En esta nueva jornada electoral de resultados a todas luces decepcionantes para la izquierda (the end of the day, como indica la expresión inglesa, lo dirá), pienso melancólicamente en El carro de las manzanas, la extravaganza política de Bernard Shaw, y en todo lo que el autor dice allí (sobre todo en el extenso Prefacio) sobre las trampas de la Democracia occidental*. Entre muchas consideraciones agudas y acertadas (como son ¿casi? siempre las de Shaw), me quedo ahora, muy brevemente, con esto: "Así, pues, la democracia no puede ser el gobierno (government) por el pueblo: solo puede ser el gobierno con el consentimiento de los gobernados."**
El consentimiento y, algo más allá, la tolerancia (de la mayoría). Y, mientras sigamos siendo una minoría (hoy veremos cuántos), también la paciencia y la resignación de muchos. Por cierto, el carro de las manzanas, según la expresión metafórica inglesa, representa la estabilidad de algo que puede irse al traste si a alguien se le ocurre volcarlo.
* Shaw era socialista (fabiano) y también era un demócrata, naturalmente. Por eso decía que era muy importante conocer las trampas de la democracia, especialmente las derivadas de la actividad política de las grandes corporaciones.
** Shaw G. B. The apple cart. A political extravaganza. London: Longman, 1965. (Mi traducción, p. 12)
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