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sábado, 31 de octubre de 2020

185. El ritmo de la lectura

 Muchas veces he pensado, mientras leía, que estaba leyendo demasiado deprisa. En prosa o en verso, el texto puede ser un tobogán por el que nos lancemos semiconscientemente para llegar pronto a algún sitio (sentido) después de una breve e intensa emoción. En otras ocasiones, todo lo contrario, me he quedado entretenido en una lectura continuamente interrumpida, en staccato, recursiva, en busca de una continuidad interpretativa difícil* de seguir. También en verso, naturalmente (tanto como en prosa, solo que aquí de un modo más esencial, literal), cuando no se lee con el ritmo propio del texto. 

Leer deprisa, leer despacio, de eso habla Jacques Derrida en una nota a una de sus conferencias en memoria de Paul de Man, donde la memoria, en todos sus sentidos y contrasentidos, era el tema central de la conferencia. "Y sin embargo la lectura debe hallar su ritmo, la medida atinada y la cadencia justa. En la medida, al menos, en que intente llevarnos a captar el sentido que no viene a través del entendimiento."** Como si estuviera aludiendo aquí Derrida a las "razones del corazón", cita a continuación a Pascal: "Quand on lit trop vite ou trop doucement on n'entend rien." (Cuando se lee con demasiada prisa o demasiada lentitud no se entiende nada.) Y comenta: "Uno nunca debería olvidar la autorizada elipsis de esta advertencia. ¿Pero a qué velocidad debería uno leerla? En el umbral mismo del libro, se la podría pasar por alto rápidamente." 

Intento leer mucho y muchas cosas a la vez, y diversas (novela, poesía, filosofía, además de la lectura científico-profesional cotidiana, ya casi inconsciente). Unas más deprisa y otras más despacio, no solo en el momento de leer efectivamente cada texto, sino a lo largo del tiempo, semanas, meses, años, que puede durar la lectura de un texto individual. Una vez dije en un seminario de filosofía medio en broma (solo a medias) que habría que leer los textos al mismo ritmo en que fueron escritos. ¿Se aplica, por cierto, el enunciado de Pascal también a la escritura de los textos? 

En mi zigzagueo continuo por (entre) la ciencia y la filosofía, no deja de crecer mi perplejidad ante todo lo que hay que leer para no caer en ingenuidades elementales (científicas o filosóficas). Quizá no sea sino esa prudencia (pudor) la que le empuja a uno a leer (haber leído) (y hopefully entender) más y más. ¿Demasiado? ¿Demasiado deprisa? ¿Demasiado despacio? El tiempo (que somos, Heidegger dixit) dirá. (Dx)


* Volveremos pronto con G. Steiner a este asunto de "lo difícil".

** Jacques Derrida. Memorias para Paul de Man. Traducción de Carlos Gardini. Barcelona: Editorial Gedisa, 2008. La traducción de la frase de Pascal es la que aparece en el texto. La cita está tomada de un texto de Paul de Man, Allegories of Reading.



martes, 9 de junio de 2020

164. McEwan y los gorriones de Yeats

Me siento interpelado, aludido, por McEwan en su búsqueda insomne de un verso de Yeats a través de la trama de su biblioteca y su memoria adolescentes*. Así viven los versos en nuestra memoria (en nuestro cuerpo), como los memes de Dawkins, atrapados y atrapándonos; ocultos en las "galerías del alma" (Machado), dejando a veces mínimamente al descubierto esa clave que nos permitirá "reproducir su movimiento original" (De memoria, Aristóteles) y devolvernos así fugazmente momentos anteriores, pequeños, intensos y hondos, también luminosos, de nuestra vida.

Me gustaría imaginar que el novelista encontró un buen día (una buena noche) estos QSY (§128) en su inquieto (y al parecer productivo) confinamiento, y que también anduvo persiguiendo versos de Yeats, él sí, en sus propias huellas adolescentes, sin recurrir a Internet. Ahí están enterrados nuestros versos, en la arqueología profunda de lo que venimos siendo. Podría imaginar también, por qué no, que aquella búsqueda del Ozimandias de Shelley (también con la ayuda de Internet) resuena en otro lugar de su texto (§143). "El propio tiempo está cambiando. Se extiende por una vasta llanura a nuestro alrededor, dispersándose, quizá a punto de desaparecer."

¿Qué homeros de nuestra paideia podemos compartir con un escritor tan admirable como McEwan? ¿Cómo, viniendo de lenguas diferentes (de poetas casi siempre diferentes), podemos encontrarnos en esa inmensa casa del ser** que es el lenguaje humano?

Del poema que buscaba McEwan hay tres versiones (de 1891, 1892 y 1925***), y solo las dos últimas fueron publicadas. Estos son los versos (primer cuarteto, 1892) que él buscaba aquella noche (The Sorrow ofLove):


"The quarrel of the sparrows in the eaves,
The full round moon and the star-laden sky,
And the loud song of the ever-singing leaves
Had hid away earth's old and weary cry.
(...)"
                                                 
"La disputa de los gorriones en el alero,
La luna llena completa y el cielo cargado de estrellas,
Y la canción potente de las hojas eternamente sonoras
habían ocultado el antiguo y cansado lamento de la tierra."

Un placer, Sr. McEwan, hasta la próxima. 



* https://elpais.com/opinion/2020-05-09/notas-sobre-el-coronavirus.html

** M. Heidegger. Carta sobre el Humanismo.

*** https://www.uv.es/fores/poesia/sorrowlove.html



domingo, 10 de mayo de 2020

157. El tai chi, la bici y el espacio abierto

Me propuse aprender tai chi durante este período de confinamiento. En realidad, no lo conozco nada bien, pero veo a la gente (desde la bici) practicarlo en los parques de forma individual o en grupo y parece algo agradable y sedante. Todo en nosotros es movimiento (el corazón lo mismo que el lenguaje o la imaginación), somos en movimiento, y precisamente en estos tiempos de reclusión nos damos cuenta de la medida en que somos también en loco-moción. El tai chi parece haber nacido en un encierro, y puede ser una solución a la aparente contradicción que implica el movimiento de locomoción sin desplazamiento del cuerpo, o con mínimo desplazamiento.

No, al final no lo he hecho, no sé si sabría aprender algo tan físico a través de vídeos. Mi locomoción, cuando no es motorizada (mi coche, mi caballo) y cuando no se trata sencilla, gozosamente (efecto esto de la reclusión) de caminar, es cuestión de pedalear, de montar en bici. Así, casi sin darme cuenta, he venido practicando durante estas últimas semanas (¿cuántas más serán?) una especie de tai chi-bici, que consiste en dar vueltas sobre la bici en un espacio de 10 x 2,5 m, aproximadamente. Vueltas lentas, reflexivas, contemplativas, como el tai chi, y otras furiosas, impacientes, como los pequeños descensos "a tumba abierta" (vaya expresión metafísica) que me permito a veces (ya menos) en el espacio abierto. Ahí empezamos a estar ahora, en el espacio abierto, gozosamente, con pequeñas salidas que se disfrutan, por el movimiento y por la novedad (otra forma de movimiento) de ver a la gente (O brave new world...) disfrutando de un paseo como del momento supremo del día.

Esta expresión, el espacio abierto, me ha llevado a un artículo de Carlos Gurméndez* de hace unos cuantos años que, con ese mismo título, escribió desde su casa de verano en Puentedeume, asomada  a la ría desde una empinada ladera, en un inmenso y magnífico espacio cerrado/abierto. Allí, en el artículo, están Rilke y Heidegger, muy oportunamente traídos a la cuestión de lo que el espacio del mundo representa en nuestra vida. Leí mucho a Gurméndez, muchísimo, durante aquellos años, y le agradezco, así lo hace mi memoria, haberle oído hablar por primera vez con pasión (y con aquella cadencia suya, característica) de filósofos como Heidegger, Santayana y Merleau-Ponty, que despues se quedaron conmigo para siempre. (Bx)


* https://elpais.com/diario/1992/06/24/opinion/709336801_850215.html


miércoles, 6 de mayo de 2020

156. Zoonosis

Del confinamiento surgió un foro de amigos-filósofos al que hice referencia en un QSY anterior (§147) y que lleva el nombre de Glauca, término que reúne la filosofía (la lechuza) y el banquete (el vaso)*. En Glauca nació la iniciativa de crear una colección de artículos sobre el momento actual, bajo el título de "Pandemia, globalización y ecología", en la página de Hercritia**.

Aquí una contribución a esa iniciativa:
https://www.catedradehermeneutica.org/pandemia-globalizacion-y-ecologia-06/

Es un placer participar en esta colección en tan buena compañía.



* http://tesauros.mecd.es/tesauros/bienesculturales/1014863.html

** https://www.catedradehermeneutica.org/quienes-somos/


sábado, 14 de marzo de 2020

140. Realpolitik y biopolítica

Reconozco que el QSY anterior (§139) se encuentra en un camino, sinuoso y difícil ("los nuestros"), que últimamente me estaba llevando a revisar esa noción aparentemente tan útil (tan a-la-mano, por decirlo también con Heidegger), sobre todo en su dimensión peyorativa*, la noción de Realpolitik. En esa dimensión, se trataría más bien de la política (de gobierno) que hacen "los otros". ¿Hay también una Realpolitik de "los nuestros"? Parece que sí, cuando son "los nuestros" quienes gobiernan, en nuestro país o en cualquier otro**.

Ese camino de reflexión se ha visto interrumpido súbita, dramáticamente, por la reciente pandemia***. En una crisis sanitaria como esta, de proporciones todavía desconocidas, y en gran medida dependientes de la capacidad de los Gobiernos/Estados para controlar el movimiento de la población y de proporcionar una asistencia sanitaria bien organizada y a la altura del "estado del arte" en cada momento, en una situación como la que vivimos, digo, solo es posible (y también necesario) aplicar una auténtica Realpolitik (valga la tautología o la circularidad del argumento). Cuando además está en juego la vida de miles de personas, esa política "real" debe ser sobre todo una biopolítica que ponga en el primer plano la vida humana amenazada y todos los instrumentos científico-técnicos (biomédicos y biotecnológicos), sanitarios, sociales y políticos para preservarla. ¿Quiénes son aquí "los nuestros"? En un sentido amplio, cómo no, nos sentimos profundamente solidarios (unidos) con todas las personas que trabajan y luchan ahora mismo, con su cuerpo, con sus manos, contra esta amenaza. Ese sentimiento tiene también una dimensión política, y todos ellos son también de "los nuestros". En sentido estricto, sin embargo, pensamos en quienes toman las decisiones de mayor alcance. Y llamamos "los nuestros", precisamente, a los que en momentos como estos son capaces de hacer una política real, radical, directa y eficaz; no ya la posible, sino la absolutamente necesaria. Además, porque, como nos pasa con los trabajadores/profesionales mencionados (admirados), podemos confiar en ellos****.


* Digo peyorativa porque la definición que da el DRAE es: "Política basada en criterios pragmáticos, al margen de ideologías." Ay, la ideología, siempre aparece de una u otra manera, aquí por su ausencia, poco creíble por lo demás. Veamos qué dice de ella el propio DRAE, en el que no debemos buscar la esencia de la cosa definida (¡lástima!), sino la objetividad del uso actual del término: "Conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona, colectividad o época, de un movimiento cultural, religioso o político, etc." Vaya, por si la cosa no era lo bastante amplia, se le añade un etcétera. Habrá que volver sobre esto. Cuando lo hagamos, no deberemos olvidar ese otro término, clave, que aparece en la primera definición, "pragmáticos". Sí, lo pragmático y lo ideológico forman un tándem, un binomio o un dipolo, un campo de fuerzas (táctica y estrategia), que hay que abordar en conjunto.

** Sobre la importancia de ser ciudadano de un país determinado (sea cual sea) en un mundo global/cosmopolita dice algunas cosas muy lúcidas Martha Nussbaum en esta entrevista:  https://www.thenation.com/article/culture/interview-cosmopolitan-tradition-martha-nussbaum/

 *** Esto está siendo escrito desde Madrid, uno de los focos mundiales más activos, hoy, de la pandemia. 

**** Para decirlo (cantarlo) esta vez con Raimon, poeta y trovador, "I, per què no dir-ho també? / Una fe, una gran fe / En determinada gent / És el que jo cante."


domingo, 16 de febrero de 2020

133. Auden

Como me ocurrió hace unas semanas con Yeats (§128), encuentro ahora por los caminos de Twitter unos versos de Auden que reclaman mi atención. Ya leídos y olvidados, o no recordados, porque los acabo encontrando también en mi Auden*. ¿Será verdad eso que dice Heidegger, que es más importante lo que olvidamos que lo que recordamos?

"How should we like it were stars to burn
With a passion for us we could not return?
If equal affection cannot be,
Let the more loving one be me."

                                             The more loving one

Intento aquí mi propia traducción, algo arriesgada, en la que coincido solo en parte con la de Eduardo Iriarte:

"¿Cómo nos parecería que hubiera estrellas que ardieran
por nosotros con una pasión que no pudiéramos corresponder?
Si el afecto no puede ser igual,
Que el más amante sea yo."

En lo ontológico-cosmológico, lo mismo que en lo afectivo (si no se trata de lo mismo en ambos casos), es mejor dar que recibir. 


* W. H. Auden. Canción de cuna y otros poemas. Selección, traducción y prólogo de Eduardo Iriarte, Barcelona: Ed. Lumen, 2006.




viernes, 24 de enero de 2020

131. Lo que se dice y lo dicho

Lo dice, precisamente, Michel Foucault en El orden del discurso*, ese texto/discurso admirable:

"En resumen, puede sospecharse que hay regularmente en las sociedades una especie de nivelación entre discursos: los discursos que «se dicen» en el curso de los días y de las conversaciones, y que desaparecen en el acto mismo que los ha pronunciado; y los discursos que están en el origen de cierto número de actos nuevos de palabras que los reanudan, los transforman o hablan de ellos, en resumen, discursos que, indefinidamente, más allá de su formulación, son dichos, permanecen dichos, y están todavía por decir. Los conocemos en nuestro sistema de cultura: son los textos religiosos o jurídicos, son también esos textos curiosos, cuando se considera su estatuto, y que se llaman «literarios»; y también en cierta medida los textos centíficos."

A continuación, una vez definida esta división, Foucault la fluidifica, la quiebra. "Es cierto que esta diferencia no es ni estable, ni constante, ni absoluta." También la dramatiza (o la ironiza). "La desaparición radical de este desnivel no puede ser nunca más que juego, utopía o angustia."

Sí, en esta última frase están convocados algunos asuntos recurrentes de estos QSY, el juego, (Glasperlenspiel, Hesse), la utopía (Experimentum mundi, Bloch) y los maestros de la fenomenología existencial (Sartre y Merleau-Ponty) que acabaron presentándome a sus severos padres (Husserl y Heidegger).

Más allá de tanta gente ilustre, autores en el sentido foucaultiano, queda la cuestión, experimental en estos QSY, como se viene diciendo (p. ej., §4), de esa ligera, aunque radical transición, que lleva de lo meramente pensado (o vivido) a lo escrito (lo dicho). Ahí hay un misterio. 

* Michel Foucault. El orden del discurso. Traducción de Alberto González Troyano. Barcelona: Ed. Austral, 2019.


domingo, 10 de noviembre de 2019

110. Esperanza y memoria

Será el extenso fondo de libros, o será la forma en que están organizadas las estanterías (temas, autores), el caso es que la visita que cada verano hago a la librería Follas Novas, en Santiago, se salda con unas cuantas lecturas que no habría encontrado  en otro sitio (así me parece). Uno de los libros que me traje de allí este año me ha resultado especialmente estimulante. Se trata de un diálogo entre R. Rorty y J. Habermas*, que recuerda a otros díalogos y encuentros famosos entre filósofos europeos del s. XX: Heidegger / Cassirer** y Gadamer / Derrida***, entre otros.

No se trata aquí de presentar de forma "divulgativa" la discusión de fondo, para lo que no tengo competencia suficiente (aunque sí, creo, para disfrutarla). Para lo que quiero decir, basta con situar mínimamente el marco del diálogo. Verdad (Habermas) o justificación (Rorty). Aunque ambos filósofos comparten el papel fundamental del lenguaje, la acción y el diálogo dentro de comunidades humanas en la búsqueda y/o justificación de la verdad, difieren radicalmente en cuanto a la referencia última de su validez "universal"; trascendental (en sentido kantiano) e incondicionada, para Habermas, y dependiente históricamente del contexto y del grupo humano implicado, para Rorty (como él mismo indica, más próximo a la tradición de Hume). Esta referencia última, alcanzable (real) o no (utópica) tiene un sentido inmediatamente político. ¿Cómo podemos saber lo que es mejor/peor para una comunidad humana y cómo podemos justificarlo? ¿Para qué comunidad o grupo humano resultaría razonable/justificable?

En su última respuesta a Habermas, se pregunta Rorty por esta dimensión utópica del referente trascendental (aquello que justificaría la validez de un argumento para cualquier ser humano en cualquier contexto cultural e histórico) y escribe: "Mi conclusión es que lo que necesitamos no es intentar acercarnos a un ideal, sino más bien tratar de alejarnos más de las partes de nuestro pasado que más lamentamos."

Lo utópico, pues, se extiende en un horizonte futuro, posible, potencial, y también en un horizonte pasado, fáctico, cumplido. Lo que apunta Rorty es que en este análisis de los desastres pasados podría encontrarse un potente motor utópico. Como el que late en la frase de su admirado G. Santayana, inscrita hoy en las paredes de Auschwitz: "Aquellos que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo." Hay que poder recordar el pasado, y ese recuerdo es, en un sentido más próximo a Rorty que a Habermas, creo, la verdad que hay que buscar.


* Richard Rorty / Jürgen Habermas. Sobre la verdad: ¿validez universal o justificación? Traducción de Patricia Wilson. Amorrortu editores, Buenos Aires, 2007.

** Wolfram Eilenberger. Tiempo de magos. La gran década de la filosofía, 1919 - 1929. Editorial Taurus, Barcelona, 2019.

*** Jean Grondin. ¿Qué es la hermenéutica? Editorial Herder, Barcelona, 2008.





jueves, 23 de mayo de 2019

61. Hobbes, el multimillonario y algo más de biopolítica

En un importante texto, recientemente reeditado y extensamente ampliado, de Félix Duque (Filosofía de la técnica de la naturaleza*), el filósofo nos conduce reflexivamente a través de los estadios históricos (orgánico, artesanal, mecánico, cibernético y hacia un más allá solo intuido) que han conformado las nociones de técnica, naturaleza, y, en consecuencia de ser humano (y de su "naturaleza"). Para ello nos invita a un diálogo con los textos y los filósofos que han encarnado o discutido esas nociones, Platón, Aristóteles, Descartes (también Galileo y Newton), Kant, Hegel, Heidegger, y, en los últimos capítulos, con algunos poetas (Hölderlin, Rilke, Celan), artistas plásticos (Bill Viola) y arquitectos. La noción de naturaleza (falsamente entendida como "primaria") como producto de la técnica (la "técnica de la naturaleza") propia de cada uno de esos estadios; y así también la noción de ser humano, de vida humana y de la forma de Estado característica de cada época. Nos recuerda Félix Duque, p. ej., cómo el Estado moderno (absolutista) se conforma, en uno de sus téoricos principales, Thomas Hobbes, como una máquina (estadio mecánico) dirigida a preservar la naturaleza humana, el derecho natural del hombre, derivado de "las tres pasiones que engendran las Leyes de la Naturaleza: miedo a la muerte, deseo de lo necesario para una vida cómoda, y esperanza de alcanzar ésta por su industriosidad (industry)."** Miedo a la muerte, a que a uno le mate el hombre lupus en constante bellum de todos contra todos***. 

He vuelto a pensar en este miedo, de una forma u otra inscrito en la raíz del Estado moderno (esto es, entendamos de una u otra forma quién, qué grupo o institución social, se beneficia de ellos -del miedo y del Estado), ahora que se debate, en plena campaña electoral, sobre las donaciones de un multimillonario (que se encuentra entre los diez más ricos del planeta) al sistema sanitario público de nuestro país. El debate ha generado, en la izquierda diversa, una extensa y sana respuesta en defensa del Estado "social y democrático de Derecho"****. Hay algo que decir sobre la forma de la donación, que muestra algunos aspectos, diríamos que toscos, del gesto. ¿Por qué no se trata de una donación anónima? ¿Por qué no se dona al Estado sin más para que éste lo administre como mejor determine? Claro, cómo distinguiríamos esto último de unos impuestos, y, como se ha dicho, de una rebaja de impuestos. No, se dona muy directamente, no al sistema sanitario público en conjunto (ni siquiera un multimillonario como este podría competir con la financiación de un sistema como el nuestro), sino, localmente, aquí y aquí y aquí, como un regalo caído del cielo, a aquello que identificamos, bien lo sabemos, como una de las principales amenazas a una vida humana féliz: el cáncer. Ni siquiera a la investigación de posibles tratamientos, donde nuestro Estado invierte cantidades claramente insuficientes, sino al diagnóstico y al tratamiento de acuerdo con los protocolos actuales, que en nuestro país están garantizados.

Esto nos lleva al fondo, a la materia de la donación. ¿Qué produce, qué genera, y qué finalidad tiene? Produce, en la población diana (target, en términos de marketing), pacientes, potenciales, actuales y pasados, y también en cierto sector político, agradecimiento y admiración (honor, orgullo, thymós*****). Valdría la pena, si no se ha hecho ya, comparar el miedo a la muerte de los tiempos de Hobbes, y en su propio país, con el que tiene la población actual en nuestro mundo (sí, todavía quedan otros mundos, extensos). Se trata ahora del miedo a la enfermedad, a la vejez y a la fragilidad, y es el Estado actual, son nuestros sistemas sanitarios públicos, los que nos permiten olvidarnos de todo eso durante largos periodos de nuestra vida y alcanzar unas cotas de supervivencia (en la salud y en la enfermedad) hasta ahora desconocidas. El Estado, que vive (no es un decir: vive, vivimos, hegelianamente) de nuestros impuestos. Que los multimillonarios paguen los suyos (aunque sabemos que nunca lo harán) y, mientras no quieran formar parte de nuestra comunidad política, que nos dejen sencillamente en paz. (Dx)


* Félix Duque. Filosofía de la técnica de la naturaleza. Abada Ed., Madrid, 2019.

** Loc. cit., p. 182.

*** Sobre ese miedo y la incertidumbre que implica la guerra total, indeterminada, tiene el filósofo algunas cosas muy lúcidas que decir en el último capítulo del libro, dedicado al terrorismo de las últimas décadas.

**** Ver, p. ej., El dilema Amancio, de Gerardo Tecé: https://ctxt.es/es/20190522/Firmas/26315/gerardo-tece-amancio-ortega-sanidad-publica-donacion-maria-munoz.htm

***** También en el sentido propuesto recientemente por Sloterdijk, totalmente opuesto al de este texto, y que merecería un próximo QSY dedicado enteramente a él.