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domingo, 10 de diciembre de 2023

342. Lay down your weary tune, lay down

 Descubrí hace poco esta canción temprana de Dylan a través del detallado comentario que le dedica Christopher Ricks en su Dylan poeta. Visiones del pecado*. Digo temprana porque el poeta la escribió en 1963, con 22 años, aunque no la publicó hasta 1985. Poeta de alta inspiración juvenil, como Claudio Rodríguez y Keats, entre otros y otras (su Mr. Tambourine Man, se publicó en 1965, de modo que debió de escribirlo con 23 o 24 años). Es un buen momento para recordar que Claudio Rodríguez comenzó a escribir su Don de la ebriedad a los 17 años ("Siempre la claridad viene del cielo"). Los nombres de Keats y Dylan, por cierto, se unen en Mr. Tambourine Man, inspirada en parte en la Oda a un ruiseñor del poeta inglés.

Hace ya casi una semana pasamos un día intenso y duro por cuestiones de salud en esta pequeña tribu nuestra (desgracias temidas, imaginadas, después no confirmadas, afortunadamente), y esta canción recién descubierta se instaló en mi conciencia, como un bálsamo, con su ritmo sosegado (como el andante aquel de la Primera Sinfonía de Brahms). Con frecuencia me invento pequeños lemas temporales que me sirven de guía durante varios días, y a veces estos lemas son fragmentos de poemas o canciones que se quedan un tiempo suspendidos, "como pompas de jabón", ante mis ojos (o, más bien, ante mis oídos). No es la primera vez que he encontrado en una canción de Dylan, en su ritmo salmodiado, sus imágenes crípticas, profundas, y sus geniales rimas, su sonido y sentido (Valéry), en definitiva, una medicina frente a la incertidumbre y el desasosiego.

 No se me ocurre mejor homenaje a la canción y a su autor que profundizar en su interpretación, traduciéndola. Lo intentaré estrofa a estrofa, para que el texto  original (en cursiva) y la traducción se encuentren más próximos. Y comenzaré, por lo demás, con la sonrisa que me ha dejado la lectura de la Nota previa a la traducción, por parte de Miquel Izquierdo y José Moreno, en Bob Dylan. Letras (1962 - 2001)**, de donde he tomado la versión original del texto. Advierten los traductores, a quien ose enfrentarse a los versos del bardo, que encontrará allí "una sintaxis tortuosa cuando no intransitable, metáforas descabelladas o decapitadas, alusiones enigmáticas, oraciones truncadas, citas encubiertas o descubiertas, visiones herméticas, cartas sacadas de la manga, juegos de manos y de palabras, ambigüedades, zumbidos, equívocos, caprichos, extravagancias, caminos sin retorno, cantos que ruedan y balas perdidas..." Bueno, tampoco hay que ponerse así, me (les) digo. La poesía no tiene por qué ser fácil (Steiner), y siempre es un placer (enorme) pararse a pensar (o sentir, como diría Pessoa) qué escucha uno y qué comprende en un poema (cantado o no). Sí, lo de intentar trasladarlo a otro idioma (el materno) es una temeridad, pero forma parte de ese placer, y la tarea será más interesante aun si voy confrontando mi versión con el trabajo previo de los traductores (que ya sufrieron lo suyo, como dicen). Recogeré su versión entre corchetes, mientras que la mía irá detrás en negrita.

Lay down your weary tune

[Deja ya tu maltrecha canción]

No sigas más con tu gastada melodía

Lay down your weary tune, lay down
Lay down the song you strum
And rest yourself 'neath the strength of strings
No voice can hope to hum
 
[Deja ya tu maltrecha canción, déjala
Deja ya la melodía que rasgas
Y reposa tras el vigor de las cuerdas
Que la voz no logra imitar]

No sigas más con tu gastada melodía, no sigas más
No sigas rasgueando tu canción
Y descansa bajo el poder de las cuerdas
Que ninguna voz podrá entonar
 
Struck by the sounds before the sun 
I knew the night had gone
The morning breeze like a bugle blew
Against the drums of dawn
 
[Avisado por los ruidos del alba
Supe que acababa la noche
La brisa matinal fue un toque de clarín
Contra los tambores de la aurora]
 
Alertado por los sonidos antes del sol
Supe que la noche había pasado
Como un cuerno soplaba la brisa de la mañana
Contra los tambores del amanecer

Lay down your wery tune (...)

The ocean wild like an organ played
The seaweed's wove its strands
The crashin' waves like cymbals clashed
Against the rocks and sands
 
[El mar turbulento sonaba como un órgano
Las algas trenzaban sus playas
Las olas bramaban como címbalos
Rompiendo contra rocas y arenas]
 
El océano bravo tocaba como un órgano
Las algas tejían sus riberas
Las olas, rompiendo, golpeaban como címbalos
Contra las rocas y las arenas

Lay down your wery tune (...)

I stood unwound beneath the skies 
And clouds unbound by laws
The cryin' rain like a trumpet sang
And asked for no applause
 
[Estaba sin ataduras bajo los cielos
Bajo las nubes sin ley
La lluvia sollozaba como una trompeta
Y no reclamaba aplausos]

Me mantuve liberado bajo los cielos
Y las nubes desatadas por leyes
El llanto de la lluvia cantaba como una trompeta
Sin pedir aplauso alguno

Lay down your wery tune (...)

The last of leaves fell from the trees
And clung to a new love's breast
The branches bare like a banjo played
To the wind that listened best
 
[La última hoja cayó de los árboles
Y se quedó en el pecho de un nuevo amor
Las ramas desnudas como un banjo sonaron
Para los vientos que sabían escuchar]

De los árboles cayó la última de las hojas
Y se posó sobre el pecho de un nuevo amor
Las ramas desnudas tocaban como un banjo
Para los vientos que las escuchaban mejor


* Ricks, Christopher. Dylan poeta. Visiones del pecado. San Lorenzo de El Escorial: Langre, 2007.

** Dylan, Bob. Letras. 1962 - 2001. Madrid: Alfaguara, 2004, p. 214-5.



martes, 7 de noviembre de 2023

339. Releer, recordar, (re)descubrir

 Será la edad (que tiene uno ya), o será (también) haber pasado muchas horas leyendo, haber tenido la suerte de poder hacerlo, el caso es que hay pocas cosas en las que valga más la pena emplear el tiempo que en buscar (mejor, rebuscar*) textos, citas o referencias en la memoria (lectora), en un juego personal y colectivo no muy alejado del Glasperlenspiel de Hesse. En la memoria personal, en la de nuestro grupo humano, y en la memoria intemporal de los textos. Dejó escrito Borges (y no hace mucho que lo leí, aunque no sabría decir ahora mismo dónde) que no vale la pena leer algo que no merezca (o requiera) más adelante una relectura.

Releí con mucho gusto, recientemente, La consagración de la primavera, de Carpentier, que ya había leído hace no menos de 30-35 años. Iba en busca de un texto, recordado por Sigma (§323) en varias ocasiones, y relacionado (me pareció entender) con la trascendencia temporal, histórica de la Revolución de Octubre a lo largo del s. XX (y también, en nuestras conversaciones actuales, en lo que llevamos de s. XXI). 

Algo de contexto. Vera, personaje central de la novela (al igual que la propia obra de Stravinsky, e inspirado en la madre de Carpentier), es una bailarina rusa que llega a Cuba huyendo (como huyó su familia de Rusia) de las revoluciones y guerras del s. XX, también de la Guerra de España**. Vera no es comunista, y tampoco acoge con entusiasmo los primeros signos de lo que acabará convirtiéndose en la triunfante Revolución Cubana. Sin embargo, ante las enormes resistencias que encuentra (en la Cuba de Batista, en Nueva York y París) para montar una representación del ballet de Stravinsky (su prima-vera) ajena a un marco propiamente occidental, hace esta reflexión:

"Y empezaba yo a barruntarme que, tras de este empeño de «defender» un Occidente más amenazado en sus más finas tradiciones por una constante y agresiva invasión de la publicidad norteamericana que por cualquier otra cosa, lo real, lo inconfesado, estaba en un tremendo miedo a quienes, en la Batalla de Stalingrado, habían determinado el desenlace de la última guerra. El hecho de que los rusos hubiesen llegado a Berlín antes que nadie; el hecho de que Leningrado hubiese resistido un asedio de novecientos días; el hecho de que las gentes de mi raza hubiesen resistido con denuedo donde otros habían capitulado desde el primer momento, jodía ‒ésa era la palabra‒ a más de uno. A través de sus disfraces de puro intelectualismo, sus llamados a la neutralidad ante las cosas del espíritu, estos alardes de defender valores que nadie, en realidad, ponía en entredicho, apenas si podían ocultar el carácter político de iniciativas políticas manejadas por intelectuales y artistas conturbados por una perenne fijación política, adversa a cualquier brújula que apuntara hacia el Este, aunque presumieran de apolíticos, y amaran, por encima de todo, una Libertad que jamás acababan de definir de modo claro."***

Ante el horror, el horror abismal, de Gaza, un amplio grupo de intelectuales y artistas árabes, con Adonis, grandísimo poeta, al frente, nos han recordado también en estos días la incompetencia moral y política de tantos intelectuales occidentales.****


* Es oportuna aquí la segunda acepción de este verbo que podemos encontrar en el DRAE: "recoger el fruto que queda en los campos después de la cosecha."

** Así dice Carpentier. Por mi parte, siempre he preferido este modo de referirse a ella al usual de "Guerra Civil", y sé que en esto sigo, entre otros, a José Luis Barros, a quien se lo escuché decir siempre con especial énfasis dylaniano.

*** Carpentier A. La consagración de la primavera. Alianza: Madrid, 2015. Págs. 469-70.

**** https://www.pressenza.com/es/2023/11/carta-de-los-intelectuales-arabes-a-los-intelectuales-occidentales/

 

 

domingo, 2 de julio de 2023

309. Sergio

 Ayer estuvimos, Mu y yo, viendo a Sergio, nuestro sobrino, bailar. Sergio R. Suárez (así se presenta él en el mundo de la danza) es un bailarín maduro, competente y creativo (también es coreógrafo), en un grado superior, con toda seguridad, al que pueden juzgar espectadores, como nosotros, que no frecuentan habitualmente los espectáculos de danza. Solemos ir más al teatro y sabemos que el escenario es un espacio sagrado, y que quien es capaz de hacerse con ese espacio virtuosamente merece siempre nuestra admiración. Seguimos desde hace años el desarrollo cuasi-orgánico de dos obras (o series de obras) creadas por Sergio, Fetiche, una pieza magnética y encantadora sobre el deseo, y otra línea de desarrollo que va, de momento, desde I'aam hasta La Revisión. En esta última serie, baila él mismo, solo, y en audaz y valiente soledad se plantea (ahora también explícitamente, en esta última versión) enfrentarse a los rígidos patrones de género de la danza española. La ejecución de la pieza es dura, esforzada, agónica, y solo en algunos momentos parece encontrar el camino entre los movimientos impuestos por la tradición normativa, de los que intenta literal, físicamente, desprenderse. Entonces hay algo de paz y de luz, de esperanza, que por lo general dura poco, para volver una y otra vez a una lucha (consigo mismo, con su propio aprendizaje), de momento, interminable, sin final, como el propio final de la obra acaba representando en un diálogo simpático, algo crepuscular (sí, la luz se va apagando, poco a poco, como en la canción de Dylan*), también agridulce. El resultado parece incierto, pero eso lo hace aun más interesante. Seguiremos, admirados, disfrutando del camino ("proceso") que ha emprendido Sergio, bailarín inconformista y valiente.

* It's not dark yet.



lunes, 2 de mayo de 2022

258. Dylan, 1963

 "(...)
I've learned to hate Russians
All through my whole life
If another war starts
It's them we must fight
To hate them and fear them
To run and to hide
And accept it all bravely
With God on my side
(...)"

 

Acabábamos de nacer los que estamos (casi) para jubilar, y ya estaban las cosas así. Toda la vida ("all through my whole life") bajo la doctrina (y la política) del Imperio, qué hartura.

 

 

lunes, 9 de agosto de 2021

223. Seis de agosto de 1945

 A quien me hable de objetividad, también de objetividad científica, le diré solamente: 6 de agosto de 1945. Mientras no seamos capaces de asumir el horror de aquel acto -la acción de guerra más atroz y cruel que conocemos- y calificar para siempre como se merecen a sus responsables, no tendremos ni idea de lo que es la objetividad. Esa acción que Truman, el genocida, con lenguaje propio de los médicos nazis, calificó de "el mayor logro científico de la historia". Como no tuvieron bastante con una, lanzaron otra tres días después, en Nagasaki, porque en Hiroshima ya no quedaba nadie vivo o indemne. Tanatopolítica with God on their side.



sábado, 6 de febrero de 2021

200. Antiguo futuro

Tomo la idea del título del espléndido libro de Irene Vallejo (El infinito en un junco) (§195), que voy leyendo muy poco a poco para que me dure más, o quién sabe si para acercarme al ritmo con que ella lo escribió (§185). "Qué antiguo puede llegar a ser el futuro", dice, con motivo de la concesión del Premio Nobel de Literatura a Bob Dylan en 2016. Un premio al canto, a la oralidad de la literatura occidental, como si fuera un premio tardío (¡y tanto!) a los poetas orales, los aedos griegos, que la inventaron, antes de que quedara fijada por escrito en Homero. Celebré mucho entonces la concesión del premio -Irene Vallejo sobrevuela con gracia e ironía la polémica asociada-, y defendí en algunas conversaciones que al escuchar a Dylan es tan importante lo que dice, lo que canta, como la forma precisa en que lo dice. Dylan canta y recita al mismo tiempo, como un poeta proclamando (Gadamer dixit) sus versos. 

Alguna analogía con este futuro anterior, de ida y vuelta, me sugirió la lectura de un artículo de prensa que me envió hace poco Alfonso Ogayar, buen amigo, profesor y biólogo teórico*. Con motivo de la reciente publicación en castellano de un libro sobre las polémicas que mantuvieron Richard Dawkins y Stephen J. Gould**, José Manuel Sánchez-Ron habla de ellos en el artículo, y de sus diferentes perfiles personales y científicos, y también ideológicos. Alfonso y yo, desde nuestra común navegación al lado de Faustino Cordón, siempre hemos sido más de Gould, en cuanto a teoría evolutiva, en una tradición que hemos entendido consistentemente darwinista***. Sin embargo, en el artículo se presta más atención a lo ideológico, incluyendo la actitud de ambos autores ante la religión. Dawkins, "liberal", y Gould, "socialista", ambos términos en su idiosincrático sentido estadounidense. En mi correo de respuesta, escribí esto: "Leí hace años el libro de Gould sobre ciencia y religión****, y me pareció muy astuto, muy fino. A Dawkins, ateo militante (y en teoría, solo en teoría, "uno de los nuestros") lo sigo en twitter, y hay que ver cómo habla de los 'socialistas' del Partido Demócrata (Sanders y compañía, que sí son de los nuestros), dice cosas que podría firmar Trump."

No hacía mucho tiempo que Alfonso y yo habíamos comentado un "cruce" atípico análogo entre ideología y teoría biológica en las primeras décadas del siglo pasado, con motivo de otro artículo intercambiado*****. No hay biología sin biopolítica, al parecer. Ernst Haeckel, autor fundamental en la historia del darwinismo y el evolucionismo, y en esa perspectiva histórica también "uno de los nuestros", fue un ferviente defensor del nacionalismo y el imperialismo alemán, además del darwinismo social y la eugenesia. Fue uno de los autores más respetados por los ideólogos nazis. En cambio, uno de sus discípulos, Hans Driesch, destacado representante del neovitalismo (que solemos asociar a un oscuro conjunto de fuerzas, impulsos o espíritus vitales) promovió el pacifismo y el universalismo, lo que le costó su puesto académico. Por su parte, en aquellos funestos años, Heidegger, ese admirador de Hitler al que dedico tantas horas de estudio (intentaré dejar claro algún día por qué) fue un profundo crítico del biologismo en todas sus formas. 

Recordemos, en fin, lo que decía Ernst Bloch, citando a Lenin: "el idealismo inteligente está más cerca del materialismo inteligente que el materialismo tosco".


* https://elcultural.com/gould-versus-dawkins

** Kim Sterelny. Richard Dawkins contra Stephen Jay Gould. Ed. Arpa, 2020.

*** Entre mis libros favoritos de evolución, y en mi biblioteca, está The structure of evolutionary theory (Belknap Press: Cambridge, 2002), de Gould, un verdadero placer para la lectura. Alfonso me regaló  Ontogenia y filogenia. La ley fundamental biogenética (Crítica: Barcelona, 2010) una vez que fui a dar una charla a su instituto. La ley biogenética de Haeckel, claro.

**** Stephen J. Gould. Ciencia versus religión: un falso conflicto. Crítica: Barcelona 2007.

***** Giuseppe Bianco. Philosophies of life. In: P. Gordon, W. Breckman (Eds.). The Cambridge History of Modern European Thought, Vol. 1. CUP: Cambridge, 2019.



sábado, 19 de enero de 2019

33. Aporías de la democracia: Matteo Salvini y Fabrizio De André


Vengo escuchando con gusto en las últimas semanas, gracias a la aplicación Spotify, a un pequeño grupo de cantautores italianos de las últimas décadas (Fabrizio De André, Francesco De Gregori, Franceso Guccini, entre otros más conocidos aquí como Lucio Dalla o Franco Battiato). Aunque ya sabía de algunos de ellos por un excelente programa de Radio 3 (como todo lo de esa emisora) dedicado a la música italiana, ha sido para mí un descubrimiento encontrar en esas voces y en esas músicas algo nuevo y hasta ahora casi desconocido, y sin embargo, de alguna forma familiar, donde resuena la poesía (propia y ajena) de nuestros cantautores de aquí (en las lenguas ibéricas, quiero decir, desde Serrat, Aute, Luis Pastor, Raimon, Sabina, entre otros muchos, hasta los portugueses, como José y João Afonso). En esas voces, las de esta península (y su extensión iberoamericana, para no olvidar, p. ej., a Silvio Rodríguez o a Caetano Veloso, de nuevo entre muchos otros) y las de la italiana, me parece reconocer algunas de las principales señas de identidad, de sensibilidad, de nuestras generaciones actuales. (Sobre la correspondencia esencial de todos ellos con cantautores del mundo anglosajón, como Bob Dylan y Leonard Cohen, habrá que hablar extensamente en algún momento).

Recientemente, el presentador de la actual edición del Festival de San Remo, el cantante Claudio Baglioni, denunció públicamente y con valentía la política de inmigración promovida por el infame Matteo Salvini, espejo en el quieren mirarse nuestros propios dirigentes neofascistas (inquietante este "nuestros"). En unas rápidas declaraciones televisivas, vi y escuché a Salvini decir algo así como que Baglioni debía dedicarse a cantar y no a opinar (un tic autoritario habitual en este tipo de dirigentes), pero que él, Matteo Salvini, por su parte, prefería escuchar a Fabrizio De André.

No es la primera vez que tengo esta sensación desagradable de compartir (inquietante este "compartir") algo tan personal y tan profundo como una experiencia estética con un personaje que me parece detestable. Ocurre, sobre todo, en el ámbito del arte. Es un tema ya tópico, que la derecha (sus periodistas, fundamentalmente) suele englobar peyorativamente bajo el epígrafe de "la supremacía moral de la izquierda". Sí, en su continua batalla logocrática (G. Steiner), esta derecha también se ha apropiado del término "supremacismo".

Ya había leído algo sobre Fabrizio de André en la Wikipedia (esa Enciclopedia del s. XX, según Umberto Eco), y me había parecido que, como tantos artistas de esos años (recuerdo ahora al Renaud de Mistral gagnant, que descubrí hace unos años circulando en coche por Francia), había mantenido posiciones políticas poco "orgánicas" o convencionales. Un artículo reciente en L'Espresso, con ocasión de la publicación de sus Diarios* (Fabrizio De André murió en Milán en 1999), recoge "la sua passione per i marginali, gli ombrosi, i perdenti e i perduti". Nada que pueda reivindicar la política de Salvini, en principio. Sin embargo, sus Diarios, según ese artículo, también reflejan su escasa "simpatía" por el 68 y por el Partido Comunista Italiano. Esto nos lleva a lo ya comentado en la entrada de este blog de 30/09/2018. Parece probable que sea por ese lado anticomunista por donde Salvini reivindica a De André, al menos el gusto de escucharle.

Sin embargo, en mi breve experiencia de escuchar a Fabrizio De André, reconozco que hay mucho más, muchisimo, que vale la pena explorar, sobre todo desde el punto de vista poético, en este cantautor. Nuestra vida colectiva, política, implica que tenemos que convivir necesariamente con personas (y personajes), como Salvini, cuyas acciones consideramos moralmente detestables, fundamentalmente porque impiden el desarrollo de una vida colectiva mejor y más satisfactoria para todos (y niegan a muchos lo básico o elemental de la vida, o la vida misma, tout court). Y que tenemos que combatir sus ideas, también con the beauty of our weapons (L. Cohen), que ellos, en ocasiones (y aquí está la aporía), también admiran.


(*) http://espresso.repubblica.it/visioni/2016/04/05/news/quanto-e-politico-il-privato-nei-diari-di-de-andre-1.257004

(Dx. Escuchando, primero, Il sogno de Maria de Fabrizio de André, y después, Far from me, de Nick Cave.)



domingo, 30 de septiembre de 2018

19. En torno al comunismo

Me sorprende, y reconozco que me agrada, cuando alguien dice hoy claramente que es comunista. Creo que entiendo de qué clase de persona se trata, y que probablemente, por decirlo en un lenguaje un tanto reduccionista, "es de los míos, de los nuestros". Hace unos cuantos años yo también lo era, creía serlo, y lo decía, a veces en aquellos ámbitos y momentos en que resultaba más incómodo. Posiblemente, lo que quería decir con ello es que sentía una gran admiración por un buen número de personas, conocidas, históricas, o anónimas, que habían vivido y luchado bajo esa bandera. Ahora ya no lo digo, porque me parece que el término ha perdido en parte su sentido original, y no sé cuál es exactamente su sentido actual, quizás por uno de esos "cambios de paradigma" históricos que tardamos tanto en comprender.

Sin embargo, el comunismo, posiblemente el proceso histórico principal y central del s. XX, creó una topología, recogida en el "en torno a" del título de este texto, de la que todavía no podemos escapar. En torno al comunismo, se puede ser, p. ej., anti-comunista (término que, paradójicamente, ha mantenido una estabilidad semántica a lo largo de los ss. XX y XXI, y que sigue plenamente vigente, al igual que su ¿antónimo?, "anti-fascista"), o ex-comunista (término que se ha utilizado para justificar todas las formas de oportunismo personal y político).

Se me ocurre que, probablemente, muchos de los que nos considerábamos hace unos años comunistas podríamos situarnos hoy en algo que podríamos llamar "trans-comunismo", definido, en cierto modo negativamente, por no constituir ninguna forma de ex-comunismo, ni mucho menos, de anti-comunismo. Se trataría, más bien, de intentar mantenerse en esa tradición "grande y noble", en palabras de R. Rorty ya citadas en otra entrada de este blog (23/09/2017), aunque todavía no podamos decir adónde nos lleva el cambio de paradigma actual. Creo que una señal para la orientación, entre otras, en el momento actual de exploración de nuevas ideas, puede ser el "comunismo hermenéutico" propuesto por Vattimo y Zabala*. Una forma de trans-comunismo en la que prima, por decirlo en palabras del propio Rorty, atender a todo lo valioso que surge para el ser humano, y especialmente para la defensa de los seres humanos frágiles y vulnerables, "en la conversación de la Humanidad".


*"Comunismo hermenéutico. De Heidegger a Marx." G. Vattimo y S. Zabala. Traducción de Miguel Salazar. Herder, 2012.

(La relevancia del contexto. En esta pequeña reflexión, tal como se ha formulado aquí, es posible que hayan estado, de alguna forma, presentes, la emotiva película de Robert Guédiguian, "La casa junto al mar", que vimos anoche; una entrevista a la capitana de la selección nacional de baloncesto, en El País (28/09/2018), que encontré hoy en Twitter; y las notas y palabras cálidamente crepusculares del Not dark yet, de Bob Dylan, que venía escuchando en el coche esta mañana mientras me decidía a escribirla.)



viernes, 10 de noviembre de 2017

9. Música y pensamiento



La música es perfecta cuando, escuchada, deja de sentirse para convertirse en pensamiento. Algo parecido le ocurre al pensamiento con respecto a la realidad cuando se hace claro y ligero y nos libera del tremendo peso de querer entender, entendiendo.
Shostakóvich, Op. 57. Intermezzo, cuarto movimiento. Esa tensión mantenida y modulada de los violines sobre el ritmo constante que marca el piano representa a la vez un pensamiento y un sentimiento, de modo que es lo mismo oírla que pensarla. (Huellas, 1992)

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Sí, ciertamente, he sido y soy todavía capaz de conmoverme profundamente con la gran música, de un modo que otras formas artísticas pocas veces alcanzan, llevando nuestra capacidad emocional, aparentemente, más allá de nosotros mismos, o al menos de nuestro horizonte cotidiano. El Andante del Concierto para piano Nº 2 de Brahms, o el Benedictus dei de la Missa Solemnis de Beethoven (por poner un par ejemplos que llevo especialmente conmigo desde hace muchos años) siguen teniendo ese intenso efecto luminoso sobre mí. "Siempre la claridad viene del cielo" (Claudio Rodríguez). De esa claridad hablo. Sin embargo (entiéndase aquí solo un matiz, un giro, una inclinación, más que un "pero"), han sido sobre todo las canciones de Bob Dylan, Leonard Cohen, Dire Straits, Aztec Camera o Billy Joel (entre otros muchos) las que le han devuelto, alegre o melancólicamente, el sentido, al menos durante unos instantes, a muchas horas oscuras de mi vida. (Huellas, 2018)

Y no exagero, que podría parecer, habría que añadir. (2019)

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"Para que el hilo tenue tan infinitamente se prolongue,
para que solo quede por decir
la total extensión de lo indecible,
para que la libertad se manifieste,
para que andar del otro lado de la muerte sea
semplice e cantabile
y aquí y allí la música nos lleve
al centro, al fuego, al aire,
al agua antenatal que envuelve
la forma indescifrable
de lo que nunca nadie aún ha hecho
nacer en la mañana del mundo."

José Ángel Valente, Arietta, opus 111.

(Segundo movimiento de la Sonata Nº 32 en do menor, de Beethoven, la última que escribió.)