sábado, 30 de septiembre de 2017

7. Patria



Reconozco que el único sentido interesante que le encuentro a este término potente y sonoro es el que revelan las últimas frases de El Principio Esperanza, de Ernst Bloch. "La raíz de la historia es, sin embargo, el hombre que trabaja, que crea, que modifica y supera las circunstancias dadas. Si llega a captarse a sí y si llega a fundamentar lo suyo, sin enajenación ni alienación, en una democracia real, surgirá en el mundo algo que ha brillado ante los ojos de todos en la infancia, pero donde nadie ha estado todavía: patria (...so ensteht in der Welt etwas, das allen in die Kindheit scheint und worin noch niemand war: Heimat)."

Después del último terremoto de México, especialmente terrible, descubrí en Twitter el poema "Alta traición", de José Emilio Pacheco, cuyo primer verso evolucionó a lo largo de los años desde "No amo mi patria" hasta "No amor a mi patria"(*). También comparto el sentido, si se quiere ambiguo, que el término "patria" tiene en este poema.

Por lo que se refiere a "España", solo soy capaz de emocionarme con la realidad y la fuerza que adquiere esta palabra en el último verso del inolvidable poema de Machado "A Don Francisco Giner de los Ríos".

                                   Allí el maestro un día
                               soñaba un nuevo florecer de España.

Creo que encuentro el mismo problema que el poeta mexicano para comprender el significado de "patria".

                                  Su fulgor abstracto
                               es inasible

También aprendimos con Machado a entenderlo mejor si se emplea en plural (una de las dos Españas...). Puede ser un buen ejercicio de reflexión y tolerancia pensar cuántas son y qué representan.

 (*) http://circulodepoesia.com/2014/01/alta-traicion-palabra-en-el-tiempo/

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Mayo-junio de 2018. Moción de censura al gobierno. De nuevo, "siempre todavía", las dos Españas, la que ata y la que desata, la del temor y la de la esperanza. 






sábado, 23 de septiembre de 2017

6. Filosofía de la mente y socialismo


Ando ahora, por cuestiones académicas, con lecturas de filosofía de la mente, y voy poco a poco desgranando, entre otros, el texto que parece fundamental para iniciarse ordenadamente en este ámbito, The concept of mind, de Gilbert Ryle (1949). Volví a este campo, en el que siempre encontré algo de artificioso (recuerdo intensas y combativas lecturas de El Yo y su cerebro, de Eccles y Popper, hace ya mucho tiempo), desde mi preocupación de estos últimos años por el lenguaje y de la mano de Richard Rorty en su Philosophy and the mirror of nature (1979). En este contexto, me parece interesante recordar un texto de Lenin que recogí allá por 1984, y el comentario que me sugirió su transcripción hace un par de años (Huellas).

"Es, por supuesto, totalmente absurdo que el materialismo deba postular la 'inferior' realidad de la conciencia o que necesariamente deba adherirse a una 'cosmovisión mecanicista' de la materia en movimiento y no a una electromagnética o aún a otra concepción inconmensurablemente más complicada." (Materialismo y empiriocriticismo, en Obras Completas, Ed. Progreso.)

Este texto evoca aquella otra cita, que utilicé tanto hace unos años, recogida por Ernst Bloch, en la que Lenin decía que "el marxismo inteligente está más cerca del idealismo inteligente que del materialismo vulgar". El marxismo no era entonces un ingrediente cultural importante, como es ahora para muchos de nosotros, sino que constituía el marco de nuestra manera de pensar, en ciencia, en filosofía y en las cosas cotidianas, incluidas las políticas; era una ideología, en suma. Un par de textos que he leído recientemente me permiten trazar la distancia entre mi manera de ver las cosas entonces y ahora, en lo referente al marxismo. G. Lukács escribe esto en un prólogo de 1962 a su Teoría de la novela, publicada por primera vez en 1916: "Teoría de la novela no es conservadora sino subversiva por naturaleza, aun cuando se base en utopías inocentes o infundadas -la esperanza de que la desintegración del sistema capitalista y, junto con esta, la destrucción de categorías sociales y económicas alienantes y negadoras de la propia existencia, den paso a una vida natural y digna del hombre". Este otro texto de Richard Rorty también resuena, a la vez como lamento y homenaje, con mi propia experiencia y mi visión actual de la cuestión: "Pero debo admitir que hemos perdido algo muy importante ahora que no podemos vernos a nosotros mismos combatiendo al 'sistema capitalista'. Lo que hemos perdido es la sensación de que estamos continuando una tradición grande y noble. Para bien o para mal, el socialismo es una palabra que ha alzado los corazones de la mejor gente que vivió en nuestro siglo. Muchos hombres y mujeres valientes murieron por esa palabra. Murieron por una idea que resultó que no funcionaba, y sin embargo ellos y ellas personificaron virtudes a las que la mayoría de nosotros difícilmente podríamos aspirar. Fueron las personas más decentes, devotas y admirables de su tiempo". Nada que añadir por mi parte. (De Huellas, 2015)

Sí, algo se puede añadir. Si recojo aquí este texto de Rorty es porque creo que yo he tenido una experiencia parecida a la suya, y más o menos directa, con este tipo, o categoría, de personas. Marcial Suárez, Faustino Cordón y Eloy Terrón, por mencionar solo a los más próximos.



jueves, 31 de agosto de 2017

5. Estilo



No es que me haya tomado nunca verdaderamente en serio esto de escribir, no; al menos desde el punto de vista técnico (leo las agudas consideraciones de Lampedusa sobre Stendhal, y me tengo que perdonar la audacia de recordarlo en este momento); pero aun para estos breves párrafos noto unas dificultades que sin duda me descalifican hasta para intentarlo. Son dificultades a veces conscientes, voluntarias, no sé, a lo mejor hasta son manías. Por ejemplo, hay cosas que, pudiendo ser contadas y pudiendo serme útiles en estos apuntes rápidos, no quiero contar. Esto quizás es aún un poco normal. Pero además hay expresiones que leo, oigo, y me pueden parecer oportunas en muchos casos, y que me siento incapaz de utilizar. Sobre todo porque no quiero. Hay muchísimas palabras, que ya me he acostumbrado a reconocer en mis lecturas, que jamás podría utilizar. Es el resultado de muchas decisiones minúsculas ya tomadas, quién sabe con qué criterio. Pero es así. Me siento cómodo con lo que puedo decir, con lo que quiero decir; con unas palabras que, no siendo pocas, no son todas las posibles. Comodidad; decía dificultad. No, ciertamente no hay tal dificultad, si no es para rebasar la línea de sombra que lleva al artificio, a lo forzado. No importa estar en el límite si se está por dentro. (De Huellas, 1990)

Sigo suscribiendo este texto. En todo este tiempo, no he tenido otra aspiración consciente que aprender a ajustar la sintaxis al pensamiento. Las palabras, con nuestra carga personal de filias y fobias, vienen solas. No he pretendido nunca, creo, producir belleza, sino solo memoria, elementos más o menos primarios para el recuerdo. (2016)

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No tengo que preocuparme tanto de la manera de escribir. Basta con que se entienda lo que uno quiere decir, lo que dice. Escribir como se habla (Sartre), empleando las palabras con que uno piensa (Valéry), con palabras vividas (Guillén), todo eso en mi caso ya ocurre por el hecho de ponerme a escribir. El pensamiento debe estar puesto en el pensamiento, en la idea y en el objeto. Escribir correctamente para que se entienda, para entenderme yo, sin buscar efectos ni sombras. Para expresar, mucho más que para que se lea. (De Huellas, 1993)