jueves, 7 de febrero de 2019

37. El consuelo de escribir


¿En qué sentido puede ser un consuelo escribir? Hay un indicio de ello en darse cuenta de lo que consuela la mera idea de hacerlo.

Sin embargo, tan cargados de cosas, de penas y sustos como ya vamos, sería improductivo marcarse cualquier objetivo en términos de resultados formales o de contenidos. Basta con hacerse consciente, durante unos momentos, del poder del lenguaje, y someterse a él, para decir algo que, en lugar de envanecer, cure, consuele, sosiegue. Sin sistema, con necesidad. Sin doctrina, con la llana honestidad de unas vidas que quisieron ser auténticas. Sin ambición, con conocimiento, como búsqueda de un saber inmediato, incorporado a la vida como su más alto sentido.

No, no es la coherencia de lo dicho lo que más importa, sino la breve y humilde satisfacción de decirlo. El texto, como residuo, debería permitir evocar esa satisfacción, aunque solo fuera en algunos casos. Nada más. (De Huellas, 2011)


sábado, 2 de febrero de 2019

36. Entre libros


Ayer, una cena con amigos y familiares (qué frío, así escrito, sin nombres propios, y qué fuerza evocadora la de los nombres propios -pero esto me lleva a mis laberintos lingüísticos, que recorro en otro lugar). Discutimos sobre libros y escritores, sobre el gusto literario, decía yo, aunque no se aceptara mucho esa noción. Sobre prejuicios, ideológicos o no. Decía yo el gusto, como invocando un centro conceptual en torno al cual analizar tantas diferencias de criterio, al tiempo que iba descubriendo para mí que el plano en el que nos encontrábamos discutiendo en algunos momentos (“este autor sí, este no; este libro sí, este no tanto”) era un plano hermenéutico. El gusto, sí, con toda su complejidad analizable, pero por debajo, no menos analizable, aunque con mayor dificultad, el sentido de todos esos textos para cada uno de nosotros. Lo ideológico es un momento o una parte de ese análisis, pero mezclado con muchas cosas más: biografía, itinerario vital, expectativas, ubicación social, competencias profesionales, rasgos de personalidad, sentimientos de pertenencia a determinados grupos o subgrupos sociales, experiencia de lectura. Esto último es muy importante y es lo más específico en la discusión de ayer. Qué ha leído cada uno, cuándo y cómo, qué supuso cada una de esas lecturas y qué ha dejado en nosotros (puede imaginarse uno un cierto correlato neural de todo esto). Prejuicio, pre-comprensión y sentido. De qué modo y en qué grado consideramos o sentimos que ciertas lecturas forman parte de nosotros. Y por qué especialmente las lecturas, entre todas nuestras experiencias posibles. Ahí iba Gadamer. (De Huellas, 2010)


35. Podemos y el camarada Sverdlov

LLevamos algunas semanas asistiendo a un nuevo episodio de eso que el periodismo actual (tan impregnado de metodología publicitaria) denomina "crisis de la izquierda". De la izquierda realmente alternativa, se entiende, no de la "alternante", la que alterna con la derecha la gestión de un Estado estructuralmente antiigualitario (véase, como ejemplo de esta alternancia cíclica y retroalimentada, la gestión de la enseñanza pública, lastrada desde hace décadas por la enseñanza concertada). Desde que tengo uso de razón (política), he conocido numerosas "crisis" de esta izquierda alternativa, en España y en esa parte del mundo de la que tenemos alguna información regular (de nuevo, aquí, el periodismo, o mejor, los medios de comunicación). Tantas, que podría uno pensar que más que de "crisis", en un sentido más bien clínico*, se trataría de procesos de generación de iniciativas políticas ante nuevos contextos históricos.

Hay al menos dos elementos constantes (a lo largo de los años) en la evaluación que solemos hacer de estos periodos de "cambio rápido" en la izquierda: el de las ideas y el de la organización. También solemos juzgar las acciones individuales y colectivas, lealtades, deslealtades, traiciones, firmezas, la astucia, la inteligencia, la ignorancia, la mala fe, entre otras, aunque todos estos aspectos parecen estar vinculados de algún modo a las ideas y/o a la organización (qué importancia tendrían, si no, salvo para una interpretación literaria de estos procesos).

¿Qué relación hay entre las ideas y la organización en un movimiento político? Desde hace algunos años se ha impuesto un eje (o plano) de pensamiento definido por el par de contrarios abierto-cerrado. Así, la apertura de las ideas, frente al dogmatismo, la ortodoxia, la intolerancia, incluso, se correspondería con la apertura de la organización, frente al sectarismo, el centralismo, la disciplina. Es curioso que en Podemos, la organización política que ahora, presuntamente (si se nos permite el uso de este término, tan del gusto de los medios), se encuentra en "crisis", hay otro par de contrarios muy activo en los debates ideológicos y organizativos: arriba y abajo, en la sociedad y en la organización ("los de arriba" y "los de abajo"), que traduce una estructura de poder, los que deciden (de nuevo, "crisis") y los que se atienen a las decisiones. Los que deciden están "arriba" en la sociedad, y "abajo" en la organización política, y los que se atienen a las decisiones están "abajo" en la sociedad y "arriba" en la organización. Esa es la idea, la estructura y el funcionamiento de la organización política reproduce de alguna forma sus propias ideas y sus fines políticos, que pretende trasladar a la sociedad. De ahí la importancia de la organización y de la lealtad a la organización.

En estos debates, el ejercicio de una organización fuerte y estructurada (que, de acuerdo con el esquema anterior, debería traducir unas ideas claras y unívocas) se suele  asociar (observo que también por parte de algunos filósofos académicos), en un sentido algo peyorativo (como si ya debiéramos saber todos de antemano lo malo que es eso), a nociones como "leninismo" y "sovietización": lo extremadamente "cerrado" y "arriba" en la organización, al parecer**.

Marcial Suárez (1918 - 1996), escritor del exilio interior, y maestro de unos cuantos de nosotros en cuestiones de política, y de muchas otras cosas, dedicó unas acertadas reflexiones a esta cuestión en un artículo en la revista Tiempo de Historia (1981)***, con motivo de la publicación de un discurso inédito de Lenin dedicado a la memoria de Yakov Mijáilovich Sverdlov al año de su muerte, con 33 años, hace ahora un siglo. Acierta Marcial Suárez cuando, leyendo a Lenin, encuentra una estrecha relación entre la consistencia ideológica y la eficacia organizativa, de la que Sverdlov habría sido un ejemplo excelente.

Una cuestión clave para evaluar hoy la consistencia ideológica y organizativa de un movimiento político puede ser su estrategia electoral. Es también una cuestión antigua, tan antigua como la izquierda de la que aquí se viene hablando, y que tiene que ver con la idea de "revolución". Para no alargar más esta reflexión, podemos preguntarnos: si (a pesar de la experiencia contrafáctica de Tsipras, por mencionar solo una reciente) se considera que la única vía para transformar realmente las condiciones actuales de desigualdad social es ganar unas elecciones, ¿qué organización se requiere para este fin, y qué ideología corresponde a esta organización? Como resulta cada vez más manifiesto en la política actual, para estos fines bastan algunas estrategias publicitarias y algunas técnicas de comunicación (y mucho dinero para pagarlas). Cuando los fines políticos no son solo electorales, o lo son de forma secundaria, como consecuencia natural de la actividad política y social, entonces hace falta una organización fuerte, eficaz, y algo más, mucho más, que una estrategia electoral.
 
En cuanto a la dimensión trágica de la aparente "crisis" permanente de Podemos (según los medios de comunicación), no está mal recordar irónicamente el diálogo que tiene lugar entre el personal del servicio, en el primer episodio de Downton Abbey (1ª temporada), con motivo de la muerte, en el hundimiento del Titanic, de dos parientes de los Lores a los que sirven, y las funestas consecuencias  de estas muertes para la transmisión hereditaria del patrimonio familiar:
- Es una verdadera tragedia.
- Es algo aun peor que eso: una contrariedad.


(*) Conviene recordar el uso habitual del término "crisis" en griego antiguo con el significado de "juicio" o "decisión", y también (p. ej., en los Tratados Hipocráticos) con el de "cambio de estado" en el curso de una enfermedad (mejoría o empeoramiento).

(**) No está de más recordar que, a diferencia de lo que se suele pensar, el virtuoso término medio aristotélico no resulta de un cálculo geométrico a partir de dos extremos opuestos objetivamente dados, sino que, en el sentido original de Aristóteles, es este término medio "natural" el que se toma como referencia para definir los extremos viciosos. No basta, pues, con dar por sentados "objetivamente" (ideológicamente) los "extremos", y bien podría ser en muchos casos que eso que parece "extremo" (de nuevo, en los medios de comunicación) fuera en realidad lo natural, el término medio virtuoso.

(***) https://www.youscribe.com/catalogue/documents/savoirs/sciences-humaines-et-sociales/un-inedito-de-lenin-el-discurso-funebre-para-sverdlov-1802418




sábado, 26 de enero de 2019

34. La unidad de la izquierda

Reclamamos, esperamos, sufrimos y, sobre todo, hablamos mucho de la unidad de la izquierda. Después de estos últimos episodios podemitas (lo personal frente a lo organizativo en la actividad política, la Realpolitik) y de la previsible trayectoria del gobierno actual (y la última no-sorpresa de hoy mismo en relación con el golpe "institucional" en Venezuela), la vergonzosa Realpolitik, que busca su coartada y su amparo en el ámbito europeo, la reclamada unidad de la izquierda, digo, es la de los que pierden, los que perdemos. Todas estas derrotas, estos pasos atrás, sí que nos unen, aquí, en Latinoamérica, en Palestina y en tantos otros sitios.

En un reciente homenaje a Juan Eduardo Zuñiga (escritor del exilio interior) en su 100 cumpleaños (Instituto Cervantes, Madrid), Emilio LLedó nos habló de la importancia esencial de la memoria ("somos memoria"), y nos contó con voz emocionada lo bien que recordaba haber visto con sus propios ojos el cartel de "No pasarán" sobre la calle de Alcalá. "Y pasaron, pasaron, y siguen pasando", nos recordó. Nos reconocemos en esas palabras y nos damos cuenta de que "siguen pasando", y sufrimos por ello. No hace falta mucho más para fundamentar la unidad de la izquierda. (Dx)



sábado, 19 de enero de 2019

33. Aporías de la democracia: Matteo Salvini y Fabrizio De André


Vengo escuchando con gusto en las últimas semanas, gracias a la aplicación Spotify, a un pequeño grupo de cantautores italianos de las últimas décadas (Fabrizio De André, Francesco De Gregori, Franceso Guccini, entre otros más conocidos aquí como Lucio Dalla o Franco Battiato). Aunque ya sabía de algunos de ellos por un excelente programa de Radio 3 (como todo lo de esa emisora) dedicado a la música italiana, ha sido para mí un descubrimiento encontrar en esas voces y en esas músicas algo nuevo y hasta ahora casi desconocido, y sin embargo, de alguna forma familiar, donde resuena la poesía (propia y ajena) de nuestros cantautores de aquí (en las lenguas ibéricas, quiero decir, desde Serrat, Aute, Luis Pastor, Raimon, Sabina, entre otros muchos, hasta los portugueses, como José y João Afonso). En esas voces, las de esta península (y su extensión iberoamericana, para no olvidar, p. ej., a Silvio Rodríguez o a Caetano Veloso, de nuevo entre muchos otros) y las de la italiana, me parece reconocer algunas de las principales señas de identidad, de sensibilidad, de nuestras generaciones actuales. (Sobre la correspondencia esencial de todos ellos con cantautores del mundo anglosajón, como Bob Dylan y Leonard Cohen, habrá que hablar extensamente en algún momento).

Recientemente, el presentador de la actual edición del Festival de San Remo, el cantante Claudio Baglioni, denunció públicamente y con valentía la política de inmigración promovida por el infame Matteo Salvini, espejo en el quieren mirarse nuestros propios dirigentes neofascistas (inquietante este "nuestros"). En unas rápidas declaraciones televisivas, vi y escuché a Salvini decir algo así como que Baglioni debía dedicarse a cantar y no a opinar (un tic autoritario habitual en este tipo de dirigentes), pero que él, Matteo Salvini, por su parte, prefería escuchar a Fabrizio De André.

No es la primera vez que tengo esta sensación desagradable de compartir (inquietante este "compartir") algo tan personal y tan profundo como una experiencia estética con un personaje que me parece detestable. Ocurre, sobre todo, en el ámbito del arte. Es un tema ya tópico, que la derecha (sus periodistas, fundamentalmente) suele englobar peyorativamente bajo el epígrafe de "la supremacía moral de la izquierda". Sí, en su continua batalla logocrática (G. Steiner), esta derecha también se ha apropiado del término "supremacismo".

Ya había leído algo sobre Fabrizio de André en la Wikipedia (esa Enciclopedia del s. XX, según Umberto Eco), y me había parecido que, como tantos artistas de esos años (recuerdo ahora al Renaud de Mistral gagnant, que descubrí hace unos años circulando en coche por Francia), había mantenido posiciones políticas poco "orgánicas" o convencionales. Un artículo reciente en L'Espresso, con ocasión de la publicación de sus Diarios* (Fabrizio De André murió en Milán en 1999), recoge "la sua passione per i marginali, gli ombrosi, i perdenti e i perduti". Nada que pueda reivindicar la política de Salvini, en principio. Sin embargo, sus Diarios, según ese artículo, también reflejan su escasa "simpatía" por el 68 y por el Partido Comunista Italiano. Esto nos lleva a lo ya comentado en la entrada de este blog de 30/09/2018. Parece probable que sea por ese lado anticomunista por donde Salvini reivindica a De André, al menos el gusto de escucharle.

Sin embargo, en mi breve experiencia de escuchar a Fabrizio De André, reconozco que hay mucho más, muchisimo, que vale la pena explorar, sobre todo desde el punto de vista poético, en este cantautor. Nuestra vida colectiva, política, implica que tenemos que convivir necesariamente con personas (y personajes), como Salvini, cuyas acciones consideramos moralmente detestables, fundamentalmente porque impiden el desarrollo de una vida colectiva mejor y más satisfactoria para todos (y niegan a muchos lo básico o elemental de la vida, o la vida misma, tout court). Y que tenemos que combatir sus ideas, también con the beauty of our weapons (L. Cohen), que ellos, en ocasiones (y aquí está la aporía), también admiran.


(*) http://espresso.repubblica.it/visioni/2016/04/05/news/quanto-e-politico-il-privato-nei-diari-di-de-andre-1.257004

(Dx. Escuchando, primero, Il sogno de Maria de Fabrizio de André, y después, Far from me, de Nick Cave.)



viernes, 18 de enero de 2019

32. Arriba y abajo


Hay un arriba y un abajo en los trabajos del pensamiento. No es un arriba-y-abajo sólido, como de escaleras y pisos, sino más bien líquido, como el que representa un surtidor en medio de un lago. Así, hay verdades altas, verdades-surtidor que resultan del trabajo consciente y concentrado en un ámbito real concreto. Hay también verdades tranquilas, verdades-lago, de las que nos hacemos conscientes solo cuando nos dejamos caer blandamente sobre su superficie. Entonces, sumergidos en ellas, podemos mirar a nuestro alrededor tranquilamente, a la superficie y a todo lo que está a ese mismo nivel: ahí está nuestra verdad más honda y serena. (De Huellas, 2010)