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sábado, 19 de febrero de 2022

251. El caos de los libros

 Están por todas partes, algunos en su sitio, el que en algún momento les ha correspondido, en una de las estanterías, o en un cajón de madera, una estantería improvisada sobre la mesa. Muchos otros están sencillamente puestos, dejados (nunca "tirados", aunque pueda parecerlo) encima de la mesa, de la cama (los más), y también por las estanterías. No están solos, sino acompañados de muchos papeles, artículos sacados de internet, notas; y en todos ellos asoman marcapáginas y señaladores de colores. Seguir aquí, recordar esto, volver a esto otro en algún momento, no olvidar.

Están ahí, cada uno en un sitio, el suyo en cada momento, y también en una posición, a mano, "a pensamiento", mejor, si así se pudiera decir, mientras esperamos, ellos y yo, el siguiente encuentro.

Entre todos, lo leído no olvidar, lo que se está leyendo seguir aquí y lo que está ya preparado para el futuro ganas de leerlo en cuanto se pueda o cuando toque, forman la arquitectura invisible (relaciones, intenciones, intuiciones y algunos recuerdos insistentes) del trabajo en curso. Si alguna vez me perdiera (Hänsel und Gretel...), quiero pensar (para huir así de ciertas pesadillas) que solo con mirarlos, ahí, tal como están, como han quedado, expectantes y acogedores, me mostrarían de nuevo el camino.

 

 

sábado, 8 de enero de 2022

245. De profesiones y aficiones

"‒¿Lo sabías que pinto? ‒preguntó complacida‒. ¿Quién te lo ha dicho?
 ‒Qué más da, lo he sabido por ahí. 
‒Yo no pinto bien, ni lo pretendo. Soy aficionada solamente se defendió. Eso para el que sea profesional.
Yo le dije que no se debe ser aficionado en ninguna cosa, que si no le parecía la pintura una cosa importante, que no cogiera nunca un pincel."

 Este breve episodio literario, recogido en Entre visillos, de Carmen Martín Gaite, tenía (tiene*) lugar presumiblemente en Salamanca, a orillas del Tormes, cerca del puente de piedra. Lo leí con gusto hace poco, en Navidades, mientras pasábamos unos días agradables paseando por aquella espléndida ciudad.

Pablo (el narrador), un profesor de alemán, de vuelta, por un tiempo, en su ciudad natal, y Elvira, una joven existencial e intelectualmente asfixiada entre aquellos visillos provincianos de posquerra, insinúan, entre leves movimientos a lo Rojo Negro, uno de esos amores difíciles** que tan bien nos contó Italo Calvino. Era fácil, asomándose al puente de piedra, imaginar allí abajo a los dos protagonistas, tumbados sobre la hierba, en sus sutiles, y al final tristes, juegos de desafío y seducción.

Sin embargo, más allá del interés literario y metaliterario de la escena (¿será Salamanca un lugar donde los personajes de las novelas se vuelven reales, o viceversa, como el Augusto de Niebla?), el episodio, quizás metafóricamente autobiográfico (para la autora y para mí), me hizo pensar en uno de mis temas recurrentes. 

Lo profesional y lo amateur (la ciencia y la filosofía, para mí, respectiva y sencillamente). Es posible que se trate solo de una división (¿oposición?) figurada, o convencional, de diferentes categorías sociales para describir una práctica o un hábito personal. Categorías sociales estructuradas alrededor del trabajo. Más allá de eso, que es tan complejo como todo lo socialmente determinado, lo principal, para lo uno y para lo otro, parece ser lo que le aconseja Pablo a Elvira: que si no le parece importante, que no coja el pincel. Que implica lo complementario, esto es, que si le parece importante, que no deje de hacerlo. Lo amateur y lo profesional, ellos hablan de amores, en realidad (o también), de todos los tipos, y de las decisiones que llevan consigo.


* A este respecto, el de la intemporalidad de lo escrito, viene a cuento un texto de Elena Fortún con el que Martín Gaite abre su Caperucita en Manhattan: "(...) lo que ha pasado no está escrito en ninguna parte y al fin se olvida. En cambio, lo que está escrito es como si hubiera pasado siempre."

** "Amores cobardes", los llamó (llama) Silvio Rodríguez en Óleo de una mujer con sombrero, si es que se trata ahí de lo mismo.



miércoles, 8 de diciembre de 2021

238. Entre las voces, una

 Trabajar los textos de muchos otros, subrayar, anotar, organizar, hasta que uno empieza a escuchar débilmente (y después, de una forma más neta), como escribió el poeta, "entre las voces, una". A veces, esa voz (ya no eco) es, al final, la de uno mismo, la de la comprensión del problema, de la pregunta y/o la respuesta. Una, pros hén.



sábado, 4 de diciembre de 2021

237. Una de los nuestros

 Es muy triste, y también muy emocionante, todo lo que ha ocurrido estos días alrededor de la muerte de Almudena Grandes. No he sido hasta ahora un lector asiduo de su obra (si hay caminos inescrutables*, son los del lector), pero impresiona comprobar ahora cómo se han instalado ella y su obra (ella, con su obra) en el corazón de sus lectores, algunos de ellos (especialmente ellas), muy cercanos (también Mu). Una amiga de Uruguay me escribió, al conocer la noticia de su muerte: "te juro que siento que se murió alguien de mi familia". Lo que puede la literatura cuando es realmente popular, en el sentido más hondo y ontológico del término, cuando nace de la historia (memoria) de un pueblo (communitas) y queda inscrita en ella(s). Cuando contribuye al sentido, tantas veces superficial o ambiguo, del término pueblo.

Aunque no puedo hablar (todavía) como lector de su obra narrativa, guardo en mi colección personal de "elogios de la vida lectora", de los autores que han dejado testimonio de su iniciación a la lectura (vocación, en alemán Ruf, llamada) y la escritura, el breve prólogo que escribió para una edición de Fortunata y Jacinta** (esa novela inmensa, como la vida). Sartre, Saramago, Calvino y muchos otros, allí está en buena compañía.

"Maldigo la poesía concebida como un lujo / cultural por los neutrales", nos dejó dicho y cantado el poeta (comunista). No solo la poesía, también la ciencia y la filosofía, voy aprendiendo trabajosamente por los caminos de la biopolítica.

Enormes, la pena y el orgullo.


*Romanos 11:33.

**  Las Palmas de Gran Canaria: Ediciones del Cabildo de Gran Canaria, 2007)

 

 

sábado, 13 de noviembre de 2021

235. Las plantas, los textos

 ¿Cómo se hace un texto, cómo nace y crece, cómo madura? Bueno, nunca madura del todo, solo crece, se diversifica, hacia dentro y hacia fuera, se hace más complejo. Como una planta, como estas que ahora riego -al sol, riego de otoño-invierno, especialmente agradable, cálido, goloso (como algunos vinos). Las riego, siempre, de vez en cuando, las cuido, las pienso (mientras las miro), no las veo crecer, sino que a veces me doy cuenta de que han crecido, mejor o peor, no siempre por donde esperaba. Después las tengo que podar, casi siempre, pero solo cuando toca hacerlo. Ellas crecen, yo las cuido, y de vez en cuando intento podar algunos excesos. Así también los textos. Sin prisa, ¿quién puede meterle prisa a una planta? (Rx)



domingo, 10 de octubre de 2021

232. Lo menos, lo mejor

En parte es (será) por lo mucho que leo, aun sin poder abarcar lo necesario, pero sobre todo por lo mucho que se escribe que es del todo innecesario. El caso es que hay que escribir poco, lo menos posible, pero lo mejor que se pueda. (De Huellas, 1992)


 

domingo, 12 de septiembre de 2021

227. Leer, escribir

 Escribir: (solo) un motivo (más) para se(gui)r* leyendo.


*Este último paréntesis, robado (no sin cierto sentido) a Derrida: El animal que luego estoy si(gui)endo.

 

 



sábado, 17 de abril de 2021

210. Leer y/o escribir

 Cuando leo no escribo, y cuando escribo no estoy leyendo, ¿o sí? Re-leyéndo-me mientras escribo, quizá, pero eso tiene que ver con el proceso inmediato, actual, y tiene su propio interés, claro, y también su lado puramente formal (la brocha gorda y el pincel fino, como me dice mi profesora). Hay quien piensa que el pensamiento y la memoria (casi indiscernibles) no son sino escritura. De signos humanos, de lenguaje humano natural, no como la "escritura" del código genético, las señales moleculares o las frecuencias de descarga neuronal y todo eso. Inscripción, grafía, engrama (sí, aquí están las neuronas, con sus señales moleculares y su código genético, pero eso ya se verá).

En el límite, el silencio de la escritura sería lectura, y (a modo de viceversa) la decisión de escribir implicaría eo ipso el abandono de alguna lectura. En realidad, es esto lo que más me preocupa ahora. De qué (callada) manera la exploración de un campo nuevo de lecturas y reflexiones (campo, en un sentido más rústico que físico) va multiplicando los caminos y los hitos (cruces, divisiones, confluencias), como un fractal. (Cómo no imaginar ese campo subido a una bicicleta, con el aire en la cara, descubriendo caminos). ¿Dónde, cuándo parar? ¿Cuándo estará cumplido, resuelto, ese laberinto? ¿Quién podrá decidirlo? Seguramente nadie, solo el tiempo, el plazo establecido para entregar un texto escrito. Deadline, en inglés, pocas bromas. Bendito límite, pero límite al fin.



sábado, 16 de enero de 2021

199. Casi una duda

 No todo lo que lea tiene que parecerme bien; basta con que me parezca bien leerlo.

¿Y lo que escriba?



viernes, 8 de enero de 2021

198. Unamuno

 "Si escribes, que nadie sepa cómo escribes, ni a qué horas, ni de qué modo."

                                                                     Vida de Quijote y Sancho