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domingo, 15 de septiembre de 2024

381. La memoria y la culpa

 Leo ahora, en estas últimas semanas, sobre Foucault y su aproximación a la memoria (y a lo que él llamó contra-memoria), preparando así, todavía desordenadamente, una próxima intervención (exótica para mí) en un congreso de homenaje al filósofo francés. No tengo una familiaridad con Foucault como la que tengo con otros filósofos contemporáneos (no sé, familiaridad, afinidad, proximidad), pero me deslumbra su estilo de escritura (y, por lo tanto, de pensamiento), y sé que, a pesar de la mirada fría y descarnada (el análisis, la crítica, del poder), hay un lugar importante en su filosofía para el cuerpo, la calidez, el placer, el dolor y la compasión. Y también (o por todo ello, precisamente), para la rabia. 

Uno de los caminos que vengo explorando (también por otros, diversos, motivos que arrastro conmigo) es el lugar y la función de la imagen técnica, tecnológica (la fotografía, el cine y derivados) en la memoria personal y colectiva (densamente entrelazadas a través de esos medios técnicos).

Venía así, leyendo a Susan Sontag, sus reflexiones, muy oportunas, sobre las imágenes que nos vienen transmitiendo el sufrimiento humano durante las últimas décadas, sin dejar de pensar en Gaza, naturalmente, este último episodio insoportable de la crueldad extrema transmitido cada día, cada hora, cada muerto. Y encuentro esto:

"La pregunta es: ¿a quién queremos culpar? Con más exactitud, ¿a quién creemos que tenemos derecho a culpar? Los niños de Hiroshima y Nagasaki no fueron menos inocentes que los destruidos hombres (y algunas mujeres) jóvenes afroamericanos colgados de los árboles de un Estados Unidos pueblerino. Más de cien mil civiles, tres cuartas partes mujeres, fueron masacrados durante los ataques con bombas incendiarias de las fuerzas aéreas en Dresde la noche del 13 de febrero de 1945; setenta y dos mil civiles fueron incinerados en unos segundos con la bomba estadounidense lanzada sobre Hisroshima. La lista podría ser mucho más larga. Reitero, ¿a quién queremos culpar? ¿Qué atrocidades del pasado irremediable nos parece que estamos obligados a revisar?" *

Y del pasado más inmediato, de ayer y de hoy. ¿A quién?, pregunta Sontag. Foucault, lúcido, habló de dispositivos de poder, de dominación, pero también hay responsabilidades, culpas, muchas, personales (cínicamente ocultas, la mayoría de las veces) y colectivas (cínicamente inconscientes, podríamos decir).

Creo que una de las virtudes de la tradición política, ideológica, en que me sitúo, estriba en no olvidar quiénes fueron y son los responsables, los culpables, de las maldades del mundo, en el pasado y en la actualidad, y en querer comprender por qué se cometieron. Y quiénes fueron las víctimas y por qué. Justicia hermenéutica, escribía aquí hace algún tiempo, recordando a Benjamin y a Vattimo (§220)


* Sontag S. Ante el dolor de los demás. Traducción de Aurelio Major. Barcelona: Penguin Random House, 2023, p. 81.




jueves, 22 de julio de 2021

220. Justicia hermenéutica (para Cuba)

 Hace ya unas cuantas semanas que mi lectura del Junco de Irene Vallejo quedó interrumpida en esa página donde la autora habla de las "cárceles castristas". Fueron esas palabras amigas-enemigas las que provocaron la reflexión, un tanto general, de §216. Por justicia hermenéutica, pensé entonces, y recordé que era eso lo que Marcuse dijo que había aprendido de su primer maestro, Heidegger. Para poder seguir leyendo el Junco, un poco de justicia hermenéutica, ante la ideología (esa ideología dominante, normativa, acrítica) que aflora a veces inesperadamente.

Algunos días después, una cena de amigos en nuestra terraza, con cierto desencanto político en el ambiente. La Asamblea General de la ONU acababa de aprobar, por vigesimonovena vez, una resolución pidiendo el fin del embargo de Estados Unidos a Cuba. Bloqueo, en realidad, porque el embargo implica la amenaza "imperial" a los países que comercien con Cuba. A aquellos que el Imperio puede amenazar, claro. Todos los demás suponen, sencillamente, una amenaza para el Imperio, y, por extensión, para todos los países sometidos a su vasallaje. Eso acaba creyendo tanta gente. Solo dos países votaron en contra de la resolución, Estados Unidos e Israel. Como alguien escribió entonces en Twitter, el mundo votó a favor del fin del embargo, no así los enemigos del mundo.

Allí, en Cuba, al parecer, la pandemia está llevando a la gente al límite de la resistencia, y más allá. Algo de eso debe de haber detrás de estos últimos "acontecimientos", proclamados urbi et orbi por los dispositvos mediáticos imperantes. Mucho sufrimiento cotidiano, nos consta. Sin embargo, ya me equivoqué al inicio de las llamadas "primaveras árabes", hace una década, y leí con cierto escepticismo los breves textos de advertencia que iba escribiendo Fidel, ya mayor y retirado de la vida política activa, en Granma. ¿Democratizar Siria, Libia, antes Iraq? A la vista del resultado (guerras interminables, millones de refugiados, estados desaparecidos o sometidos), se trató (trata) de una nueva forma, especialmente destructiva y homicida, de colonización. Bien lo saben los cubanos (de Cuba), y los palestinos (¿de dónde?).

Decimos "sí se puede", y hemos visto que algo se puede, sí, pero dentro de un rango de actuación, ay, demasiado estrecho, en algún sitio, en algún país, durante algún tiempo. Qué se puede contra el neoliberalismo depredador y salvaje, contra el Imperio, como entidad político-militar, en último término. Quién. Se puede resistir, y eso hacen algunos países (colectivos humanos) heroicos, pero, ay, cuánto tiempo. Cuba. Palestina. Como realidades vivas (millones de seres humanos) y como símbolos (de muchos millones más).

En unos textos recientemente publicados con el título de Alrededores del Ser (y traducidos al castellano por Teresa Oñate), Gianni Vattimo recuerda varias veces la idea de Walter Benjamin de que la izquierda occidental se ha guiado, mucho más que por la perspectiva (utópica) de un mundo futuro, por la exigencia de justicia, de reconocimiento, para el pasado. De comprensión, de justicia hermenéutica. Qué menos.