domingo, 5 de septiembre de 2021

226. Im(paciencia)

Habría que escribir todo un tratado contra la impaciencia; pero despacio, sin prisa.



225. No confundir

No conviene confundir esa cálida sensación de familiaridad con un ámbito de cosas, con el conocimiento o dominio (académico o no) de ese mismo ámbito, que, naturalmente, implica una familiaridad previa. Seguramente, se trata de una cuestión más de nivel, de progresión gradual, que de otra cosa. Familiaridad, conocimiento, nueva familiaridad (en otro nivel), nuevo conocimiento, etc. El criterio diferenciador podría ser la ingenuidad. Ser sensible a la ingenuidad, especialmente la de uno mismo, cuando se manifiesta. 



martes, 24 de agosto de 2021

224. Val de Nebra

 Como todos lo veranos desde hace bastantes años, exploro en bici el Val de Nebra. A estas alturas -de otro tipo de alturas va también la cosa, como se verá- creo que lo conozco bien, aunque cada año encuentro algo cambiado: una pista forestal asfaltada, o cerrada por la vegetación, o alguna otra pista o vereda olvidada (quizás) que (re)descubro con placer. ¿Es posible que haya en el valle siempre más cosas que las que ya tengo incorporadas a mi mapa -no diré "mental", sino, en todo caso, "existencial"? "Hay más cosas en el cielo y la tierra, Horacio, de las que han sido soñadas en tu filosofía", nos recuerda Hamlet; y sí, afortunadamente siempre hay más cosas. De filosofía va también esto, como también se verá.

Suelo acceder al valle desde la parte ancha y abierta que da al mar, a la ría, a través de alguno de los caminos, casi sin curvas y más o menos paralelos, que, ascendiendo ligeramente, se dirigen hacia la parte más alta y profunda. Ese primer tramo de aproximación, recorrido con pedaleo regular, tranquilo, disfrutando, me permite entrar en calor, y el sol, la vegetación de los márgenes y los pájaros que salen volando a mi paso me devuelven al estado de ánimo adecuado, siempre renovado. Al fondo, el valle está cerrado por dos montes, el Iroite, a la izquierda, enorme, masivo, inalcanzable (en bici, para mí, hoy), y el Enxa, a la derecha, que presenta un perfil más acogedor y tentador (para la ascensión), pero de momento también inaccesible. De uno a otro monte, una pequeña cadena montañosa separa este gran espacio abierto del resto de la Sierra de Barbanza. Largos caminos, paralelos entre sí y perpendiculares a los anteriores, completan la malla que permite recorrer el valle en todas direcciones, con suaves cuestas que llevan a algunas aldeas bien definidas: Agrelo, Tores, Orseño, Puilla, Noal, Cabanela, Castelo... Otras aldeas se encuentran en los márgenes de la parte llana del valle, o en sus laderas, menos accesibles: Nebra, Laranga, Calo, Queiro...

Hay días en que me gusta recorrer lo conocido, yendo de aquí para allá por la parte llana del valle, y encontrar, si acaso, sin haberlos buscado conscientemente, detalles, rincones o novedades antes desconocidos (o no reconocidos). O disfrutar sencillamente del placer (diríase que ontológico) del reconocimiento, de la familiaridad con los lugares y las cosas, de la calidez de su presencia. Otras veces, no sé por qué, prefiero explorar los márgenes, buscar pequeñas veredas para ascender sin excesivo sufrimiento, aunque no sin algún esfuerzo. Pequeños trucos, estrategias, para ascender en zig-zag siguiendo tramos de cuesta cortos seguidos de otros horizontales más largos. Poco a poco, sin prisa, a la justa medida de mis fuerzas, el ángulo de visión sobre el imponente paisaje de la ría va alzándose conmigo. Es solo la suma de esos pequeños esfuerzos acumulados lo que me permite llegar allí. Y vale la pena entonces pararse un momento a mirar. Nada nuevo ahí abajo en la ría, claro, sino el ángulo, el punto de vista conseguido.

A veces me imagino, me digo, con la cadencia suave del pensamiento que acompaña al pedaleo, que algo parecido vengo haciendo en mis devaneos filosófico-científicos desde hace más o menos el mismo tiempo. Podría llamar filosofía al Iroite y al Enxa ciencia, las mías: mi filosofía y mi ciencia. Y a la trama de caminos que los reúne en el valle podría también llamarla método (méthodos, camino en griego, e iter, itineris en latín; sin olvidar que el tao también es camino). Y cada una de las aldeas  podría adoptar el nombre de alguna figura eminente: Darwin, Heidegger, Gadamer, Merleau-Ponty, Derrida, Deleuze, Vattimo, Ricoeur... unas más accesibles y otras algo menos. Y así voy de aquí para allá, de unas a otras o explorando caminos que no sé todavía adónde van, en un itinerario interminable, tejiendo una red de experiencia que comienza en el llano y va poco a poco ascendiendo. (Bx)



lunes, 9 de agosto de 2021

223. Seis de agosto de 1945

 A quien me hable de objetividad, también de objetividad científica, le diré solamente: 6 de agosto de 1945. Mientras no seamos capaces de asumir el horror de aquel acto -la acción de guerra más atroz y cruel que conocemos- y calificar para siempre como se merecen a sus responsables, no tendremos ni idea de lo que es la objetividad. Esa acción que Truman, el genocida, con lenguaje propio de los médicos nazis, calificó de "el mayor logro científico de la historia". Como no tuvieron bastante con una, lanzaron otra tres días después, en Nagasaki, porque en Hiroshima ya no quedaba nadie vivo o indemne. Tanatopolítica with God on their side.



jueves, 29 de julio de 2021

222. Antídoto

 Escribí hace unos meses sobre la "dieta de datos" (§203) a la que debía someterme para terminar un artículo a todo correr, dejando atrás, o a medias, seguramente, la sobredosis de filosofía del momento. Ahora, verano, inicio de vacaciones, perspectiva de largas lecturas, paseos y conversaciones, horizonte de calma, querría prescribirme (medice cura te ipsum*, como le gustaba decir[me] a Marcial Suárez) todo lo contrario, la anti-dieta de datos, la fiesta, la orgía de las ideas, las intuiciones, no necesariamente claras y distintas, como quería Descartes, sino vagas, inquietas, huidizas, como las ideas-liebre de Bergamín. El antídoto de los datos, nombre, por cierto, de un riquísimo vino soriano que Dionisos puede aportar a la fiesta.


* Lucas, 4, 23.



domingo, 25 de julio de 2021

221. Tras las huellas de Ricoeur

La memoria es cosa de huellas y de lo que las huellas evocan. Paul Ricoeur* ha señalado los diferentes sentidos en que la noción de huella se asocia a la de memoria en los textos platónicos: 1) la huella escrita de la que trata el mito de Theuth y Thamus, en el Fedro (274b - 275e), sobre la invención de la escritura (y sobre la que sabiamente escribió Derrida**, y no menos sabiamente Emilio LLedó***, con quien descubrí a Platón); 2) la huella que un acontecimiento deja escrita en el alma [“En mi opinión, nuestra alma se parece entonces a un libro”, Filebo (38c)]; y 3) la huella corporal, cerebral, hoy diríamos neural, (Teeteto, 190e - 196c), donde las percepciones y los pensamientos quedan impresos como el sello de un anillo en una tablilla de cera. Donde las neuronas (diríamos hoy con Derrida) escriben la memoria con su propia gramática, con su propia estructura molecular y celular (morphé).

 

* Paul Ricoeur. La memoria, la historia, el olvido. Fondo de Cultura Económica: Buenos Aires, 2004.

** Jacques Derrida. La Dissémination (Tel Quel). Ed. du Seuil: Paris, 1972. (Incluye La Pharmacie de Platon).

*** Emilio LLedó. El surco del tiempo. Meditaciones sobre el mito platónico de la escritura y la memoria. Ed. Crítica: Barcelona, 1992.



jueves, 22 de julio de 2021

220. Justicia hermenéutica (para Cuba)

 Hace ya unas cuantas semanas que mi lectura del Junco de Irene Vallejo quedó interrumpida en esa página donde la autora habla de las "cárceles castristas". Fueron esas palabras amigas-enemigas las que provocaron la reflexión, un tanto general, de §216. Por justicia hermenéutica, pensé entonces, y recordé que era eso lo que Marcuse dijo que había aprendido de su primer maestro, Heidegger. Para poder seguir leyendo el Junco, un poco de justicia hermenéutica, ante la ideología (esa ideología dominante, normativa, acrítica) que aflora a veces inesperadamente.

Algunos días después, una cena de amigos en nuestra terraza, con cierto desencanto político en el ambiente. La Asamblea General de la ONU acababa de aprobar, por vigesimonovena vez, una resolución pidiendo el fin del embargo de Estados Unidos a Cuba. Bloqueo, en realidad, porque el embargo implica la amenaza "imperial" a los países que comercien con Cuba. A aquellos que el Imperio puede amenazar, claro. Todos los demás suponen, sencillamente, una amenaza para el Imperio, y, por extensión, para todos los países sometidos a su vasallaje. Eso acaba creyendo tanta gente. Solo dos países votaron en contra de la resolución, Estados Unidos e Israel. Como alguien escribió entonces en Twitter, el mundo votó a favor del fin del embargo, no así los enemigos del mundo.

Allí, en Cuba, al parecer, la pandemia está llevando a la gente al límite de la resistencia, y más allá. Algo de eso debe de haber detrás de estos últimos "acontecimientos", proclamados urbi et orbi por los dispositvos mediáticos imperantes. Mucho sufrimiento cotidiano, nos consta. Sin embargo, ya me equivoqué al inicio de las llamadas "primaveras árabes", hace una década, y leí con cierto escepticismo los breves textos de advertencia que iba escribiendo Fidel, ya mayor y retirado de la vida política activa, en Granma. ¿Democratizar Siria, Libia, antes Iraq? A la vista del resultado (guerras interminables, millones de refugiados, estados desaparecidos o sometidos), se trató (trata) de una nueva forma, especialmente destructiva y homicida, de colonización. Bien lo saben los cubanos (de Cuba), y los palestinos (¿de dónde?).

Decimos "sí se puede", y hemos visto que algo se puede, sí, pero dentro de un rango de actuación, ay, demasiado estrecho, en algún sitio, en algún país, durante algún tiempo. Qué se puede contra el neoliberalismo depredador y salvaje, contra el Imperio, como entidad político-militar, en último término. Quién. Se puede resistir, y eso hacen algunos países (colectivos humanos) heroicos, pero, ay, cuánto tiempo. Cuba. Palestina. Como realidades vivas (millones de seres humanos) y como símbolos (de muchos millones más).

En unos textos recientemente publicados con el título de Alrededores del Ser (y traducidos al castellano por Teresa Oñate), Gianni Vattimo recuerda varias veces la idea de Walter Benjamin de que la izquierda occidental se ha guiado, mucho más que por la perspectiva (utópica) de un mundo futuro, por la exigencia de justicia, de reconocimiento, para el pasado. De comprensión, de justicia hermenéutica. Qué menos.