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viernes, 22 de mayo de 2020

162. (Casi) todo

"(...)
¿Por qué quien ama nunca
busca la verdad, sino que busca la dicha?
¿Cómo sin la verdad
puede existir la dicha? He aquí todo.
(...)"

                       Claudio Rodríguez,
                       Brujas a mediodía (Hacia el conocimiento)

...todo o al menos casi todo Aristóteles, que posiblemente diría: no, de ninguna manera.



miércoles, 6 de mayo de 2020

156. Zoonosis

Del confinamiento surgió un foro de amigos-filósofos al que hice referencia en un QSY anterior (§147) y que lleva el nombre de Glauca, término que reúne la filosofía (la lechuza) y el banquete (el vaso)*. En Glauca nació la iniciativa de crear una colección de artículos sobre el momento actual, bajo el título de "Pandemia, globalización y ecología", en la página de Hercritia**.

Aquí una contribución a esa iniciativa:
https://www.catedradehermeneutica.org/pandemia-globalizacion-y-ecologia-06/

Es un placer participar en esta colección en tan buena compañía.



* http://tesauros.mecd.es/tesauros/bienesculturales/1014863.html

** https://www.catedradehermeneutica.org/quienes-somos/


domingo, 22 de marzo de 2020

142. El ojo confinado

"El ojo que ves no es
ojo porque tú lo veas;
es ojo porque te ve."

(Antonio Machado, Proverbios y cantares, Nuevas canciones)

Si estás confinado no es, principalmente, para que no te contagies tú, sino para que no contagies a otros. 

Dice Aristóteles en De Anima (II 412b 19) que si el ojo fuera un animal la vista sería su alma. Tenemos ahora, como animales racionales (zoón lógon exon), la función principal (misión) de protegernos unos a otros manteniéndonos alejados. Ojo.



sábado, 9 de noviembre de 2019

108. Inteligencia artificial y ética

Un amigo me envía un artículo* y me pregunta por mi opinión. Se trata de una entrevista a José Ignacio Latorre, prestigioso físico académico que ha publicado un libro, Ética para máquinas (Ed. Ariel, 2019), donde aborda, según explica en la entrevista (no he leído el libro todavía), la necesidad de desarrollar los procedimientos éticos de deliberación que exige una inteligencia artificial (IA) cada vez más avanzada e incorporada a las máquinas que intervienen, también cada vez más, en nuestra vida cotidiana, individual y colectiva. 

Leeré el libro, claro, pero diré algo sobre la cuestión, que es importante, y a la que me aproximé hace unos meses mientras leía a Félix Duque** (ver QSY de 23/05/2019). En realidad, cuando me di cuenta de las consecuencias filosóficas de la IA fue durante mi participación en el Ethical Advisory Board (EAB) del Human Brain Project europeo (2014 - 2018). Allí pude compartir material e interesantes discusiones con expertos de primera fila. Una cuestión importante es en qué medida y de qué modo la IA modificará la vida humana, nuestro mundo de la vida (Lebenswelt). Otra, no del todo independiente de la anterior, es cómo transferir a los sistemas de IA los procedimientos de deliberación que nosotros mismos hacemos continuamente. Cómo tecnologizar lo humano, por un lado, y cómo humanizar la técnica, por otro. Se trata de problemas muy "técnicos", también desde el punto de vista filosófico, en un ámbito en el que me resulta difícil encontrar mi propio criterio para reflexionar.

Pienso ahora, como pensaba entonces durante aquellas interesantes reuniones del EAB, que el problema ético real está en otro sitio. Creo que no se puede hablar del progreso general de la tecnología, more Pinker (ver QSY de 12/10/2019), como si se tratara de un único plano inclinado por el que una Humanidad cada vez más ilustrada avanza hacia un futuro luminoso. La IA sirve para jugar, para producir y vender, para curar, y también (¿sobre todo?) para matar. Es posible que haya que desarrollar una ética (de la deliberación) interna para sistemas que simulan acciones o decisiones humanas, pero lo realmente prioritario es desarrollar una reflexión ética sobre el uso humanamente, vitalmente, adecuado de la IA.

El ser humano es un animal, el animal más complejo, dotado de instrumentos, y parece claro que esos instrumentos han contribuido decisivamente, evolutivamente, a esa alta, máxima, complejidad. Podemos pensar que el instrumento más complejo y sofisticado está siempre por llegar, como resultado del progreso tecnológico colectivo; y también podemos pensar, con cierto giro de la mirada, que no, que el instrumento más complejo es este que nos ha acompañado desde el origen, y que utilizamos siempre que hablamos, pensamos o escribimos, el lenguaje y el pensamiento humanos. El instrumento que nos hace y nos permite ser lo que somos. De eso no ha dejado de hablarnos desde hace muchos años Emilio Lledó. El desarrollo tecnológico (en las fases sucesivas que presenta Félix Duque en su texto) ha permitido simular, con eficacia creciente, una parte (mínima) de ese instrumento original en máquinas, y eso es lo que hoy conocemos como IA.

"Pues si cada uno de los instrumentos pudiera cumplir por sí mismo su cometido obedeciendo órdenes o anticipándose a ellas, si, como cuentan de las estatuas de Dédalo o de los trípodes de Hefesto, de los que dice el poeta que entraban por sí solos en la asamblea de los dioses, las lanzaderas tejieran solas y los plectros tocaran la cítara, los constructores no necesitarían ayudantes ni los amos esclavos."*** Así reflexionaba Aristóteles (Política I, 1253b) sobre una imaginaria autonomía de algunos instrumentos mecánicos de su tiempo. Una mayor autonomía de los instrumentos externos simulando algo de nuestro instrumento fundamental ("obedecindo órdenes o anticipándose a ellas") tendría (y ha tenido, manifiestamente) consecuencias para la organización de la pólis, esto es, políticas (y sabemos que para Aristóteles la Ética era una introducción a la Política).

Aunque la reflexión ética contemporánea es mucho más sofisticada, y también la política, creo que no deberíamos perder esa perspectiva fundacional, en la que late la teleología aristotélica. ¿Para qué cada cosa? Para la vida, y principalmente para la vida humana, la mejor que se pueda alcanzar. Esa debería ser la dimensión ética de la IA.




* https://www.elmundo.es/papel/lideres/2019/02/22/5c6d378cfc6c83f76a8b4773.html. Una entrevista similar, que aborda alguna cuestión adicional, puede encontrarse en https://elcultural.com/jose-ignacio-latorre-estamos-cerca-de-conseguir-que-los-robots-sientan-emocion.

** Félix Duque. Filosofía de la técnica de la naturaleza. Abada Ed., Madrid, 2019.

*** Traducción de Manuela García Valdés. Ed. Gredos, Madrid, 1988.

(Encuentro en un texto de Roberto Esposito la referencia al verso de la Ilíada citado por Aristóteles: XVIII, 376. Esposito R. Personas, cosas, cuerpos. Madrid: Trotta, 2017. p. 36)



sábado, 26 de octubre de 2019

106. Vota Aristóteles

En el Libro V de su Política (V, 9), se pregunta Aristóteles por las virtudes que deben reunir los ciudadanos elegidos para desempeñar las altas magistraturas del Estado (pólis). "(...) en primer lugar, amor al régimen establecido; en segundo lugar, la mayor competencia en las tareas de su cargo, y en tercer lugar, una virtud y una justicia en cada régimen adecuadas a ese régimen (...)"*.

Con vistas a las próximas Elecciones Generales, las oficinas de marketing electoral de los partidos del establishment**, en colaboración con los medios de comunicación corporativos, encargan las encuestas y preparan las imágenes (más directas y eficaces que los así-llamados "relatos") que, como en una astuta valla publicitaria (neuromarketing), combinan seducción, confianza y seguridad (frente a los temores previamente creados y/o también incluidos en la imagen actual***). No nos engañan, y a la vez nos engañan, como cuando nos venden compulsivamente coches (libertad y poder), belleza, salud, educación, ocio o... ¿ideología? De todo eso, ¿cuánto y cómo compramos? ¿Cómo se (nos) "vende" el voto, especialmente a los no-ricos y no-poderosos, a la inmensa mayoría****? ¿Qué "compramos", finalmente"?

Podemos, durante un momento, obviar la ideología, especialmente cuando se trata de la izquierda y su diversidad, tan rica en matices, incluso en esa extensa orilla donde deja ya de ser izquierda (para convertirse en la marca del establishment: el centro). Podemos quedarnos solo con las cualidades aristotélicas del gobernante, y buscar entre los candidatos a los más competentes, virtuosos y justos. A los que estén más formados para gobernar, los más honestos, que no sirvan a intereses ocultos, que no hayan robado, engañado, mentido o intrigado. Los que estén de verdad más comprometidos con la buena vida común de la pólis. Podemos.


* Política V 9, 1309b 10 y ss.. Traducción de Manuela García Valdés. Ed. Gredos, Madrid, 1988.

** Me gustan la relevancia y el sentido preciso que le da Vicenç Navarro a este término, aplicado a nuestro país, en sus artículos y entrevistas.

*** ...y el peor de ellos, el phántasma (imagen, aparición, espectro) del comunismo.

**** En el sentido, también preciso, poéticamente, que cantó Elisa Serna (1943 - 2018) con ecos de Blas de Otero.




jueves, 22 de agosto de 2019

76. McEwan & Conrad

Con la publicación, hace unas semanas, del texto de una conferencia reciente en Sicilia, nos ha ofrecido Ian McEwan una amable e inteligente lectura de verano*. El artículo habla del amor y el deseo en la literatura, tan predominante solo como deseo (sexual), según el autor, con unas buenas dosis de antropología y neuroquímica y, en consecuencia, de sana y divertida ironía. 

Comencé a leer el artículo, como me ocurre muchas veces, imaginando el camino que tomaría el autor y, por algún motivo (el sedimento de mis propias lecturas, también de McEwan, supongo), pensé que del efecto del deseo agudo (cumplido o no) en la literatura, el autor iba a a pasar al de sus secuelas crónicas (por no abandonar la terminología clínica del propio McEwan). No, no iban por ahí los tiros, y aunque el novelista se aproxima un momento a ese ámbito, anunciado en las novelas de los ss. XVIII y XIX por “el sonido de las campanas de la iglesia” (evocando para ello nada menos que a Jane Austen), pronto se aleja de este territorio oscuro, sórdido y patriarcal. 

En mis anotaciones mentales al margen del texto, desde nuestro Siglo de Oro literario (el de mi L1), eché de menos, entre las referencias, en el campo del deseo agudo, en dos extremos opuestos, naturalmente a don Quijote** (el amor más imposible de la historia de la literatura, si es que esta expresión tiene sentido), y el espléndido manifiesto fáctico del soneto de Lope: “esto es amor, quien lo probó lo sabe.” En cuanto a la expresión del amor/deseo a largo plazo (“amor para vivir”, canta Pablo Milanés), creo que hay mucho que decir en torno al binomio griego éros/philía, y a su elaboración por Platón (sobre todo eros, amor-deseo, sublimado), y por Aristóteles (sobre todo, pero no solo**, philía, amor-amistad). McEwan se pregunta por el impacto que tendrán sobre la literatura (la gran literatura, se entiende) los cambios radicales (para mejor) que se han dado, en las últimas generaciones, en los hábitos y valores que intervienen (roles, si se quiere) en el deseo y el amor. En el amor agudo, y sobre todo en el otro (añado yo).

Unos días después de leer el artículo de McEwan terminé Romance, una de las novelas que Joseph Conrad escribió conjuntamente con su amigo-socio Ford Madox Ford. No es la mejor novela de Conrad (de hecho, J. Stape, su sobrio y poco entusiasta biógrafo, dice que es la peor***), quizá porque en ella se dan algunas situaciones inverosímiles (y truculentas) que se resuelven también de forma inverosímil. Sin embargo, me parece que el mejor estilo de Conrad brilla en su párrafo final. John Kemp, en primera persona, habla de la vida en común con Seraphina, mucho tiempo después de que “sonaran las campanas” para la sufrida (en grado extremo) pareja protagonista. 

“And, looking back, we see Romance -that subtle thing that is mirage- that is life. It is the goodness of the years we have lived through, of the old time when we did this or that, when we dwelt here or there. Looking back, it seems a wonderful enough thing that I who am this, and she who is that, commencing so far away a life that, after such sufferings borne together and apart, ended so tranquilly there in a world so stable - that she and I should have passed through so much, good chance and evil chance, sad hours and joyful, all lived down and swept away into the little heap of dust that is life. That, too, is Romance!”****

De ese otro amor lento y largo, de esa otra fase, parece que Kemp-Conrad nos quiere decir, también, “quien lo probó lo sabe”. La biografía de Stape nos ofrece algún indicio.


* https://elpais.com/cultura/2019/08/08/babelia/1565281328_525926.html

** Siguiendo a Harold Bloom (Hamlet), aquí considerado como algo más que un personaje literario.

** El uso del término eroménon (lo que amamos, ansiamos, deseamos) en De partibus animalium I IV 644b 34, otro hallazgo feliz del Corpus, merecería, por sí mismo, todo un ensayo, o al menos un QSY.

*** Stape, J. Las vidas de Joseph Conrad. Ed. Lumen, 2007.

**** Como, de vacaciones, no tengo a mano ninguna traducción del texto, aventuraré aquí mi propia traducción al castellano. “Y, mirando atrás, vemos el Romance -esa cosa sutil que es espejismo- que es la vida. Es la benignidad de los años que hemos recorrido, de aquellos tiempos en que hicimos esto o aquello, cuando estuvimos por aquí o por allí. Mirando atrás, ya parece algo bastante maravilloso que yo, tal como soy, y ella, tal como es, comenzando en tiempos tan lejanos una vida que, después de tantos sufrimientos soportados juntos y por separado, terminó de un modo tan tranquilo en un mundo tan estable -que ella y yo hayamos pasado por tantas cosas, buenas y malas ocasiones, horas tristes y alegres, todas ellas olvidadas y barridas para formar ese pequeño montón de polvo que es la vida. ¡Eso también es Romance!” Nota a la traducción (la cursiva es mía): no hay equivalente exacto de romance en castellano, y en el significado del término inglés hay una connotación de aventura y de historia antigua, heroica o exótica, inusual, como, por ejemplo, se recoge en la clasificación de algunas obras tardías de Shakespeare (La tempestad y El cuento de invierno, entre otros) como romances. Hay una aproximación en el adjetivo romancesco (lo característico de la novela). En la novela de Conrad-Madox, el protagonista busca una vida excepcional y estimulante de aventuras y peligros.



jueves, 23 de mayo de 2019

61. Hobbes, el multimillonario y algo más de biopolítica

En un importante texto, recientemente reeditado y extensamente ampliado, de Félix Duque (Filosofía de la técnica de la naturaleza*), el filósofo nos conduce reflexivamente a través de los estadios históricos (orgánico, artesanal, mecánico, cibernético y hacia un más allá solo intuido) que han conformado las nociones de técnica, naturaleza, y, en consecuencia de ser humano (y de su "naturaleza"). Para ello nos invita a un diálogo con los textos y los filósofos que han encarnado o discutido esas nociones, Platón, Aristóteles, Descartes (también Galileo y Newton), Kant, Hegel, Heidegger, y, en los últimos capítulos, con algunos poetas (Hölderlin, Rilke, Celan), artistas plásticos (Bill Viola) y arquitectos. La noción de naturaleza (falsamente entendida como "primaria") como producto de la técnica (la "técnica de la naturaleza") propia de cada uno de esos estadios; y así también la noción de ser humano, de vida humana y de la forma de Estado característica de cada época. Nos recuerda Félix Duque, p. ej., cómo el Estado moderno (absolutista) se conforma, en uno de sus téoricos principales, Thomas Hobbes, como una máquina (estadio mecánico) dirigida a preservar la naturaleza humana, el derecho natural del hombre, derivado de "las tres pasiones que engendran las Leyes de la Naturaleza: miedo a la muerte, deseo de lo necesario para una vida cómoda, y esperanza de alcanzar ésta por su industriosidad (industry)."** Miedo a la muerte, a que a uno le mate el hombre lupus en constante bellum de todos contra todos***. 

He vuelto a pensar en este miedo, de una forma u otra inscrito en la raíz del Estado moderno (esto es, entendamos de una u otra forma quién, qué grupo o institución social, se beneficia de ellos -del miedo y del Estado), ahora que se debate, en plena campaña electoral, sobre las donaciones de un multimillonario (que se encuentra entre los diez más ricos del planeta) al sistema sanitario público de nuestro país. El debate ha generado, en la izquierda diversa, una extensa y sana respuesta en defensa del Estado "social y democrático de Derecho"****. Hay algo que decir sobre la forma de la donación, que muestra algunos aspectos, diríamos que toscos, del gesto. ¿Por qué no se trata de una donación anónima? ¿Por qué no se dona al Estado sin más para que éste lo administre como mejor determine? Claro, cómo distinguiríamos esto último de unos impuestos, y, como se ha dicho, de una rebaja de impuestos. No, se dona muy directamente, no al sistema sanitario público en conjunto (ni siquiera un multimillonario como este podría competir con la financiación de un sistema como el nuestro), sino, localmente, aquí y aquí y aquí, como un regalo caído del cielo, a aquello que identificamos, bien lo sabemos, como una de las principales amenazas a una vida humana féliz: el cáncer. Ni siquiera a la investigación de posibles tratamientos, donde nuestro Estado invierte cantidades claramente insuficientes, sino al diagnóstico y al tratamiento de acuerdo con los protocolos actuales, que en nuestro país están garantizados.

Esto nos lleva al fondo, a la materia de la donación. ¿Qué produce, qué genera, y qué finalidad tiene? Produce, en la población diana (target, en términos de marketing), pacientes, potenciales, actuales y pasados, y también en cierto sector político, agradecimiento y admiración (honor, orgullo, thymós*****). Valdría la pena, si no se ha hecho ya, comparar el miedo a la muerte de los tiempos de Hobbes, y en su propio país, con el que tiene la población actual en nuestro mundo (sí, todavía quedan otros mundos, extensos). Se trata ahora del miedo a la enfermedad, a la vejez y a la fragilidad, y es el Estado actual, son nuestros sistemas sanitarios públicos, los que nos permiten olvidarnos de todo eso durante largos periodos de nuestra vida y alcanzar unas cotas de supervivencia (en la salud y en la enfermedad) hasta ahora desconocidas. El Estado, que vive (no es un decir: vive, vivimos, hegelianamente) de nuestros impuestos. Que los multimillonarios paguen los suyos (aunque sabemos que nunca lo harán) y, mientras no quieran formar parte de nuestra comunidad política, que nos dejen sencillamente en paz. (Dx)


* Félix Duque. Filosofía de la técnica de la naturaleza. Abada Ed., Madrid, 2019.

** Loc. cit., p. 182.

*** Sobre ese miedo y la incertidumbre que implica la guerra total, indeterminada, tiene el filósofo algunas cosas muy lúcidas que decir en el último capítulo del libro, dedicado al terrorismo de las últimas décadas.

**** Ver, p. ej., El dilema Amancio, de Gerardo Tecé: https://ctxt.es/es/20190522/Firmas/26315/gerardo-tece-amancio-ortega-sanidad-publica-donacion-maria-munoz.htm

***** También en el sentido propuesto recientemente por Sloterdijk, totalmente opuesto al de este texto, y que merecería un próximo QSY dedicado enteramente a él.



jueves, 9 de mayo de 2019

56. Menosmalismo o política


 Ahora que nos encontramos "entre dos elecciones decisivas", como dice el título del seminario al que asistiré mañana en la UNED (prometo traer aquí algunas conclusiones), la actividad en La Red (apetece escribirlo así, como lo haría, quizás, Agustín García Calvo*) se intensifica especialmente, y también la de los filósofos (políticos o no, en los diversos sentidos gramaticales del término: filósofos que hacen filosofía política o políticos que son filósofos). Quién pudiera leer todo lo pertinente, y quién pudiera hacerlo con la suficiente tranquilidad. ¿Qué tendríamos que leer -y comprender- como mínimo, para ser (actuar, hablar) en cada momento como el "ciudadano competente" al que hace referencia Aristóteles al inicio de De Partibus Animalium I? Uno tiene la impresión de que en el océano textual (inter e hipertextual) de La Red nos lo perdemos casi todo, aunque cojamos al vuelo algunos artículos que, de acuerdo con arcanos algoritmos, se nos ofrecen, p. ej. (en mi caso) a través de Twitter.

 Eso es precisamente lo que me pasó unos días antes de las pasadas Elecciones Generales. En el contexto de intensas conversaciones sobre las diversas opciones del voto de izquierda, las propias de aquellos días y de las próximas semanas, encontré en Twitter un artículo de Javier Sádaba titulado "Menosmalismo"**. Le he tenido siempre mucho respeto intelectual a Sádaba, y una vez incluso tuvimos una conversación "de maestro a eterno aprendiz" que recuerdo con agrado (hablamos de Ernst Bloch, una de mis constantes filosóficas). Aun así, después de mi rápida lectura en la pantalla del teléfono móvil (pace Ray Bradbury***), respondí a ese tweet, el del diario que publica el artículo (El Salto, 27/04/2019), con estas palabras lapidarias:

De nuevo el anticomunismo? Mejor no votar que votar "comunista"? Otro "menosmalismo"?

Poco después, y en respuesta a otro twittero, un profesor de filosofía, que celebraba la victoria de la izquierda (con todas las salvedades que muchos compartimos), escribí (con algo menos de intensidad):
 
Cierto, aunque es el dilema del menosmalismo (Sádaba dixit), con alguna solución a corto plazo (eso no lo dice Sádaba), que anima, pero difícil a largo plazo.

No sé bien cómo (a través de qué laberintos de Twitter), después de unas horas me llegó, como respuesta a esta segunda respuesta mía, un nuevo tweet, esta vez de la cuenta de Javier Sádaba, que incluía el vínculo al artículo de El Salto. Aun dentro de las extrañas formas de conversación que impone Twitter, encontré amable el gesto. "Ahí está mi artículo, léelo", parecía decirme el filósofo, como si no hubiera visto mi anterior exabrupto, o aun, como si no le hubiera parecido tan agresivo.

He vuelto a leer el artículo con calma (y en una pantalla más grande), y no creo haberme equivocado en el fondo (o mejor, en la esencia). "Es el sistema, habría que repetirlo una y mil veces", dice Sádaba, y claro que sí, cómo no vamos a estar de acuerdo en eso, en todos los aspectos que menciona el filósofo. Me gustaría poder preguntarle, y este texto es quizás una forma de hacerlo, si todas las opciones que se presentan hoy a las elecciones (las anteriores y las próximas) en nuestro país (o, por poner un ejemplo significativo, en un país vecino, Portugal [ver QSY de 19/04/2019]) forman parte del sistema por igual, en el mismo grado. Si no hay algunas que trabajan contra ese sistema. Lo igual y lo diferente, lo idéntico y lo mismo, un tema clásico no ajeno al menosmalismo que, con acierto, identifica Sádaba. Pero lo mismo (aquí una manera de hablar) que la crítica del menosmalismo puede inducir a no votar, también (más bien al contrario) puede llevarnos a buscar, entre las opciones de voto, no la "menos mala" (habría que ver desde qué punto de vista), sino la más afín a nuestra propia posición política. Lo contrario, creo, es renunciar a la política.

En cuanto al "anticomunismo" mencionado en mi primer tweet, el sentido que doy a este término es el que recojo en QSY 30/09/2018.


* Qué interesante, y emocionante, por cierto, la relación epistolar que mantuvo el filósofo con Iris Murdoch (The philosoper's pupil, entre otras muchas maravillas), como nos descubre un reciente artículo de El País: https://elpais.com/cultura/2019/03/16/actualidad/1552744870_773323.html

** https://www.elsaltodiario.com/opinion/menosmalismo-elecciones-abstencion-voto

*** Recuerdo esta cita de Bradbury: "un texto en una pantalla no es un texto, sino la imagen de un texto." No encuentro dónde lo dijo, pero sigo buscando (en textos que aparecen en pantallas).