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sábado, 22 de febrero de 2025

402. El placer de expresar(se)

 No recuerdo ahora un final de novela tan fulgurante o tan luminoso, tristemente luminoso, como el de La chica de ojos verdes, de Edna O'Brien. La protagonista (y voz narrativa), Caithleen, se ha instalado en Londres con su amiga Baba, huyendo primero de la vida estrecha del pueblo (Las chicas de campo, título anterior de la saga) y de la vida absurda y hostil de Dublín. Caithleen ha dejado atrás (a duras penas) un amor roto, a un solitario Pigmalión que la ha querido y despreciado, diríase que a partes iguales. Y estudia Filología. Es inevitable buscar a la propia autora transfigurada detrás de esa voz.

"Hasta Baba se da cuenta de lo mucho que he cambiado, y me dice que como no deje de estudiar por las noches acabaré hecha una pobre desgraciada con gafas y zapatos planos. Lo que Baba no sabe es que por fin estoy aprendiendo a ser yo misma, y cuando sea capaz de expresarme imagino que no me sentiré tan sola ni tan lejos del mundo al que él trato de llevarme demasiado pronto."*

Ser capaz de expresarse, ese afán, ese placer.

 

* O'Brien E. La chica de ojos verdes. Traducción de Regina López Muñoz. Madrid: Errata Naturae; 2014, pp. 330-1. 



domingo, 29 de diciembre de 2024

395. Hesse, entre unos versos portugueses y una novela irlandesa

Como si de una prueba del juego de los abalorios (en la novela homónima de Hesse [§21]) se tratara, como si  hubiera estado yo oficiando, en esta última siesta dominical, entre somnolencias, de magister ludi, la contingencia de la lectura (algo de poesía, algo de novela) creó una conexión (tan improbable como inevitable*) entre unos versos de Ana Luísa Amaral y el curso de la narración en la novela de Edna O'Brien que me puse a leer a continuación. Aquí los versos (del poema Perguntas, incluido en el poemario What's in a name**):

"(...)
os minúsculos gestos de que a vida é feita
quando a guerra é ausente
(...)"

 Qué hay en un nombre, qué hay en un verso, qué va de un verso a otro. Edna O'Brien, con una mezcla de ligereza y profundidad que me recuerdan a Carmen Martín Gaite, nos hace con-vivir en Las chicas de campo con las protagonistas, en una inmersión profunda que me recuerda a Hardy y a Conrad. Cuando de verdad nos importa lo que allí ocurre, como suele decir Carlos Boyero, hay arte; hay, en el sentido de Merleau-Ponty, carne. Vidas agridulces, adolescentes, llenas de minúsculos gestos, felices o tristes, de miedo o de esperanza; vidas que se dan la vuelta, como el viento, cuando llega, de repente, con toda su crueldad, la pérdida, la guerra.


** Algo así como lo que dicen los versos de Bien Sur, de Kevin Johansen: "Te lo voy a decir en francés / así, sur la table / lo nuestro no es imposible, solo es inevitable."

* Para complicar el juego de Hesse, la autora nos recuerda la referencia del título al verso de Shakespeare (Romeo y Julieta, Acto II, Escena 2: "What's in a name? that which we call a rose / By any other name would smell as sweet;"