Mis poemas no los escribí yo, los escribieron mis poetas.
Los encuentro sin buscarlos, y sé bien cuando los encuentro. Entonces son ya
para siempre. Escribirlos para mí y escribir sobre ellos es mi lenguaje más
alto.
Bastaría con saberlos, con recordarlos, y cumplirían así su función de una forma más pura. Sin embargo, también es interesante pensar lo que hay en escribirlos. Volver al mito de Theuth y Thamus, tal como me lo descubrió Emilio Lledó. (De Huellas, 2010)
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Conviene analizar con cierto detalle ese proceso fulgurante por el que un poema, casi siempre desde la primera lectura, se convierte en un clásico para uno mismo. La clave está, creo, en la captación (inmediata) del sentido del poema, y (a la vez) en la forma en que ese sentido se convierte en aire, aroma y calor de nuestro propio mundo interno y externo. O lo descubre. (De Huellas, 2010)
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El valor o la ventaja (selectiva) de la palabra y de todo lo que se puede construir con palabras es su capacidad inmensa, ilimitada, de concentrar y conservar realidad. La forma más depurada en que lo hace es el poema. (De Huellas, 2010)