domingo, 16 de febrero de 2020

134. De Facebook, con Saramago

Me pregunta un amigo si tengo Facebook. No, le digo que no, que, por lo que se refiere a las redes sociales, dedico bastante tiempo a Twitter y a este blog; ya quisiera yo tener más tiempo. Además, aunque conozco Facebook solo de oídas, no creo que me sintiera cómodo con ese formato (más de pegar que de escribir, si no lo he entendido mal). Sin embargo, sé que ahí muchas, muchísimas, personas cuentan cosas de su vida, y eso es algo que respeto y celebro. Con Saramago:

"…si cada uno escribiera su vida, qué gran biblioteca, tendríamos que llevar los libros a la luna, y cuando quisiéramos saber quién o qué fue Fulano, viajaríamos por el espacio para descubrir aquel mundo, no la luna, sino la vida." (Alzado del suelo) (Dx)



133. Auden

Como me ocurrió hace unas semanas con Yeats (§128), encuentro ahora por los caminos de Twitter unos versos de Auden que reclaman mi atención. Ya leídos y olvidados, o no recordados, porque los acabo encontrando también en mi Auden*. ¿Será verdad eso que dice Heidegger, que es más importante lo que olvidamos que lo que recordamos?

"How should we like it were stars to burn
With a passion for us we could not return?
If equal affection cannot be,
Let the more loving one be me."

                                             The more loving one

Intento aquí mi propia traducción, algo arriesgada, en la que coincido solo en parte con la de Eduardo Iriarte:

"¿Cómo nos parecería que hubiera estrellas que ardieran
por nosotros con una pasión que no pudiéramos corresponder?
Si el afecto no puede ser igual,
Que el más amante sea yo."

En lo ontológico-cosmológico, lo mismo que en lo afectivo (si no se trata de lo mismo en ambos casos), es mejor dar que recibir. 


* W. H. Auden. Canción de cuna y otros poemas. Selección, traducción y prólogo de Eduardo Iriarte, Barcelona: Ed. Lumen, 2006.




sábado, 8 de febrero de 2020

132. Silencio

Con alivio, y no sin cierto placer, apago la radio del coche cuando irrumpe la publicidad. Silencio. No me invadan, por favor, no me agredan, no me aburran (la eficacia del anuncio depende de su repetición, y en ello se manifiesta su esencia hueca e invasiva). En el mando de la tele hay un botón que parece pensado especialmente para esa función autoprotectora. No, tampoco necesito que me seduzcan. Silencio. 

Las palabras de la derecha política, a menudo burdos clichés, ideitas prefabricadas y difundidas para la ocasión por los mismos dispositivos (agencias, canales y aparatos) que emiten la publicidad, merecen el mismo abordaje terapéutico. Silencio. Ese es mi mindfullness. El botón de apagado, el botón de silencio. Déjenme, déjennos, vivir y trabajar en paz. Y en silencio, nuestro bendito silencio. (Dx)


(Escuchando If it be your will, de Leonard Cohen.)


viernes, 24 de enero de 2020

131. Lo que se dice y lo dicho

Lo dice, precisamente, Michel Foucault en El orden del discurso*, ese texto/discurso admirable:

"En resumen, puede sospecharse que hay regularmente en las sociedades una especie de nivelación entre discursos: los discursos que «se dicen» en el curso de los días y de las conversaciones, y que desaparecen en el acto mismo que los ha pronunciado; y los discursos que están en el origen de cierto número de actos nuevos de palabras que los reanudan, los transforman o hablan de ellos, en resumen, discursos que, indefinidamente, más allá de su formulación, son dichos, permanecen dichos, y están todavía por decir. Los conocemos en nuestro sistema de cultura: son los textos religiosos o jurídicos, son también esos textos curiosos, cuando se considera su estatuto, y que se llaman «literarios»; y también en cierta medida los textos centíficos."

A continuación, una vez definida esta división, Foucault la fluidifica, la quiebra. "Es cierto que esta diferencia no es ni estable, ni constante, ni absoluta." También la dramatiza (o la ironiza). "La desaparición radical de este desnivel no puede ser nunca más que juego, utopía o angustia."

Sí, en esta última frase están convocados algunos asuntos recurrentes de estos QSY, el juego, (Glasperlenspiel, Hesse), la utopía (Experimentum mundi, Bloch) y los maestros de la fenomenología existencial (Sartre y Merleau-Ponty) que acabaron presentándome a sus severos padres (Husserl y Heidegger).

Más allá de tanta gente ilustre, autores en el sentido foucaultiano, queda la cuestión, experimental en estos QSY, como se viene diciendo (p. ej., §4), de esa ligera, aunque radical transición, que lleva de lo meramente pensado (o vivido) a lo escrito (lo dicho). Ahí hay un misterio. 

* Michel Foucault. El orden del discurso. Traducción de Alberto González Troyano. Barcelona: Ed. Austral, 2019.


sábado, 18 de enero de 2020

130. Cada día

"Para quien ha visto muertos solos y en montón, cada día es una ganancia."

Esto dice Günter Grass en la magnífica traducción de Miguel Sáenz de Pelando la cebolla*, el relato de sus recuerdos de la guerra y la posguerra, llenos de agradecimiento y de ternura, y también de muchísimo dolor**. 

Para quien ha visto eso, sí, así es. (Dx***)


* Günter Grass. Pelando la cebolla. Traducción de Miguel Sáenz. Madrid: Ed. Alfaguara, 2007.

** (26/01/20) Cuando escribí esto no había leído aún las páginas que el autor dedica a la muerte de su madre. Tantísimo dolor, y tan vivo en el recuerdo, y en este otro recuerdo literario permanente, su texto. No hay muchos textos, en prosa o en verso, que me hayan dolido de esta manera al leerlos (que me hayan transmitido tan intensamente su dolor), y los tengo entre lo más alto que he leído. Los últimos poemas de Miguel Hernández, y algunos pasajes de Capitanes de la arena, de Jorge Amado, por poner un par de ejemplos.

*** Escuchando Mistral Gagnant, de Renaud, una de las canciones más melancólicas y bonitas que hay.


martes, 14 de enero de 2020

129. Especializarse

Ando desde hace ya mucho tiempo pendiente, en lo que leo y en lo que yo mismo experimento de forma cotidiana, de todo aquello que permite diferenciar la actividad científica de la actividad filosófica (qué es diferente en uno y otro modo de conocer el mundo y de reflexionar sobre él). Ahora preparo un texto sobre "la ciencia y la filosofía de la memoria" y estoy algo más atento a esta cuestión. Hasta ahora no había reparado en un punto de vista (Standpunkt) interesante desde el que es posible considerar esta diferencia: el de la especialización. Eloy Terrón, hombre sabio y generoso, nos recordaba de vez en cuando, muy oportunamente, una de sus citas preferidas: "un especialista es alguien que sabe cada vez más de cada vez menos, hasta que llega a saberlo casi todo de casi nada."*

En mi actividad profesional cotidiana, trabajo como un súper-especialista (como tantísimas personas en el ámbito biomédico, y en otros), aunque tengo la suerte de haber dedicado bastantes años en el pasado a cuestiones de biología teórica, y no puedo enfrentarme a ningún problema científico específico, concreto, sin imaginar, casi sin darme cuenta, sus consecuencias o implicaciones teóricas (a veces muy amplias y lejanas). En lo que podría llamar mi actividad filosófica, más bien amateur (esto es, no profesional), y como resultado de mis propios intereses de búsqueda e investigación, voy centrándome también en determinados problemas, cuestiones y autores; me voy también especializando (como prácticamente todos los filósofos profesionales que conozco). 

¿En qué se diferencia la especialización del trabajo en uno y otro ámbito? ¿En qué se diferencian, en particular cuando uno se pregunta hasta dónde debe llegar uno en sus lecturas? ¿Es posible leerlo todo? ¿Y es necesario? ¿A qué hace referencia ese "todo" en la ciencia y en la filosofía?

En el ámbito científico, uno lee sobre datos e interpretaciones de esos datos, y a pesar de lo rápidamente que crece hoy cualquier campo científico, no es difícil mantenerse al día. Un campo científico tiene una lógica de desarrollo (lineal, y a veces divergente) que no resulta difícil seguir. Un campo de estudio filosófico es algo diferente. Su movimiento se parece más al de las ondas que genera un objeto al caer en un estanque, ondas sucesivas y expansivas que abarcan un espacio cada vez mayor (y más complejo). Un espacio que está conformado por textos más o menos primarios y por otros textos (interpretaciones) que refieren aún a otros textos en una secuencia que es en cada momento inabarcable. 

Se puede ser selectivo, claro, tanto en lo científico como en lo filosófico, y usar una linterna que solo ilumine lo significativo, lo relevante para nosotros (datos, textos o interpretaciones -otros textos). Lo importante entonces es saber, aprender, a seleccionar, a pre-seleccionar intuitivamente, sobre la base de la experiencia adquirida en cada campo. No es posible leerlo todo, y ni siquiera hay ya una totalidad de conocimiento posible bien delimitada para cada campo. Hay que encontrar, y hacer, un camino, un itinerario.

Eso desde el punto de vista práctico. En lo teórico, no deja uno de tener la impresión, con todo, de que la ciencia especializada es finita en cada momento, mientras que la filosofía, por muy especializada que sea, tiende en cada punto al infinito (al menos en términos humanos).


* Al parecer, y según encontré en un enorme libro de citas, fotocopiado, que él mismo me regaló en algún momento, la cita provenía de un rector de una universidad norteamericana del s. XIX o comienzos del s. XX.


jueves, 9 de enero de 2020

128. Yeats


"Had I the heavens' embroidered cloths,
Enwrought with golden and silver light,
The blue and the dim and the dark cloths
Of night and light and the half-light,
I would spread the cloths under your feet:
But I, being poor, have only my dreams;
I have spread my dreams under your feet;
Tread softly because you tread on my dreams."

                                                        He wishes for the cloths of heaven

Cómo se encuentra uno con un poema, cómo le sale al encuentro, aunque lo haya leído ya antes. Hay un (una) personaje de la película Late night que recita algunos versos de este precioso poema mientras se dirige a una entrevista de trabajo con el (la) estupendo(a) personaje de Emma Thompson. Y ahí está el poema, esperándonos siempre. 

Estaba, aunque algo oculto, en mi edición bilingüe de Ed. Lumen*, que tengo bien leída,  (nunca acaba de estar del todo "bien leída" la poesía, y Yeats tiene muchas maravillas). Como no me convence la traducción (el eterno tema de la traducción de la poesía: cada uno tenemos la nuestra), intento la de los tres últimos versos (que es como yo los entiendo):

"(...) Pero yo, que soy pobre, solo tengo mis sueños;
He extendido mis sueños bajo tus pies;
Pisa suavemente porque estás caminando sobre mis sueños."


* W. B. Yeats. Antología poética. Barcelona: Ed. Lumen, 2005.