Vivimos en una especie de atmósfera informativa muy
contaminada. No pocas veces, en los últimos tiempos, una infamia periodística
(naturalmente, al servicio del statu quo, del poder de clase) me incita a
imaginar algo así como un blog, una columna o un rostrum (sigo fascinado por
SPQR, de Mary Beard), donde desahogar mi indignación. Es muy poco probable que
llegue a hacerlo alguna vez. Lathe biosas. Pero si lo hiciera (es bonito
imaginarlo), podría titularlo genéricamente con la máxima de Montaigne: “¿qué
sé yo?” En castellano, la frase tiene un doble sentido, no del todo ambiguo, muy
interesante. Lo que sé, lo que puedo llegar a saber, lo que no sé y tampoco sé
si llegaré a saber. La mejor medicina contra la falsedad. (De Huellas, 2016)
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A veces me gusta imaginar cosas que nunca haré. Como este
blog que hoy me ha dado por imaginar, al que le pondría como cabecera “Qué sé
yo”, y desde el que me dedicaría a opinar, con cierto estilo expresionista,
sobre lo humano y lo divino. (De Huellas, 2017)