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jueves, 17 de octubre de 2024

386. Ficción, memoria e historia

 En Nada se opone a la noche, Delphine de Vigan desmenuza* autobiográficamente la historia de su madre, Lucile en la novela, enferma de trastorno bipolar.

La historia es dura y se va haciendo, a medida que avanza, cada vez más desoladora, terrible y destructiva para la madre y sus dos hijas.

"Mi memoria recela de otras escenas referentes a Lucile, más violentas aún, que seguramente no escribiré jamás." **

¿Será la ficción lo que se escribe y la realidad (¿la historia?) aquello que no se puede escribir, lo intolerable, lo insoportable? 

¿Era eso lo que le molestaba a Platón de los poetas?


* No se me ocurre otro término, aunque lo que la autora hace es aun más violento y doloroso, como si estuviera abriendo a golpes, rompiendo, cada episodio de unas vidas compartidas, para extraer un contenido doloroso y olvidado. 

** De Vigan, D. Nada se opone a la noche. Barcelona: Anagrama; 2023, p. 284.



domingo, 1 de septiembre de 2024

378. Cada verano tiene su descubrimiento

 El descubrimiento o, bueno, algo así como una primera intuición o certeza (o mejor, cierta claridad), se produjo bastante al principio del verano (de las vacaciones, quiero decir). No ha habido tiempo de reflexionar un poco sobre ello hasta ahora. Se trata, como tantas veces, de un cruce de caminos. 

Venía pensando desde hace algún tiempo que, en mi serie de artículos sobre la memoria ("Ciencia y filosofía..."), debería incluir una especie de excurso literario dedicado a la memoria en la literatura, y especialmente en Proust, claro. Por otra parte, a lo largo de las últimas semanas, con motivo del artículo que tengo ahora en elaboración (Jaspers, Plessner y Merleau-Ponty), me he ido encontrando cada vez más con Proust, sobre todo de la mano de Merleau-Ponty. Finalmente, para completar el cruce (los hay así de complejos en el valle de Nebra, por donde anduve paseando, hasta ayer, estas cosas), vino el precioso librito de Vattimo ya citado en estos QSY*, o más bien, el espléndido prólogo que le dedica Franca D'Agostini. Dice esto la filósofa italiana sobre la perspectiva filosófica de Vattimo:

"Lo que creo ha sido importante en el trabajo de Vattimo es esta clara visión de la filosofía como algo distinto de las ciencias (exactas o de la naturaleza) y de las humanities o del arte: pero 'distinto' propiamente en cuanto profundamente comprometido e implicado en las problemáticas de fondo de todo esto, y ligado por mil vínculos de afinidad y participación a cada práctica cultural."

Como dice la gota de rocío de Silvio (desde la literatura, la poesía y el amor, precisamente), "esto es lo que faltaba / para que saliera el sol". Tan empeñado como llevo estos años en poner una al lado de la otra, más que en distinguirlas entre sí, la ciencia y la filosofía de la vida y la memoria, y no acababa de ver que hay un tercer territorio en juego (y al que he venido dedicando un tiempo inmenso y gozoso en mi vida), el de la literatura. Habrá pues, deo volente, como solía decir irónicamente Cordón, un excurso proustiano.


*Vattimo G. Vocación y responsabilidad del filósofo. Barcelona; Herder, 2012.

 

 


sábado, 3 de agosto de 2024

375. Esa patria

Continúo, despacio, casi gota a gota (tiempo de mucho trabajo, atropellado), la lectura del texto de Mohamed Mbougar Sarr (§368), y encuentro esto:

"Entonces ¿cuál es esta patria? Tú la conoces: evidentemente, es la patria de los libros: los libros leídos y amados, los libros leídos y despreciados, los libros que soñamos con escribir, los libros insignificantes que hemos olvidado y que ya no sabemos siquiera si llegamos a abrir alguna vez, los libros que fingimos haber leído, los libros que no leeremos nunca pero de los que no nos separaríamos por nada del mundo, los libros que esperan su hora en una noche paciente, antes del crepúsculo deslumbrante de las lecturas del amanecer. Sí, dije, sí: seré ciudadana de esa patria, seré leal a ese reino, el reino de la biblioteca." *

Conozco, y creo practicar, esa lealtad. Les mots.


* Mbougar Sarr, M. La más recóndita memoria de los hombres. Traducción de Rubén Martín Giráldez. Barcelona: Anagrama, 2023.




sábado, 26 de agosto de 2023

333. Mia Couto

 "Iso acontecia quando eu era moço e a vida ainda não doía." *

(Esto lo dice en una carta el abuelo del protagonista, que no se sabe si está vivo o muerto. Lo que sí se sabe es que está ahí delante, de cuerpo presente.)


* Couto M. Um rio chamado tempo, uma casa chamada terra. Alfragide: Caminho, 2019 (p. 154)

 


sábado, 19 de agosto de 2023

331. Catártico Kallifatides

 Es extraña y catártica Amor y morriña, la novela de Kallifatides, esto último en diversos sentidos, explícitos (Aristóteles) e implícitos (la vida humana, tema esencialmente aristotélico). Y, claro, también habla de la memoria:

"El recuerdo que no se consolida con palabras se olvida rápida y fácilmente. Si no habláramos ni escribiéramos, lo olvidaríamos todo."*

Si no es que los recuerdos se han formado ya antes como si fueran palabras (Freud, Derrida).


* Kallifatides T. Amor y morriña. Traducción de Carmen Montes Cano. Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2022.



sábado, 5 de agosto de 2023

324. Murakami y la memoria (1)

 He comenzado a leer Tokio blues (Norwegian Wood) en busca de algo que tiene que ver con la memoria personal y con mis indagaciones científico-filosóficas (a veces ni lo uno ni lo otro) de amateur sobre la memoria. Un amigo patólogo me regaló la novela, y en su dedicatoria me decía que le había impresionado mucho, aunque no sabía por qué. A mí me pasó algo parecido, y no sé explicarme bien esa conmoción. Hay algo ambivalente en los personajes (que parecen estar muy lejos y a la vez muy cerca de nosotros) y en sus historias, derivadas de algo así como un destino existencial o narrativo algo truculento (como en Iris Murdoch, a veces), más bien que de su propia acción voluntaria. Todo ocurre bajo una luz tenue, crepuscular, sin brillos ni sombras. Sin embargo ahí está la mano genial del artista todo lo que ocurre y lo que piensan los personajes me importa muchísimo, me ata magnéticamente a la historia, al  libro; porque, diríamos resumiendo al máximo, está muy bien escrito.

Ya en las primeras páginas me recuerda Murakami (a través del personaje principal y narrador en primera persona) que es uno de los míos. "Por eso ahora estoy escribiendo. Soy de ese tipo de personas que no acaba de comprender las cosas hasta que las pone por escrito."* Ese tipo de personas. Ahora que ando leyendo a Derrida sobre Freud**, podría intentar una variación sobre esa idea: ...que no acaba de pensar las cosas hasta que las pone por escrito; que no acaba de comprender lo que piensa (o lo que pasa) hasta que se da cuenta de que es algo que se está escribiendo.

* Murakami H. Tokio blues (Norwegian Wood). Traducción de Lourdes Porta. Barcelona: Tusquets, 2015. (p. 11)

** Derrida J and Mehlman J. Freud and the scene of writing. Yale French Studies No. 48 (1972), pp. 74-117.


domingo, 30 de enero de 2022

249. ¿Amateur o autodidacta?

 Ya, parece claro que estos dos términos nombran cosas diferentes, aunque también parecen estar, de alguna forma, extrañamente, relacionados.

En La información, de Martin Amis, extraña (también) novela, el antihéroe (y anti-autor) protagonista, Richard Tull, charla con una especie de rufián, ex-presidiario (que se ha intelectualizado en la cárcel), y explora la posibilidad de que alguien le dé una buena paliza a un colega (¿amigo?) escritor de enorme y súbito éxito. Se acaban de conocer y se están tanteado. 

"(...) Tragó saliva y, con cierto esfuerzo, dijo:

Soy autodidacta.

 Sí, escucha, pensó Richard: incluso sabe decir autodidacta... (...) Notó que no se trataba de un joven del montón. Tampoco un prototipo, quizá; pero no convencional. Comprendió también (por primera vez) que los autodidactas siempre están sufriendo. El miedo a la ignorancia es violento, atávico; el miedo a lo desconocido es como el terror a la oscuridad. (...)

Yo me licencié en Oxford con sobresaliente repuso Richard. Autodidacta..., esa es una vocación dura. Siempre está uno intentando ponerse al corriente, y no llega a amarse plenamente el conocimiento. Siempre es para uno mismo."*

Duro juicio el de Richard Tull, desde su trágico cinismo, piensa uno (¿por alusiones?). ¿Cuándo es uno amateur y cuándo autodidacta? ¿No debería uno evitar ser las dos cosas a la vez? ¿Dónde queda en todo esto lo (meramente) académico?

Y la última: ¿quizás demasiadas lecturas recientes de (y sobre) Nietzsche?


* Martin Amis. La información. Traducción de Benito Gómez Ibáñez. Barcelona: Anagrama, 1996; p. 156.




lunes, 13 de diciembre de 2021

240. Conocer(nos)

 "No nos queda más que esperar, dijo Daniel, que al final las personas que nos quieren y nos conocen un poquito nos vean como somos de verdad. En última instancia eso es lo que importa, y poco más."

 

Ali Smith. Otoño. Traducción de Magdalena Palmer. Madrid: Nórdica Libros, 2020, p. 143.



domingo, 20 de junio de 2021

218. Lila o la vida imposible

 Hace unos días terminamos de ver, Mu y yo, la serie de televisión basada en la novela de Elena Ferrante, La amiga estupenda*, en realidad solo los dos primeros títulos de la tetralogía, las dos temporadas que se han rodado hasta ahora. Fue un verdadero placer releer, ahora en lenguaje cinematográfico, la estupenda novela de Ferrante que llegó hace unos años a nuestras vidas de lectores como un verdadero descubrimiento. La serie destaca especialmente algunas hebras de la densa trama narrativa de la obra, y acierta al hacerlo. Lenú y Lila, amigas necesarias y a la vez imposibles, desarrollan sus vidas antiparalelas (como las hebras de nucleótidos en la cadena de ADN), en una misma dirección, pero en sentidos opuestos. Cada una de ellas es, en ocasiones significativas, la referencia o el motor (motivo) de la vida de la otra. 

La novela no tendría la profundidad que realmente tiene si  el resultado fuera sencillamente el éxito y la vida cumplida en el caso de Lenú, y el fracaso y el dolor en el caso de Lila. En cierto plano cotidiano, el de sus encuentros esporádicos en la vida adulta, podría ser así, pero ambas forman, en estratos más profundos, un sistema simbiótico mucho más complejo, se condicionan y constituyen mutuamente, dialécticamente. En ese extraño metabolismo que comparten las amigas, sabiamente recogido en la serie a través de las miradas cruzadas de ambas, silenciosas, intensas, los fracasos/éxitos de Lila se convierten en los éxitos/fracasos de Lenú. Al cabo, naturalmente, es Lenú, el componente apolíneo del binomio, quien sale mejor parada (social e intelectualmente), frente a una Lila dionisiaca, entregada por igual a la creación y a la destrucción de su propio mundo de vida. Creo que puede interpretarse la novela de Ferrante como la anti-Bildungsroman de una persona singular, especial, genial, de una niña/chica/mujer con una necesidad esencial de saber, de leer, de ejercitar su inteligencia (y también de jugar con todo ello). Sin embargo, ambas, Lenú y Lila, están atrapadas dentro de los muros que imponen su clase, su sexo, y hasta su origen geográfico (Nápoles). Lila es un escándalo permanente en esas coordenadas de machismo, clasismo y violencia cotidiana. Una vida imposible que, no obstante, se transfigura, civilizándose, integrándose social y profesionalmente, en la carrera académica e intelectual de Lenú. No sin esfuerzo, dolor y remordimiento.

 Cerca del final del segundo libro, y de la segunda temporada de la serie, Lila, vencida, sometida, después de su último intento de escapar a su destino de esposa/madre jovencísima maltratada, está sentada en la plaza del barrrio al que ha vuelto con su hijo Rinuccio. Allí la encuentra la maestra Oliviero, envejecida y enferma, la maestra a quien Lila deslumbró de niña con su viveza y su inteligencia. La Oliviero, como señala el texto de Ferrante, "ni se fijó en el niño, solo pareció interesada en el libro voluminoso que su ex alumna tenía en la mano, un dedo entre las páginas a modo de señalador.

- ¿Qué es?

Lila se puso nerviosa. la maestra había cambiado en el aspecto, en la voz, en todo, menos los ojos y el tono brusco, el mismo que empleaba cuando le hacía una pregunta desde su tarima. Entonces ella tampoco se mostró cambiada, le contestó indolente y agresiva a la vez:

- Se titula Ulises.

- ¿Habla de la Odisea?

- No, habla de la mediocridad de la vida de hoy.

- ¿Y qué más?

- Nada más. Dice que tenemos la cabeza llena de tonterías. Que somos carne, sangre y huesos. Que todas las personas valen lo mismo. Que solo queremos comer, beber, follar."

A la maestra le molesta el tono descarado y desafiante de Lila, y la regaña por ello, como la regañaba siempre de niña. Le sigue preguntando por el libro, y Lila responde que le resulta difícil, que no lo entiende del todo.

"-¿Entonces por qué lo lees?

- Porque lo leía alguien que conocí. Pero a él no le gustaba.

- ¿Y a ti?

- A mí sí.

- ¿Aunque sea difícil?

- Sí.

- No leas libros que no puedes entender, te hace daño."**

Quiero imaginar a la autora mientras escribía este episodio, detenida en este punto y pensando, como yo mismo he pensado al verlo representado en la serie (no, por cierto, cuando lo leí en el texto), cómo se proyecta esta frase en múltiples horizontes por toda la obra, como una (posible) clave interpretativa. Las dos amigas, encerradas en un mundo sin libros, del que solo podrán salir con la ayuda de los libros. Lenú continúa su formación paso a paso, siempre leyendo, a veces con dificultad, mientras que Lila, que lee más que ella, y entiende mejor lo que lee, acaba perdiendo el camino de su formación. Aun así, ella sigue leyendo, hasta el límite de su comprensión. 

Me parece ver aquí también, proyectando, quizás, mis propias preocupaciones como lector, una metáfora de la diferencia (distancia) entre la lectura (y la escritura) académica, profesional, técnica, y la lectura amateur-salvaje que se lanza campo a través, hacia el límite de la comprensión. Sí, a veces esa lectura hace daño. Afortunadamente.

 

* Cómo se pierde el sentido original, multívoco, del original italiano ("geniale") en la traducción española ("estupenda") del libro y de la serie, que, en cambio, se salva en la traducción alemana ("geniale"), y solo parcialmente en las traducciones francesa ("prodigieuse") e inglesa ("brilliant"). Se trata de la historia de una buena amiga, la mejor, de una estupenda amiga, claro, y también de la trágica historia de una mujer especial, brillante, prodigiosa. La autora eligió el mejor término, genial

** Elena Ferrante. Un mal nombre. Lumen: Barcelona, 2013, p. 448. Traducción de Celia Filipetto.



sábado, 31 de octubre de 2020

185. El ritmo de la lectura

 Muchas veces he pensado, mientras leía, que estaba leyendo demasiado deprisa. En prosa o en verso, el texto puede ser un tobogán por el que nos lancemos semiconscientemente para llegar pronto a algún sitio (sentido) después de una breve e intensa emoción. En otras ocasiones, todo lo contrario, me he quedado entretenido en una lectura continuamente interrumpida, en staccato, recursiva, en busca de una continuidad interpretativa difícil* de seguir. También en verso, naturalmente (tanto como en prosa, solo que aquí de un modo más esencial, literal), cuando no se lee con el ritmo propio del texto. 

Leer deprisa, leer despacio, de eso habla Jacques Derrida en una nota a una de sus conferencias en memoria de Paul de Man, donde la memoria, en todos sus sentidos y contrasentidos, era el tema central de la conferencia. "Y sin embargo la lectura debe hallar su ritmo, la medida atinada y la cadencia justa. En la medida, al menos, en que intente llevarnos a captar el sentido que no viene a través del entendimiento."** Como si estuviera aludiendo aquí Derrida a las "razones del corazón", cita a continuación a Pascal: "Quand on lit trop vite ou trop doucement on n'entend rien." (Cuando se lee con demasiada prisa o demasiada lentitud no se entiende nada.) Y comenta: "Uno nunca debería olvidar la autorizada elipsis de esta advertencia. ¿Pero a qué velocidad debería uno leerla? En el umbral mismo del libro, se la podría pasar por alto rápidamente." 

Intento leer mucho y muchas cosas a la vez, y diversas (novela, poesía, filosofía, además de la lectura científico-profesional cotidiana, ya casi inconsciente). Unas más deprisa y otras más despacio, no solo en el momento de leer efectivamente cada texto, sino a lo largo del tiempo, semanas, meses, años, que puede durar la lectura de un texto individual. Una vez dije en un seminario de filosofía medio en broma (solo a medias) que habría que leer los textos al mismo ritmo en que fueron escritos. ¿Se aplica, por cierto, el enunciado de Pascal también a la escritura de los textos? 

En mi zigzagueo continuo por (entre) la ciencia y la filosofía, no deja de crecer mi perplejidad ante todo lo que hay que leer para no caer en ingenuidades elementales (científicas o filosóficas). Quizá no sea sino esa prudencia (pudor) la que le empuja a uno a leer (haber leído) (y hopefully entender) más y más. ¿Demasiado? ¿Demasiado deprisa? ¿Demasiado despacio? El tiempo (que somos, Heidegger dixit) dirá. (Dx)


* Volveremos pronto con G. Steiner a este asunto de "lo difícil".

** Jacques Derrida. Memorias para Paul de Man. Traducción de Carlos Gardini. Barcelona: Editorial Gedisa, 2008. La traducción de la frase de Pascal es la que aparece en el texto. La cita está tomada de un texto de Paul de Man, Allegories of Reading.



martes, 9 de junio de 2020

164. McEwan y los gorriones de Yeats

Me siento interpelado, aludido, por McEwan en su búsqueda insomne de un verso de Yeats a través de la trama de su biblioteca y su memoria adolescentes*. Así viven los versos en nuestra memoria (en nuestro cuerpo), como los memes de Dawkins, atrapados y atrapándonos; ocultos en las "galerías del alma" (Machado), dejando a veces mínimamente al descubierto esa clave que nos permitirá "reproducir su movimiento original" (De memoria, Aristóteles) y devolvernos así fugazmente momentos anteriores, pequeños, intensos y hondos, también luminosos, de nuestra vida.

Me gustaría imaginar que el novelista encontró un buen día (una buena noche) estos QSY (§128) en su inquieto (y al parecer productivo) confinamiento, y que también anduvo persiguiendo versos de Yeats, él sí, en sus propias huellas adolescentes, sin recurrir a Internet. Ahí están enterrados nuestros versos, en la arqueología profunda de lo que venimos siendo. Podría imaginar también, por qué no, que aquella búsqueda del Ozimandias de Shelley (también con la ayuda de Internet) resuena en otro lugar de su texto (§143). "El propio tiempo está cambiando. Se extiende por una vasta llanura a nuestro alrededor, dispersándose, quizá a punto de desaparecer."

¿Qué homeros de nuestra paideia podemos compartir con un escritor tan admirable como McEwan? ¿Cómo, viniendo de lenguas diferentes (de poetas casi siempre diferentes), podemos encontrarnos en esa inmensa casa del ser** que es el lenguaje humano?

Del poema que buscaba McEwan hay tres versiones (de 1891, 1892 y 1925***), y solo las dos últimas fueron publicadas. Estos son los versos (primer cuarteto, 1892) que él buscaba aquella noche (The Sorrow ofLove):


"The quarrel of the sparrows in the eaves,
The full round moon and the star-laden sky,
And the loud song of the ever-singing leaves
Had hid away earth's old and weary cry.
(...)"
                                                 
"La disputa de los gorriones en el alero,
La luna llena completa y el cielo cargado de estrellas,
Y la canción potente de las hojas eternamente sonoras
habían ocultado el antiguo y cansado lamento de la tierra."

Un placer, Sr. McEwan, hasta la próxima. 



* https://elpais.com/opinion/2020-05-09/notas-sobre-el-coronavirus.html

** M. Heidegger. Carta sobre el Humanismo.

*** https://www.uv.es/fores/poesia/sorrowlove.html



domingo, 31 de mayo de 2020

163. En bici con Kafka

En bici y a tumba abierta, decía en §157; eso apetece después del confinamiento físico. También apetece disfrutarlo físicamente, con el cuerpo entero, con su movimiento y sensibilidad. Disfrutando del movimiento cinestésicamente, como nos enseñó Merleau-Ponty. Cuerpo y mundo (el aire, hecho viento, en la cara) encontrándose y enlazándose ("quiasma") en el placer del equilibrio en movimiento. Placer, sensibilidad y movimiento, nada de ello hay sin imaginación (Aristóteles). Algo de todo esto atrapó la imaginación de Kafka en estas palabras:

"Wenn man doch ein Indianer wäre, gleich bereit, und auf dem rennenden Pferde, schief in der Luft, immer wieder kurz erzitterte über den zitternden Boden, bis man di Sporen liess, denn es gab keine Sporen, bis man die Zügel wegwarf, denn es gab keine Zügel, und kaum das Land vor sich als glatt gemähte Heide sah, schon ohne Pferdehals und Pferdekopf." (Wunsch, Indianer zu werden)*

Tengo delante una traducción que, como diría Carlos Boyero de una película, me deja un poco frío**. ¿Se puede traducir a otra lengua tanta emoción, tanto movimiento? ¿Se puede intentar decir en castellano "casi lo mismo"***? No lo sé, veamos.

"Si uno fuera un piel roja de verdad, bien preparado, y a caballo al galope, inclinado sobre el viento, se sintiera vibrar sobre el suelo trepidante, hasta dejar las espuelas, y es que espuelas no había, hasta soltar las riendas, y es que no había riendas, viendo apenas el terreno por delante como un campo segado, sin que haya ya ni cuello ni cabeza del caballo." ("Querer ser un piel roja")

Es difícil, ya lo decía Eco. Sin embargo, el ejercicio sirve para ver cómo todo el peso expresivo del texto gravita sobre esas cuatro palabras, "schief in der Luft", oblicuo en el aire, inclinado en el aire (en movimiento, que es viento), inclinado sobre el viento. El viento en la cara. (Bx)


* Franz Kafka. Die Erzählungen. Fisher, Frankfurt am Main, 2010.

** Franz Kafka. Narraciones y otros escritos. Trad. de Juan José del Solar B.. Galaxia, Barcelona 2003.

*** Umberto Eco. Decir casi lo mismo. Lumen, Barcelona, 2008.



sábado, 29 de febrero de 2020

138. Almayer y su locura

Kasper Almayer, el personaje de Conrad (Almayer's folly, La locura de Almayer) es un héroe trágico de la memoria personal. El único occidental ("hombre blanco") en la costa este de Borneo, fue allí en busca de fortuna y, abandonado por su compañía, acabó creando un precario emporio comercial, lleno de trampas y engaños, en un complejo equilibrio de poder entre malayos, árabes y el ejército colonial holandés. Tuvo una hija, Nina, con una mujer malaya, y despues de veinte años en Borneo, decidió dedicar el resto de su vida a crear una última fortuna que le permitiera volver con Nina a Europa como un comerciante rico de ultramar. No contaba, sin embargo, con que Nina se enamoraría de uno de sus socios comerciales, el hijo del rajá de Bali, y que acabaría huyendo con él. Sintiéndose traicionado y en el extremo de la desesperación, Almayer se propuso entonces, y esa fue la última de sus locuras, olvidarla del todo, absoluta, radical, originariamente. Empezó -y es imposible no ver esa escena con la claridad cinematográfica que tantas veces se ha atribuido a los textos de Conrad (aunque sus novelas no se vean realmente como películas, creo, sino propiamente como novelas*)- empezó, digo, borrando cuidadosamente, una a una, las huellas que Nina había dejado en la arena de la playa cuando embarcó junto a su amante. Después destruyó todo lo que pudiera recordarle a su hija, enmudeció y quedó reducido a una vida latente cuyo único objetivo era olvidar la existencia de Nina. Finalmente, solo el opio y su propia muerte le permitieron cumplir su trágico destino. "Allá, allá lejos;/ donde habite el olvido","ojala que tu nombre se le olvide a esa voz", ¿habrá mayor tragedia humana que querer olvidar aquello que más se resiste al olvido?


* Hay una película basada en esta historia (https://www.imdb.com/title/tt1532530/), como hay tantas películas que han recreado y aun reinterpretado (p. ej., Apocalypse now) las grandes historias de Conrad. No la he visto (todavía), pero no necesito ver en una pantalla la escena de las huellas para comprender (que también es, en cierto sentido, ver, noéticamente) su hondo y pleno significado, que solo la palabra puede transmitir (dicho sea esto último como un mínimo homenaje a Emilio Lledó).