sábado, 13 de febrero de 2021

202. La sonrisa de la máquina

 Noche negra para comenzar un fin de semana. Uno de los congeladores del biobanco (de cerebros), lleno de muestras que ha costado muchos años recoger, se negó a seguir enfriando (-80oC). Eso debió de ocurrir en algún momento de la tarde. Por la noche, cuando avisó el vigilante, ya estaba a -65oC. Fui para allá lo antes que pude y pasé 4 o 5 horas, no sé bien, vigilando la pantallita del congelador y el lento trazo del registro de tempeatura, subiendo muy lentamente, con alguna oscilación, a veces, que me hacía pensar que la cosa, lo que fuera que le estuviera ocurriendo a esa terca máquina, empezaba a resolverse. El motor seguía funcionando, solo había que entender por qué no estaba enfriando. No, a pesar de las frecuentes, pequeñas e imaginarias esperanzas (un breve salto en el registro de temperatura que parecía empezar a descender), al cabo de esas horas la temperatura había subido 4 grados más. Se acabó, "no vale querer", como dice una persona con la que trabajé muy a gusto hace años. Siguiente fase del protocolo: trasladar el contenido del congelador, todo, al espacio libre de los otros arcones. Eso me llevó un par de horas más. El congelador renuente, liberado ya de su contenido, empezó a subir su temperatura rápidamente. Así se despidió de mí después de la noche en blanco que pasamos juntos, con una empinada curva de temperatura corriendo alegremente hacia la descongelación. Bye bye, good night, me voy a descansar un rato. 

Esta mañana volví a la sala de congeladores. A pesar de los restos del pequeño caos producido por la transferencia de material, todo estaba en orden, cada congelador zumbando con su pesada carga y a la temperatura adecuada. Al entrar me habían pasado una nota que dejó el vigilante al irse a las 8 de la mañana. El congelador averiado: -33oC. Antes de irme miré la pantalla: -35oC, y una lenta curva, claramente descendente, de temperatura. Eran las 2 de la tarde. Vaya, ahora sí, y me parecío que nos despedimos con una fatigada e irónica sonrisa. 



domingo, 7 de febrero de 2021

201. Ser necesario

 “Solo el ser necesitado es ser necesario. La existencia carente de necesidades es una existencia superflua. Lo que está libre de necesidades en general tampoco tiene necesidad de existencia. Lo mismo da si es como si no es -tanto para sí mismo como para otro. Un ser innecesitado es un ser infundado. Solo lo que puede padecer merece existir.”

No sé de quién es la traducción al castellano de este texto de Ludwig Feuerbach. He perdido (de momento) el rastro, la referencia. En cualquier caso, es interesante ese neologismo hoy insostenible (DRAE), "innecesitado", aunque no tengo claro qué termino alemán traduce. Interesante y ambiguo (subjetivo/objetivo): no necesitado de nada/nadie y/o no necesitado por otro. Ambigüedad curiosamente adecuada al sentido del texto.



sábado, 6 de febrero de 2021

200. Antiguo futuro

Tomo la idea del título del espléndido libro de Irene Vallejo (El infinito en un junco) (§195), que voy leyendo muy poco a poco para que me dure más, o quién sabe si para acercarme al ritmo con que ella lo escribió (§185). "Qué antiguo puede llegar a ser el futuro", dice, con motivo de la concesión del Premio Nobel de Literatura a Bob Dylan en 2016. Un premio al canto, a la oralidad de la literatura occidental, como si fuera un premio tardío (¡y tanto!) a los poetas orales, los aedos griegos, que la inventaron, antes de que quedara fijada por escrito en Homero. Celebré mucho entonces la concesión del premio -Irene Vallejo sobrevuela con gracia e ironía la polémica asociada-, y defendí en algunas conversaciones que al escuchar a Dylan es tan importante lo que dice, lo que canta, como la forma precisa en que lo dice. Dylan canta y recita al mismo tiempo, como un poeta proclamando (Gadamer dixit) sus versos. 

Alguna analogía con este futuro anterior, de ida y vuelta, me sugirió la lectura de un artículo de prensa que me envió hace poco Alfonso Ogayar, buen amigo, profesor y biólogo teórico*. Con motivo de la reciente publicación en castellano de un libro sobre las polémicas que mantuvieron Richard Dawkins y Stephen J. Gould**, José Manuel Sánchez-Ron habla de ellos en el artículo, y de sus diferentes perfiles personales y científicos, y también ideológicos. Alfonso y yo, desde nuestra común navegación al lado de Faustino Cordón, siempre hemos sido más de Gould, en cuanto a teoría evolutiva, en una tradición que hemos entendido consistentemente darwinista***. Sin embargo, en el artículo se presta más atención a lo ideológico, incluyendo la actitud de ambos autores ante la religión. Dawkins, "liberal", y Gould, "socialista", ambos términos en su idiosincrático sentido estadounidense. En mi correo de respuesta, escribí esto: "Leí hace años el libro de Gould sobre ciencia y religión****, y me pareció muy astuto, muy fino. A Dawkins, ateo militante (y en teoría, solo en teoría, "uno de los nuestros") lo sigo en twitter, y hay que ver cómo habla de los 'socialistas' del Partido Demócrata (Sanders y compañía, que sí son de los nuestros), dice cosas que podría firmar Trump."

No hacía mucho tiempo que Alfonso y yo habíamos comentado un "cruce" atípico análogo entre ideología y teoría biológica en las primeras décadas del siglo pasado, con motivo de otro artículo intercambiado*****. No hay biología sin biopolítica, al parecer. Ernst Haeckel, autor fundamental en la historia del darwinismo y el evolucionismo, y en esa perspectiva histórica también "uno de los nuestros", fue un ferviente defensor del nacionalismo y el imperialismo alemán, además del darwinismo social y la eugenesia. Fue uno de los autores más respetados por los ideólogos nazis. En cambio, uno de sus discípulos, Hans Driesch, destacado representante del neovitalismo (que solemos asociar a un oscuro conjunto de fuerzas, impulsos o espíritus vitales) promovió el pacifismo y el universalismo, lo que le costó su puesto académico. Por su parte, en aquellos funestos años, Heidegger, ese admirador de Hitler al que dedico tantas horas de estudio (intentaré dejar claro algún día por qué) fue un profundo crítico del biologismo en todas sus formas. 

Recordemos, en fin, lo que decía Ernst Bloch, citando a Lenin: "el idealismo inteligente está más cerca del materialismo inteligente que el materialismo tosco".


* https://elcultural.com/gould-versus-dawkins

** Kim Sterelny. Richard Dawkins contra Stephen Jay Gould. Ed. Arpa, 2020.

*** Entre mis libros favoritos de evolución, y en mi biblioteca, está The structure of evolutionary theory (Belknap Press: Cambridge, 2002), de Gould, un verdadero placer para la lectura. Alfonso me regaló  Ontogenia y filogenia. La ley fundamental biogenética (Crítica: Barcelona, 2010) una vez que fui a dar una charla a su instituto. La ley biogenética de Haeckel, claro.

**** Stephen J. Gould. Ciencia versus religión: un falso conflicto. Crítica: Barcelona 2007.

***** Giuseppe Bianco. Philosophies of life. In: P. Gordon, W. Breckman (Eds.). The Cambridge History of Modern European Thought, Vol. 1. CUP: Cambridge, 2019.



sábado, 16 de enero de 2021

199. Casi una duda

 No todo lo que lea tiene que parecerme bien; basta con que me parezca bien leerlo.

¿Y lo que escriba?



viernes, 8 de enero de 2021

198. Unamuno

 "Si escribes, que nadie sepa cómo escribes, ni a qué horas, ni de qué modo."

                                                                     Vida de Quijote y Sancho



miércoles, 6 de enero de 2021

197. Mejor o peor

Últimamente, en casa, cuando hablamos de política, o cuando discutimos (no parece que se pueda hablar propiamente de política si no se discute, en alguna de las variantes más o menos apolíneas o dionisiacas de esta actividad humana fundamental) lo hacemos a lo grande. No hablamos de las diferentes consecuencias de las políticas de derechas o izquierdas (para qué insistir), ni de las variedades (cuasi botánicas, a veces) de la izquierda (al menos de momento, mientras sigan gobernando los nuestros); no, ni siquiera hablamos ya (solo) de este país. Vamos a lo más importante, lo primero (prótos), aquello que va, o puede ir, mejor o peor. ¿Para quién, para qué, por qué? Ahí está la discusión. 

Cómo escapar al marco impuesto por los medios de comunicación en cada momento, esa es otra cuestión, importante, urgente, que ya asusta. Y al de las llamadas redes sociales, que no son ya, salvo excepciones alternativas (de eso otro, precisamente), sino una extensión cuasi infinita de esos medios. Cuestión paralela, o indisociable, de aquella otra de la ideología de la que venía alertándome en unos QSY anteriores (p. ej., §116). Para otro momento. El caso es que, con ocasión del cambio de año, se difunden desde los medios de comunicación todo tipo de listas de datos, hechos, acontecimientos, en perspectiva temporal. Se impone también el marco de discusión pinkeriano (§99): ¿el mundo está cada vez peor o cada vez mejor? ¿La situación global del mundo mejora o empeora? 

Es difícil separar la respuesta del marco en que se formula, y ni siquiera lo intentamos en nuestra animada discusión doméstica/universal (no propiamente académica, aunque incorpora cierta multidisciplinariedad que podríamos considerar académica). Aceptamos, pues, sin más, el supuesto (en sentido lógico-matemático) del debate modernidad (Ilustración)/postmodernidad, y vamos directamente a los datos. Pesa mucho en el debate lo sanitario (lo biopolítico, en el fondo), y ahí no parece que pueda haber mucha discusión: las cosas (por resumir) van claramente a mejor. Morbilidad, mortalidad, esperanza de vida (en sentido epidemiológico y ontológico), aun allí donde los datos son peores, han ido mejorando claramente en las últimas décadas. Es muy interesante esa dimensión profunda, invisible, de la historia humana, que solo se pone de manifiesto con el paso de las generaciones. 

Sin embargo, ¿cómo podemos asumir a la vez, cognitiva y éticamente, esos datos de mejoría global y las infinitas tragedias humanas locales aún persistentes? Tragedias que son catástrofes: guerras, miseria, hambre, desastres climáticos, migraciones. La persistencia imperturbable, solo comparable a la de una religión, de un sistema socioeconómico profundamente injusto y depredador*. ¿Es compatible nuestro optimismo de izquierda -docta spes- con el catastrofismo inmanente a la izquierda occidental? Wärmestrom (corriente cálida) y Kältestrom (corriente fría), escribió acertadamente Bloch. No podemos/debemos abandonar ninguna de las dos, en su dialéctica. Tengo para mí (lo diré con esta expresión también favorita de Cordón) que, de alguna forma (que estaría muy bien poder demostrar alguna vez), las actitudes y acciones de los que somos por lo general tan catastrofistas (incluso las de algunos recalcitrantes del todo mal), forman parte del motor que contribuye a que sucesivas generaciones de seres humanos estén habitando un mundo en el fondo cada vez mejor (Dx**).


* Sistema, por otra (o la misma) parte, capaz de producir logros globales históricos, como la creación ultrarrápida de vacunas frente a la actual pandemia. ¿Pero a quién son realmente atribuibles esos logros? ¿Siempre (o solo) al sistema? ¿No, en alguna medida, y cada vez más, a eso que venimos llamando, lo público?

** Escuchando la suave ondulación de la voz de Natalie Merchant (Beloved wife).



viernes, 1 de enero de 2021

196. Huir

 ¡Con qué firmeza un claro sentimiento de extrañeza nos indica en qué situaciones -dónde, cuándo y con quién- somos extranjeros! Es primero la conciencia la que se encoje y quiere huir; el lenguaje se hace artificial, y el cuerpo, entorpecido, pide salir de ahí. Sentirse extraño un instante, y saberlo, tiene un profundo valor epistemológico. (De Huellas, 1991)