Transcribo y traduzco aquí el discurso del Ministro de Derechos Humanos de Brasil, Silvio Almeida, en su reciente toma de posesión:
La buena biopolítica. Los nuestros.
"Pensar es reflexionar sobre lo que se sabe." (H.- G. Gadamer) "La dificultad en filosofía está en no decir más de lo que sabemos." (L. Wittgenstein) "Hemos definido el filosofar como un preguntar que comprende a partir de una emoción esencial de la existencia." (M. Heidegger) "El hombre siempre es más de lo que se sabe de él." (K. Jaspers)
Transcribo y traduzco aquí el discurso del Ministro de Derechos Humanos de Brasil, Silvio Almeida, en su reciente toma de posesión:
La buena biopolítica. Los nuestros.
Hace tiempo ya que la noción de complejidad reclama mi atención. Solo de vez en cuando, evocada (invocada) por alguna lectura o algún episodio de la vida, como es ahora el caso. Tengo aún pendiente leer y pensar en profundidad lo que de ella dicen, entre otros, Edgar Morin y Lambros Couloubaritsis. Unas veces me parece que no hay gran cosa tras esa noción, y otras, en cambio, creo que, como concepto negativo, puede ser un buen vector para explorar territorios desconocidos, difíciles, "complejos", como solemos decir casi como una disculpa.
Se me ocurre, sin embargo, recurriendo a nociones clásicas, que una de las características de las estructuras, procesos, conformaciones, situaciones o acontecimientos complejos (en función del marco ontológico al que uno se adscriba) puede ser la combinación, yuxtaposición o mezcla (también eso depende del marco) del bien y del mal, esto es, de lo bueno y lo malo (lo deseable y lo inaceptable) para nosotros, o para la entidad que esté siendo considerada.
Nada nuevo en esto, ya sé, amistad/odio (Empédocles), eros/tánatos (Freud) y tantas otras oposiciones que se han propuesto como fundamento de las cosas. Sin embargo, bajando de esas nubes (que son también, a poco que uno se fije, conformaciones), podríamos, quizá, ver una representación actual, viva y vivida, de lo "complejo" en ese entrecruzamiento sutil que encontramos a veces, en la vida cotidiana, entre lo que consideramos bueno (lo que vale) y malo (lo que no vale).
Esas cosas que le pasan a la izquierda de mi país (y también a la de otros paises, por lo visto), ¿no tendrán que ver con lo que Freud, en El malestar en la cultura*, llama narcisismo de las pequeñas diferencias?
* Freud, Sigmund. El malestar en la cultura. Traducción de Ramón Rey Ardid. Alianza: Madrid, 1991, p. 56.
"¿Qué diferencia hay entre género y sexo?", le pregunta Pablo Iglesias a Carmen Calvo (dos exvicepresidentes) hace unos días en un encendido debate radiofónico sobre la "ley trans". Ella le responde hablando de cuestiones biológicas y médicas.
"Lo biológico", siempre ahí a mano para la argumentación, como un comodín; y debemos recordar con Foucault que en muchas ocasiones qué sea o no "biológico" se inscribe en un marco político, biopolítico, determinado. Quién decide lo que es biológico y con qué fin.
Lo biológico, en relación con el sexo, ¿es la genética, la fisiología hormonal, la anatomía genital, la anatomía cerebral, la conectividad cerebral? ¿Acaso las emociones, los sentimientos, los afectos, no son también biológicos? Y la percepción de uno mismo, y lo que uno quiera (o pueda) hacer con su vida, ¿no es todo eso también biológico, al menos biológico?
Si un pianista puede cambiar su cerebro, la anatomía de su cerebro, de un modo hoy técnicamente, estructuralmente, reconocible, tocando el piano, o un taxista conduciendo un coche ¿qué cosa no es "biológica" en la vida de un pianista o de un taxista?
Habrá que trasladar el debate, pues, de la biología a la política, a la biopolítica en todo caso, y plantearlo en términos de diversidad, autonomía y derechos humanos (también biológicos, profundamente biológicos).
Y, como decía ya Derrida hace unos cuantos años (en 1990), habrá que aprender a escuchar y atender a esa diversidad.
"Nos encontramos en medio de toda una serie combinatoria de pulsiones, de posiciones sexuales, y lo que hay que hacer es prestar mucha atención a éstas. No se puede determinar demasiado deprisa los límites de lo que se denomina heterosexualidad, hombre-mujer, etc. Lo que la deconstrucción ‒si algo semejante existe‒ nos enseña son las astucias y las argucias de todas estas categorías."*
* Entrevista a Jacques Derrida realizada por Cristina Peretti y publicada en Debate feminista 2 (México), septiembre de 1990.
Esto le dice Hamlet al espectro de su padre, medio en broma, al final del Acto I (Escena V) de la obra, durante el juramento de Horacio y Marcelo. ¿Qué representa el "viejo topo" en la obra de Shakespeare? ¿El pasado, el crimen cometido por Claudio, el espectro que viene a recordarlo? Todo ello, seguramente. En la Introducción a la historia de la filosofía, Hegel recoge la metáfora shakespeariana y la extiende a la historia efectiva de la humanidad, donde el "viejo topo" parece representar a la tradición viva que trabaja en lo profundo y es capaz de romper la "corteza superficial" del presente. También Marx, en El 18 de brumario de Luis Bonaparte (y en otros lugares) identifica al "viejo topo" con la revolución y con una representación popular de la beneficencia (Robin Goodfellow) que remite al Puck de El Sueño de una noche de verano. El "viejo topo" llegó a aparecer en el título de un artículo de Rosa Luxemburgo de 1917, precisamente.***
Es posible que Morin, con la ayuda de Shakespeare, reinterpretado por Hegel y Marx, nos esté dando alguna clave más cuando, hablando del espíritu solidario de los seres humanos, dice:
"En todos y cada uno de nosotros hay un potencial de solidaridad que se revela en circunstancias excepcionales como las que acabamos de vivir, y en una minoría hay una pulsión altruista permanente. No se trata, pues, de promulgar la solidaridad, sino de liberar la fuerza disponible de las buenas voluntades y de fomentar las acciones solidarias." (p. 75)
¿Quién?, preguntaba yo. Los de siempre, pues, esa minoría altruista que a veces (cuando el "viejo topo" asoma a la superficie) es capaz de sacar a los demás de su pequeño mundo egoista para integrarlos en un nosotros. Los nuestros.
* Morin, Edgar. Cambiemos de vía. Lecciones de la pandemia. Traducción de Núria Petit. Paidós: Barcelona, 2020.
** Shakespeare, William. Hamlet. Traducción de M. A. Conejero, T. Dionís-Bayer y C. Pérez Gallego. Cátedra: Madrid, 2021.
*** Estas referencias se incluirán aquí tan pronto como encuentre su lugar exacto. Todas ellas están recogidas con cierta imprecisión en el blog:
http://blogdelviejotopo.blogspot.com/2013/06/el-termino-viejo-topo-en-la-tradicion.html.
La necesidad de escribir de vez en cuando como expresión del hábito de seguir (siempre) aprendiendo.
Esa conferencia, la del final del congreso, ya se la había escuchado al conocido biólogo molecular y divulgador hace unos años, antes de la pandemia. Solo que no era exactamente la misma, algo había cambiado. Entonces, cuando terminó, hice una pregunta que ponía de manifiesto el carácter antianimalista del ponente, que había ilustrado extensamente a través de unos cuantos "excesos" del animalismo radical reciente. No recuerdo hasta qué punto expresé, en la pregunta y en el mínimo debate subsiguiente, mi posición habitual sobre la necesidad del radicalismo como vanguardia e indicador del camino, frente a la inercia y negligencia ("tanto da") de la mayoría. Sí recuerdo que al ponente la cosa no pareció hacerle mucha gracia. Ahora, sentado ahí en primera fila (cosas del protocolo), me agradó, y también me divirtió un poco, comprobar que el discurso, sobrio, objetivo, quizás algo escéptico o irónico, perseguía sobre todo, creo, evitar la acusación de antianimalismo. Avanzamos.