sábado, 26 de enero de 2019

34. La unidad de la izquierda

Reclamamos, esperamos, sufrimos y, sobre todo, hablamos mucho de la unidad de la izquierda. Después de estos últimos episodios podemitas (lo personal frente a lo organizativo en la actividad política, la Realpolitik) y de la previsible trayectoria del gobierno actual (y la última no-sorpresa de hoy mismo en relación con el golpe "institucional" en Venezuela), la vergonzosa Realpolitik, que busca su coartada y su amparo en el ámbito europeo, la reclamada unidad de la izquierda, digo, es la de los que pierden, los que perdemos. Todas estas derrotas, estos pasos atrás, sí que nos unen, aquí, en Latinoamérica, en Palestina y en tantos otros sitios.

En un reciente homenaje a Juan Eduardo Zuñiga (escritor del exilio interior) en su 100 cumpleaños (Instituto Cervantes, Madrid), Emilio LLedó nos habló de la importancia esencial de la memoria ("somos memoria"), y nos contó con voz emocionada lo bien que recordaba haber visto con sus propios ojos el cartel de "No pasarán" sobre la calle de Alcalá. "Y pasaron, pasaron, y siguen pasando", nos recordó. Nos reconocemos en esas palabras y nos damos cuenta de que "siguen pasando", y sufrimos por ello. No hace falta mucho más para fundamentar la unidad de la izquierda. (Dx)



sábado, 19 de enero de 2019

33. Aporías de la democracia: Matteo Salvini y Fabrizio De André


Vengo escuchando con gusto en las últimas semanas, gracias a la aplicación Spotify, a un pequeño grupo de cantautores italianos de las últimas décadas (Fabrizio De André, Francesco De Gregori, Franceso Guccini, entre otros más conocidos aquí como Lucio Dalla o Franco Battiato). Aunque ya sabía de algunos de ellos por un excelente programa de Radio 3 (como todo lo de esa emisora) dedicado a la música italiana, ha sido para mí un descubrimiento encontrar en esas voces y en esas músicas algo nuevo y hasta ahora casi desconocido, y sin embargo, de alguna forma familiar, donde resuena la poesía (propia y ajena) de nuestros cantautores de aquí (en las lenguas ibéricas, quiero decir, desde Serrat, Aute, Luis Pastor, Raimon, Sabina, entre otros muchos, hasta los portugueses, como José y João Afonso). En esas voces, las de esta península (y su extensión iberoamericana, para no olvidar, p. ej., a Silvio Rodríguez o a Caetano Veloso, de nuevo entre muchos otros) y las de la italiana, me parece reconocer algunas de las principales señas de identidad, de sensibilidad, de nuestras generaciones actuales. (Sobre la correspondencia esencial de todos ellos con cantautores del mundo anglosajón, como Bob Dylan y Leonard Cohen, habrá que hablar extensamente en algún momento).

Recientemente, el presentador de la actual edición del Festival de San Remo, el cantante Claudio Baglioni, denunció públicamente y con valentía la política de inmigración promovida por el infame Matteo Salvini, espejo en el quieren mirarse nuestros propios dirigentes neofascistas (inquietante este "nuestros"). En unas rápidas declaraciones televisivas, vi y escuché a Salvini decir algo así como que Baglioni debía dedicarse a cantar y no a opinar (un tic autoritario habitual en este tipo de dirigentes), pero que él, Matteo Salvini, por su parte, prefería escuchar a Fabrizio De André.

No es la primera vez que tengo esta sensación desagradable de compartir (inquietante este "compartir") algo tan personal y tan profundo como una experiencia estética con un personaje que me parece detestable. Ocurre, sobre todo, en el ámbito del arte. Es un tema ya tópico, que la derecha (sus periodistas, fundamentalmente) suele englobar peyorativamente bajo el epígrafe de "la supremacía moral de la izquierda". Sí, en su continua batalla logocrática (G. Steiner), esta derecha también se ha apropiado del término "supremacismo".

Ya había leído algo sobre Fabrizio de André en la Wikipedia (esa Enciclopedia del s. XX, según Umberto Eco), y me había parecido que, como tantos artistas de esos años (recuerdo ahora al Renaud de Mistral gagnant, que descubrí hace unos años circulando en coche por Francia), había mantenido posiciones políticas poco "orgánicas" o convencionales. Un artículo reciente en L'Espresso, con ocasión de la publicación de sus Diarios* (Fabrizio De André murió en Milán en 1999), recoge "la sua passione per i marginali, gli ombrosi, i perdenti e i perduti". Nada que pueda reivindicar la política de Salvini, en principio. Sin embargo, sus Diarios, según ese artículo, también reflejan su escasa "simpatía" por el 68 y por el Partido Comunista Italiano. Esto nos lleva a lo ya comentado en la entrada de este blog de 30/09/2018. Parece probable que sea por ese lado anticomunista por donde Salvini reivindica a De André, al menos el gusto de escucharle.

Sin embargo, en mi breve experiencia de escuchar a Fabrizio De André, reconozco que hay mucho más, muchisimo, que vale la pena explorar, sobre todo desde el punto de vista poético, en este cantautor. Nuestra vida colectiva, política, implica que tenemos que convivir necesariamente con personas (y personajes), como Salvini, cuyas acciones consideramos moralmente detestables, fundamentalmente porque impiden el desarrollo de una vida colectiva mejor y más satisfactoria para todos (y niegan a muchos lo básico o elemental de la vida, o la vida misma, tout court). Y que tenemos que combatir sus ideas, también con the beauty of our weapons (L. Cohen), que ellos, en ocasiones (y aquí está la aporía), también admiran.


(*) http://espresso.repubblica.it/visioni/2016/04/05/news/quanto-e-politico-il-privato-nei-diari-di-de-andre-1.257004

(Dx. Escuchando, primero, Il sogno de Maria de Fabrizio de André, y después, Far from me, de Nick Cave.)



viernes, 18 de enero de 2019

32. Arriba y abajo


Hay un arriba y un abajo en los trabajos del pensamiento. No es un arriba-y-abajo sólido, como de escaleras y pisos, sino más bien líquido, como el que representa un surtidor en medio de un lago. Así, hay verdades altas, verdades-surtidor que resultan del trabajo consciente y concentrado en un ámbito real concreto. Hay también verdades tranquilas, verdades-lago, de las que nos hacemos conscientes solo cuando nos dejamos caer blandamente sobre su superficie. Entonces, sumergidos en ellas, podemos mirar a nuestro alrededor tranquilamente, a la superficie y a todo lo que está a ese mismo nivel: ahí está nuestra verdad más honda y serena. (De Huellas, 2010)

domingo, 13 de enero de 2019

31. Mis poemas


Mis poemas no los escribí yo, los escribieron mis poetas. Los encuentro sin buscarlos, y sé bien cuando los encuentro. Entonces son ya para siempre. Escribirlos para mí y escribir sobre ellos es mi lenguaje más alto.

Bastaría con saberlos, con recordarlos, y cumplirían así su función de una forma más pura. Sin embargo, también es interesante pensar lo que hay en escribirlos. Volver al mito de Theuth y Thamus, tal como me lo descubrió Emilio Lledó. (De Huellas, 2010)

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Conviene analizar con cierto detalle ese proceso fulgurante por el que un poema, casi siempre desde la primera lectura, se convierte en un clásico para uno mismo. La clave está, creo, en la captación (inmediata) del sentido del poema, y (a la vez) en la forma en que ese sentido se convierte en aire, aroma y calor de nuestro propio mundo interno y externo. O lo descubre. (De Huellas, 2010)

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El valor o la ventaja (selectiva) de la palabra y de todo lo que se puede construir con palabras es su capacidad inmensa, ilimitada, de concentrar y conservar realidad. La forma más depurada en que lo hace es el poema. (De Huellas, 2010)



sábado, 5 de enero de 2019

30. Internet y la metafísica


En un mundo de relaciones infinitas, como el de la Metafísica de Aristóteles, que es nuestro mundo, siempre estamos diciendo algo de algo. A ese "algo" más "algo", del que en última instancia (Aristóteles diría "primera") lo decimos todo, lo llamó substancia, entidad (ousía). Por analogía, podríamos decir también que internet es un cierto tipo de mundo de relaciones infinitas, donde las entidades reales (no relacionales) son, en última instancia (en "primera", diremos ahora también), los textos (libros, artículos, comentarios, etc.).