Mostrando entradas con la etiqueta Sobre "Qué sé yo". Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Sobre "Qué sé yo". Mostrar todas las entradas

martes, 10 de septiembre de 2019

87. A mí qué

En algún tiempo futuro, este "Qué sé yo" podría tener su extensión estrictamente política (de ontologia política) en otro blog de título igualmente ambiguo (y, por ello, desambiguable): "Y a mí qué". Esto (eso) podría ser una broma, o no.


domingo, 8 de septiembre de 2019

86. Inmersión

Cuando uno vuelve a las cosas de trabajo que requieren tiempo y concentración. Siempre me ha gustado la imagen de una ballena que se sumerge lenta, profundamente en un mundo silencioso y denso durante periodos prolongados. Y la satisfacción (intuyo, proyecto, antropomórficamente) de subir de vez en cuando a la superficie y respirar, con la tarea cumplida.

A veces, este blog forma parte de esa superficie.



sábado, 20 de julio de 2019

67. Antecedentes


Vivimos en una especie de atmósfera informativa muy contaminada. No pocas veces, en los últimos tiempos, una infamia periodística (naturalmente, al servicio del statu quo, del poder de clase) me incita a imaginar algo así como un blog, una columna o un rostrum (sigo fascinado por SPQR, de Mary Beard), donde desahogar mi indignación. Es muy poco probable que llegue a hacerlo alguna vez. Lathe biosas. Pero si lo hiciera (es bonito imaginarlo), podría titularlo genéricamente con la máxima de Montaigne: “¿qué sé yo?” En castellano, la frase tiene un doble sentido, no del todo ambiguo, muy interesante. Lo que sé, lo que puedo llegar a saber, lo que no sé y tampoco sé si llegaré a saber. La mejor medicina contra la falsedad. (De Huellas, 2016)

- - - - - - - - - - - - - - - 

A veces me gusta imaginar cosas que nunca haré. Como este blog que hoy me ha dado por imaginar, al que le pondría como cabecera “Qué sé yo”, y desde el que me dedicaría a opinar, con cierto estilo expresionista, sobre lo humano y lo divino. (De Huellas, 2017)



miércoles, 10 de julio de 2019

65. Pequeño eclipse de blog

Esto que aquí comienzo podría ser un texto para QSY. Llevo casi un mes sin acceso al blog, a la página donde se escriben y modifican los textos. El vínculo de acceso está guardado en el navegador de mi ordenador portátil, que lleva todo este tiempo en el taller. Debería saber cómo acceder a esa página desde cualquier otro sitio (aparato) pero (todavía) no lo sé. Me parece interesante recoger algunas observaciones, banales y a la vez creo que importantes, sobre este breve periodo de eclipse de blog. Podría estructurarlas en los siguientes puntos.

1. Me siento desconectado de esos textos, sin acceso a ellos, y eso me produce cierta inquietud (pequeña). Puedo leerlos siempre que quiera, para eso no necesito mi portátil, pero no puedo modificarlos ni escribir nada nuevo; y eso es, al parecer, lo que hace que me sienta lejos de ellos.

2. Si no puedo escribir en el blog de forma inmediata, entonces no me encuentro pensando en el modo de escritura del blog, con vistas al blog. Esa forma de escribir, con su componente formal "público" (y su particular exigencia de rigor), se bloquea, se paraliza, se inactiva, si no es posible aplicarla al blog inmediatamente. 

3. Por último, sigo transcribiendo textos de estas notas, y encuentro algunos que, si el blog estuviera accesible, pasarían a formar parte de él. Como en este momento eso no es posible, estos textos se quedarán aquí, como otros muchos, la inmensa mayoría. La cuestión es que eso no me produce ninguna inquietud, no me parece importante.

Y hay algo más, creo, algo agradable, en volver por un tiempo a lo privado y anónimo, en no sentirse expuesto, ni siquiera en potencia; y en no sentirse obligado (¿inercia?) a exponerse. Paradojas (interesantes) de lo público/privado, lo personal/transpersonal, que interpelan al qúe-sé-yo con un (a veces inquietante) para-qué-lo-sé. (De Huellas, 2019) 





sábado, 30 de marzo de 2019

49. To whom it may concern

Cuando era estudiante de Medicina (y después, como médico residente), pasé unos cuantos veranos en Inglaterra, y también en Estados Unidos, incorporado a las actividades académicas y clínicas del hospital que en cada momento me acogiera: National Heart Hospital, Middlesex Hospital, Guy's Hospital, Hammersmith Hospital, Massachusetts General Hospital, Detroit Medical Center. Se trata de una peregrinación clásica (tópica) en la formación médica e investigadora española, que siempre tuvo algo de "provinciano", pero que en mi caso, como en el de muchos otros, seguro, contribuyó a ampliar mi mundo, y a que pudiera sentirme seguro y a gusto (casi) en cualquier lugar. Alejándome de lo que me era familiar, aprendí el valor de la familiaridad con lo nuevo. El papel de José Luis Barros, cirujano, amigo y mentor, en este peregrinaje y en otros episodios de aquellos tiempos, deberá ser objeto de alguna entrada futura de este blog.

Siempre que terminaba uno de esos periodos (con ganas ya de volver a casa), mi responsable local, por lo general un Jefe de Departamento, me entregaba un certificado de mi estancia, un texto estándar cuidadosamente redactado, que contenía alguna breve referencia amable a las cualidades y al futuro prometedor del estudiante. En Inglaterra, especialmente, las secretarias de esos importantes Professors (lo eran y lo parecían), se referían a este documento como el To whom it may concern. Así comenzaba el certificado, con un encabezamiento que lo dirigía "a quien (le) pueda interesar (o concernir)". 

En el marco del experimento gadameriano que representa este blog, me pregunto a quién van dirigidos estos breves textos, algunos actuales y otros recuperados (recordados) de una experiencia escrita con el objetivo inmediato de conservar algo de ella (Huellas). No tengo otra respuesta a esa pregunta que la frase prudente, perfecta y tautológica que abría aquellos textos, testigos de un itinerario (huellas) durante mis años de formación: to whom it may concern.



sábado, 2 de junio de 2018

18. Ducha o bici

Cuando era joven, o muy joven, tenía la costumbre de dar largos paseos solitarios, con frecuencia por el barrio de El Viso, no lejos de mi casa, que me ayudaban, como suele decirse, a aclararme las ideas. Ahora ya no lo hago, ya no soy tan solitario, prefiero leer a Rousseau que practicarlo, y del soliloquio de Cernuda me quedo con todo menos con la soledad. Sin embargo, esa misma impresión de dejar que las ideas fluyan libremente, como en busca de algo que a veces encuentran, sin que uno sepa bien por qué, la experimento con cierta frecuencia mientras me ducho, con o sin música, y cuando monto en bici. En la ducha, uno cierra los ojos, como en el poema de Emilio Prados ("Cerré mi puerta al mundo...") y por unos momentos el mundo se hace íntimo, cálido y acogedor, y se encuentra uno pensando en mil cosas casi sin darse cuenta. En bicicleta, el ritmo del movimiento físico, la velocidad, el mundo que uno ve pasar, adquieren unas dimensiones igualmente agradables, humanas, y la reflexión se activa y fluye por caminos inesperados.

Por si tuviera algún sentido a lo largo del tiempo, en este blog indicaré las notas cuyas ideas de origen hayan surgido en la ducha (Dx) o en la bici (Bx). Esta que aquí termina, por cierto, es Dx.



jueves, 31 de agosto de 2017

5. Estilo



No es que me haya tomado nunca verdaderamente en serio esto de escribir, no; al menos desde el punto de vista técnico (leo las agudas consideraciones de Lampedusa sobre Stendhal, y me tengo que perdonar la audacia de recordarlo en este momento); pero aun para estos breves párrafos noto unas dificultades que sin duda me descalifican hasta para intentarlo. Son dificultades a veces conscientes, voluntarias, no sé, a lo mejor hasta son manías. Por ejemplo, hay cosas que, pudiendo ser contadas y pudiendo serme útiles en estos apuntes rápidos, no quiero contar. Esto quizás es aún un poco normal. Pero además hay expresiones que leo, oigo, y me pueden parecer oportunas en muchos casos, y que me siento incapaz de utilizar. Sobre todo porque no quiero. Hay muchísimas palabras, que ya me he acostumbrado a reconocer en mis lecturas, que jamás podría utilizar. Es el resultado de muchas decisiones minúsculas ya tomadas, quién sabe con qué criterio. Pero es así. Me siento cómodo con lo que puedo decir, con lo que quiero decir; con unas palabras que, no siendo pocas, no son todas las posibles. Comodidad; decía dificultad. No, ciertamente no hay tal dificultad, si no es para rebasar la línea de sombra que lleva al artificio, a lo forzado. No importa estar en el límite si se está por dentro. (De Huellas, 1990)

Sigo suscribiendo este texto. En todo este tiempo, no he tenido otra aspiración consciente que aprender a ajustar la sintaxis al pensamiento. Las palabras, con nuestra carga personal de filias y fobias, vienen solas. No he pretendido nunca, creo, producir belleza, sino solo memoria, elementos más o menos primarios para el recuerdo. (2016)

- - - - - - - - - -

No tengo que preocuparme tanto de la manera de escribir. Basta con que se entienda lo que uno quiere decir, lo que dice. Escribir como se habla (Sartre), empleando las palabras con que uno piensa (Valéry), con palabras vividas (Guillén), todo eso en mi caso ya ocurre por el hecho de ponerme a escribir. El pensamiento debe estar puesto en el pensamiento, en la idea y en el objeto. Escribir correctamente para que se entienda, para entenderme yo, sin buscar efectos ni sombras. Para expresar, mucho más que para que se lea. (De Huellas, 1993)