Ando ocupado últimamente, muy a ratos, con los determinantes o condicionantes (habría que pensar un poco más qué poner aquí) de la memoria propiamente humana, la que resulta del proceso de hominización, de la evolución humana. Ese será el objeto del próximo artículo. Es un campo diverso, heterogéneo, al que veo que conviene aproximarse con cautela y pocas ideas previas. Sin embargo, algunas va habiendo, o se van formando, al inicio del camino. Dos de ellas han resultado del trabajo (breve, rápido e intenso) de preparación de un artículo para la revista Trépanos (sobre la memoria en el pensamiento de Cordón): 1) el enorme desarrollo de la memoria de trabajo (working memory) como resultado de la evolución del lenguaje natural humano (la palabra, dice Cordón); y 2) la función clave, ligada también al lenguaje, de la memoria colectiva. Además, hay un papel, que todavía no sé ubicar bien en este pequeño esquema inicial, de la memoria autobiográfica. Por último (de momento), se me impone, (por decirlo con esta expresión tan de Cordón), especialmente en estos últimos días, la importancia funcional de esa forma de reconocimiento del entorno (de nuestro pequeño mundo inmediato) que rápidamente crea una sensación de familiaridad al menos suficiente como para mantener alejado das Ungeheure, lo inhóspito-monstruoso de Heidegger.