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sábado, 18 de enero de 2020

130. Cada día

"Para quien ha visto muertos solos y en montón, cada día es una ganancia."

Esto dice Günter Grass en la magnífica traducción de Miguel Sáenz de Pelando la cebolla*, el relato de sus recuerdos de la guerra y la posguerra, llenos de agradecimiento y de ternura, y también de muchísimo dolor**. 

Para quien ha visto eso, sí, así es. (Dx***)


* Günter Grass. Pelando la cebolla. Traducción de Miguel Sáenz. Madrid: Ed. Alfaguara, 2007.

** (26/01/20) Cuando escribí esto no había leído aún las páginas que el autor dedica a la muerte de su madre. Tantísimo dolor, y tan vivo en el recuerdo, y en este otro recuerdo literario permanente, su texto. No hay muchos textos, en prosa o en verso, que me hayan dolido de esta manera al leerlos (que me hayan transmitido tan intensamente su dolor), y los tengo entre lo más alto que he leído. Los últimos poemas de Miguel Hernández, y algunos pasajes de Capitanes de la arena, de Jorge Amado, por poner un par de ejemplos.

*** Escuchando Mistral Gagnant, de Renaud, una de las canciones más melancólicas y bonitas que hay.


sábado, 28 de septiembre de 2019

91. Incomprensión

Nos hemos reunido como jurado para decidir, fallar, un premio que todos los años se concede (lo hace generosamente una fundación) a la mejor tesis en una determinada disciplina científica. Estamos cenando, después de la reunión, en un restaurante elegante y, cómo no, la conversación tarda poco en internarse por parajes políticos. Se trata de un grupo de varones (sí, así es) muy competentes en su profesión, algunos ya jubilados, formados y cultos. Cada uno da su opinión sobre la situación política del país y las próximas elecciones generales. Como podría esperarse, el marco, la estructura y los límites del discurso (lógos) común (aquello que nos indica que todos estamos hablando de lo mismo) viene dado previamente (para mi desesperación o, al menos, decepción) por los medios de comunicación: todo aquello que se repite indefinidamente con machaconería publicitaria. 

Empiezo a notar esa sensación ya familiar de no-pertenencia ("nosaltres no som d'eixe món"), o de pertenenecia, más bien, a ese ámbito definido/indefinido y uno/múltiple que venimos llamando "izquierda". Suelo hablar (mucho) de política con amigos y familiares, en un contexto compartido, y lleno de matices y eternas, también tópicas, discusiones, de comprensión (sobre cómo funciona el mundo humano), compasión (por las injusticias, las desigualdades y el sufrimiento que generan) y esperanza (en la posibilidad de un mundo diferente, mejor). Sin embargo, cuando me veo envuelto en este otro tipo de conversaciones (in partibus infidelium) me produce una mezcla de curiosidad y melancolía la profunda y esencial incomprensión mutua que generan las discusiones políticas "irreductibles". ¿Cómo puede este hombre repetir ese argumento ramplón o cínico, o ese dato manifiestamente erróneo, oído mil veces en las televisiones corporativas, solo porque le permite justificar sin más una opinión previa, claramente ideológica? ¿Cómo podemos llegar a ser tan diferentes, tan profunda y mutuamente incomprensibles? ¿Qué formas de vida, qué itinerarios vitales, qué intereses, hay detrás de posiciones políticas, y, en consecuencia, morales, tan esencialmente diferentes? 

La diferencia, nos enseñan los filósofos desde hace miles de años, es fuente de conocimiento. Me consuela pensar que esos momentos de perplejidad e incomprensión sobre lo que (me) dicen algunos congéneres durante discusiones políticas tan "extremas" puede dar lugar a alguna que otra reflexión de ontología política. ¿De qué están/estamos hechos cuando hablamos/hablan así? ¿Y cómo hemos llegado unos y otros hasta aquí (o allí)? ¿Cómo es posible que funcione una sociedad cruzada de abismos tan profundos? (Dx)

Coda: Alguna respuesta a estas preguntas o, de nuevo, algún consuelo, puede haber en el modo en que se desarrolló la reunión previa para la concesión del premio. Algo de discusión, sí, pero en un contexto enteramente racional y respetuoso con todos los participantes, tanto los candidatos como los miembros del jurado, y con argumentos basados en la evidencia de los textos que teníamos delante. Hay que darle la razón a Husserl, cuando sugería que la comunidad de los científicos es el mejor modelo de discusión y consenso entre personas*.


* Esto está muy bien explicado en el último capítulo, Cultura fáctica y cultura auténtica (p. 277 y ss.), del libro de Javier San Martín, Teoría de la Cultura, Ed. Síntesis, Madrid, 1999.


(Escuchando Boucan d'enfer, de Renaud.)



sábado, 19 de enero de 2019

33. Aporías de la democracia: Matteo Salvini y Fabrizio De André


Vengo escuchando con gusto en las últimas semanas, gracias a la aplicación Spotify, a un pequeño grupo de cantautores italianos de las últimas décadas (Fabrizio De André, Francesco De Gregori, Franceso Guccini, entre otros más conocidos aquí como Lucio Dalla o Franco Battiato). Aunque ya sabía de algunos de ellos por un excelente programa de Radio 3 (como todo lo de esa emisora) dedicado a la música italiana, ha sido para mí un descubrimiento encontrar en esas voces y en esas músicas algo nuevo y hasta ahora casi desconocido, y sin embargo, de alguna forma familiar, donde resuena la poesía (propia y ajena) de nuestros cantautores de aquí (en las lenguas ibéricas, quiero decir, desde Serrat, Aute, Luis Pastor, Raimon, Sabina, entre otros muchos, hasta los portugueses, como José y João Afonso). En esas voces, las de esta península (y su extensión iberoamericana, para no olvidar, p. ej., a Silvio Rodríguez o a Caetano Veloso, de nuevo entre muchos otros) y las de la italiana, me parece reconocer algunas de las principales señas de identidad, de sensibilidad, de nuestras generaciones actuales. (Sobre la correspondencia esencial de todos ellos con cantautores del mundo anglosajón, como Bob Dylan y Leonard Cohen, habrá que hablar extensamente en algún momento).

Recientemente, el presentador de la actual edición del Festival de San Remo, el cantante Claudio Baglioni, denunció públicamente y con valentía la política de inmigración promovida por el infame Matteo Salvini, espejo en el quieren mirarse nuestros propios dirigentes neofascistas (inquietante este "nuestros"). En unas rápidas declaraciones televisivas, vi y escuché a Salvini decir algo así como que Baglioni debía dedicarse a cantar y no a opinar (un tic autoritario habitual en este tipo de dirigentes), pero que él, Matteo Salvini, por su parte, prefería escuchar a Fabrizio De André.

No es la primera vez que tengo esta sensación desagradable de compartir (inquietante este "compartir") algo tan personal y tan profundo como una experiencia estética con un personaje que me parece detestable. Ocurre, sobre todo, en el ámbito del arte. Es un tema ya tópico, que la derecha (sus periodistas, fundamentalmente) suele englobar peyorativamente bajo el epígrafe de "la supremacía moral de la izquierda". Sí, en su continua batalla logocrática (G. Steiner), esta derecha también se ha apropiado del término "supremacismo".

Ya había leído algo sobre Fabrizio de André en la Wikipedia (esa Enciclopedia del s. XX, según Umberto Eco), y me había parecido que, como tantos artistas de esos años (recuerdo ahora al Renaud de Mistral gagnant, que descubrí hace unos años circulando en coche por Francia), había mantenido posiciones políticas poco "orgánicas" o convencionales. Un artículo reciente en L'Espresso, con ocasión de la publicación de sus Diarios* (Fabrizio De André murió en Milán en 1999), recoge "la sua passione per i marginali, gli ombrosi, i perdenti e i perduti". Nada que pueda reivindicar la política de Salvini, en principio. Sin embargo, sus Diarios, según ese artículo, también reflejan su escasa "simpatía" por el 68 y por el Partido Comunista Italiano. Esto nos lleva a lo ya comentado en la entrada de este blog de 30/09/2018. Parece probable que sea por ese lado anticomunista por donde Salvini reivindica a De André, al menos el gusto de escucharle.

Sin embargo, en mi breve experiencia de escuchar a Fabrizio De André, reconozco que hay mucho más, muchisimo, que vale la pena explorar, sobre todo desde el punto de vista poético, en este cantautor. Nuestra vida colectiva, política, implica que tenemos que convivir necesariamente con personas (y personajes), como Salvini, cuyas acciones consideramos moralmente detestables, fundamentalmente porque impiden el desarrollo de una vida colectiva mejor y más satisfactoria para todos (y niegan a muchos lo básico o elemental de la vida, o la vida misma, tout court). Y que tenemos que combatir sus ideas, también con the beauty of our weapons (L. Cohen), que ellos, en ocasiones (y aquí está la aporía), también admiran.


(*) http://espresso.repubblica.it/visioni/2016/04/05/news/quanto-e-politico-il-privato-nei-diari-di-de-andre-1.257004

(Dx. Escuchando, primero, Il sogno de Maria de Fabrizio de André, y después, Far from me, de Nick Cave.)