: Langre, 2007.

** Dylan, Bob. Letras. 1962 - 2001. Madrid: Alfaguara, 2004, p. 214-5.



sábado, 31 de octubre de 2020

185. El ritmo de la lectura

 Muchas veces he pensado, mientras leía, que estaba leyendo demasiado deprisa. En prosa o en verso, el texto puede ser un tobogán por el que nos lancemos semiconscientemente para llegar pronto a algún sitio (sentido) después de una breve e intensa emoción. En otras ocasiones, todo lo contrario, me he quedado entretenido en una lectura continuamente interrumpida, en staccato, recursiva, en busca de una continuidad interpretativa difícil* de seguir. También en verso, naturalmente (tanto como en prosa, solo que aquí de un modo más esencial, literal), cuando no se lee con el ritmo propio del texto. 

Leer deprisa, leer despacio, de eso habla Jacques Derrida en una nota a una de sus conferencias en memoria de Paul de Man, donde la memoria, en todos sus sentidos y contrasentidos, era el tema central de la conferencia. "Y sin embargo la lectura debe hallar su ritmo, la medida atinada y la cadencia justa. En la medida, al menos, en que intente llevarnos a captar el sentido que no viene a través del entendimiento."** Como si estuviera aludiendo aquí Derrida a las "razones del corazón", cita a continuación a Pascal: "Quand on lit trop vite ou trop doucement on n'entend rien." (Cuando se lee con demasiada prisa o demasiada lentitud no se entiende nada.) Y comenta: "Uno nunca debería olvidar la autorizada elipsis de esta advertencia. ¿Pero a qué velocidad debería uno leerla? En el umbral mismo del libro, se la podría pasar por alto rápidamente." 

Intento leer mucho y muchas cosas a la vez, y diversas (novela, poesía, filosofía, además de la lectura científico-profesional cotidiana, ya casi inconsciente). Unas más deprisa y otras más despacio, no solo en el momento de leer efectivamente cada texto, sino a lo largo del tiempo, semanas, meses, años, que puede durar la lectura de un texto individual. Una vez dije en un seminario de filosofía medio en broma (solo a medias) que habría que leer los textos al mismo ritmo en que fueron escritos. ¿Se aplica, por cierto, el enunciado de Pascal también a la escritura de los textos? 

En mi zigzagueo continuo por (entre) la ciencia y la filosofía, no deja de crecer mi perplejidad ante todo lo que hay que leer para no caer en ingenuidades elementales (científicas o filosóficas). Quizá no sea sino esa prudencia (pudor) la que le empuja a uno a leer (haber leído) (y hopefully entender) más y más. ¿Demasiado? ¿Demasiado deprisa? ¿Demasiado despacio? El tiempo (que somos, Heidegger dixit) dirá. (Dx)


* Volveremos pronto con G. Steiner a este asunto de "lo difícil".

** Jacques Derrida. Memorias para Paul de Man. Traducción de Carlos Gardini. Barcelona: Editorial Gedisa, 2008. La traducción de la frase de Pascal es la que aparece en el texto. La cita está tomada de un texto de Paul de Man, Allegories of Reading.



sábado, 9 de febrero de 2019

38. Cerebro y poesía (algo más)


Leo ahora intensamente a G. Steiner y, como cuando hace unos meses leía a Todorov, veo que hay toda una línea de la lingüística y la crítica literaria (ahí están también Chomsky, naturalmente, y Eagleton; es posible que haya todo un espectro político, ideológico), de autores que saben, por su experiencia del lenguaje, hasta qué punto puede ser éste el vehículo de la mentira, la mala fe y las falsas verdades, la propaganda, las ideas fijas, inmunes a toda crítica empírica o racional, y, como dice el propio Steiner, la “bestialidad humana”. Cuando pienso en lo que nos puede enseñar el conocimiento de la neurobiología del lenguaje, estoy pensando en este tipo de cosas; en proporcionar un apoyo, por pequeño y precario que sea, a la certeza cultural y moral de lo mejor y lo peor que puede albergar en sí y transmitir el lenguaje humano, desde la “gracia” (Steiner) de la poesía a la “bestialidad” de su manipulación política para la humillación, la degradación y el sufrimiento del hombre. (De Huellas, 2011)


sábado, 19 de enero de 2019

33. Aporías de la democracia: Matteo Salvini y Fabrizio De André


Vengo escuchando con gusto en las últimas semanas, gracias a la aplicación Spotify, a un pequeño grupo de cantautores italianos de las últimas décadas (Fabrizio De André, Francesco De Gregori, Franceso Guccini, entre otros más conocidos aquí como Lucio Dalla o Franco Battiato). Aunque ya sabía de algunos de ellos por un excelente programa de Radio 3 (como todo lo de esa emisora) dedicado a la música italiana, ha sido para mí un descubrimiento encontrar en esas voces y en esas músicas algo nuevo y hasta ahora casi desconocido, y sin embargo, de alguna forma familiar, donde resuena la poesía (propia y ajena) de nuestros cantautores de aquí (en las lenguas ibéricas, quiero decir, desde Serrat, Aute, Luis Pastor, Raimon, Sabina, entre otros muchos, hasta los portugueses, como José y João Afonso). En esas voces, las de esta península (y su extensión iberoamericana, para no olvidar, p. ej., a Silvio Rodríguez o a Caetano Veloso, de nuevo entre muchos otros) y las de la italiana, me parece reconocer algunas de las principales señas de identidad, de sensibilidad, de nuestras generaciones actuales. (Sobre la correspondencia esencial de todos ellos con cantautores del mundo anglosajón, como Bob Dylan y Leonard Cohen, habrá que hablar extensamente en algún momento).

Recientemente, el presentador de la actual edición del Festival de San Remo, el cantante Claudio Baglioni, denunció públicamente y con valentía la política de inmigración promovida por el infame Matteo Salvini, espejo en el quieren mirarse nuestros propios dirigentes neofascistas (inquietante este "nuestros"). En unas rápidas declaraciones televisivas, vi y escuché a Salvini decir algo así como que Baglioni debía dedicarse a cantar y no a opinar (un tic autoritario habitual en este tipo de dirigentes), pero que él, Matteo Salvini, por su parte, prefería escuchar a Fabrizio De André.

No es la primera vez que tengo esta sensación desagradable de compartir (inquietante este "compartir") algo tan personal y tan profundo como una experiencia estética con un personaje que me parece detestable. Ocurre, sobre todo, en el ámbito del arte. Es un tema ya tópico, que la derecha (sus periodistas, fundamentalmente) suele englobar peyorativamente bajo el epígrafe de "la supremacía moral de la izquierda". Sí, en su continua batalla logocrática (G. Steiner), esta derecha también se ha apropiado del término "supremacismo".

Ya había leído algo sobre Fabrizio de André en la Wikipedia (esa Enciclopedia del s. XX, según Umberto Eco), y me había parecido que, como tantos artistas de esos años (recuerdo ahora al Renaud de Mistral gagnant, que descubrí hace unos años circulando en coche por Francia), había mantenido posiciones políticas poco "orgánicas" o convencionales. Un artículo reciente en L'Espresso, con ocasión de la publicación de sus Diarios* (Fabrizio De André murió en Milán en 1999), recoge "la sua passione per i marginali, gli ombrosi, i perdenti e i perduti". Nada que pueda reivindicar la política de Salvini, en principio. Sin embargo, sus Diarios, según ese artículo, también reflejan su escasa "simpatía" por el 68 y por el Partido Comunista Italiano. Esto nos lleva a lo ya comentado en la entrada de este blog de 30/09/2018. Parece probable que sea por ese lado anticomunista por donde Salvini reivindica a De André, al menos el gusto de escucharle.

Sin embargo, en mi breve experiencia de escuchar a Fabrizio De André, reconozco que hay mucho más, muchisimo, que vale la pena explorar, sobre todo desde el punto de vista poético, en este cantautor. Nuestra vida colectiva, política, implica que tenemos que convivir necesariamente con personas (y personajes), como Salvini, cuyas acciones consideramos moralmente detestables, fundamentalmente porque impiden el desarrollo de una vida colectiva mejor y más satisfactoria para todos (y niegan a muchos lo básico o elemental de la vida, o la vida misma, tout court). Y que tenemos que combatir sus ideas, también con the beauty of our weapons (L. Cohen), que ellos, en ocasiones (y aquí está la aporía), también admiran.


(*) http://espresso.repubblica.it/visioni/2016/04/05/news/quanto-e-politico-il-privato-nei-diari-di-de-andre-1.257004

(Dx. Escuchando, primero, Il sogno de Maria de Fabrizio de André, y después, Far from me, de Nick Cave.)