Mostrando entradas con la etiqueta Foucault. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Foucault. Mostrar todas las entradas

domingo, 10 de noviembre de 2024

389. Cada día

 Un poema, cada día un poema (al menos). Es una regla de higiene que me impuse hace años, leer cada día al menos un poema. Uno, "entre las voces, una". Como una de esas reglas de auto-disciplina ascética que Foucault recomendaba en sus últimos años de vida y pensamiento. Para construir la vida, la propia vida, como un arte, el arte de la vida.

No siempre lo consigo, claro, también se trata de eso (de intentarlo siempre, quiero decir). Unas veces, muchas, uno busca el poema, sistemáticamente, y al autor y su obra poética entera (la de los grandes), para estar leyéndola siempre. Otras veces, ya lo he contado en estos QSY, es el poema el que se presenta con toda su fuerza arrolladora (con frecuencia por la web). Ayer fue esta maravilla de Dylan Thomas, que ya conocía, y que seguramente sabría de memoria si me hubiera criado en inglés:

"(...)
Do not go gentle into that good night.
Rage, rage against the dying of the light."

Una hermosura, grande y triste.



sábado, 26 de octubre de 2024

388. La caída

 Hace años ("pre-pandemia", suelo decir para resumir) escribí un largo QSY (§35) que tenía como protagonista indirecto (como conjunto complementario, diría Mu) al dirigente político ahora caído. Se trataba entonces de lo político y organizativo, y de lo ideológico. Ahora el torrente mediático, de planos y estratos múltiples que no pretendo abordar aquí, me lleva (sigo bajo la influencia de una constelación que incluye a Merleau-Ponty y a Foucault) a una pequeña reflexión sobre el cuerpo y su encuentro con otros cuerpos, piel con piel, que es (no dejemos de ser en esto siempre aristotélicos) también alma con alma; sobre la reciprocidad esencial de ese encuentro. No debería ser posible disfrutar, ser feliz, si no lo es, a la vez (hama, diría Aristóteles) el otro, la otra persona. No lo es, en realidad, y afortunadamente se ha podido legislar (gracias a los nuestros, las nuestras) para fijar ahí el límite del delito: íntimo, profundo, traumático. Son oportunos aquí estos versos de un poeta comunista*, Juan Rejano:

"He de olvidarme de mí 
para no olvidar lo ajeno."

Nunca, y aun menos ahí, en el (glorioso) cuerpo a cuerpo.


* En relación con esta categoría (poeta comunista), ver nota al pie en §257.
 
 
 

sábado, 12 de octubre de 2024

384. Ciencia y poesía

 Qué bien sonaban los versos de la Letrilla satírica de Quevedo en el canto, en la voz ronca y gastada, de Paco Ibáñez:

"Pues amarga la verdad,
quiero echarla de la boca;
y si a l'alma su hiel toca,
esconderla es necedad." *

Entre las funciones de estos QSY, como he venido apuntando en algunos de ellos (§362, el más reciente), está la de dejar anotado o, de alguna forma, inscrito (lay down, canta Dylan, [§342]), todo aquello (ideas, intuiciones, cosas entrevistas) que durante un tiempo determinado anda buscando una expresión escrita para no caer en el (mi) olvido, a la vez que para alcanzar una forma, si bien provisional, mínimamente reconocible. 

Algo así ha venido ocurriendo durante algunas semanas con este espléndido poema de Manuel António Pina:

"As que procurei em vão,
principalmente as que estiveram muito perto,
como uma respiração,]
e não reconheci,
ou dessistiram e
partiram para sempre,
deixando no poema uma espécie de mãgoa
como uma marca de água impresente;
as que (lembras-te?) não fui capaz de dizer-te
nem foram capazes de dizer-me,
as que calei por serem muito cedo,
e as que calei por serem muito tarde,
e agora, sem tempo, me ardem;
as que troquei por outras (como poderei
esquecê-las desprendendo-se longamente de mim?);
as que perdi, verbos e
substantivos de que
por um momento foi feito o mundo
e se foram levando o mundo.
E tambén aquelas que ficaram,
por cansaço, por inércia, por acaso,
e com quem agora, como velhos amantes sem
desejo, desfio memórias,
as minhas últimas palavras." **

(Todas as palavras)

¿En cuántos estratos diferentes actúa un poema sobre nosotros, en cuántos planos a la vez? ¿De cuáles somos conscientes (y de cuáles no)?

Deleuze habla de Foucault con precisión, admiración y cariño. No hay nada fácil en estos dos gigantes. Después de unos párrafos tensos y complejos sobre los enunciados en la arqueología del saber foucaultiana, dice esto: "Ciencia y poesía, las dos son saber." ***

Sí, es solo una fórmula sencilla, conclusión y a la vez inicio de un camino, o cruce, pero suficiente para recordarme/indicarme que por esos caminos me había llevado el poema de Pina. Las palabras, la poesía, la vida (y todas las formas de verdad que entrañan****).


* Quevedo, Francisco de. Poesía original completa. Barcelona: Planeta, 2004, p. 656.

** Os cem melhores poemas portugueses dos últimos cem anos. Selecção e organização de José Mário Silva. Lisboa: Penguin Random House, 2017.

*** Deleuze G. Foucault. Barcelona: Paidós, 1986, p. 47.

**** Queda aquí seleccionado el más unamuniano de los sinónimos posibles.



domingo, 15 de septiembre de 2024

381. La memoria y la culpa

 Leo ahora, en estas últimas semanas, sobre Foucault y su aproximación a la memoria (y a lo que él llamó contra-memoria), preparando así, todavía desordenadamente, una próxima intervención (exótica para mí) en un congreso de homenaje al filósofo francés. No tengo una familiaridad con Foucault como la que tengo con otros filósofos contemporáneos (no sé, familiaridad, afinidad, proximidad), pero me deslumbra su estilo de escritura (y, por lo tanto, de pensamiento), y sé que, a pesar de la mirada fría y descarnada (el análisis, la crítica, del poder), hay un lugar importante en su filosofía para el cuerpo, la calidez, el placer, el dolor y la compasión. Y también (o por todo ello, precisamente), para la rabia. 

Uno de los caminos que vengo explorando (también por otros, diversos, motivos que arrastro conmigo) es el lugar y la función de la imagen técnica, tecnológica (la fotografía, el cine y derivados) en la memoria personal y colectiva (densamente entrelazadas a través de esos medios técnicos).

Venía así, leyendo a Susan Sontag, sus reflexiones, muy oportunas, sobre las imágenes que nos vienen transmitiendo el sufrimiento humano durante las últimas décadas, sin dejar de pensar en Gaza, naturalmente, este último episodio insoportable de la crueldad extrema transmitido cada día, cada hora, cada muerto. Y encuentro esto:

"La pregunta es: ¿a quién queremos culpar? Con más exactitud, ¿a quién creemos que tenemos derecho a culpar? Los niños de Hiroshima y Nagasaki no fueron menos inocentes que los destruidos hombres (y algunas mujeres) jóvenes afroamericanos colgados de los árboles de un Estados Unidos pueblerino. Más de cien mil civiles, tres cuartas partes mujeres, fueron masacrados durante los ataques con bombas incendiarias de las fuerzas aéreas en Dresde la noche del 13 de febrero de 1945; setenta y dos mil civiles fueron incinerados en unos segundos con la bomba estadounidense lanzada sobre Hisroshima. La lista podría ser mucho más larga. Reitero, ¿a quién queremos culpar? ¿Qué atrocidades del pasado irremediable nos parece que estamos obligados a revisar?" *

Y del pasado más inmediato, de ayer y de hoy. ¿A quién?, pregunta Sontag. Foucault, lúcido, habló de dispositivos de poder, de dominación, pero también hay responsabilidades, culpas, muchas, personales (cínicamente ocultas, la mayoría de las veces) y colectivas (cínicamente inconscientes, podríamos decir).

Creo que una de las virtudes de la tradición política, ideológica, en que me sitúo, estriba en no olvidar quiénes fueron y son los responsables, los culpables, de las maldades del mundo, en el pasado y en la actualidad, y en querer comprender por qué se cometieron. Y quiénes fueron las víctimas y por qué. Justicia hermenéutica, escribía aquí hace algún tiempo, recordando a Benjamin y a Vattimo (§220)


* Sontag S. Ante el dolor de los demás. Traducción de Aurelio Major. Barcelona: Penguin Random House, 2023, p. 81.




jueves, 8 de diciembre de 2022

281. Sexo, género y biopolítica

"¿Qué diferencia hay entre género y sexo?", le pregunta Pablo Iglesias a Carmen Calvo (dos exvicepresidentes) hace unos días en un encendido debate radiofónico sobre la "ley trans". Ella le responde hablando de cuestiones biológicas y médicas.

"Lo biológico", siempre ahí a mano para la argumentación, como un comodín; y debemos recordar con Foucault que en muchas ocasiones qué sea o no "biológico" se inscribe en un marco político, biopolítico, determinado. Quién decide lo que es biológico y con qué fin.

Lo biológico, en relación con el sexo, ¿es la genética, la fisiología hormonal, la anatomía genital, la anatomía cerebral, la conectividad cerebral? ¿Acaso las emociones, los sentimientos, los afectos, no son también biológicos? Y la percepción de uno mismo, y lo que uno quiera (o pueda) hacer con su vida, ¿no es todo eso también biológico, al menos biológico?

Si un pianista puede cambiar su cerebro, la anatomía de su cerebro, de un modo hoy técnicamente, estructuralmente, reconocible, tocando el piano, o un taxista conduciendo un coche ¿qué cosa no es "biológica" en la vida de un pianista o de un taxista?

Habrá que trasladar el debate, pues, de la biología a la política, a la biopolítica en todo caso, y plantearlo en términos de diversidad, autonomía y derechos humanos (también biológicos, profundamente biológicos).

Y, como decía ya Derrida hace unos cuantos años (en 1990), habrá que aprender a escuchar y atender a esa diversidad.

"Nos encontramos en medio de toda una serie combinatoria de pulsiones, de posiciones sexuales, y lo que hay que hacer es prestar mucha atención a éstas. No se puede determinar demasiado deprisa los límites de lo que se denomina heterosexualidad, hombre-mujer, etc. Lo que la deconstrucción si algo semejante existe nos enseña son las astucias y las argucias de todas estas categorías."*


* Entrevista a Jacques Derrida realizada por Cristina Peretti y publicada en Debate feminista 2 (México), septiembre de 1990.



martes, 19 de julio de 2022

267. Vivir de las rentas

 Vengo preparando desde hace algún tiempo el segundo artículo de la serie sobre "ciencia y filosofía de la memoria". Poco a poco, lentamente, de acuerdo con mi metodología vegetal, que también podría llamar en cierto modo machadiana, ya que brota "derecha o torcida / con esa humildad que cede / solo a la ley de la vida / que es vivir como se puede"* (el apóstrofe del poeta va dirigido a una encina). Como se puede, así es como van haciéndose estos artículos. 

Entre la Antigüedad Clásica y el siglo XXI, principio y fin del itinerario trazado en el primer artículo de la serie (§261), decidí dar un pequeño salto atrás de un siglo para situarme, con todas mis preguntas, en las primeras décadas del siglo XX. ¿Cómo eran entonces la ciencia y la filosofía del ser vivo? ¿De qué discutían los filósofos con los científicos? ¿Qué era entonces hacer ciencia y qué era hacer filosofía? Es durante aquellas décadas, intuyo, cuando se desarrollan modos de pensar y de hacer que permiten entender aspectos importantes del pensamiento actual. Veremos.

Descubro, entre otras cosas (o redescubro con una mirada nueva, porque ese periodo me viene interesando desde hace bastante tiempo), la importancia, también en esas controversias científico-filosóficas que persigo, de los "ismos" teóricos, no menor que la que tuvieron otros "ismos" en el arte o en otros ámbitos culturales. Mecanicismo, vitalismo, reduccionismo, holismo, emergentismo o las distintas formas de darwinismo o evolucionismo, p. ej., son términos, que, junto a otros, definen el marco teórico de los debates de aquellos años. En esas controversias participaron filósofos, científicos, y en ocasiones también científicos que pasaron en algún momento a hacer filosofía, o que, en todo caso, dejaron de discutir desde su experiencia científica inmediata. Ejemplos de esto último podrían ser Hans Driesch (1867 - 1941), C. von Monakow (1853 - 1930), J. S. Haldane (1860 - 1936), e incluso, posiblemente, el propio Freud (1856 - 1939). 

Reconozco que me interesan especialmente estas figuras, por decir así, híbridas, que no escasean en la historia de las Neurociencias, ni en aquellos años fundacionales, ni ahora. De ellos, haciendo referencia específicamente a Driesch, zoólogo y embriólogo, nos dice G. Canguilhem (maestro indiscutible en estas cuestiones):

"El biólogo vitalista que se convierte en filósofo de la biología piensa que trae consigo cierto capital a la filosofía, pero en realidad lo que trae son solo rentas, que se reducen continuamente en el mercado de los valores científicos por la sencilla razón de que la investigación empírica, en la que ya no participa, continúa avanzando."**

"No se puede estar en misa y repicando", parece decirnos Canguilhem, una de mis primeras lecturas contra el reduccionismo en biología. O, quizás, más bien, ¿hasta cuándo se puede vivir de las rentas de una vida (o buena parte de ella) de trabajo científico? Veremos cómo se desempeñaron aquellos precursores, sin olvidar, como parece advertirnos el maestro de Foucault y Derrida, que también hoy deberíamos aplicarnos el cuento.


* Las encinas, Campos de Castilla.

** No tengo ahora a mano el texto original de Canguilhem (de El conocimiento de la vida), pero traduzco del inglés a partir de la cita que aparece en: Garret B. Vitalism versus emergent materialism. In: Vitalism and the scientific image in post-Enlightment life-science, 1800 - 2010. Ed.: S. Normandin and C. T. Wolfe. Dordrecht: Springer, 2013. (p. 136)



viernes, 10 de junio de 2022

263. Aporías de la democracia: lo intolerable

 Nos enseña Didier Fassin que los grupos humanos (colectivos) definidos por intereses, valores o formas de vida comunes pueblos, clases o grupos identitarios más o menos estables, esenciales se rebelan solo frente a lo que consideran intolerable*. Esto es menos tautológico de lo que parece, porque para cada grupo, en su propio contexto histórico, lo intolerable se constituye de acuerdo con factores culturales y materiales determinados. Es algo que está presente, como una posibilidad extrema, un límite, en la vida de cada grupo de seres humanos.

Las próximas elecciones en Andalucía y las correspondientes encuestas preliminares presagian una nueva derrota ejemplar de la izquierda real. ¿Cómo es posible que tantos gobiernos se hayan dedicado en nuestro país a destruir sistemáticamente los sistemas públicos de sanidad, educación y dependencia sin que el resultado haya llegado a ser intolerable para la mayoría de la población? Podría pensarse que, de los opios del pueblo, el más eficaz entre nosotros es el de la concertación; esa ilusión privada, financiada, naturalmente por el Estado, de que el Estado (la cosa pública) es innecesario en las cuestiones esenciales de la vida. Un dispositivo, en el sentido de Foucault (esto es, un dispositivo de poder, de gobierno), realmente eficaz, prodigioso. Tanto, que resulta inmune a su denuncia. No se oculta, sino que se exhibe, transparente, obsceno. La Concertada, decimos, como paradigma.

¿Qué hacer, que no sea desespèrarse? Repolitizar el mundo nos dice Fassin. Luchar, no solo contra lo intolerable, sino también, hoy especialmente, para que sea conocido, reconocido. Para que no llegue a ser, en modo alguno, tolerado. 

Crear conciencia de clase, decíamos. Instinto de clase, dice Gopegui. Mejor, quizá, con el permiso de Lukács.


* Fassin, Didier. Por una repolitización del mundo: Las vidas descartables como desafío del siglo XXI. Buenos Aires: Siglo XXI, 2018.



domingo, 21 de noviembre de 2021

236. Discutiendo el hiyab

 Descubrí un uso singular del verbo inglés to discuss (discutir) leyendo a Iris Murdoch, aunque después lo he encontrado también en otros autores*. Por ejemplo, alguien llega a una cita y sospecha que dos amigos que han llegado antes acaban de estar hablando de él (o ella), y pregunta: were you just discussing me? La traducción no es directa ni fácil: ¿estabais hablando precisamente de mí, estabais comentando algo sobre mí, me estabais criticando? 

Nos vemos de repente envueltos, como sin saber por qué (cosas de los debates en la izquierda), en una encendida discusión sobre el uso del hijab y su significado ideológico y político. Políticas de izquierdas que lo utilizan en actos públicos, una estudiante de secundaria que no puede acceder a su centro con el hijab puesto... que si la laicidad de la izquierda, que si el sometimiento de la mujer, que si el feminismo, los feminismos, todos, también el musulman... 

Las palabras y las cosas (Foucault), en este caso las personas. Ideas, principios, axiomas, mejores o peores, argumentos que se cruzan a veces sin tocarse, consistencias e inconsistencias. ¿Quién tendrá razón? (¿Quién tiene el poder, quién lo quiere y qué hace para conseguirlo?, preguntaba siempre Nietzsche.) O mejor, ¿de quién estamos hablando? Nos imagino en una terraza, ese producto icónico de la pandemia, sentados a una mesa, discutiendo de todas estas cosas (de todas estas personas), mientras una mujer con hijab se nos acerca (la política o la estudiante, por ejemplo) y nos dice dulcemente, con una sonrisa: were you just discussing me? Es posible que entonces nos pusiéramos a hablar, no de nuestras ideas, sino de su vida, no de ella ni de "lo que representa", sino con ella, y de las cosas que nos pasan a todos. Es posible también que entonces fueramos incapaces de pregunatrle por qué lleva puesto el hijab, por respeto, por pudor, y porque no nos resultara ya nada importante.


*Sirva esta construcción gramatical como ejemplo inesperado de la insuficiencia del masculino genérico en algunos casos. Recuerdo bien haber leído el uso lingüístico que comentaré en Iris Murdoch, autora, y también en otros autores (masculino genérico) que he leído en inglés y que ahora no puedo precisar. Podría tratarse, si las lecturas son más o menos recientes, de Doris Lessing (autora), Edith Wharton (autora), Joseph Conrad (autor), Somerset Maughan (autor), o aun (para complicar más la cosa) George Eliot (autora con pseudónimo de autor masculino). Si en la segunda parte de la frase escribo solo "otros autores", 1) se produce una discordancia, bien que leve y posiblemente transitoria con el género de Iris Murdoch, a quien se refiere "otros", y 2) podría parecer que solo pretendo aludir a autores del género masculino, porque sea eso lo que me indica mi memoria. Sí, para evitar (1) y (2) optara por marcar los dos géneros (añadiendo "u otras autoras"), el resultado tampoco sería del todo satisfactorio. El uso del masculino genérico, por su parte, permite evitar esa extraña disyunción, que daría una idea excesivamente vaga de lo que se quiere decir.



miércoles, 5 de mayo de 2021

211. Aporías de la democracia: el muro

Voy aprendiendo poco a poco de biopolítica, esa noción o perspectiva (todavía no sé bien de qué género de cosa se trata) que estuvo bastante de moda hace unos años (en torno al cambio de siglo) y que ha vuelto a emerger en muchos análisis de la pandemia actual. De la historia previa del término y de su uso, en los años 70 del s. XX y después, con Foucault en el centro de la imagen, naturalmente, y en los años 20 y 30 y sus consecuencias necropolíticas, se hablará cuando proceda (hay un artículo en ciernes). Me preocupa ahora principalmente encontrar un camino (decir "mi" camino sería solo otra forma de decirlo) hacia una biopolítica positiva, vivificante (por no decir salvífica, término más alejado de un posible -y necesario- sentido a-teo). No solo por cierto optimismo militante, que aprendí a ejercitar con Bloch, sino porque mi primer encuentro con ella, creo, me permitió intuir la conclusión a la que habría de llegar cualquier análisis en este ámbito: Ciudad de La Habana, enero de 1993 (§55). Como en tanta biopolítica actual, ese camino tiene una referencia original (primera) en Aristóteles

El hombre como ser vivo y como sujeto/objeto político; la vida, en el ser humano y en el resto de los seres vivos, sometida al control y al poder políticos (biopoder); las estructuras (esto es más marxista) y los dispositivos (esto es foucaultiano) que gobiernan la vida y la muerte; de todo esto han tratado los que han pensado la biopolítica. Entiendo que hay una biopolítica de las poblaciones, los grupos sociales, las multitudes "vivas", y hay otra, entreverada con la anterior, de las individualidades, los cuerpos las personas, las subjetividades ("anatomo-política" es el término acuñado por Foucault). De esta última he aprendido la noción de "subjetivación" ("subjetificación", en algunas traducciones casi imposibles). Primero el término, porque aún tengo que llegar a la noción. 

¿Cómo se construye biológicamente (biográficamente, diría Ortega) la idea que uno tiene, se hace, de sí mismo? ¿Cómo se hace la persona que uno piensa que es, y a cuya altura -en palabras de Conrad- uno pretende siempre estar? ¿Se trata del mismo proceso que, considerado desde otro ángulo (la práctica política), lleva a la adscripción (firme, vital) a una ideología? 

Comencé esta nota unos días antes de las últimas elecciones en la Comunidad de Madrid (4 de mayo de 2021), de alguna forma intuyendo (temiendo) sus trágicas consecuencias para la izquierda local. "El muro" que incluí en el titulo ha resultado ser, expresado en votos, más alto que lo imaginado. Un muro, aparentemente compacto, de subjetividades, de sujetos (a sus propios miedos, inducidos, a su egoismo, en muchos casos, a su perplejidad, quizás, en otros). Como el que rodea el jardín del gigante egoísta en el cuento de Wilde. Un muro tan bien construido que, cuando la izquierda (ingenua, voluntarista, a veces paternalista) se acerca, crece.

 

 

viernes, 21 de agosto de 2020

175. El orden de los textos

 Me había formulado una tarea para este mes de agosto (una tarea vacacional, se entiende) bajo el título o lema de “el orden de los textos”, título que no puede evitar evocar el de aquel texto deslumbrante de Foucault ya mencionado aquí en algún lugar, El orden del discurso (§131). Ocurre, viene ocurriendo, que estos breves textos de QSY han ido sustituyendo poco a poco a aquellos de Huellas; han ido ocupando su lugar (en el discurso) en el momento de su concepción (intuición) y elaboración (escritura). ¿Qué sentido tienen unos y otros? ¿Un sentido meramente autobiográfico (Huellas) o de expresión/reflexión de lo actual (QSY)? ¿Es posible separar ambos sentidos ante la blanda necesidad ocasional de escribir estas breves notas sobre lo que hay en cada momento? Ontología de la actualidad, enunciaba Foucault. En cuanto a lo autobiográfico, un fragmento de otro texto también deslumbrante, en este caso de Derrida*:

“La autobiografía, la escritura de sí del ser vivo, la huella del ser vivo para sí, el ser para sí, la auto-afección o la auto-infección como memoria o archivo de lo vivo sería un movimiento inmunitario (por consiguiente un movimiento de salvación, de salvamento y de redención de lo salvo, de lo santo, de lo inmune, de lo indemne, de la desnudez virginal e intacta) pero un movimiento inmunitario siempre amenazado de tornarse auto-inmunitario, como todo autos [cursiva del autor], toda ipseidad, todo movimiento automático, automóvil, autónomo, autorreferencial. Nada corre el riesgo de resultar tan emponzoñador como una autobiografía, emponzoñador para sí, en primer lugar, auto-infeccioso para el presunto firmante así auto-afectado.”

Tres años después de iniciar este QSY, este experimento gadameriano, recuerdo, es hora de devolver a Huellas su condición original (equívoca y cuestionable, por cierto) de texto escrito, en principio, solo como registro (contra el olvido), y no con intención expresiva, comunicativa. Esto último, aunque discretamente (equívocamente también), corresponde a QSY. Seguirá siendo posible, sin embargo, que algunas Huellas emerjan de vez en cuando de ese fondo reflexivo personal, como burbujas, y lleguen a formar parte del modo expresivo de QSY, esto es, que puedan ser compartidas. Sigo sin saber por qué, el experimento (ahora también derridiano) continúa, seguramente porque valga la pena hacerlo (o expresión equivalente).

 

* Jacques Derrida. El animal que luego estoy si(gui)endo. Traducción de Cristina de Peretti y Cristina Rodríguez Marciel. Madrid: Ed. Trotta, 2008.

 

 

viernes, 24 de enero de 2020

131. Lo que se dice y lo dicho

Lo dice, precisamente, Michel Foucault en El orden del discurso*, ese texto/discurso admirable:

"En resumen, puede sospecharse que hay regularmente en las sociedades una especie de nivelación entre discursos: los discursos que «se dicen» en el curso de los días y de las conversaciones, y que desaparecen en el acto mismo que los ha pronunciado; y los discursos que están en el origen de cierto número de actos nuevos de palabras que los reanudan, los transforman o hablan de ellos, en resumen, discursos que, indefinidamente, más allá de su formulación, son dichos, permanecen dichos, y están todavía por decir. Los conocemos en nuestro sistema de cultura: son los textos religiosos o jurídicos, son también esos textos curiosos, cuando se considera su estatuto, y que se llaman «literarios»; y también en cierta medida los textos centíficos."

A continuación, una vez definida esta división, Foucault la fluidifica, la quiebra. "Es cierto que esta diferencia no es ni estable, ni constante, ni absoluta." También la dramatiza (o la ironiza). "La desaparición radical de este desnivel no puede ser nunca más que juego, utopía o angustia."

Sí, en esta última frase están convocados algunos asuntos recurrentes de estos QSY, el juego, (Glasperlenspiel, Hesse), la utopía (Experimentum mundi, Bloch) y los maestros de la fenomenología existencial (Sartre y Merleau-Ponty) que acabaron presentándome a sus severos padres (Husserl y Heidegger).

Más allá de tanta gente ilustre, autores en el sentido foucaultiano, queda la cuestión, experimental en estos QSY, como se viene diciendo (p. ej., §4), de esa ligera, aunque radical transición, que lleva de lo meramente pensado (o vivido) a lo escrito (lo dicho). Ahí hay un misterio. 

* Michel Foucault. El orden del discurso. Traducción de Alberto González Troyano. Barcelona: Ed. Austral, 2019.


sábado, 27 de abril de 2019

53. Biopolítica


Los problemas auténticos de la vida (humana) son radical, biológicamente, hablando, los que implican un riesgo directo para la vida individual, esto es, los estrictamente médicos. Deberíamos poder centrarnos en eso. La mala organización social y económica determina la existencia de otros problemas que en ocasiones parecen alcanzar un nivel de gravedad equivalente. La política debería ser la práctica social dirigida a evitar que exista ese otro tipo de problemas; y debería contribuir, además, en la medida de lo posible, a combatir los problemas de salud en toda la población. (De Huellas, 2014)

No tengo nada claro que Foucault o Deleuze hayan dicho nada parecido, y creo que por eso no acabo de entenderlos.