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lunes, 18 de mayo de 2020

160. Seamos más

Volvíamos M. y yo de un dulce paseo, también extraño (mascarilla y distancia), a la hora en que es posible durante este confinamiento. Nos dieron las nueve al pasar por una placita cerca de casa, un sitio acogedor donde los chicos solían quedar con sus amigos para charlar y jugar. Ahora no, ahora era un espacio inhóspito, amenazador, ocupado por el ruido irritante de las cacerolas que un buen número de vecinos, algunos mostrándose en las ventanas o los balcones, golpeaban ostentosamente con violencia impostada. Durante unos instantes me imaginé discutiendo con ellos, explicándoles que no, que no podían comportarse así con las personas que estaban cuidando de su salud y su bienestar, como si fuera el Samuel de Upton Sinclair*, y como si pudiera acabar también como él, con la cabeza rota. Después, por encima o por debajo del ruido de esta gente frustrada, inútil, y en cierto modo también peligrosa (tenemos memoria), pensé que en realidad somos más los que no pertenecemos a ese mundo (Raimon), y quise también que fuéramos aun más, siempre más, para poder escuchar sin miedo y sin esta rabia los groseros desahogos de esa gente, en el fondo marginal, de nuestra sociedad. Seamos siempre más, no dejemos nunca de serlo.


* Samuel busca la verdad. ¿Quién no se ha sentido alguna vez como Samuel?


sábado, 14 de marzo de 2020

140. Realpolitik y biopolítica

Reconozco que el QSY anterior (§139) se encuentra en un camino, sinuoso y difícil ("los nuestros"), que últimamente me estaba llevando a revisar esa noción aparentemente tan útil (tan a-la-mano, por decirlo también con Heidegger), sobre todo en su dimensión peyorativa*, la noción de Realpolitik. En esa dimensión, se trataría más bien de la política (de gobierno) que hacen "los otros". ¿Hay también una Realpolitik de "los nuestros"? Parece que sí, cuando son "los nuestros" quienes gobiernan, en nuestro país o en cualquier otro**.

Ese camino de reflexión se ha visto interrumpido súbita, dramáticamente, por la reciente pandemia***. En una crisis sanitaria como esta, de proporciones todavía desconocidas, y en gran medida dependientes de la capacidad de los Gobiernos/Estados para controlar el movimiento de la población y de proporcionar una asistencia sanitaria bien organizada y a la altura del "estado del arte" en cada momento, en una situación como la que vivimos, digo, solo es posible (y también necesario) aplicar una auténtica Realpolitik (valga la tautología o la circularidad del argumento). Cuando además está en juego la vida de miles de personas, esa política "real" debe ser sobre todo una biopolítica que ponga en el primer plano la vida humana amenazada y todos los instrumentos científico-técnicos (biomédicos y biotecnológicos), sanitarios, sociales y políticos para preservarla. ¿Quiénes son aquí "los nuestros"? En un sentido amplio, cómo no, nos sentimos profundamente solidarios (unidos) con todas las personas que trabajan y luchan ahora mismo, con su cuerpo, con sus manos, contra esta amenaza. Ese sentimiento tiene también una dimensión política, y todos ellos son también de "los nuestros". En sentido estricto, sin embargo, pensamos en quienes toman las decisiones de mayor alcance. Y llamamos "los nuestros", precisamente, a los que en momentos como estos son capaces de hacer una política real, radical, directa y eficaz; no ya la posible, sino la absolutamente necesaria. Además, porque, como nos pasa con los trabajadores/profesionales mencionados (admirados), podemos confiar en ellos****.


* Digo peyorativa porque la definición que da el DRAE es: "Política basada en criterios pragmáticos, al margen de ideologías." Ay, la ideología, siempre aparece de una u otra manera, aquí por su ausencia, poco creíble por lo demás. Veamos qué dice de ella el propio DRAE, en el que no debemos buscar la esencia de la cosa definida (¡lástima!), sino la objetividad del uso actual del término: "Conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona, colectividad o época, de un movimiento cultural, religioso o político, etc." Vaya, por si la cosa no era lo bastante amplia, se le añade un etcétera. Habrá que volver sobre esto. Cuando lo hagamos, no deberemos olvidar ese otro término, clave, que aparece en la primera definición, "pragmáticos". Sí, lo pragmático y lo ideológico forman un tándem, un binomio o un dipolo, un campo de fuerzas (táctica y estrategia), que hay que abordar en conjunto.

** Sobre la importancia de ser ciudadano de un país determinado (sea cual sea) en un mundo global/cosmopolita dice algunas cosas muy lúcidas Martha Nussbaum en esta entrevista:  https://www.thenation.com/article/culture/interview-cosmopolitan-tradition-martha-nussbaum/

 *** Esto está siendo escrito desde Madrid, uno de los focos mundiales más activos, hoy, de la pandemia. 

**** Para decirlo (cantarlo) esta vez con Raimon, poeta y trovador, "I, per què no dir-ho també? / Una fe, una gran fe / En determinada gent / És el que jo cante."


sábado, 19 de enero de 2019

33. Aporías de la democracia: Matteo Salvini y Fabrizio De André


Vengo escuchando con gusto en las últimas semanas, gracias a la aplicación Spotify, a un pequeño grupo de cantautores italianos de las últimas décadas (Fabrizio De André, Francesco De Gregori, Franceso Guccini, entre otros más conocidos aquí como Lucio Dalla o Franco Battiato). Aunque ya sabía de algunos de ellos por un excelente programa de Radio 3 (como todo lo de esa emisora) dedicado a la música italiana, ha sido para mí un descubrimiento encontrar en esas voces y en esas músicas algo nuevo y hasta ahora casi desconocido, y sin embargo, de alguna forma familiar, donde resuena la poesía (propia y ajena) de nuestros cantautores de aquí (en las lenguas ibéricas, quiero decir, desde Serrat, Aute, Luis Pastor, Raimon, Sabina, entre otros muchos, hasta los portugueses, como José y João Afonso). En esas voces, las de esta península (y su extensión iberoamericana, para no olvidar, p. ej., a Silvio Rodríguez o a Caetano Veloso, de nuevo entre muchos otros) y las de la italiana, me parece reconocer algunas de las principales señas de identidad, de sensibilidad, de nuestras generaciones actuales. (Sobre la correspondencia esencial de todos ellos con cantautores del mundo anglosajón, como Bob Dylan y Leonard Cohen, habrá que hablar extensamente en algún momento).

Recientemente, el presentador de la actual edición del Festival de San Remo, el cantante Claudio Baglioni, denunció públicamente y con valentía la política de inmigración promovida por el infame Matteo Salvini, espejo en el quieren mirarse nuestros propios dirigentes neofascistas (inquietante este "nuestros"). En unas rápidas declaraciones televisivas, vi y escuché a Salvini decir algo así como que Baglioni debía dedicarse a cantar y no a opinar (un tic autoritario habitual en este tipo de dirigentes), pero que él, Matteo Salvini, por su parte, prefería escuchar a Fabrizio De André.

No es la primera vez que tengo esta sensación desagradable de compartir (inquietante este "compartir") algo tan personal y tan profundo como una experiencia estética con un personaje que me parece detestable. Ocurre, sobre todo, en el ámbito del arte. Es un tema ya tópico, que la derecha (sus periodistas, fundamentalmente) suele englobar peyorativamente bajo el epígrafe de "la supremacía moral de la izquierda". Sí, en su continua batalla logocrática (G. Steiner), esta derecha también se ha apropiado del término "supremacismo".

Ya había leído algo sobre Fabrizio de André en la Wikipedia (esa Enciclopedia del s. XX, según Umberto Eco), y me había parecido que, como tantos artistas de esos años (recuerdo ahora al Renaud de Mistral gagnant, que descubrí hace unos años circulando en coche por Francia), había mantenido posiciones políticas poco "orgánicas" o convencionales. Un artículo reciente en L'Espresso, con ocasión de la publicación de sus Diarios* (Fabrizio De André murió en Milán en 1999), recoge "la sua passione per i marginali, gli ombrosi, i perdenti e i perduti". Nada que pueda reivindicar la política de Salvini, en principio. Sin embargo, sus Diarios, según ese artículo, también reflejan su escasa "simpatía" por el 68 y por el Partido Comunista Italiano. Esto nos lleva a lo ya comentado en la entrada de este blog de 30/09/2018. Parece probable que sea por ese lado anticomunista por donde Salvini reivindica a De André, al menos el gusto de escucharle.

Sin embargo, en mi breve experiencia de escuchar a Fabrizio De André, reconozco que hay mucho más, muchisimo, que vale la pena explorar, sobre todo desde el punto de vista poético, en este cantautor. Nuestra vida colectiva, política, implica que tenemos que convivir necesariamente con personas (y personajes), como Salvini, cuyas acciones consideramos moralmente detestables, fundamentalmente porque impiden el desarrollo de una vida colectiva mejor y más satisfactoria para todos (y niegan a muchos lo básico o elemental de la vida, o la vida misma, tout court). Y que tenemos que combatir sus ideas, también con the beauty of our weapons (L. Cohen), que ellos, en ocasiones (y aquí está la aporía), también admiran.


(*) http://espresso.repubblica.it/visioni/2016/04/05/news/quanto-e-politico-il-privato-nei-diari-di-de-andre-1.257004

(Dx. Escuchando, primero, Il sogno de Maria de Fabrizio de André, y después, Far from me, de Nick Cave.)