Un poema, cada día un poema (al menos). Es una regla de higiene que me impuse hace años, leer cada día al menos un poema. Uno, "entre las voces, una". Como una de esas reglas de auto-disciplina ascética que Foucault recomendaba en sus últimos años de vida y pensamiento. Para construir la vida, la propia vida, como un arte, el arte de la vida.
No siempre lo consigo, claro, también se trata de eso (de intentarlo siempre, quiero decir). Unas veces, muchas, uno busca el poema, sistemáticamente, y al autor y su obra poética entera (la de los grandes), para estar leyéndola siempre. Otras veces, ya lo he contado en estos QSY, es el poema el que se presenta con toda su fuerza arrolladora (con frecuencia por la web). Ayer fue esta maravilla de Dylan Thomas, que ya conocía, y que seguramente sabría de memoria si me hubiera criado en inglés:
Una hermosura, grande y triste.
No hay comentarios:
Publicar un comentario