sábado, 28 de junio de 2025

421. Perdedores

 Sigue desarrollando su joven vida de libro recién publicado la biografía de Faustino Cordón*. El catedrático de Historia de la Ciencia de la UAM Javier Ordóñez Rodríguez, que nos sorprendió gratamente en la primera presentación del libro (Residencia de Estudiantes, Madrid, noviembre de 2024) con su referencia a Hobbes y al exilio interior (§390), acaba de publicar una reseña en la revista Llull** El tono y el marco son los de aquella presentación, pero (me) cuesta (quizás ahora más, en el texto escrito) asociar el recuerdo personal, vivo (revivido) y apasionado***, a la objetividad del discurso historiográfico. El autor no conoció personalmente a Cordón, ya lo dijo en la Residencia de Estudiantes, y tampoco conoce en profundidad su obra y su pensamiento (también lo dijo). Lo que conoce bien es la biografía que reseña detalladamente, y aun mejor, sin duda, el país en que se inscribió esa vida singular:

 "La historiografía española ha prestado una gran atención al exilio que se produjo a raíz de la guerra civil, pero se ha limitado a explorar el destino de los que debieron salir a México, Argentina u otros lugares extramuros. Sin embargo, poca atención ha recibido el exilio interior. El destino de los que debieron quedarse fue siempre ser considerados como perdedores. Perdieron la guerra, la posguerra, y finalmente la transición. Este colectivo está formado por personas como Faustino Cordón, pero también por un contingente numeroso de mujeres y hombres que quedaron disueltas en la sociedad franquista, condenadas a la invisibilidad. Tal vez sea el momento de dar voz a este colectivo. Ya es hora de honrarlos."**

Perdieron  (también) la transición, y nosotros, los de mi generación, los conocimos y admiramos (dignos, activos y pacientes, en cierto modo resignados, pero también confiados en un futuro de justicia y esperanza), y tenemos una responsabilidad especial en esa honra (memoria) colectiva. 

 

De Miguel, E, Cordón, E. Faustino Cordón. El biólogo insumiso. Madrid: El Garaje Ediciones, 2024.

** Llull, Vol. 48 (N.º 96) 2025 - ISSN: 0210-8615 (impresa) / 3020-6014 (en línea), pp. 213-241. 

*** Hay un testimonio visual inolvidable del valor y la verdad de este recuerdo personal en la exposición de los dibujos y las historias de Paco Roca que ha tenido lugar recientemente en el Instituto Cervantes de Madrid: https://cultura.cervantes.es/espanya/es/la-memoria.-viaje-emocional-por-los-c%C3%B3mics-de-paco-roca/178770

 

 

domingo, 22 de junio de 2025

420. Lingua franca, lingua belli

 Llevo varias semanas resistiéndome a escribir este QSY (intento evitar eso de "estoy harto" de...), a pesar de que se trata de una cuestión antigua y recurrente para mí: el uso (y abuso) del inglés (y especialmente del inglés hablado) en nuestro trabajo científico cotidiano. Sesiones, seminarios de personas castellanohablantes, que además trabajan juntas, intentando discutir en inglés cuestiones llenas de matices, y en especial de todos los matices, grandes y pequeños (suposiciones, sugerencias, bromas o ironías), que implica cualquier diálogo. Lo que se escucha al final en una reunión de este tipo (he participado en muchísimas y en lugares diversos) es un lenguaje estándar, impersonal, gramatical y léxicamente pobre y plano, en el que se repite un corto número de giros, a veces expresados, paradójicamente, con cierta pretensión (más bien patética) de originalidad personal. En esas ocasiones, no sé si echo más de menos el castellano (lo ricas y agradables que serían esas discusiones en nuestra lengua) o el inglés (esa riquísima lengua, con aproximadamente el doble de palabras que el castellano, en la que creo haber disfrutado hasta ahora de la literatura como en ninguna otra, salvo, claro aunque a muy corta distancia, en mi lengua materna).

Es la lingua franca, te dice alguien enseguida cuando haces algún comentario al respecto. Sí, alguna vez fue el latín, y ahora esto es lo que toca, lo que hay, ya conocemos ese tipo de argumento normativo (normativísimo). La lengua de la industria, la economía, el comercio, la ciencia (te dicen), al menos en esta parte del mundo; la lengua colonial, de la metrópoli (piensa uno). Anoche, el ejército más poderoso del mundo, ejército imperial, que se expresa y mata en esa lengua, actuó una vez más de forma infame y al margen de la legalidad internacional, contra un país con el que no estaba en guerra. Me he decidido finalmente a escribir este QSY convencido ya de que esta lengua que se nos ha impuesto para tantas cosas (no la de Shakespeare o la de Melville, por decirlo con el muy respetable tópico) no es ya tanto una lingua franca como una lingua belli

 

 

miércoles, 11 de junio de 2025

419. 300 palabras

 Decía Graham Greene que a él le bastaba con escribir 300 palabras al día para llevar adelante (cómodamente) su vida de novelista e ir escribiendo así, poco a poco, sus novelas (estupendas, por cierto). Naturalmente, escribir una novela implica mucho más que escribir(la), y exige sobre todo, siguiendo el aforismo latino, primum vivere.

 Viene esto al caso por las cosas de la memoria, que nunca descansa. Va a buen ritmo la escritura del artículo de los priones, y hoy, cuando ya me he dicho "basta", he contado con Word las (nuevas) palabras escritas: 305. 

 

 

domingo, 1 de junio de 2025

418. El exilio interior

 Este concepto, que se evoca de forma natural en el artículo (in progress), adquiere una dimensión cada vez más clara y significativa para nosotros a medida que va ampliándose la perspectiva histórica, de la memoria personal (autobiográfica) y transgeneracional (colectiva). Recojo aquí una referencia del artículo de Miguel Salabert en L'Express (octubre de 1958), donde se utilizó por primera vez (en francés, claro) este término. Poco después, Salabert publicaría una novela autobiográfica con ese mismo título (en castellano).

 https://www.marcel-carne.com/les-films-de-marcel-carne/1958-les-tricheurs/les-tricheurs-temoignages-de-marek-hlasko-pologne-bill-hopkins-royaume-uni-miguel-de-salabert-espagne-lexpress-1958/#sud

 

 

miércoles, 28 de mayo de 2025

417. Escritos exotéricos y esotéricos

 En enero de 2019, mientras se estaba gestando la biografía de Faustino Cordón, escribí una nota para aclararme un poco las ideas. Después la perdí, o al menos la perdí de vista. Se quedó, como archivo de Word, en algún lugar poco visitado. A veces, cuando la he recordado durante este tiempo (hasta la publicación del libro), tenía una sensación algo incómoda de haber "pecado" un poco contra la ciencia (en el caso de Cordón) o contra la filosofía (en el caso de Lledó, de quien también hablaba en esa nota). Ahora, en la preparación del artículo sobre los priones, la he recuperado, y la dejo aquí para que no se me vuelva a "trasarchivar":

 Me propongo responder a la pregunta que nosotros mismos nos hemos formulado (cuál ha sido el impacto de la obra de Faustino Cordón en la ciencia actual), y reconozco que no encuentro el marco adecuado para la respuesta. Así de personal, de singular, fue la vida y la obra de Faustino.

Esta mañana he estado revisando todas las páginas web que podrían darme algunas claves para la respuesta. He encontrado referencias, siempre interesantes, en algunas páginas institucionales (p. ej., de la Real Academia de la Historia), un mayor número de referencias a su labor como traductor de Darwin y de otros biólogos darwinistas, pero no citas académicas de su obra, salvo en el Diccionario de P. Tort. Esta es la realidad, Faustino no ha tenido (“aún”, como recuerda Gustavo Bueno en la citada referencia de la RAH) un impacto (para utilizar un término habitual en la ciencia actual) en el mundo científico académico. Eso no implica en absoluto que no lo pueda tener en el futuro.

En nuestras conversaciones anteriores, hemos hablado de figuras como A. Damasio, S. Jay Gould o R. Penrose, que son científicos con un alto nivel de impacto académico, en el sentido tradicional, y también (mucho más, posiblemente) en el mundo de la divulgación o de la cultura científica. Podemos buscar (y encontrar) algunas analogías entre los enunciados teóricos de estos autores y los de Faustino. Eso puede ser interesante desde el punto de vista de la Historia de la Ciencia, pero creo que no iría más allá algunas analogías formales y, sobre todo, de la participación en una tradición común, científica, darwinista y materialista, con los matices propios de cada autor.

Me parece que, en relación con Faustino, debemos enfocar la cuestión de otro modo. Para ello creo que debemos separar los aspectos generales, culturales, de su obra, de lo que podríamos llamar sus aspectos “técnicos”. Esto es algo que ocurre con frecuencia en el ámbito filosófico. Hay filósofos (y economistas, historiadores, filólogos, etc.) que se hacen bastante populares durante un tiempo porque enuncian o promueven determinadas ideas, que por lo general se insertan en una tradición determinada, y que escriben libros muy leídos (al menos durante unos años), pero cuyas aportaciones “técnicas” originales a la filosofía contemporánea (o a la disciplina correspondiente) son más difíciles de alcanzar para el lector no especializado (entre otras cosas, porque no suelen ser fáciles de entender). Pero hay otros filósofos, y pienso ahora en nuestro respetadísimo Emilio Lledó, que conocemos solo por sus aportaciones generales a la continuidad de la mejor tradición filosófica occidental, la que procede de la Grecia clásica más auténtica. (También podríamos considerar la figura de Agustín García Calvo, pero creo que Lledó se ajusta mejor a lo que quiero decir). Lledó tiene, con toda seguridad, una obra más “técnica”, en el sentido académico, pero no es la principal. La obra que vengo siguiendo desde hace ya décadas tiene una gran altura filosófica (pocos autores escriben y hablan de Platón como él), pero no es (ni pretende ser) una obra “técnicamente” original. Lledó se propone ofrecer a nuestras generaciones de estudiantes y lectores la oportunidad de leer y apasionarse con la cultura y la filosofía griegas (eso que conocemos todavía como Paideia), y con su inmensa estela en la historia del pensamiento occidental. Lledó cree, con razón, en el poder formador y transformador de la educación clásica y filosófica.

Creo que es este el lugar donde debemos situar a Faustino Cordón para evaluar el impacto cultural, científico y social de su obra. Lo que ha hecho Lledó con el pensamiento griego lo hizo Faustino con Darwin y el evolucionismo, y también con los principios racionales de la ciencia, y con la función de la ciencia en la educación y la cultura. Y con ello tuvo un gran impacto en muchas personas durante décadas, estudiantes, científicos, profesores, filósofos.  Ese lugar que estoy describiendo y en el que estoy situando a Faustino Cordón es el del maestro que sigue una tradición, la cultiva y la entrega a los demás, sus lectores, su escuela.

Ateniéndome al esquema que he planteado, creo que gran parte de lo que hemos venido considerando como obra “técnica” de Faustino no lo es realmente, sino que representa una extensión más o menos elaborada y especulativa del trabajo de enseñanza, de continuidad de la tradición darwinista en el que estaba embarcado. Creo que eso no lo vio él entonces, y tampoco lo vimos nosotros, sus discípulos. No estábamos, en gran medida, ante trabajo “técnico” original, sino ante determinados (y excelentes) desarrollos (en algunos casos personales, el de cada uno de nosotros) de esa tradición darwinista compartida por todos.

Faustino fue un maestro del darwinismo y de la racionalidad científica aplicada a todos los ámbitos de la realidad. Un maestro sin cátedra (académica) y sin escuela, pero con un impacto real sobre la cultura de su país y de su época.

Sí, también hay, con toda seguridad, una parte puramente “técnica” en su trabajo, especialmente el de los últimos años, cuando buscaba la coherencia total (con su modelo) de su interpretación de la evolución molecular. Eso es algo que, ciertamente, no parece haber tenido (“aún”, para recordar de nuevo a Gustavo Bueno) un impacto evidente en la ciencia actual. Sin embargo, es posible que eso no sea lo más importante de la obra de Faustino. (Hasta aquí la nota)

Esa diferencia entre lo técnico y lo divulgativo (qué poco me ha gustado siempre este término, que ahora se asocia tanto a ese otro, tan consumista, de "entretenimiento"; ¿no deberíamos decir simplemente "formativo"?) me parece ahora más abordable si establecemos una analogía (salvando las distancias de todo tipo, naturalmente) con la diferencia que se ha sugerido entre los escritos exotéricos (para cualquier ciudadano) y los textos esotéricos (para los alumnos del Liceo) de Aristóteles. Así lo plantearemos en el artículo. Aplicando ese criterio, por cierto, desaparece, creo, la antedicha sensación de "pecado".

 

 

sábado, 24 de mayo de 2025

416. Faustino Cordón y los priones

 La biografía de Cordón ha sido, sin duda, la magdalena de Proust que nos ha devuelto de un forma tan vívida a aquellos años (1980, fundamentalmente) en que creímos sincera y apasionadamente en la biología teórica, en una determinada biología teórica. Mi participación en la difusión del libro (entrevistas, actos de presentación y artículos) han acabado siempre en una defensa de la biología teórica. Hace unos días me vi haciendo un alegato en favor de una biología teórica "no reducida a meros modelos matemáticos", frente a las miradas de incomprensión (así las interpreté) de los asistentes (profesores y alumnos) a la presentación del libro en la Facultad de Biología de la Universidad Autónoma de Madrid. Recordé entonces la pasión (y la seriedad) con que comencé a escribir mis Huellas (Huellas. Veredas. Contrapunto). Se trataba entonces de pequeñas notas, de anotaciones rápidas de ideas, planes o estrategias de trabajo, también de guiones para organizar lo escrito, que acabaron formando un pequeño diario. Hace diez años comencé a "poner en limpio" (y a comentar y anotar) aquel diario en esas Huellas que ahora me resultan tan derridianas y que no han dejado nunca de "depositarse" desde entonces. La Nota previa que escribí entonces (2015) pretendía (lo mismo que la evocación que ahora intento), no perder (en el olvido) aquella pasión y aquel impulso originario:

 "A los 24 años, en lo más alto de mi romanticismo científico, enamorado de la Neurología Comparada, devoto (ya para siempre) de Darwin, y presunto continuador del pensamiento de Faustino Cordón, maestro en tantas cosas, decidí iniciar algo así como un diario científico para anotar informalmente todo lo que en adelante iba a vivir en el desarrollo de esa singular ciencia evolucionista. A esas páginas, llenas de dibujos y esquemas sobre experimentos entre audaces y fantásticos, de momentos de extrema confianza en mí mismo, y también de duda y perplejidad, jalonados de signos de admiración e interrogación, fueron siguiendo otras, más serenas, en las que poco a poco buena parte de mis lecturas y reflexiones iban dejando algunas huellas. Desde entonces, aunque cada vez con menos frecuencia, he seguido escribiendo esos textos, siempre con la idea de registrar algún momento de reflexión, por breve que fuera, si me parecía que no debía perder del todo su pequeña estela verbal; y también, confieso, por el puro placer de escribir. Ahora, más de treinta años después de aquellas primeras notas, convertido ya en científico profesional y filósofo amateur, me parece oportuno volver sobre ellas -no todas, quizás-, y especialmente sobre aquellas que transcriben y comentan textos literarios, filosóficos o científicos que quise, de este modo, conservar para más adelante. Es posible que así sea el camino de la reflexión y de la vida, un camino marcado por innumerables huellas, antiguas o recientes, huellas de otros, y también algunas, pocas, nuestras."

 ¿Es posible que esa línea de sutura que he venido imaginando entre la ciencia y la filosofía del ser vivo, entre zoé y bíos, resulte ser un espacio virtual, como el que existe entre dos membranas anatómicas (como las que Foucault evocaba en las descripciones de Bichat), y que sea ese el lugar propio de la biología teórica? Quizás, y también es posible que Alfonso Ogayar y yo podamos recuperar ese espacio en un gesto de justicia (hermenéutica) hacia la figura y la obra de Cordón. Se dice en la biografía, y se viene repitiendo en las presentaciones y en algunos artículos de prensa, que Cordón descubrió los priones décadas antes de que Stanley Prusiner formulara su hipótesis del prion. Por diferentes motivos, Alfonso y yo nos hemos visto envueltos en cuestiones relacionadas con los priones, más teóricos los suyos y muy prácticos los míos. No, Cordón no descubrió los priones, eso podemos discutirlo bien. Sin embargo, la teoría evolucionista de Cordón constituye un marco idóneo para entender la existencia de los priones y de las propiedades prionoides de las proteínas. Por ahí empezaremos.

 

 

lunes, 12 de mayo de 2025

415. With a little help from Eugenio Trías

 Vivimos entre textos, los que leemos, escribimos, pensamos o decimos; y también los que somos (diría Derrida). Este de Eugenio Trías, luminoso, viene a salir al paso oportunamente de la oscuridad (de sentido y de ánimo) que parece impregnar el QSY anterior. 

El filósofo catalán acaba de plantear su crítica a la noción heideggeriana de Dasein, que podríamos alinear, en cierto modo, con el poema de Borges, desde su propia filosofía del futuro. Y dice esto:

"Quien no se apropia de su historia personal a través de la expresión verbalizada activa de su sí-mismo ya sido, al horizonte del fulgor de la palabra plena y poética capaz de abrir el horizonte de advenimiento y desbordamiento, quien no ilumina con el rayo de la palabra-acción el trastero o desván donde malviven los escombros históricos propios existentes en asociación libre, hiriendo y rasgando la tiniebla de un futuro de incertidumbre y vehiculando a través del fulgor del rayo de su palabra-acción su propio deseo, eros; quien, por tanto, no se adueña de su eros, en toda su magnitud de verdad, placer, brillo, horror y pesadilla, su eros configurador y tanático, creador y destructor, ese ser humano se ve en la condena sisífea a la compulsión de la repetición, a repetir lo no memorizado, a repetir sin diferencia en el futuro, pues solo el buzo de sí mismo, el espeleólogo de su historia personal puede abrir campo de novedad y futurición, pasto al futuro."

 "...a repetir lo no memorizado", quizás esté ahí el origen de aquellas Huellas y, en su evolución, de estos QSY, en alguna intención inconsciente de no repetir sin diferencia (de nuevo aquí Derrida). En cualquier caso, nos da cierto ánimo Trías, lo mismo que Machado y, por concluir con el QSY previo, también Aristóteles (ánimo/ánima).

 

* Trías, Eugenio. Filosofía del futuro. Barcelona: Ariel, 1983 (p. 49).