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miércoles, 1 de mayo de 2019

55. Vale más

Algo más sobre biopolítica. 

Enero de 1993. Antonio Gades, el bailarín, organizó entonces un viaje a Cuba con todos los médicos que le habían atendido a lo largo de los años, entre ellos José Luis Barros, "amigo de sus amigos" (ver QSY de 30/03/2019), y yo mismo, que iba en representación de mi padre, neurólogo*, fallecido en 1975. (Mi padre había atendido a Gades hacía años por un problema de dolor en una rodilla, derivado de un paso de baile que después modificó.) Cuba se encontraba entonces en el peor momento del "periodo especial"** que sucedió a la desaparición de la URSS y la intensificación del embargo (bloqueo) por parte de Estados Unidos (26 años después, lo estamos viendo en directo, también en Venezuela). Llevábamos un buen cargamento de material sanitario, y durante nuestra estancia dimos charlas y sesiones prácticas de actualización sobre distintas especialidades médicas. Todos, los convencidos igual que los más conservadores y escépticos del grupo, quedamos admirados de la capacidad de resistencia de aquella gente, y de sus infinitos recursos para superar las carencias de la vida diaria, también en el ámbito sanitario. Allí pudimos percibir un vínculo entre cada persona y la existencia colectiva, cuando se ve amenazada, que raras veces vemos aquí.

Un día nos llevaron a todos desde La Habana a Varadero. Viajamos en una pequeña guagua, y yo iba sentado delante, con el conductor, charlando y escuchando en un aparato de música, una tras otra, canciones de Rocío Jurado (los caminos de la música popular son inescrutables). Yo estaba fascinado con la arquitectura de La Habana, y especialmente con ese suave color azul de muchos edificios, el "azul de La Habana". Pasamos por delante de una construcción sobria y bonita, también azul, con una amplia entrada. "Es el Hospital Calixto García, el hospital universitario más antiguo de La Habana", me dijeron con orgullo. Por encima de la entrada principal había un cartel grande con un texto. "¿Puede parar un momento, por favor?", le pedí al conductor. Me bajé de la guagua e hice la foto que me ha acompañado desde entonces por los despachos que he tenido, y que figura en mi perfil de Twitter. El cartel, recordemos, a la entrada de un hospital universitario, dice:

"Vale, pero millones de veces más, la vida de un solo ser humano, que todas las propiedades del hombre más rico de la tierra".

En la firma, muy pequeña, se lee: Che. Ernesto (Che) Guevara, médico y revolucionario. A partir de esta frase, de esta idea radicalmente humanista, se puede construir una teoría política, una, por decir así, sana, biopolítica.



* https://www.fundacionromanillos.es/premio3.html
** https://es.wikipedia.org/wiki/Per%C3%ADodo_especial


sábado, 30 de marzo de 2019

49. To whom it may concern

Cuando era estudiante de Medicina (y después, como médico residente), pasé unos cuantos veranos en Inglaterra, y también en Estados Unidos, incorporado a las actividades académicas y clínicas del hospital que en cada momento me acogiera: National Heart Hospital, Middlesex Hospital, Guy's Hospital, Hammersmith Hospital, Massachusetts General Hospital, Detroit Medical Center. Se trata de una peregrinación clásica (tópica) en la formación médica e investigadora española, que siempre tuvo algo de "provinciano", pero que en mi caso, como en el de muchos otros, seguro, contribuyó a ampliar mi mundo, y a que pudiera sentirme seguro y a gusto (casi) en cualquier lugar. Alejándome de lo que me era familiar, aprendí el valor de la familiaridad con lo nuevo. El papel de José Luis Barros, cirujano, amigo y mentor, en este peregrinaje y en otros episodios de aquellos tiempos, deberá ser objeto de alguna entrada futura de este blog.

Siempre que terminaba uno de esos periodos (con ganas ya de volver a casa), mi responsable local, por lo general un Jefe de Departamento, me entregaba un certificado de mi estancia, un texto estándar cuidadosamente redactado, que contenía alguna breve referencia amable a las cualidades y al futuro prometedor del estudiante. En Inglaterra, especialmente, las secretarias de esos importantes Professors (lo eran y lo parecían), se referían a este documento como el To whom it may concern. Así comenzaba el certificado, con un encabezamiento que lo dirigía "a quien (le) pueda interesar (o concernir)". 

En el marco del experimento gadameriano que representa este blog, me pregunto a quién van dirigidos estos breves textos, algunos actuales y otros recuperados (recordados) de una experiencia escrita con el objetivo inmediato de conservar algo de ella (Huellas). No tengo otra respuesta a esa pregunta que la frase prudente, perfecta y tautológica que abría aquellos textos, testigos de un itinerario (huellas) durante mis años de formación: to whom it may concern.