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viernes, 1 de noviembre de 2019

107. Poesía alegre

Para las cosas tristes que pasan en la vida, que pasan, también está la poesía. No la poesía triste, que es para otros momentos, cuando nos la podemos permitir, sino la poesía de la alegría inteligente, una versión más cotidiana, quizá, de la docta spes que E. Bloch izaba como una bandera contra la anti-utopía. 

Encuentro esto en Huellas, 2013:
Analizar una genealogía poética que parece ir (según leo*) de Emily Dickinson a Marianne Moore, y de esta a Elizabeth Bishop y a May Swenson. Lo que he visto en ellas hasta ahora: celebración de la vida, con ternura, con temor, pero sin tragedia.


* Es aquí donde lo leí: Harold Bloom. La escuela de Wallace Stevens. Un perfil de la poesía estadounidense contemporánea. Vaso Roto Ediciones, Barcelona, 2011. Sirva esto de mínimo homenaje in memoriam a uno de los autores que más me han hecho disfrutar de la literatura pensada, comentada, desde su desolada visión del Libro de Job, hasta la (literariamente) gozosa celebración del príncipe de la alegría inteligente, William Shakespeare



sábado, 26 de octubre de 2019

104. Lo real


Si algún día me canso de perseguir fantasmas científicos y filosóficos, si pierdo definitivamente esta inercia que aún me sigue impulsando ciegamente, me dedicaré entonces a leer novelas, lo único real, y a pensarlas, e incluso a escribirlas. (De Huellas, 2017)

Lo real es precisamente el título de una novela de Belén Gopegui, a quien leí durante años con una extraña sensación de afinidad personal (en mi vida de lector, solo me ha ocurrido con ella y con sus novelas), como si nos hubiéramos conocido alguna vez, en la infancia o adolescencia, o hubiéramos compartido experiencias como las que muestra en sus textos. 



sábado, 12 de octubre de 2019

98. Peter Handke

Me he alegrado mucho de la concesión del Premio Nobel de Literatura de este año a Peter Handke. He leído mucho su obra, bastante, y con mucha atención, que la requiere, para no dejar escapar el enigma que muchos de sus textos invocan. No se trata de resolverlo, sino de encontrar ahí, como en muchos poetas (René Char, p. ej.) algo que nos atrae, nos interesa y nos invita a pensar, en el límite de lo expresable en palabras, y aún con imágenes, ese límite que explora el escritor. 

También me he alegrado porque se vuelve a hablar de su intensa implicación, también como escritor, en la denuncia de la desinformación (me parece más acertado este término que el de "posverdad") sobre las Guerras de Yugoslavia*. Esa larga y dura lucha, también expresada en literatura, hizo de Handke para mí un ejemplo de intelectual lúcido, independiente y limpio. Me alegré por él también cuando el Tribunal de La Haya absolvió a Milosevic. Tarde, estas cosas pasan siempre demasiado tarde. Ese fue mi primer tuit.

*https://ctxt.es/es/20191009/Culturas/28837/peter-handke-slobodan-milosevic-nobel-de-literatura-serbia-cecilia-dreymuller.htm



miércoles, 2 de octubre de 2019

94. Leer poesía

¿Por qué, para qué, se lee poesía? Por el hábito (héxis) de hacerlo, sin duda, cuando se tiene, entre tantos otros que nos constituyen. Para navegar cerca de lo absoluto y lo verdadero (humano) que algunos poetas (bastantes, afortunadamente) han intuido y han sabido registrar. Y para pescar allí algunos versos afines que, cuando los encontramos, se quedan con nosotros para siempre. Algunos de los versos, vivos, que han ido dejando mis lecturas, como un sedimento, como huellas, van apareciendo en estos QSY. Si alguna vez me sintiera capaz de comentarlos, lo haría. (Dx)



jueves, 22 de agosto de 2019

76. McEwan & Conrad

Con la publicación, hace unas semanas, del texto de una conferencia reciente en Sicilia, nos ha ofrecido Ian McEwan una amable e inteligente lectura de verano*. El artículo habla del amor y el deseo en la literatura, tan predominante solo como deseo (sexual), según el autor, con unas buenas dosis de antropología y neuroquímica y, en consecuencia, de sana y divertida ironía. 

Comencé a leer el artículo, como me ocurre muchas veces, imaginando el camino que tomaría el autor y, por algún motivo (el sedimento de mis propias lecturas, también de McEwan, supongo), pensé que del efecto del deseo agudo (cumplido o no) en la literatura, el autor iba a a pasar al de sus secuelas crónicas (por no abandonar la terminología clínica del propio McEwan). No, no iban por ahí los tiros, y aunque el novelista se aproxima un momento a ese ámbito, anunciado en las novelas de los ss. XVIII y XIX por “el sonido de las campanas de la iglesia” (evocando para ello nada menos que a Jane Austen), pronto se aleja de este territorio oscuro, sórdido y patriarcal. 

En mis anotaciones mentales al margen del texto, desde nuestro Siglo de Oro literario (el de mi L1), eché de menos, entre las referencias, en el campo del deseo agudo, en dos extremos opuestos, naturalmente a don Quijote** (el amor más imposible de la historia de la literatura, si es que esta expresión tiene sentido), y el espléndido manifiesto fáctico del soneto de Lope: “esto es amor, quien lo probó lo sabe.” En cuanto a la expresión del amor/deseo a largo plazo (“amor para vivir”, canta Pablo Milanés), creo que hay mucho que decir en torno al binomio griego éros/philía, y a su elaboración por Platón (sobre todo eros, amor-deseo, sublimado), y por Aristóteles (sobre todo, pero no solo**, philía, amor-amistad). McEwan se pregunta por el impacto que tendrán sobre la literatura (la gran literatura, se entiende) los cambios radicales (para mejor) que se han dado, en las últimas generaciones, en los hábitos y valores que intervienen (roles, si se quiere) en el deseo y el amor. En el amor agudo, y sobre todo en el otro (añado yo).

Unos días después de leer el artículo de McEwan terminé Romance, una de las novelas que Joseph Conrad escribió conjuntamente con su amigo-socio Ford Madox Ford. No es la mejor novela de Conrad (de hecho, J. Stape, su sobrio y poco entusiasta biógrafo, dice que es la peor***), quizá porque en ella se dan algunas situaciones inverosímiles (y truculentas) que se resuelven también de forma inverosímil. Sin embargo, me parece que el mejor estilo de Conrad brilla en su párrafo final. John Kemp, en primera persona, habla de la vida en común con Seraphina, mucho tiempo después de que “sonaran las campanas” para la sufrida (en grado extremo) pareja protagonista. 

“And, looking back, we see Romance -that subtle thing that is mirage- that is life. It is the goodness of the years we have lived through, of the old time when we did this or that, when we dwelt here or there. Looking back, it seems a wonderful enough thing that I who am this, and she who is that, commencing so far away a life that, after such sufferings borne together and apart, ended so tranquilly there in a world so stable - that she and I should have passed through so much, good chance and evil chance, sad hours and joyful, all lived down and swept away into the little heap of dust that is life. That, too, is Romance!”****

De ese otro amor lento y largo, de esa otra fase, parece que Kemp-Conrad nos quiere decir, también, “quien lo probó lo sabe”. La biografía de Stape nos ofrece algún indicio.


* https://elpais.com/cultura/2019/08/08/babelia/1565281328_525926.html

** Siguiendo a Harold Bloom (Hamlet), aquí considerado como algo más que un personaje literario.

** El uso del término eroménon (lo que amamos, ansiamos, deseamos) en De partibus animalium I IV 644b 34, otro hallazgo feliz del Corpus, merecería, por sí mismo, todo un ensayo, o al menos un QSY.

*** Stape, J. Las vidas de Joseph Conrad. Ed. Lumen, 2007.

**** Como, de vacaciones, no tengo a mano ninguna traducción del texto, aventuraré aquí mi propia traducción al castellano. “Y, mirando atrás, vemos el Romance -esa cosa sutil que es espejismo- que es la vida. Es la benignidad de los años que hemos recorrido, de aquellos tiempos en que hicimos esto o aquello, cuando estuvimos por aquí o por allí. Mirando atrás, ya parece algo bastante maravilloso que yo, tal como soy, y ella, tal como es, comenzando en tiempos tan lejanos una vida que, después de tantos sufrimientos soportados juntos y por separado, terminó de un modo tan tranquilo en un mundo tan estable -que ella y yo hayamos pasado por tantas cosas, buenas y malas ocasiones, horas tristes y alegres, todas ellas olvidadas y barridas para formar ese pequeño montón de polvo que es la vida. ¡Eso también es Romance!” Nota a la traducción (la cursiva es mía): no hay equivalente exacto de romance en castellano, y en el significado del término inglés hay una connotación de aventura y de historia antigua, heroica o exótica, inusual, como, por ejemplo, se recoge en la clasificación de algunas obras tardías de Shakespeare (La tempestad y El cuento de invierno, entre otros) como romances. Hay una aproximación en el adjetivo romancesco (lo característico de la novela). En la novela de Conrad-Madox, el protagonista busca una vida excepcional y estimulante de aventuras y peligros.