sábado, 2 de junio de 2018

18. Ducha o bici

Cuando era joven, o muy joven, tenía la costumbre de dar largos paseos solitarios, con frecuencia por el barrio de El Viso, no lejos de mi casa, que me ayudaban, como suele decirse, a aclararme las ideas. Ahora ya no lo hago, ya no soy tan solitario, prefiero leer a Rousseau que practicarlo, y del soliloquio de Cernuda me quedo con todo menos con la soledad. Sin embargo, esa misma impresión de dejar que las ideas fluyan libremente, como en busca de algo que a veces encuentran, sin que uno sepa bien por qué, la experimento con cierta frecuencia mientras me ducho, con o sin música, y cuando monto en bici. En la ducha, uno cierra los ojos, como en el poema de Emilio Prados ("Cerré mi puerta al mundo...") y por unos momentos el mundo se hace íntimo, cálido y acogedor, y se encuentra uno pensando en mil cosas casi sin darse cuenta. En bicicleta, el ritmo del movimiento físico, la velocidad, el mundo que uno ve pasar, adquieren unas dimensiones igualmente agradables, humanas, y la reflexión se activa y fluye por caminos inesperados.

Por si tuviera algún sentido a lo largo del tiempo, en este blog indicaré las notas cuyas ideas de origen hayan surgido en la ducha (Dx) o en la bici (Bx). Esta que aquí termina, por cierto, es Dx.



sábado, 26 de mayo de 2018

17. Atheos

Uno de los testimonios clásicos que nos ha llegado de Tales de Mileto dice: "Y entre los que afirman que hay un único principio motor, esos a los que [Aristóteles] llama por su cuenta físicos, unos dicen que es limitado. Por ejemplo, Tales de Mileto, hijo de Examio, e Hipón, que parece que era ateo, decían que ese principio es el agua, basándose en lo que se manifiesta a los sentidos; pues el calor vive por lo húmedo, mientras los muertos están secos, y las semillas de todo son húmedas, y cualquier alimento está lleno de humedad." (Simplicio, Comentario a la Física de Aristóteles 23, 21)* Parece ser, así, que de Hipón de Samos, que en la segunda mitad del siglo V defendió una versión modificada de la idea del agua como principio de las cosas, se decía que era ateo (atheos). Los testimonios dicen que un siglo antes Tales había visto el mundo "animado y lleno de divinidades", pero de Hipón, a quien Aristóteles no apreciaba mucho intelectualmente, se dice que era ateo. El eufemismo "agnóstico", de apariencia tan clásica, tardaría aún muchos siglos en nacer (en 1869, diez años después de El origen de las especies, y  precisamente de la mano de uno de los principales defensores de Darwin, T. H. Huxley). Así, pues, los griegos clásicos, que llamaban a las cosas por su nombre, aunque tanto nos cueste entenderlos, decían de Hipón que era ateo.



*Giorgio Colli, La sabiduría griega II. Ed. Trotta, 2008.

domingo, 20 de mayo de 2018

16. Ejemplaridad o decencia

(A propósito de la polémica compra de una casa -un chalet- por parte de una pareja de dirigentes políticos cuyo trabajo estimo.)

Escuché alguna vez a José Saramago decir, en una entrevista, que él no se sentía obligado a amar a la Humanidad, al prójimo, como pide la doctrina cristiana; pero sí a respetar a cada ser humano como se merece, por serlo. (Nada menos, por cierto, añado yo.)
Este reciente episodio mediático me ha hecho recordar la idea de Saramago, por cierta analogía, seguramente, pensando en qué fácilmente se llega a lo excesivo, lo absoluto, en las fórmulas morales o ideológicas. A unos dirigentes políticos (insisto, cuyo trabajo me parece valioso) no debo exigirles ejemplaridad en su vida personal (nadie tiene ese derecho); solo debo esperar que sean decentes (nada menos). Y eso hasta el momento me consta.



martes, 15 de mayo de 2018

15. Ideas y palabras

Pasarán mil veces sobre mi conciencia, como un rodillo, los trabajos, las preocupaciones y las desgracias; y mil veces me agarraré, como a un descubrimiento, al sentido entrevisto en algunas ideas y en algunas palabras. (De Huellas, 1993)


sábado, 12 de mayo de 2018

14. Inmenso

Concluida la jornada de existencia organizada, la mirada ajustada, dirigida a los pies: un paso, otro paso, otro más, y pensar solo para no equivocarlo. No nos quitemos mérito, que solo eso a veces cuesta más trabajo que nada. Ahora, por unos momentos, delante de mí, detrás, a un lado y al otro, se extienden, llenos de posibilidades, interminables horizontes. Cansado, pero no desorientado, consciente, me siento inmenso porque durante unos minutos voy a poder leer un libro y escribir unas notas. La libertad y la felicidad son cosas de un instante, infinitesimales, la proyección esperanzada de un instante hacia su plenitud. (De Huellas, 1992)


sábado, 5 de mayo de 2018

13. Balzac y la esperanza.


"Poco necesita el hombre que cayó de la cumbre de sus esperanzas". Esta frase de El médico rural, de Balzac, me produjo, en el momento de leerla, un doble movimiento casi simultáneo. El primero, muy breve, de identificación, o mejor, de un ligero abandono melancólico, en un intento de identificación con la caída a que alude la frase. El segundo movimiento, sano, irónico del primero, me despierta una sonrisa ya conocida, la que me produce, cuando la descubro, esa solemnidad con que a veces reflexiono sobre lo que me pasa. El hombre, la cumbre, las esperanzas, la caída, ¡caramba, qué palabras, qué cosas! Por fin, tras el suspiro y la sonrisa, encuentro el justo medio entre ambos términos, y sé decir lo que la frase ahora me concierne.

Hubo un tiempo en que mi vida consciente era todo esperanza, explícita, lanzada al mundo, proyectada, hecha proyecto, aunque no fuera un único proyecto, sino uno tras otro, cada uno devorado por el siguiente. Esa constelación de esperanzas objetivadas configuraba mi mundo. Supongo que ese mundo tenía su cumbre en alguna parte. ¿Y qué ha ocurrido, que he hecho después? Destilarlas con la experiencia y, sin renunciar a nada -y menos a la total continuidad de lo vivido-, instalar en mi conciencia -en permanente actualización- la esperanza de aquello que me es posible por mí mismo. Podría decir que desde aquella cumbre se me han caído las esperanzas dentro de mí, y se me han hecho así propias, posibles y reales. Y es poco lo que necesito, como dice Balzac, -es cierto- mientras pueda conservarlas. (De Huellas, 1992)



domingo, 22 de abril de 2018

12. Poesía

Aunque no podamos prescindir de lo poético, en esto hay que estar con Platón: la poesía, en cuanto tal, es aquello en lo que nos confundimos al describir la realidad. Pero nos confundimos por muy poco. Justo al lado de cada hecho poético hay una verdad. Lo poético apunta, pero no acierta, aunque sí lo haga en lo formal. (De Huellas, 1992)

Hoy le daría la vuelta a esta idea, sin renunciar a ella del todo (porque de una forma o de otra todos nos quedamos con la astucia intelectual de Platón). Diría hoy, pues, que, suponiendo que la poesía se equivoque con respecto a eso que, de forma tan discutible, llamamos hoy verdad, es, sin duda (así creo que debo escribirlo a estas alturas, con esta seguridad, después de haber leído toda la poesía que he podido en todas las lenguas que conozco), aquello que, sin ser propiamente conocimiento, menos se equivoca. (2018)

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La réalité sans l'énergie disloquante de la poésie, qu'est-ce?  (René Char)

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No hay un más allá de las cosas, ni de la vida, en el sentido trascendente del término; solo hay un más allá de las palabras, lo inefable. En ese límite se mueve la poesía. (De Huellas, 2002)

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Es esta plenitud de esencia y contenido de la vida, que se desborda más allá de sus límites, lo que crea la apariencia de un "más allá" de la vida. Es la inmensa plenitud de un instante la que evoca la idea de eternidad, y también la que la hace prescindible. ( De Huellas, 2003)

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On ne peut pas commencer un poème sans une parcelle d'erreur sur soi et sur le monde, sans une paille d'innocence aux premier mots. (René Char)