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sábado, 22 de noviembre de 2025

447. El clinamen y la contingencia

Vuelvo en coche de Sevilla (eso era ayer) por la Ruta de la Plata, un trayecto que conozco bien y del que siempre disfruto. El Corredor de la Plata (entre las sierras de Sevilla y Huelva), las dehesas de Cáceres, la monumental presencia de Gredos (que tanto impresionó a Handke); todo ya familiar, esperado y contemplado con placer. Tenía que volver a Madrid, claro, el congreso de Sevilla (especialmente intenso) ya había terminado para mí. Como un átomo de Demócrito, seguía mi trayectoria natural de Sevilla a Madrid, que desandaba el viaje Madrid-Sevilla de unos días antes. Sin embargo, como un átomo de Epicuro (según nos contó, entre otros, Lucrecio*), me desvié del camino en dirección al Parque Nacional de Monfragüe. Solo me acerqué, más o menos, hasta el límite Sur del Parque, pero lo suficiente como para disfrutar de la belleza y la paz de aquellas dehesas infinitas. Cada vez me gusta más dejarme llevar por estas desviaciones del camino, el clinamen epicúreo que tanto interesó a Marx**. Venía precisamente de recordar en el congreso, en una de mis charlas, la noción radical de azar de Monod, solo para criticarla***. Contingencia en un mundo, en un medio, no azar abstracto y puramente matemático, eso es lo que hoy contempla la biología como condición de posibilidad de la conciencia y la libertad (en el sentido en que Cordón empleaba estos dos términos en relación con el ser vivo). En cualquier caso, como la conciencia y la libertad también están relacionadas con el placer y el deseo, cabe registrar aquí lo agradable que me resultó ese clinamen, esa mera y sencilla contingencia. 

 

 * De Rerum Natura, 2, 293.

** Marx, Karl. Escritos sobre Epicuro. Crítica: Barcelona, 1988.

*** Monod, Jacques. El azar y la necesidad. Traducción de Francisco Ferrer Lerín. Barral Editores: Barcelona,1971. Aquí escribe el autor algo tan tremendamente categórico como esto (p. 126):

 “El puro azar, el único azar, libertad absoluta pero ciega, en la raíz misma del prodigioso edificio de la evolución: esta noción central de la biología moderna no es ya hoy en día una hipótesis, entre otras posibles o al menos concebibles. Es la sola concebible, como única compatible con los hechos de observación y de experiencia. Y nada permite suponer (o esperar) que nuestras concepciones sobre este punto deberán o incluso podrán ser revisadas.”