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martes, 7 de noviembre de 2023

339. Releer, recordar, (re)descubrir

 Será la edad (que tiene uno ya), o será (también) haber pasado muchas horas leyendo, haber tenido la suerte de poder hacerlo, el caso es que hay pocas cosas en las que valga más la pena emplear el tiempo que en buscar (mejor, rebuscar*) textos, citas o referencias en la memoria (lectora), en un juego personal y colectivo no muy alejado del Glasperlenspiel de Hesse. En la memoria personal, en la de nuestro grupo humano, y en la memoria intemporal de los textos. Dejó escrito Borges (y no hace mucho que lo leí, aunque no sabría decir ahora mismo dónde) que no vale la pena leer algo que no merezca (o requiera) más adelante una relectura.

Releí con mucho gusto, recientemente, La consagración de la primavera, de Carpentier, que ya había leído hace no menos de 30-35 años. Iba en busca de un texto, recordado por Sigma (§323) en varias ocasiones, y relacionado (me pareció entender) con la trascendencia temporal, histórica de la Revolución de Octubre a lo largo del s. XX (y también, en nuestras conversaciones actuales, en lo que llevamos de s. XXI). 

Algo de contexto. Vera, personaje central de la novela (al igual que la propia obra de Stravinsky, e inspirado en la madre de Carpentier), es una bailarina rusa que llega a Cuba huyendo (como huyó su familia de Rusia) de las revoluciones y guerras del s. XX, también de la Guerra de España**. Vera no es comunista, y tampoco acoge con entusiasmo los primeros signos de lo que acabará convirtiéndose en la triunfante Revolución Cubana. Sin embargo, ante las enormes resistencias que encuentra (en la Cuba de Batista, en Nueva York y París) para montar una representación del ballet de Stravinsky (su prima-vera) ajena a un marco propiamente occidental, hace esta reflexión:

"Y empezaba yo a barruntarme que, tras de este empeño de «defender» un Occidente más amenazado en sus más finas tradiciones por una constante y agresiva invasión de la publicidad norteamericana que por cualquier otra cosa, lo real, lo inconfesado, estaba en un tremendo miedo a quienes, en la Batalla de Stalingrado, habían determinado el desenlace de la última guerra. El hecho de que los rusos hubiesen llegado a Berlín antes que nadie; el hecho de que Leningrado hubiese resistido un asedio de novecientos días; el hecho de que las gentes de mi raza hubiesen resistido con denuedo donde otros habían capitulado desde el primer momento, jodía ‒ésa era la palabra‒ a más de uno. A través de sus disfraces de puro intelectualismo, sus llamados a la neutralidad ante las cosas del espíritu, estos alardes de defender valores que nadie, en realidad, ponía en entredicho, apenas si podían ocultar el carácter político de iniciativas políticas manejadas por intelectuales y artistas conturbados por una perenne fijación política, adversa a cualquier brújula que apuntara hacia el Este, aunque presumieran de apolíticos, y amaran, por encima de todo, una Libertad que jamás acababan de definir de modo claro."***

Ante el horror, el horror abismal, de Gaza, un amplio grupo de intelectuales y artistas árabes, con Adonis, grandísimo poeta, al frente, nos han recordado también en estos días la incompetencia moral y política de tantos intelectuales occidentales.****


* Es oportuna aquí la segunda acepción de este verbo que podemos encontrar en el DRAE: "recoger el fruto que queda en los campos después de la cosecha."

** Así dice Carpentier. Por mi parte, siempre he preferido este modo de referirse a ella al usual de "Guerra Civil", y sé que en esto sigo, entre otros, a José Luis Barros, a quien se lo escuché decir siempre con especial énfasis dylaniano.

*** Carpentier A. La consagración de la primavera. Alianza: Madrid, 2015. Págs. 469-70.

**** https://www.pressenza.com/es/2023/11/carta-de-los-intelectuales-arabes-a-los-intelectuales-occidentales/