Mostrando entradas con la etiqueta Miguel Hernández. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Miguel Hernández. Mostrar todas las entradas

lunes, 1 de agosto de 2022

269. In memoriam

 ¿Puede uno ir a un velatorio que es una verdadera tragedia humana -hijas, (ex)marido, amigos, todos destrozados, horrorizados- y acabar hablando apasionadamente de Heidegger, Derrida y Nancy, entre otros, como si se hubiera colado uno sin darse cuenta en un seminario de filosofía, a salvo de las contingencias de la finitud y la muerte? Sí, seguramente, pero solo si se trata del velatorio de Mu-Épsilon, amiga del alma y de toda la vida, que murió tan enigmáticamente como había vivido estos últimos años, refugiada ‒en el lugar de su infanciaen una soledad ásperamente buscada y defendida. Por un vecino y librero con quien compartió una de sus principales pasiones durante estos años leer y comentar lo leído con una extraña lucidez, tan característica de ella pudimos saber que su vida, lejos de todos nosotros, había sido agradable (me detengo aquí un momento para precisar la impresión que nos dejó la charla, ciertamente agradable, con el librero, su último amigo), o al menos inscrita en una cotidianeidad no muy diferente de la que compartimos con ella durante tantos años.

Allí estabamos todos, en ese seminario, un puñado de amigos fieles, que nos (re)conocíamos bastante bien por lo bien que ella nos conoció, a pesar de nosotros mismos, a pesar de ella misma y de sus apasionados y generosos excesos. La quisímos muchísimo, y discutimos también mucho con ella, quizás porque no alcanzábamos su altísima intensidad de vida a veces tan dolorosa para ella misma. "Llegó con tres heridas / la del amor / la de la muerte / la de la vida (...)", así vivió ella, con sus heridas y también con las de los demás, las nuestras. 

No había conseguido irse de nuestras vidas, no, y a partir de ahora la recordaremos aun más. 



sábado, 18 de enero de 2020

130. Cada día

"Para quien ha visto muertos solos y en montón, cada día es una ganancia."

Esto dice Günter Grass en la magnífica traducción de Miguel Sáenz de Pelando la cebolla*, el relato de sus recuerdos de la guerra y la posguerra, llenos de agradecimiento y de ternura, y también de muchísimo dolor**. 

Para quien ha visto eso, sí, así es. (Dx***)


* Günter Grass. Pelando la cebolla. Traducción de Miguel Sáenz. Madrid: Ed. Alfaguara, 2007.

** (26/01/20) Cuando escribí esto no había leído aún las páginas que el autor dedica a la muerte de su madre. Tantísimo dolor, y tan vivo en el recuerdo, y en este otro recuerdo literario permanente, su texto. No hay muchos textos, en prosa o en verso, que me hayan dolido de esta manera al leerlos (que me hayan transmitido tan intensamente su dolor), y los tengo entre lo más alto que he leído. Los últimos poemas de Miguel Hernández, y algunos pasajes de Capitanes de la arena, de Jorge Amado, por poner un par de ejemplos.

*** Escuchando Mistral Gagnant, de Renaud, una de las canciones más melancólicas y bonitas que hay.