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jueves, 29 de agosto de 2019

83. Bloch y la esperanza cotidiana


Ernst Bloch (1885 – 1977), filósofo marxista alemán, tiene una presencia regular e importante en estas notas. Desde hace muchos años viene siendo para mí una referencia, muchas veces involuntaria, ante cuestiones tan diversas como las que abarca su filosofía. Uno de sus textos principales, Das Prinzip Hoffnung (El Principio Esperanza), ocupa un lugar estratégico en mi memoria intelectual. Su filosofía no solo nos infunde ánimo, sino que tiene su fundamento en ese ánimo, lanzado hacia el futuro (como anticipación, esperanza), que constituye un eje esencial de nuestras vidas, de cualquier aspecto de la vida y de la historia. Si algo de lo que nos dice Bloch no fuera verdadero (tomemos este término con la ironía de Rorty), debería serlo (dicho esto en un tono hegeliano no muy alejado del propio Bloch).

No entiendo bien (es una manera de decirlo) el tono que emplea Sloterdijk* contra Bloch cuando se ocupa de los tres “josefistas”** del s. XX, de los tres interpretadores de sueños, Freud, Bloch y Derrida. “Salta a la vista de los lectores de Bloch desde siempre la exaltada tosquedad de su ontología política, que evoca, por una parte, una idea gótica de imperio y no tiene reparo alguno, por otra, en defender el régimen de terror estalinista, los procesos-espectáculo y el absurdo teatro de las mentiras, que se justificaba por la necesidad de ‘realizar’ las grandes ideas del comunismo.” También Derrida recibe lo suyo por no haber abandonado definitivamente el sueño utópico. “(…) en los impedimentos que se oponen a la construcción de un monumento en honor de los asesinados por el comunismo se nota de manera clarísima la mano de los «espectros de Marx»”. Por otra parte, no es posible entender, unas páginas más adelante, la función histórica que Sloterdijk atribuye al Decamerón y a la potencia utópica de la poesía, si no es en el marco (y en el tono) del pensamiento de Bloch***. “En una de las horas más oscuras de la historia de la humanidad, en la que ni siquiera el Evangelio pudo ya romper el predominio de las malas nuevas, las novellas asumen una función paraevangélica, propagan la buena nueva de que siempre y a pesar de todo sigue habiendo en el mundo un arte de la vida que promete un nuevo inicio (…)”. ¿Hay aquí también indicios del autoexorcismo anticomunista (esa especie de “sálvese quien pueda”), tan propio de muchos intelectuales en la segunda mitad del s. XX?)

¿Qué pensaría hoy Bloch del anticomunismo globalmente triunfante, y del que aquí, en nuestro país, hic et nunc, nos mantiene atados al poste (l’estaca) de un posibilismo temeroso y ramplón? No hay esperanza, no hay salida, no hay posibilidad de cambio real, precisamente (noi fummo i gattopardi, i leoni…) en nombre del cambio posible. En la introducción de una edición inglesa de Avicena y la izquierda aristotélica****, encuentro la pregunta que Adolphe Lowe (1893 – 1995), sociólogo y economista alemán, exiliado a Inglaterra en 1933, le formuló por carta a Bloch en 1972 (traduzco a partir del texto inglés): “¿Quién es ahora el ejecutor de este proceso, después de que el proletariado haya resultado ser un falso mito? ¿Qué ha sido de la dinámica básica del proceso histórico, cuando la tecnología reciente ha llevado en todas las áreas a un pseudoimperio de la libertad a este lado de la revolución? O, dicho de otra manera, ¿qué es hoy la revolución?” Loren Goldman, autor de la Introducción, nos cuenta que Bloch le respondió que ya tendrían la oportunidad de discutirlo en persona, pero que, en cualquier caso, él “creía en las sorpresas”.


* P. Sloterdijk. El pensador en el castillo encantado. Sobre la interpretación de los sueños de Derrida. En: ¿Qué sucedió en el siglo XX? Traducción de Isidoro Reguera. Ed. Siruela, 2018.

** En referencia al José de Thomas Mann (José y sus hermanos). Agradezco a Faustino Cordón que me indujera a leer esta inolvidable novela (entre otras), mientras él, ya octogenario, la releía con placer. La escena inicial de José frente a la luna es uno de los textos más bonitos que he leído.
 
*** P. Sloterdijk, loc. cit., El Renacimiento permanente. La novella italiana y las noticias de la Modernidad.

**** Ernst Bloch. Avicenna and the Aristotelian Left. Columbia University Press, 2019.



sábado, 27 de julio de 2019

70. De poder a poder

Así decimos a veces cuando dos personas, grupos o entidades se enfrentan en igualdad de condiciones, de madurez, de posibilidades. Creo que la expresión vale referida al reciente proceso de negociación para la investidura (de momento inexistente) de un presidente del Gobierno. Sin embargo, bajo la simetría aparente de la expresión, es posible explorar en este caso una notable asimetría de sus términos (homónimos). 

En este caso, digo, en estas negociaciones, me parece haber visto a un lado un poder sustantivo, efectivo, fáctico (esto es lo que hay), rodeado de sus coartadas (nacionales e internacionales) no menos fácticas (ojo con lo que hacéis), y eficazmente expuesto, emitido, por los medios de comunicación corporativos. Al otro lado, enfrente, me ha parecido ver otra fuerza, la de otro poder, la del verbo (poder), la acción, poder-hacer, poder-ser, en el sentido de la posibilidad real de Bloch*. El poder político cerrado y limitante, frente al poder-ser abierto, la posibilidad (real) de lo nuevo. De poder a poder. 

De momento no hay acuerdo, no ha podido ser, y el desencuentro (urdido) ha puesto en cuestión su oportunidad. La posibilidad real ya es otra, ha cambiado. ¿Para mejor o para peor? Esperemos, con Beckett, que el próximo fracaso sea "mejor".**

* Ernst Bloch. El Principio Esperanza I. Ed. Trotta. Madrid, 2004. (Pág. 269 y ss.)

** Samuel Beckett. Rumbo a peor. Traducción de L. Aguilera, D. Aguirre, G. Dols, R. Falcó y M. Martínez Lage. Ed. Lumen. Barcelona, 2001.



jueves, 9 de mayo de 2019

56. Menosmalismo o política


 Ahora que nos encontramos "entre dos elecciones decisivas", como dice el título del seminario al que asistiré mañana en la UNED (prometo traer aquí algunas conclusiones), la actividad en La Red (apetece escribirlo así, como lo haría, quizás, Agustín García Calvo*) se intensifica especialmente, y también la de los filósofos (políticos o no, en los diversos sentidos gramaticales del término: filósofos que hacen filosofía política o políticos que son filósofos). Quién pudiera leer todo lo pertinente, y quién pudiera hacerlo con la suficiente tranquilidad. ¿Qué tendríamos que leer -y comprender- como mínimo, para ser (actuar, hablar) en cada momento como el "ciudadano competente" al que hace referencia Aristóteles al inicio de De Partibus Animalium I? Uno tiene la impresión de que en el océano textual (inter e hipertextual) de La Red nos lo perdemos casi todo, aunque cojamos al vuelo algunos artículos que, de acuerdo con arcanos algoritmos, se nos ofrecen, p. ej. (en mi caso) a través de Twitter.

 Eso es precisamente lo que me pasó unos días antes de las pasadas Elecciones Generales. En el contexto de intensas conversaciones sobre las diversas opciones del voto de izquierda, las propias de aquellos días y de las próximas semanas, encontré en Twitter un artículo de Javier Sádaba titulado "Menosmalismo"**. Le he tenido siempre mucho respeto intelectual a Sádaba, y una vez incluso tuvimos una conversación "de maestro a eterno aprendiz" que recuerdo con agrado (hablamos de Ernst Bloch, una de mis constantes filosóficas). Aun así, después de mi rápida lectura en la pantalla del teléfono móvil (pace Ray Bradbury***), respondí a ese tweet, el del diario que publica el artículo (El Salto, 27/04/2019), con estas palabras lapidarias:

De nuevo el anticomunismo? Mejor no votar que votar "comunista"? Otro "menosmalismo"?

Poco después, y en respuesta a otro twittero, un profesor de filosofía, que celebraba la victoria de la izquierda (con todas las salvedades que muchos compartimos), escribí (con algo menos de intensidad):
 
Cierto, aunque es el dilema del menosmalismo (Sádaba dixit), con alguna solución a corto plazo (eso no lo dice Sádaba), que anima, pero difícil a largo plazo.

No sé bien cómo (a través de qué laberintos de Twitter), después de unas horas me llegó, como respuesta a esta segunda respuesta mía, un nuevo tweet, esta vez de la cuenta de Javier Sádaba, que incluía el vínculo al artículo de El Salto. Aun dentro de las extrañas formas de conversación que impone Twitter, encontré amable el gesto. "Ahí está mi artículo, léelo", parecía decirme el filósofo, como si no hubiera visto mi anterior exabrupto, o aun, como si no le hubiera parecido tan agresivo.

He vuelto a leer el artículo con calma (y en una pantalla más grande), y no creo haberme equivocado en el fondo (o mejor, en la esencia). "Es el sistema, habría que repetirlo una y mil veces", dice Sádaba, y claro que sí, cómo no vamos a estar de acuerdo en eso, en todos los aspectos que menciona el filósofo. Me gustaría poder preguntarle, y este texto es quizás una forma de hacerlo, si todas las opciones que se presentan hoy a las elecciones (las anteriores y las próximas) en nuestro país (o, por poner un ejemplo significativo, en un país vecino, Portugal [ver QSY de 19/04/2019]) forman parte del sistema por igual, en el mismo grado. Si no hay algunas que trabajan contra ese sistema. Lo igual y lo diferente, lo idéntico y lo mismo, un tema clásico no ajeno al menosmalismo que, con acierto, identifica Sádaba. Pero lo mismo (aquí una manera de hablar) que la crítica del menosmalismo puede inducir a no votar, también (más bien al contrario) puede llevarnos a buscar, entre las opciones de voto, no la "menos mala" (habría que ver desde qué punto de vista), sino la más afín a nuestra propia posición política. Lo contrario, creo, es renunciar a la política.

En cuanto al "anticomunismo" mencionado en mi primer tweet, el sentido que doy a este término es el que recojo en QSY 30/09/2018.


* Qué interesante, y emocionante, por cierto, la relación epistolar que mantuvo el filósofo con Iris Murdoch (The philosoper's pupil, entre otras muchas maravillas), como nos descubre un reciente artículo de El País: https://elpais.com/cultura/2019/03/16/actualidad/1552744870_773323.html

** https://www.elsaltodiario.com/opinion/menosmalismo-elecciones-abstencion-voto

*** Recuerdo esta cita de Bradbury: "un texto en una pantalla no es un texto, sino la imagen de un texto." No encuentro dónde lo dijo, pero sigo buscando (en textos que aparecen en pantallas).