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domingo, 28 de mayo de 2023

299. El carro de las manzanas

En esta nueva jornada electoral de resultados a todas luces decepcionantes para la izquierda (the end of the day, como indica la expresión inglesa, lo dirá), pienso melancólicamente en El carro de las manzanas, la extravaganza política de Bernard Shaw, y en todo lo que el autor dice allí (sobre todo en el extenso Prefacio) sobre las trampas de la Democracia occidental*. Entre muchas consideraciones agudas y acertadas (como son ¿casi? siempre las de Shaw), me quedo ahora, muy brevemente, con esto: "Así, pues, la democracia no puede ser el gobierno (government) por el pueblo: solo puede ser el gobierno con el consentimiento de los gobernados."**

El consentimiento y, algo más allá, la tolerancia (de la mayoría). Y, mientras sigamos siendo una minoría (hoy veremos cuántos), también la paciencia y la resignación de muchos. Por cierto, el carro de las manzanas, según la expresión metafórica inglesa, representa la estabilidad de algo que puede irse al traste si a alguien se le ocurre volcarlo.

 * Shaw era socialista (fabiano) y también era un demócrata, naturalmente. Por eso decía que era muy importante conocer las trampas de la democracia, especialmente las derivadas de la actividad política de las grandes corporaciones. 

** Shaw G. B. The apple cart. A political extravaganza. London: Longman, 1965. (Mi traducción, p. 12)



domingo, 12 de mayo de 2019

58. La diversidad de la izquierda

Debo agradecer a Javier Sádaba, a pesar de mi crítica (QSY 09/05/2019), que haya señalado y analizado el fenómeno del "mal menor" en las elecciones españolas desde el punto de vista de la izquierda. El "voto útil", como ha quedado consagrado en la terminología periodística, que puede dar lugar a una democracia "inútil". Si muchas personas votan, no de acuerdo con lo que piensan, sino con lo que las encuestas, los medios y las políticas dominantes les dicen que es más eficiente para que su voto se traduzca en "poder", ¿dónde queda la democracia representativa? Bueno, al fin y al cabo cada uno vota lo que quiere, eso es verdad (esa es la coartada, podríamos pensar), pero en realidad se elige entre lo que hay (y la analogía con el mercado no es casual). 

Imaginemos (phantasia) un poco. Imaginemos que las opciones de voto de la izquierda se multiplican tanto que acaban reflejando realmente la diversidad de puntos de vista de este sector político (bueno, y también de las estrategias, tácticas y los liderazgos de los distintos grupos). Imaginemos también que hemos dejado de lamentarnos en ese proceso de las "eternas luchas" y del "vidadebryanismo" autolesionista de la izquierda. Esas cosas tienen la gracia y el efecto saludable de la autoironía, pero pueden llegar a ser (con el permiso de los Monty Python) pequeños caballos de Troya del pensamiento conservador. Como en la expresiva imagen que utiliza Bernard Shaw en su Introducción a El carro de las manzanas, cada cuatro años contemplamos extasiados cómo se levanta el globo que lleva en su cesta a nuestros representantes electos (mientras alguien nos vacía los bolsillos sin darnos cuenta, dice Shaw), y corremos el riesgo de pensar que el país que somos está realmente contenido en la cesta de ese globo. No, ciertamente, si una gran parte del voto, también de la izquierda, es "voto útil", el voto del "mal menor".

Sí, ya sé, está la ley electoral (que alguna elección debería poder cambiar, si procede), y nadie quiere "tirar" su voto. Imaginemos algo más, que en vez de dos opciones para el voto de izquierda, tenemos tres o cuatro o aun más. ¿Se atomizaría el voto o se concentraría? ¿Y en qué opciones? He ahí la cuestión. No hay una respuesta teórica (o estadística) a estas preguntas; la respuesta estaría solo en el resultado de unas elecciones donde cada uno habría votado lo más próximo a su posición (visión) política personal. Y muchos, posiblemente, que hoy no votan.

Hay motivos, creo, para celebrar la diversidad de la izquierda en unas elecciones, y estaría bien que tuviéramos la oportunidad de elegir realmente entre todas nuestras maneras de ver, políticamente, el mundo. En cuanto a los candidatos, el Bernard Shaw más irónico también decía que hay dos tipos de revolucionarios: aquellos para los que el mundo no es lo suficientemente bueno, y aquellos que no son lo suficientemente buenos para el mundo. No es mal criterio para elegir.