Como escribió Agustín de Hipona, nuestra memoria, infinita, es un tesoro. La nuestra personal y también la memoria colectiva, común, que crea un nosotros (que nos crea). Nada de lo que hagamos en adelante debe (y, bien mirado, nada puede) dañar su sentido original ni su carácter sagrado. Esa es nuestra responsabilidad fundamental, cuidar la memoria.
"Pensar es reflexionar sobre lo que se sabe." (H.- G. Gadamer) "La dificultad en filosofía está en no decir más de lo que sabemos." (L. Wittgenstein) "Hemos definido el filosofar como un preguntar que comprende a partir de una emoción esencial de la existencia." (M. Heidegger) "El hombre siempre es más de lo que se sabe de él." (K. Jaspers)
sábado, 6 de julio de 2024
374. Cuidar la memoria
lunes, 1 de julio de 2024
373. Si bien...
Sigo suscribiendo (seguiría firmando, como decía, en un sentido más fáctico) el artículo de Boaventura de Sousa Santos recogido en el QSY anterior (§372). Sin embargo, no puedo dejar de traer aquí una breve consideración suscitada por un comentario, tan apropiado como contundente, por parte de Sigma, quien ya contribuyó, a su modo "singular y apasionado" a un QSY previo (§323). La cuestión, como me ha parecido entender, gira en torno a estas frases del artículo:
"Nadie en el Sur global cree que Rusia o China estén interesadas en promover la guerra. Los imperios en ascenso prefieren las relaciones de suma positiva a las de suma cero (como la guerra). Su ascenso y aumento de influencia se basa en proporcionar ventajas reales a los nuevos aliados, aunque estén sujetos a condiciones de subordinación. Por eso favorecen la diplomacia y el multilateralismo."
No somos expertos (académicos) en geopolítica, Sigma y yo, ni queremos serlo, creo, sino tan solo "ciudadanos educados y competentes", en el sentido aristotélico (§285), y por eso nos permitimos opinar sobre esto, y preguntarnos, y preguntar al insigne profesor portugués, si vale el mismo concepto de imperio para describir a EE. UU., a Rusia, China o, por ampliar el espectro, a la India. El multilateralismo al que hace referencia el artículo parece implicar también una diversidad en las políticas internacionales de esos países inmensos y con un inmenso potencial de destrucción mutua (nuclear).
Para la RAE el término "imperio" (la acepción que aquí nos interesa) equivale a "potencia hegemónica", y "hegemonía" indica la "supremacía que un Estado ejerce sobre otros". Supremacía cultural (continúo yo), económica (comercial, financiera), y militar, sobre todo militar. Y no solo militar en potencia, por decir así, también aristotélicamente, en un mundo lleno de bases militares (¿de quién? ¿para qué?), sino en acto, en guerra (¿de quién con quién?). Habría que volver, sí, a aquellos tiempos, hoy tan denostados, de la "coexistencia pacífica".
sábado, 29 de junio de 2024
372. Vivir la vida en paz
Pondría mi firma con mucho gusto bajo este lúcido texto de Boaventura de Sousa Santos.
https://diario16plus.com/carta-abierta-a-los-jovenes-sobre-la-tercera-guerra-mundial/
No hay nada más importante en este momento, a escala colectiva y global.
No dejemos de leer y releer Los Thibault. Ni de escuchar a Lennon:
sábado, 8 de junio de 2024
371. El mal y la política
Me preguntaba hace unos cuantos QSY (§347) si al final haría su aparición la política en el libro de Ana Carrasco-Conde, Decir el mal*, que entonces solo había empezado a leer. La política práctica, decía, la praxis política, cuya función principal intuimos dirigida a combatir el mal. Al cabo de una revisión (dolorosamente) exhaustiva de las formas históricas más extremas y masivas del mal, todas ellas asociadas a la guerra (la Alemania nazi, Camboya, Ruanda, pero (me pregunto) ¿por qué no también las inmensas masacres producidas por los bombardeos masivos de la población civil en Dresde, Hiroshima, Nagasaki o en Vietnam (entre otras muchas), como ahora mismo en Gaza?), se hace evidente la multilateralidad del mal. También los "nuestros" (las tradiciones que asumimos, de alguna forma, en nuestra propia visión y actitud políticas), los del siglo XX y siglos anteriores, hicieron, en no pocas ocasiones, cosas malas (asesinatos, torturas, violaciones, entre otras). Hay que ser muy concreto y muy específico al hablar del sufrimiento que produce cualquier actividad humana, cualquier actividad política; porque el sufrimiento es el mal (y, quienes lo causan, o impiden eliminarlo, son responsables de ese mal). Y, como dice Carrasco-Conde, hay que decir siempre todo el mal, y aquí vale la manida expresión (no por ello menos verdadera), "venga de donde venga". Pero todo es todo, creo que ahí está la clave, y por eso podemos hablar (malgré tout), sin renunciar a reconocer siempre lo intolerable, de "los nuestros".
Al final de mi Aristóteles y el Che** (siempre hay que disculparse por una autocita), expresaba mi intención de ponerme alguna vez a buscar las claves de una sana biopolítica. Tras los pasos de Didier Fassin, una de esas claves (utópica, pero no de máximos, sino de mínimos) puede estar en el objetivo (imperativo moral y ontológico) de reducir el sufrimiento, todo tipo de sufrimiento, cuya raíz está en último termino, ligada a la vida. Aquellos que han perseguido ese objetivo en el pasado, y quienes, a pesar de todo (el consumismo, el egoísmo, la indiferencia, la ignorancia y la mala fe) lo siguen persiguiendo hoy, esos son los nuestros.
(Víspera de las elecciones europeas del 9 de junio.)
* Carrasco-Conde A. Decir el mal. Comprender no es justificar. Barcelona: Galaxia-Gutenberg, 2021.
** https://www.catedradehermeneutica.org/por-una-postmodernidad-alternativa-15/
sábado, 1 de junio de 2024
370. Fulgurante
Internet, las redes sociales, comunicativas, entre caóticas, libres y (oculta, pero muy precisamente) dirigidas. Uno sabe, por lo general, qué puede esperar de ellas, información menos homogénea que la de cada medio corporativo (ahí están todos, al menos los que no están prohibidos), más diversa y más extrema (as usual, eso dependerá de dónde se sitúe el punto medio virtuoso, y en eso son especialistas los medios corporativos), mucho dolor y espanto (la guerra: el mal), mucha rabia, y a veces también expresiones de auténtica felicidad, y de inteligencia, y de belleza.
En esa especie de mercado persa, la poesía tiene el efecto purificador que suele tener en la vida (cotidiana, si uno tiene buen cuidado ‒Sorge‒ de que la poesía se convierta en algo cotidiano). Purificador de las palabras, de su sonido y sentido (Valéry), de los instantes, los sentimientos (propios y compartidos), de la memoria (individual y colectiva), de eso, en fin, medio oculto que pre-sentimos como verdadero.
Afortunadamente, si uno se deja buscar por ella (por los algoritmos dichosos, supongo), hay mucha poesía en internet, sobre todo citada, y uno no puede sino agradecer (a quien corresponda) cuando en la pantalla se cruzan unos versos que no le son conocidos... y son, además, fulgurantes.
Así es la buena poesía, la grande, y ese es el término que me vino inmediatamente a la conciencia cuando los leí: fulgurantes. Versos traducidos, además, del alemán, con todo lo que la traducción podría dejarse en el camino. Unos versos de Rilke, un poeta lleno de fulgores (como, entre nosotros, Valente).
No conservo la pantalla original ni puedo decir que esta sea exactamente la traducción (ni la versificación) que me llegó entonces, y he tenido que dirigirme de nuevo a la web para buscarla (no tengo el libro físico en alemán ni en español). No cuesta nada encontrarlos porque toda la gran poesía está en la web (en unos pocos aspectos, este mundo ‒hipertecnológico‒ es maravilloso).
"Giro desde hace miles de años
"(...) und ich kreise jahrtausendelang;
"Vivo la vida en círculos crecientes
Que sobre las cosas se dibujan…
El último quizás no lo acabe
Y sin embargo quiero intentarlo.
Giro en torno de Dios, de la torre antigua.
Giro desde hace miles de años
Y todavía no sé: ¿soy halcón? ¿soy tormenta?
¿O bien soy un gran canto?" *
Como decía, leí estos versos hace unos días, cuando cruzaron la pantalla de mi ordenador como una estrella fugaz, y reconocí en ellos su efecto fulgurante. Ayer, al despertar de un breve sueño de propofol mezclado con un gas de estupendos efectos, despertar digno de un poeta, creo que los comprendí (viví, erlebte) algo mejor.
* Rilke, Rainer María. El libro de las horas. Traducción de Federico Bermúdez Cañete. Barcelona: Lumen, 1993.
** Han, Byung-Chul. El corazón de Heidegger. Barcelona: Herder, 2021.
*** https://www.gutenberg.org/files/24288/24288-h/24288-h.htm
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