Esto mismo me ha pasado otras veces, es algo así como un patrón de conducta, no del todo inconsciente, por lo demás. Se trata (es solo una imagen para describirlo) de llegar al límite, o aun un poco más allá, algo de lo que en algún momento me he sentido capaz, sin saber, a la vez, muy bien cómo. Hay ahí telos, hay fe (animal), y una necesidad un tanto oscura de intentarlo. Quiero explicarme así, post hoc, esa sensación ambigua que tuve hace unos días en aquella preciosa biblioteca del Rectorado de La Universidad de Oporto, cuando terminé de dar una charla con el título de Science and philosophy of brain donation. ¿Me habré pasado?, pensé inmediatamente. Sí, seguramente me pasé, más allá de la esperable ética de la donación, hacia cuestiones netamente ontológicas. Por allí desfilaron, espero que no como mero name dropping, Nietzsche, Heidegger, Vattimo, Foucault, Deleuze y Derrida. El cuerpo, la muerte y el don, estos son los tres núcleos de reflexión que planteé en la charla. Es solo un comienzo, y eso es precisamente, creo, lo que pretendía: iniciar esta línea de reflexión, e iniciarla en serio, esto es, en público. Como conclusión, de momento solo un concepto denso y profundo: la generosidad corporal.
"Pensar es reflexionar sobre lo que se sabe." (H.- G. Gadamer) "La dificultad en filosofía está en no decir más de lo que sabemos." (L. Wittgenstein) "Hemos definido el filosofar como un preguntar que comprende a partir de una emoción esencial de la existencia." (M. Heidegger) "El hombre siempre es más de lo que se sabe de él." (K. Jaspers)
sábado, 12 de abril de 2025
domingo, 15 de diciembre de 2024
393. Deleuze, Foucault y la ballena
En estas últimas lecturas de y sobre Foucault, he descubierto cuánto admiraba Deleuze a Melville, y con qué frecuencia utiliza el filósofo las imágenes y metáforas del novelista para explicar sus propios conceptos ("para mí es uno de los más grandes escritores que alguna vez haya existido", dice en un curso sobre Foucault*). Algunos autores se han interesado especialmente por este triángulo**. Donde me llamaron primero la atención estas citas fue en el Foucault de Deleuze***, texto nada fácil que leí con lupa y (por completar la metáfora con algo incorporado recientemente a mi vida cotidiana) también con audífono, porque no se puede perder ningún registro, ninguna frecuencia de onda, en esta lectura si uno quiere comprender bien el diálogo entre estos dos gigantes.
Quiero recoger aquí solamente una de las referencias del texto citado de Deleuze, que, como un rayo, me hizo recordar un episodio de Moby Dick. Como tantos otros pasajes de la novela, este debió de resultarme especialmente significativo en su momento. Dice Deleuze, hablando del difícil concepto del afuera en Foucault, y de los pliegues del afuera que dan lugar a la subjetivación:
"Las fuerzas proceden siempre del afuera, de un afuera más lejano que toda forma de exterioridad. Al mismo tiempo, no solo existen singularidades de fuerzas sino también singularidades de resistencia, capaces de modificar esas relaciones, trastocarlas, cambiar el diagrama inestable. E incluso existen singularidades salvajes, todavía no ligadas, en la línea del afuera, y que se agitan particularmente justo encima de la fisura. Una terrible línea que mezcla todos los diagramas por encima de los propios huracanes, la línea de Melville, libre por los dos extremos, que rodea toda la embarcación con sus complicados meandros, que se entrega, cuando las condiciones lo requieren, a horribles contorsiones, y que cuando parte siempre existe el riesgo de que arrastre a un hombre (...)." ****
La fisura que describe Deleuze es la que crea el afuera, en Foucault, plegándose, para constituir la subjetividad, en un proceso, una estructura, que recuerda esa invaginación del neuroectodermo que acaba generando el tubo neural en el embrión de los cordados (que somos) y, en último término, el sistema nervioso central. La línea, la cuerda, cuidadosamente enrollada o rápida, vertiginosamente extendida cuando, atada a un arpón, sigue a la ballena en su huida, arrastrando al hombre que lo lanzó. La cuerda, la línea que delimita y a la vez une el afuera de la fuerza, del juego terrible y caótico de las fuerzas, con la subjetividad que quiere hacerse con ella, aun a riesgo de verse arrastrado para siempre a las profundidades. Y la vida, como también indica Deleuze, en los dos extremos de esa línea.
* https://editorialcactus.com.ar/blog/subjetivacion-deleuze-foucault-2daedicion/
** P. ej.: T. Hugh Crawford (1997) Captain Deleuze and the white whale: Melville, moby‐dick, and the cartographic inclination, Social Semiotics, 7:2, 219-232, DOI: 10.1080/10350339709360382
*** Deleuze G. Foucault. Traducción de José Vázquez Pérez. Barcelona: Paidos, 1987.
**** Ibid., p. 157.
sábado, 12 de octubre de 2024
384. Ciencia y poesía
Qué bien sonaban los versos de la Letrilla satírica de Quevedo en el canto, en la voz ronca y gastada, de Paco Ibáñez:
Entre las funciones de estos QSY, como he venido apuntando en algunos de ellos (§362, el más reciente), está la de dejar anotado o, de alguna forma, inscrito (lay down, canta Dylan, [§342]), todo aquello (ideas, intuiciones, cosas entrevistas) que durante un tiempo determinado anda buscando una expresión escrita para no caer en el (mi) olvido, a la vez que para alcanzar una forma, si bien provisional, mínimamente reconocible.
Algo así ha venido ocurriendo durante algunas semanas con este espléndido poema de Manuel António Pina:
(Todas as palavras)
¿En cuántos estratos diferentes actúa un poema sobre nosotros, en cuántos planos a la vez? ¿De cuáles somos conscientes (y de cuáles no)?
Deleuze habla de Foucault con precisión, admiración y cariño. No hay nada fácil en estos dos gigantes. Después de unos párrafos tensos y complejos sobre los enunciados en la arqueología del saber foucaultiana, dice esto: "Ciencia y poesía, las dos son saber." ***
Sí, es solo una fórmula sencilla, conclusión y a la vez inicio de un camino, o cruce, pero suficiente para recordarme/indicarme que por esos caminos me había llevado el poema de Pina. Las palabras, la poesía, la vida (y todas las formas de verdad que entrañan****).
* Quevedo, Francisco de. Poesía original completa. Barcelona: Planeta, 2004, p. 656.
** Os cem melhores poemas portugueses dos últimos cem anos. Selecção e organização de José Mário Silva. Lisboa: Penguin Random House, 2017.
*** Deleuze G. Foucault. Barcelona: Paidós, 1986, p. 47.
**** Queda aquí seleccionado el más unamuniano de los sinónimos posibles.
sábado, 1 de abril de 2023
291. La izquierda, la derecha y la víscera
Leo con interés las interpretaciones históricas y políticas que consideran la diferenciación entre la derecha y la izquierda como algo del pasado y ya carente de sentido. Sin embargo, no consigo entender el funcionamiento del mundo político (global, nacional, local), en términos de causalidad (quién hace qué, por qué, cómo y para qué) sin estas categorías fundamentales. Así me ha pasado recientemente también con Bruno Latour, al que leí con una actitud previa favorable, y que me ha convencido de algunas cosas, como que debemos tender todos a hacernos, políticamente, cada vez más terrestres (no globales), de la Tierra (y también de la tierra, de cada una de ellas, de la nuestra -aunque no por ello locales). Otras cosas de este texto, en cambio, como decía, no me han convencido, aunque me han llamado también la atención:
"Debe existir, sin duda, una manera de romper el celebre hemiciclo mental que alinea en forma de ristra, extrema izquierda, izquierda, centro, derecha y extrema derecha. Y todo, porque en 1789, los representantes adoptaron la costumbre de formar así frente al presidente de la sesión para votar alguna oscura cuestión del veto real.
Sin embargo, por contingente y rudimentaria que sea, esta graduación sigue ordenando las encuestas, los discursos, las clasificaciones; sirve en cada elección y en cada relato histórico, y determina incluso nuestras reacciones más viscerales."*
Clic, algo se activa en mí. ¿Viscerales? Justo al final de esa última frase, y de esa última palabra, Latour pone una nota. Voy hasta el final del texto (son más cómodas las notas a pie de página, sin duda) y la encuentro (Nota 43): "Este es el sentido que suele dar Gilles Deleuze a esta diferencia, que en ese caso sería de orden natural y no contingente."
De nuevo todo un camino por iniciar y recorrer, el de la "filosofía visceral", donde nos encontraremos al menos con Deleuze e Irigaray, lectora sutil y crítica de Heidegger. Un recuerdo también, algo más remoto, quizá, para Unamuno.
Madrid, primavera de 2023, posiciones políticas diversas en la izquierda (sí, la izquierda heredera de aquello de 1789). Posiciones, ¿principios?, estrategias, tácticas. Y también personas destacadas, cabezas visibles y voces audibles (¿y las de los presuntos votantes, invisibles, reducidos tantas veces a marketing sociológico?) Multitudes, como sugiere Negri, que podrían ser eficaces con la organización adecuada. Filosofía visceral, política visceral (por más que expliquemos nuestras posiciones post hoc con racionalidad aparente), política del cuerpo, de la víscera, de los deseos (frustrados o no) y las emociones, biopolítica (no diré "en definitva" porque aquí no hay nada definitivo).
* Latour B. Dónde aterrizar. Cómo orientarse en política. Traducción de Pablo Cuartas. Barcelona: Taurus, 2019, p. 77.
martes, 24 de agosto de 2021
224. Val de Nebra
Como todos lo veranos desde hace bastantes años, exploro en bici el Val de Nebra. A estas alturas -de otro tipo de alturas va también la cosa, como se verá- creo que lo conozco bien, aunque cada año encuentro algo cambiado: una pista forestal asfaltada, o cerrada por la vegetación, o alguna otra pista o vereda olvidada (quizás) que (re)descubro con placer. ¿Es posible que haya en el valle siempre más cosas que las que ya tengo incorporadas a mi mapa -no diré "mental", sino, en todo caso, "existencial"? "Hay más cosas en el cielo y la tierra, Horacio, de las que han sido soñadas en tu filosofía", nos recuerda Hamlet; y sí, afortunadamente siempre hay más cosas. De filosofía va también esto, como también se verá.
Suelo acceder al valle desde la parte ancha y abierta que da al mar, a la ría, a través de alguno de los caminos, casi sin curvas y más o menos paralelos, que, ascendiendo ligeramente, se dirigen hacia la parte más alta y profunda. Ese primer tramo de aproximación, recorrido con pedaleo regular, tranquilo, disfrutando, me permite entrar en calor, y el sol, la vegetación de los márgenes y los pájaros que salen volando a mi paso me devuelven al estado de ánimo adecuado, siempre renovado. Al fondo, el valle está cerrado por dos montes, el Iroite, a la izquierda, enorme, masivo, inalcanzable (en bici, para mí, hoy), y el Enxa, a la derecha, que presenta un perfil más acogedor y tentador (para la ascensión), pero de momento también inaccesible. De uno a otro monte, una pequeña cadena montañosa separa este gran espacio abierto del resto de la Sierra de Barbanza. Largos caminos, paralelos entre sí y perpendiculares a los anteriores, completan la malla que permite recorrer el valle en todas direcciones, con suaves cuestas que llevan a algunas aldeas bien definidas: Agrelo, Tores, Orseño, Puilla, Noal, Cabanela, Castelo... Otras aldeas se encuentran en los márgenes de la parte llana del valle, o en sus laderas, menos accesibles: Nebra, Laranga, Calo, Queiro...
Hay días en que me gusta recorrer lo conocido, yendo de aquí para allá por la parte llana del valle, y encontrar, si acaso, sin haberlos buscado conscientemente, detalles, rincones o novedades antes desconocidos (o no reconocidos). O disfrutar sencillamente del placer (diríase que ontológico) del reconocimiento, de la familiaridad con los lugares y las cosas, de la calidez de su presencia. Otras veces, no sé por qué, prefiero explorar los márgenes, buscar pequeñas veredas para ascender sin excesivo sufrimiento, aunque no sin algún esfuerzo. Pequeños trucos, estrategias, para ascender en zig-zag siguiendo tramos de cuesta cortos seguidos de otros horizontales más largos. Poco a poco, sin prisa, a la justa medida de mis fuerzas, el ángulo de visión sobre el imponente paisaje de la ría va alzándose conmigo. Es solo la suma de esos pequeños esfuerzos acumulados lo que me permite llegar allí. Y vale la pena entonces pararse un momento a mirar. Nada nuevo ahí abajo en la ría, claro, sino el ángulo, el punto de vista conseguido.
A veces me imagino, me digo, con la cadencia suave del pensamiento que acompaña al pedaleo, que algo parecido vengo haciendo en mis devaneos filosófico-científicos desde hace más o menos el mismo tiempo. Podría llamar filosofía al Iroite y al Enxa ciencia, las mías: mi filosofía y mi ciencia. Y a la trama de caminos que los reúne en el valle podría también llamarla método (méthodos, camino en griego, e iter, itineris en latín; sin olvidar que el tao también es camino). Y cada una de las aldeas podría adoptar el nombre de alguna figura eminente: Darwin, Heidegger, Gadamer, Merleau-Ponty, Derrida, Deleuze, Vattimo, Ricoeur... unas más accesibles y otras algo menos. Y así voy de aquí para allá, de unas a otras o explorando caminos que no sé todavía adónde van, en un itinerario interminable, tejiendo una red de experiencia que comienza en el llano y va poco a poco ascendiendo. (Bx)
sábado, 27 de abril de 2019
53. Biopolítica
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