domingo, 17 de marzo de 2019

45. El texto y la vida

Si alguna vez quisiera jugar a escribir una historia que pretendiera expresar mi propia manera de preguntar y de escuchar a la vida, esa historia tendría como núcleo (o como inicio, o final) un texto. En mi historia, este texto, probablemente corto, pero muy cuidado, se habría convertido por sí mismo en una realidad autónoma, implacable, al margen de la intención de su autor (¿quién sería?), al margen de la realidad (otra historia) a la que hiciera referencia, y sujeto a diversas interpretaciones (hasta las más trágicas).

Me gustaría poder explorar así la realidad que todo texto por sí mismo inaugura, el tipo de verdad que reclama, el acto irreversible de significación que comporta.

¿Qué tipo de realidad cambia al escribir un texto? ¿Qué no puede ser ya de otro modo una vez que se ha escrito? La realidad puede ser oscura, nebulosa, confusa, indeterminada, pero su descripción tiene que ser neta, definitiva, significativa, como la línea de tinta que da forma a estas palabras.  Estas y no otras, o bien estas y otras más, y otras y otras. Palabras, huellas que adquieren una realidad por sí mismas, más real, en algún sentido, que aquello que registran. (De Huellas, 2012)


sábado, 16 de marzo de 2019

44. Mozart


Un hombre toca el clarinete sobre una grabación a unos metros de mí, en la puerta de “El Corte Inglés”. Espero a M. en medio del tráfago propio de este sitio. Creo que es el concierto de Mozart. No suena muy bien, pero esa música se impone inmediatamente de forma natural sobre todo lo demás, lo enmarca y lo colorea, lo dramatiza. De alguna forma, que es sobre todo evocadora, matiza y modula las figuras que pasan, caras, expresiones, personas, grupos, y las breves historias que brotan de ellas.

 "Voz más divina que otra alguna, humana
Al mismo tiempo, podemos siempre oírla,
Dejarla que despierte sueños idos,
Del ser que fuimos y al vivir matamos.
                                                               Luis Cernuda, Mozart
(De Huellas, 2012)



viernes, 15 de marzo de 2019

43. Tohoku

En estos momentos de especial activación política, sigo pensando (entrada de 17/02/2019) en lo que puede uno solo. Un hombre, un voto. Uno entre los otros, entre todos. Como vértice, como quicio, como alma (Machado en homenaje a Francisco Giner de los Ríos). Qué puede un hombre (Homo) solo, también en la tragedia.

Hace unos años participé (por mi trabajo en un banco de cerebros) en una jornada científica en torno a una molécula prometedora para el posible tratamiento de algunas enfermedades neurodegenerativas. Otro de los participantes en esa jornada, el más eminente, era Masayuki Yamamoto, experto reconocido en el campo. Sin embargo, en aquella jornada, Yamamoto no nos habló de la molécula ni del sistema celular del que forma una parte clave. Habló de su proyecto más reciente y más grande, el Tohoku Medical Megabank Project, creado literalmente sobre las ruinas del terremoto (y el tsunami) de Fukushima. Para recordar y precisar las dimensiones humanitarias y sanitarias de aquella catástrofe, cito y traduzco de un artículo suyo (como autor principal entre otros muchos) sobre el proyecto (publicado en julio de 2016)*:

"El Gran Terremoto del Este de Japón (GTEJ) del 11 de marzo de 2011 causó un daño profundo en extensas áreas de la costa del Pacífico de la región japonesa de Tohoku. El tsunami impactó sobre la parte nororiental de la isla de Honshu, y las prefecturas de Iwate, Miyagi y Fukushima sufrieron graves daños. En total, se perdieron 15827 vidas humanas en estas tres prefecturas, y hubo 2559 desaparecidos. El 10 de diciembre de 2015 todavía había 182000 evacuados por todo el país. Casi el 80% de los hospitales de las prefecturas de Iwate, Miyagi y Fukushima sufrieron daños, que afectaron gravemente a los servicios médicos prestados por estos centros."

Yamamoto nos presentó serenamente, también con imágenes, estos datos terribles, incluidas las consecuencias devastadoras de las fugas radiactivas de la central nuclear de Fukushima. Antes de pasar a presentarnos el gran proyecto de biobanco regional que el gobierno japonés se propuso desarrollar muy poco después de la catástrofe, se detuvo unos momentos en las consecuencias que tuvo el terremoto para la Facultad de Medicina de la Universidad de Tohoku, donde él era Decano. La facultad quedó destruida en su totalidad, y la mayor parte del personal murió en el terremoto. Como conclusión de esta parte de su conferencia, Yamamoto mostró una foto en la que aparecían, sentados o de pie, todos los supervivientes de la Facultad, que permanecieron allí, para ayudar y comenzar a reconstruir, en los días siguientes a la catástrofe. Creo que en la foto no habría más de 50 personas, agotadas y desoladas, algunas con mascarillas. Yamamoto estaba en el centro del grupo, sentado y sonriendo. "Se preguntarán ustedes por qué aparezco yo sonriendo en la foto. Porque si me echaba a llorar, entonces lloraríamos todos".

 * Kuriyama S et al. The Tohoku Medical Megabank Project: Design and Mission. J Epidemiol. 2016 Sep 5;26(9):493-511. [Se han eliminado las referencias bibliográficas del texto, y una referencia a una Figura.]






martes, 19 de febrero de 2019

42. Hápax

No está delante el objetivo, sino detrás. No hay adónde ir, sino motivos para seguir yendo. Es algo que ya ocurrió lo que dará sentido, o se lo quitará, a lo que pase en el futuro. Hápax. (De Huellas, 2012)



domingo, 17 de febrero de 2019

41. El poder de comprender

Votaremos de nuevo, y pensaremos una vez más, durante un tiempo breve, que todo es posible porque, con un número suficiente de votos, las cosas podrían cambiar realmente, efectivamente. Una persona, un voto, y cada uno vota lo que quiere. Lo que quiere, no lo que se le dice en una campaña electoral. Todo está abierto, todo es posible, como en un sorteo de lotería; mejor, como en la publicidad de los sorteos de lotería, tan parecida a la publicidad electoral. De sobra sabemos, sin embargo, que no es así.

En esta democracia espectral, donde el poder que decide está fuera de la vista (y del voto), suelo pensar que el eje derecha-izquierda está estrechamente relacionado con el par egoísmo / altruismo. También podemos entenderlo, con Rorty*, en términos de lealtad: a los míos, lo mío, lo nuestro (derecha), o, además, a los otros, a todos, a cualquiera (izquierda). En tiempos electorales hay otro par de nociones que me parece interesante y posiblemente explicativo, el par comprensión / incomprensión. Las campañas de la izquierda, en general, están dirigidas a comprender, a hacer comprender los intereses en juego y el lugar que los ciudadanos ocupamos en la partida. Las campañas de la derecha tienen otros objetivos, desviar la atención y la emoción, y, en gran medida, evitar la comprensión, por parte de los ciudadanos, de las causas de sus condiciones de vida, y, en consecuencia, de la posibilidad de cambiarlas. Esto es lo que se ha entendido desde hace mucho tiempo, con Marx, como alienación. Maravilla pensar en lo que sería posible, al menos en términos electorales (por más que sepamos que no basta con eso... Allende, Tsipras, Lula, el chavismo, etc.), si una gran mayoría de ciudadanos llegara a comprender la importancia que los servicios públicos tienen para su vida. Y si votaran para defenderlos, naturalmente. Y si los siguieran defendiendo después de votar.

¿Qué relación hay entre un voto y otro voto? En términos (matemáticos) de probabilidad, ¿son sucesos independientes? Probablemente, no. En un texto de Gadamer** conocí el poderoso símil empleado por Aristóteles en Analíticos Posteriores (II 9) para explicar la formación del universal, un momento clave en el proceso que lleva de la percepción sensorial al conocimiento (y la comprensión de que se viene hablando aquí, por cierto). Aristóteles nos invita a imaginar un ejército en retirada, huyendo del enemigo. En algún momento, un soldado se detiene, oponiéndose así al movimiento general (antistántos), mira atrás y ve que ya no hay motivos para seguir huyendo. Un segundo soldado se da cuenta, hace lo mismo y se pone a su lado, y después otro y otro, y en breves instantes todos los que huían se vuelven a formar de acuerdo con el principio (arché) que los une.

Los tratados aristotélicos están llenos de imágenes evocadoras como esta, y vale la pena detenerse un momento en ella. Revela, una vez más, la fina capacidad de observación y de interpretación de Aristóteles, también de la conducta animal y humana, y la Investigación sobre los animales (Historia animalium) contiene numerosos ejemplos. Un solo soldado se detiene porque decide hacerlo, y desencadena el proceso "solidario" (otro, y otro y otro) que lleva a la reorganización del ejército. Tiene que haber un primer soldado que se detenga, pero ese primer gesto lleva a la movilización del conjunto. Basta con uno solo, y con una red de relaciones entre todos los componentes del conjunto.

Es solo un símil, una imagen, pero creo que nos permite reconocer la importancia del acto individual, significativo, en cualquier movilización social, y también en unas elecciones, donde el acto es un voto. Cada voto es, en potencia, como el gesto del primer soldado que se detiene.


* Richard Rorty. La justicia como lealtad ampliada. En: Pragmatismo y política. Ed. Paidós, 1998.

** Hans-Georg Gadamer. Acerca de la fenomenología del ritual y el lenguaje. En: Mito y razón. Ed. Paidós, 1997.




lunes, 11 de febrero de 2019

40. Leer, vivir


Hay algo magnético y perfecto en las narraciones de esos inmensos escritores-viajeros (Melville, Conrad… también Cervantes), que pertenece a la más pura esencia de las historias contadas sobre las cosas humanas. Es como si hubieran visto clara y definitivamente dentro de la naturaleza (existencia) humana, y nos condujeran narrativamente por ese espacio real y mítico, transparente. Sea como sea, o como uno sea capaz de expresarlo pobremente, hay momentos de máxima lucidez narrativa (lectora, mejor) en que nos sentimos perfectamente incorporados (en cierto modo con el narrador, pero también con los personajes) a una historia contada. Me ocurre ahora releyendo Nostromo, de nuevo una historia perfecta y perfectamente contada. Hay otras ocasiones, como en el Jude de Hardy, en que esa sensación es aún más intensa, y llega a doler (también en Tess). Pero eso tiene que ver más con la naturaleza de la historia y de los personajes. Conrad nos protege un poco de eso (también Melville); y me admira aun más que sea capaz de relatar cosas tan humanamente terribles poniéndonos a salvo del ¿sentimentalismo? (y no digamos Melville).

Todo eso no deja de ser aun un poco confuso para mí. Me quedo con el insustituible sabor y la perfección de la narración que, de alguna forma, nos permite vivir dentro de ella. No se me ocurre otra función que pudiera ser más esencial a la narrativa: vivir. (De Huellas, 2011)


sábado, 9 de febrero de 2019

39. Anaxárete


Descubro en la Oda a la flor de Cnido, de Garcilaso, a Anaxárete ("Anajérete", dice el poeta) y su mito tierno y cruel. 

"Estábase alegrando
del mal ajeno el pecho empedernido,
cuando abajo mirando,
el cuerpo muerto vido
del miserable amante, allí tendido."

Las Metamorfosis de Ovidio (XIV 698 ss.) y el Diccionario* de Pierre Grimal ("Anaxáreta") me llevan a la Venus Prospiciens (Venus Espectadora) latina. Resulta evocador dirigir la mirada, desde nuestro horizonte actual, no sé con qué tipo de inocencia perdida (si es que esta noción significa algo en este contexto) hacia esa conjunción de lo sagrado, lo bello y lo erótico. Ante la insistencia irremediable y trágica del Ifis de Ovidio

"[...] acuérdate de que el amor no se me ha ido antes que la vida [...]"

no sabe uno si quedarse con la doncella del poeta latino, horrorizada, petrificada por la visión de su adorador ahorcado a la puerta de su casa, o con la del mito griego, dura hasta el final, como la piedra en que la convierte Afrodita, esta última, por lo demás, responsable de todo el episodio. (De Huellas, 2011)


(*) Pierre Grimal. Diccionario de mitología griega y romana. Ed. Paidós, 1981 (p. 26).


Alguna inocencia perdida hay también en reconocer, en la edición de la Poesía castellana completa de Garcilaso (Cátedra, 1990), el nombre de su editora, Consuelo Burell, profesora nuestra de Lengua y Literatura en el Instituto Santamarca de Madrid, en los años 70 del siglo pasado. Profesora seria, estricta, que a nosotros entonces, ácratas naturales sesentayochistas, nos parecía un tanto elitista. Al cabo de los años, es posible que en nuestro enorme respeto por los textos haya algo del respeto que ella nos tenía como alumnos y lectores.