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miércoles, 15 de mayo de 2024

367. Sade, Gaza

 Explica muy bien Ana Carrasco-Conde en su Decir el mal (§347), siguiendo la interpretación de la Escuela de Frankfurt, cómo las prácticas de maldad extrema descritas por el Marqués de Sade en su  castillo imaginario, y sus presupuestos intelectuales y morales, encierran elementos utilitarios (eficacia), kantianos (deber) y estoicos (impasibilidad) aparentemente respetables o, al menos, inocuos. La banalidad del mal (Arendt), una vez más. 

"El resultado es una naturaleza destructiva canalizada fríamente por la razón a través del cálculo y la medida, es decir, de una ratio que funciona automáticamente alimentada por la pulsión de muerte. Una razón que construye un armazón que produce destrucción y que es incluso creativa para mejorar sus procesos." *

Mientras leía esto me encontré pensando, de repente, en la maquinaria de guerra (en realidad, más allá de la guerra, exterminio), guiada en parte, cómo no, por inteligencia artificial, que el ejército de Israel ha desplegado en Palestina. Frente al creciente tecnofascismo que sostiene y justifica este horror, tan banal, aparentemente, ¿qué podemos hacer como testigos, como voyeurs, de ese espectáculo sádico? O mejor, ¿qué hacemos? (nos pregunta el Aliosha que, con suerte, aún llevamos dentro).


* Carrasco-Conde A. Decir el mal. Comprender no es justificar. Barcelona: Galaxia-Gutenberg, 2021, pp. 143-144.

sábado, 25 de febrero de 2023

288. Contad los muertos

 A un año ya del inicio de esta guerra, como todas, evitable, recuerdo la sorna con que Marcial Suárez contaba la leyenda patriotera de la batalla de Rocroi. "¡Contad los muertos!" Recuerdo también cómo en algunas discusiones políticas, a veces duras, crudas (la fuerza del logos), él mismo denunciaba el recurso (fácil, a veces desesperado) de algún participante a "los muertos", y especialmente a los muertos de un bando, del otro o, con aparente ecuanimidad, a los de ambos bandos. "Venga, ahora vamos a ponernos a contar los muertos", decía. Un comunista cansado de que le estuvieran echando encima (como aún hoy nos los echan) "los muertos del comunismo".

De los vivos y los muertos, la admirable trilogía de Símonov, sobre aquel episodio, aquella visión, de Pierre en Guerra y paz. Novela que leí por recomendación de Faustino Cordón.

Contar los muertos, que es, como nos enseña Heidegger con sus singulares juegos etimológicos (en sus lecciones sobre Nietzsche), contar-con ellos. Con los que haga falta, como una mercancía más. Tanatopolítica.

En la tercera parte de Los Thibault, El verano de 1914, Jacques, el Aliosha de la familia, vive en Ginebra con otros revolucionarios y pacifistas. Pensando en un artículo que tiene que entregar, recuerda un texto de Lamartine: "Hay dos patriotismos. Hay uno que se compone de todos los odios, de todos los prejuicios, de todas las groseras antipatías que los pueblos, embrutecidos por gobiernos interesados en desunirlos, alientan unos contra otros... Hay otro que se compone, por el contrario, de todas las verdades, todos los derechos que los pueblos tienen en común...". Sí, primero piensa que se trata de "verborrea decimonónica", pero después se da cuenta de que sigue plenamente vigente. 

También hoy. Que alguien cuente (y nos cuente) los muertos de esta guerra. Y que nos cuente para qué han muerto, para qué se han matado unos a otros.

Algo así se preguntó Mark Knopfler durante la Guerra de las Malvinas:

 "Now the sun's gone to hell and

The moon's riding high

Let me bid you farewell

Every man has to die

But it's written in the starlight

And every line in your palm

We're fools to make war

On our brothers in arms."