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sábado, 1 de abril de 2023

291. La izquierda, la derecha y la víscera

 Leo con interés las interpretaciones históricas y políticas que consideran la diferenciación entre la derecha y la izquierda como algo del pasado y ya carente de sentido. Sin embargo, no consigo entender el funcionamiento del mundo político (global, nacional, local), en términos de causalidad (quién hace qué, por qué, cómo y para qué) sin estas categorías fundamentales. Así me ha pasado recientemente también con Bruno Latour, al que leí con una actitud previa favorable, y que me ha convencido de algunas cosas, como que debemos tender todos a hacernos, políticamente, cada vez más terrestres (no globales), de la Tierra (y también de la tierra, de cada una de ellas, de la nuestra -aunque no por ello locales). Otras cosas de este texto, en cambio, como decía, no me han convencido, aunque me han llamado también la atención:

"Debe existir, sin duda, una manera de romper el celebre hemiciclo mental que alinea en forma de ristra, extrema izquierda, izquierda, centro, derecha y extrema derecha. Y todo, porque en 1789, los representantes adoptaron la costumbre de formar así frente al presidente de la sesión para votar alguna oscura cuestión del veto real. 

Sin embargo, por contingente y rudimentaria que sea, esta graduación sigue ordenando las encuestas, los discursos, las clasificaciones; sirve en cada elección y en cada relato histórico, y determina incluso nuestras reacciones más viscerales."*

Clic, algo se activa en mí. ¿Viscerales? Justo al final de esa última frase, y de esa última palabra, Latour pone una nota. Voy hasta el final del texto (son más cómodas las notas a pie de página, sin duda) y la encuentro (Nota 43): "Este es el sentido que suele dar Gilles Deleuze a esta diferencia, que en ese caso sería de orden natural y no contingente." 

De nuevo todo un camino por iniciar y recorrer, el de la "filosofía visceral", donde nos encontraremos al menos con Deleuze e Irigaray, lectora sutil y crítica de Heidegger. Un recuerdo también, algo más remoto, quizá, para Unamuno

Madrid, primavera de 2023, posiciones políticas diversas en la izquierda (sí, la izquierda heredera de aquello de 1789). Posiciones, ¿principios?, estrategias, tácticas. Y también personas destacadas, cabezas visibles y voces audibles (¿y las de los presuntos votantes, invisibles, reducidos tantas veces a marketing sociológico?) Multitudes, como sugiere Negri, que podrían ser eficaces con la organización adecuada. Filosofía visceral, política visceral (por más que expliquemos nuestras posiciones post hoc con racionalidad aparente), política del cuerpo, de la víscera, de los deseos (frustrados o no) y las emociones, biopolítica (no diré "en definitva" porque aquí no hay nada definitivo).


* Latour B. Dónde aterrizar. Cómo orientarse en política. Traducción de Pablo Cuartas. Barcelona: Taurus, 2019, p. 77.



martes, 24 de agosto de 2021

224. Val de Nebra

 Como todos lo veranos desde hace bastantes años, exploro en bici el Val de Nebra. A estas alturas -de otro tipo de alturas va también la cosa, como se verá- creo que lo conozco bien, aunque cada año encuentro algo cambiado: una pista forestal asfaltada, o cerrada por la vegetación, o alguna otra pista o vereda olvidada (quizás) que (re)descubro con placer. ¿Es posible que haya en el valle siempre más cosas que las que ya tengo incorporadas a mi mapa -no diré "mental", sino, en todo caso, "existencial"? "Hay más cosas en el cielo y la tierra, Horacio, de las que han sido soñadas en tu filosofía", nos recuerda Hamlet; y sí, afortunadamente siempre hay más cosas. De filosofía va también esto, como también se verá.

Suelo acceder al valle desde la parte ancha y abierta que da al mar, a la ría, a través de alguno de los caminos, casi sin curvas y más o menos paralelos, que, ascendiendo ligeramente, se dirigen hacia la parte más alta y profunda. Ese primer tramo de aproximación, recorrido con pedaleo regular, tranquilo, disfrutando, me permite entrar en calor, y el sol, la vegetación de los márgenes y los pájaros que salen volando a mi paso me devuelven al estado de ánimo adecuado, siempre renovado. Al fondo, el valle está cerrado por dos montes, el Iroite, a la izquierda, enorme, masivo, inalcanzable (en bici, para mí, hoy), y el Enxa, a la derecha, que presenta un perfil más acogedor y tentador (para la ascensión), pero de momento también inaccesible. De uno a otro monte, una pequeña cadena montañosa separa este gran espacio abierto del resto de la Sierra de Barbanza. Largos caminos, paralelos entre sí y perpendiculares a los anteriores, completan la malla que permite recorrer el valle en todas direcciones, con suaves cuestas que llevan a algunas aldeas bien definidas: Agrelo, Tores, Orseño, Puilla, Noal, Cabanela, Castelo... Otras aldeas se encuentran en los márgenes de la parte llana del valle, o en sus laderas, menos accesibles: Nebra, Laranga, Calo, Queiro...

Hay días en que me gusta recorrer lo conocido, yendo de aquí para allá por la parte llana del valle, y encontrar, si acaso, sin haberlos buscado conscientemente, detalles, rincones o novedades antes desconocidos (o no reconocidos). O disfrutar sencillamente del placer (diríase que ontológico) del reconocimiento, de la familiaridad con los lugares y las cosas, de la calidez de su presencia. Otras veces, no sé por qué, prefiero explorar los márgenes, buscar pequeñas veredas para ascender sin excesivo sufrimiento, aunque no sin algún esfuerzo. Pequeños trucos, estrategias, para ascender en zig-zag siguiendo tramos de cuesta cortos seguidos de otros horizontales más largos. Poco a poco, sin prisa, a la justa medida de mis fuerzas, el ángulo de visión sobre el imponente paisaje de la ría va alzándose conmigo. Es solo la suma de esos pequeños esfuerzos acumulados lo que me permite llegar allí. Y vale la pena entonces pararse un momento a mirar. Nada nuevo ahí abajo en la ría, claro, sino el ángulo, el punto de vista conseguido.

A veces me imagino, me digo, con la cadencia suave del pensamiento que acompaña al pedaleo, que algo parecido vengo haciendo en mis devaneos filosófico-científicos desde hace más o menos el mismo tiempo. Podría llamar filosofía al Iroite y al Enxa ciencia, las mías: mi filosofía y mi ciencia. Y a la trama de caminos que los reúne en el valle podría también llamarla método (méthodos, camino en griego, e iter, itineris en latín; sin olvidar que el tao también es camino). Y cada una de las aldeas  podría adoptar el nombre de alguna figura eminente: Darwin, Heidegger, Gadamer, Merleau-Ponty, Derrida, Deleuze, Vattimo, Ricoeur... unas más accesibles y otras algo menos. Y así voy de aquí para allá, de unas a otras o explorando caminos que no sé todavía adónde van, en un itinerario interminable, tejiendo una red de experiencia que comienza en el llano y va poco a poco ascendiendo. (Bx)



sábado, 27 de abril de 2019

53. Biopolítica


Los problemas auténticos de la vida (humana) son radical, biológicamente, hablando, los que implican un riesgo directo para la vida individual, esto es, los estrictamente médicos. Deberíamos poder centrarnos en eso. La mala organización social y económica determina la existencia de otros problemas que en ocasiones parecen alcanzar un nivel de gravedad equivalente. La política debería ser la práctica social dirigida a evitar que exista ese otro tipo de problemas; y debería contribuir, además, en la medida de lo posible, a combatir los problemas de salud en toda la población. (De Huellas, 2014)

No tengo nada claro que Foucault o Deleuze hayan dicho nada parecido, y creo que por eso no acabo de entenderlos.