miércoles, 5 de mayo de 2021

211. Aporías de la democracia: el muro

Voy aprendiendo poco a poco de biopolítica, esa noción o perspectiva (todavía no sé bien de qué género de cosa se trata) que estuvo bastante de moda hace unos años (en torno al cambio de siglo) y que ha vuelto a emerger en muchos análisis de la pandemia actual. De la historia previa del término y de su uso, en los años 70 del s. XX y después, con Foucault en el centro de la imagen, naturalmente, y en los años 20 y 30 y sus consecuencias necropolíticas, se hablará cuando proceda (hay un artículo en ciernes). Me preocupa ahora principalmente encontrar un camino (decir "mi" camino sería solo otra forma de decirlo) hacia una biopolítica positiva, vivificante (por no decir salvífica, término más alejado de un posible -y necesario- sentido a-teo). No solo por cierto optimismo militante, que aprendí a ejercitar con Bloch, sino porque mi primer encuentro con ella, creo, me permitió intuir la conclusión a la que habría de llegar cualquier análisis en este ámbito: Ciudad de La Habana, enero de 1993 (§55). Como en tanta biopolítica actual, ese camino tiene una referencia original (primera) en Aristóteles

El hombre como ser vivo y como sujeto/objeto político; la vida, en el ser humano y en el resto de los seres vivos, sometida al control y al poder políticos (biopoder); las estructuras (esto es más marxista) y los dispositivos (esto es foucaultiano) que gobiernan la vida y la muerte; de todo esto han tratado los que han pensado la biopolítica. Entiendo que hay una biopolítica de las poblaciones, los grupos sociales, las multitudes "vivas", y hay otra, entreverada con la anterior, de las individualidades, los cuerpos las personas, las subjetividades ("anatomo-política" es el término acuñado por Foucault). De esta última he aprendido la noción de "subjetivación" ("subjetificación", en algunas traducciones casi imposibles). Primero el término, porque aún tengo que llegar a la noción. 

¿Cómo se construye biológicamente (biográficamente, diría Ortega) la idea que uno tiene, se hace, de sí mismo? ¿Cómo se hace la persona que uno piensa que es, y a cuya altura -en palabras de Conrad- uno pretende siempre estar? ¿Se trata del mismo proceso que, considerado desde otro ángulo (la práctica política), lleva a la adscripción (firme, vital) a una ideología? 

Comencé esta nota unos días antes de las últimas elecciones en la Comunidad de Madrid (4 de mayo de 2021), de alguna forma intuyendo (temiendo) sus trágicas consecuencias para la izquierda local. "El muro" que incluí en el titulo ha resultado ser, expresado en votos, más alto que lo imaginado. Un muro, aparentemente compacto, de subjetividades, de sujetos (a sus propios miedos, inducidos, a su egoismo, en muchos casos, a su perplejidad, quizás, en otros). Como el que rodea el jardín del gigante egoísta en el cuento de Wilde. Un muro tan bien construido que, cuando la izquierda (ingenua, voluntarista, a veces paternalista) se acerca, crece.

 

 

sábado, 17 de abril de 2021

210. Leer y/o escribir

 Cuando leo no escribo, y cuando escribo no estoy leyendo, ¿o sí? Re-leyéndo-me mientras escribo, quizá, pero eso tiene que ver con el proceso inmediato, actual, y tiene su propio interés, claro, y también su lado puramente formal (la brocha gorda y el pincel fino, como me dice mi profesora). Hay quien piensa que el pensamiento y la memoria (casi indiscernibles) no son sino escritura. De signos humanos, de lenguaje humano natural, no como la "escritura" del código genético, las señales moleculares o las frecuencias de descarga neuronal y todo eso. Inscripción, grafía, engrama (sí, aquí están las neuronas, con sus señales moleculares y su código genético, pero eso ya se verá).

En el límite, el silencio de la escritura sería lectura, y (a modo de viceversa) la decisión de escribir implicaría eo ipso el abandono de alguna lectura. En realidad, es esto lo que más me preocupa ahora. De qué (callada) manera la exploración de un campo nuevo de lecturas y reflexiones (campo, en un sentido más rústico que físico) va multiplicando los caminos y los hitos (cruces, divisiones, confluencias), como un fractal. (Cómo no imaginar ese campo subido a una bicicleta, con el aire en la cara, descubriendo caminos). ¿Dónde, cuándo parar? ¿Cuándo estará cumplido, resuelto, ese laberinto? ¿Quién podrá decidirlo? Seguramente nadie, solo el tiempo, el plazo establecido para entregar un texto escrito. Deadline, en inglés, pocas bromas. Bendito límite, pero límite al fin.



sábado, 10 de abril de 2021

209. Lo perfecto

 Me basta a veces con la posibilidad de que todo sea perfecto. Eso hace perfecto el momento de desearlo. (De Huellas, 1992.)

 

 

domingo, 21 de marzo de 2021

208. Es bonito saber

 Me comprometí a dar una charla sobre los efectos de la COVID-19 sobre el sistema nervioso, ahora y en el futuro post-pandémico (difícil todavía de intuir). Como en tantas ocasiones, sobre lo que sé y lo que no sé. Lo que uno puede ofrecer en este contexto (lo que posiblemente se espera de uno) es un lugar desde el que estudiar y actualizar los datos, lo que "se" sabe hasta el momento. Un lugar (así dijo Darwin una vez) que es también hábito, experiencia, un lugar donde se vive, habitado. Construir. Habitar. Pensar (Heidegger). 

Como siempre, el tiempo aprieta, pero es posible hacerse (desde este lugar, punto de vista, Standpunkt) rápidamente con lo principal que hay que saber sobre una cuestión, un campo (otro lugar, este compartido) que se viene desarrollando desde hace solo un año. Internet, Pubmed, lo inconmensurable hecho hábito, rutina. Rápidamente, la familiaridad antigua, sedimentada, se extiende, acogedora, al nuevo conocimiento. Las cosas encajan, ocupan su lugar propio, con nosotros. Vamos sabiendo, entendiendo, y sabiendo también lo que aún no entendemos . 

Metafísica, A I: "Todos los hombres desean por naturaleza saber". Y el deseo cumplido produce placer. 



sábado, 20 de marzo de 2021

207. Médicos y filósofos

 En su Junco, Irene Vallejo (§195, 200) va y viene de un punto a otro (espacio-temporal) de la Antigüedad clásica, volviendo con frecuencia al mundo helenístico, que parece actuar en su texto como origen o referencia de sus paseos. Uno podría representarse su trayectoria como la de un ratón en un Morris water maze (laberinto de agua), peleando con su memoria (y con el diseño experimental) para (re)encontrar el camino hacia la comida. Comparto su fascinación por aquella cultura rica y abierta en la que se configuraron tantas potencialidades de este mundo nuestro de ahora, también en lo filosófico y lo científico. Cuando leí la Historia de Grecia de Hermann Bengston*, señalé esta frase en el texto: "Es gigantesca la cantidad de asociaciones religiosas, sociales y profesionales de los griegos en Asia y en Egipto." Como si el autor estuviera hablando del mundo actual. 

Sobre la Paideía, la educación, y la cultura griegas en esa época, dice Irene Vallejo algo en torno a la especialización. "Todo el que podía permitírselo, evitaba aprender algo tan envilecedor como un oficio. Lo elegante era el ocio - es decir, el cultivo de la mente, la amistad y la conversación: la vida contemplativa -. Solo la medicina, incuestionablemente necesaria para la sociedad, logró imponer un tipo de formación propia. A cambio, los médicos padecían un claro complejo de inferioridad cultural. Desde Hipócrates a Galeno, todos repetían en sus textos el mantra de que un médico también es un filósofo. No querían dejarse encerrar dentro de su esfera particular, sino que se esforzaban por mostrarse cultos y calzar en sus escritos alguna cita de los poetas imprescindibles." 

Vaya, de eso se trataba al fin. Tendríamos que recurrir, posiblemente, a uno de esos médicos-filósofos, uno de los principales, el de Viena, para que nos liberara de esa regresión, llevándonos de nuevo al mundo fascinante y problemático de nuestra infancia cultural. ¿Para quedarnos?


* Hermann Bengston. Historia de Grecia. Traducción de Julio Calonge. Madrid: Ed. Gredos, 2008.



lunes, 15 de marzo de 2021

206. Pi

 El derrotismo de la izquierda española, y en particular de la madrileña, forma parte del inóculo original (sí, como el pecado) que se nos proporciona (como marco preteórico, como paradigma), sabe Marx cómo, con nuestra educación, aun cuando esta haya sido progresista. Cada cosa hacia su lugar propio, como en la física aristotélica, y el de la izquierda es abajo, como la tierra. Naturalmente.

Estábamos a punto de iniciar la desbandada, después del anuncio de unas elecciones bien calculadas, y anunciadas como un rayo amenazador, para mayor gloria de la derecha (casi siempre) triunfante, cuando un dirigente, como en la metáfora (también) aristotélica (§41) se detiene, mira hacia atrás, e inicia la recomposición de la izquierda, "...y en breves instantes todos los que huían se vuelven a formar de acuerdo con el principio (arché) que los une."

El principio, arché, Prinzip, el principio esperanza (Das Prinzip Hoffnung).



lunes, 8 de marzo de 2021

205. Disciplina(s)

 Hace unos días, en una de tantas videoconferencias de estos tiempos pandémicos, hablábamos unos cuantos compañeros (también de algunas fatigas) sobre la posibilidad de crear una sociedad científica de biobancos, ibérica, mejor que española, si fuera posible (menos mal...). En realidad, habíamos dado ya algunos pasos más, porque estábamos escribiendo los estatutos de esa posible sociedad. Como no hay de momento un término en castellano que designe ese campo de conocimiento y de actividad (el inglés, más ágil para estas cosas, tiene biobanking), decidimos escribir algo así como "el área de conocimiento referida en adelante como "la Disciplina". 

Qué sabemos, de qué sabemos, qué sabemos hacer. Lo disciplinar (no lo disciplinario, que por ahí se acerca Foucault), lo que venimos haciendo, puro hábito, haber-llegado-a-hacer, haber-hecho, haber-estado-haciendo, siempre acabamos en Aristóteles. Saber es eso, sin más. 

Una disciplina sin nombre, la Disciplina en nuestros estatutos, tiene algo de metafórico, y me lleva a cuestiones más habituales, que tienen que ver, no con una, sino con varias disciplinas, Disciplinas.

Una disciplina, un campo de conocimiento (también práctico, pues), tiene sus límites, más allá de los cuales se pierde la competencia, otro término cómodo, rotundo, algo eufemístico. Desde hace mucho tiempo creo que el principal síntoma (porque es subjetivo, pero también signo, porque puede ser muy objetivo) de que uno ha sobrepasado esos límites es la ingenuidad. O mejor, las ingenuidades, las que uno se ve, se sabe, diciendo (o las que escucha a otros, si son ellos los "transgresores"). Las ingenuidades filosóficas de los científicos y las ingenuidades científicas de los filósofos, así me he recordado siempre mis propios Escila y Caribdis.

Por si esto no fuera suficiente, puede uno enfrentarse, como digo (es un decir), a varias disciplinas (y sus correspondientes ingenuidades). Es el ámbito (dificilísimo) de lo multidisciplinario, o aun, en el límite de lo inefable, de lo interdisciplinario. De lo ubícuo más bien, porque a veces, tantas, se siente uno, más que en tránsito entre diferentes disciplinas, en un limbo indisciplinar (indisciplinado, en mi caso), como esos barcos que en las novelas de Conrad quedan detenidos por una calma chicha durante un tiempo denso, indefinido y significativo. En esos pasillos desnudos y un poco fríos, que conectan salas tan diversas y fascinantes -siempre hay algún asiento impersonal, como de hotel, donde sentarse un rato-, es donde he aprendido a conocer (saber, también de esto) lo que debo hacer en cada momento con lo que sé, con lo que quiero saber.