domingo, 26 de mayo de 2019

63. Decir y no decir


Decir lo que se piensa es lo que se espera de cualquiera, y, además, en condiciones normales, no es difícil. No decir lo que no se piensa me parece aún más importante. Ni adular ni herir. (De Huellas, 2016)



sábado, 25 de mayo de 2019

62. Even the losers

En esta mañana de espera preelectoral escucho la voz cálida, siempre emocionante*, de Tom Petty ("[...] even the losers / get lucky sometimes"), e inmediatamente adopto la idea como lema del momento. Bien pudiera ser que esta vez la izquierda que pierde ganara lo suficiente como para ser imprescindible para la izquierda que gana. Él habla de amor, lo sé, pero también hay algo, bastante, de amor, de amistad, philía, en esto, de amor por la pólis, política. Para decirlo con un lema político-amoroso de otro gran trovador: ojalá. 


* En ocasiones hasta el extremo, como en Damaged by love.



jueves, 23 de mayo de 2019

61. Hobbes, el multimillonario y algo más de biopolítica

En un importante texto, recientemente reeditado y extensamente ampliado, de Félix Duque (Filosofía de la técnica de la naturaleza*), el filósofo nos conduce reflexivamente a través de los estadios históricos (orgánico, artesanal, mecánico, cibernético y hacia un más allá solo intuido) que han conformado las nociones de técnica, naturaleza, y, en consecuencia de ser humano (y de su "naturaleza"). Para ello nos invita a un diálogo con los textos y los filósofos que han encarnado o discutido esas nociones, Platón, Aristóteles, Descartes (también Galileo y Newton), Kant, Hegel, Heidegger, y, en los últimos capítulos, con algunos poetas (Hölderlin, Rilke, Celan), artistas plásticos (Bill Viola) y arquitectos. La noción de naturaleza (falsamente entendida como "primaria") como producto de la técnica (la "técnica de la naturaleza") propia de cada uno de esos estadios; y así también la noción de ser humano, de vida humana y de la forma de Estado característica de cada época. Nos recuerda Félix Duque, p. ej., cómo el Estado moderno (absolutista) se conforma, en uno de sus téoricos principales, Thomas Hobbes, como una máquina (estadio mecánico) dirigida a preservar la naturaleza humana, el derecho natural del hombre, derivado de "las tres pasiones que engendran las Leyes de la Naturaleza: miedo a la muerte, deseo de lo necesario para una vida cómoda, y esperanza de alcanzar ésta por su industriosidad (industry)."** Miedo a la muerte, a que a uno le mate el hombre lupus en constante bellum de todos contra todos***. 

He vuelto a pensar en este miedo, de una forma u otra inscrito en la raíz del Estado moderno (esto es, entendamos de una u otra forma quién, qué grupo o institución social, se beneficia de ellos -del miedo y del Estado), ahora que se debate, en plena campaña electoral, sobre las donaciones de un multimillonario (que se encuentra entre los diez más ricos del planeta) al sistema sanitario público de nuestro país. El debate ha generado, en la izquierda diversa, una extensa y sana respuesta en defensa del Estado "social y democrático de Derecho"****. Hay algo que decir sobre la forma de la donación, que muestra algunos aspectos, diríamos que toscos, del gesto. ¿Por qué no se trata de una donación anónima? ¿Por qué no se dona al Estado sin más para que éste lo administre como mejor determine? Claro, cómo distinguiríamos esto último de unos impuestos, y, como se ha dicho, de una rebaja de impuestos. No, se dona muy directamente, no al sistema sanitario público en conjunto (ni siquiera un multimillonario como este podría competir con la financiación de un sistema como el nuestro), sino, localmente, aquí y aquí y aquí, como un regalo caído del cielo, a aquello que identificamos, bien lo sabemos, como una de las principales amenazas a una vida humana féliz: el cáncer. Ni siquiera a la investigación de posibles tratamientos, donde nuestro Estado invierte cantidades claramente insuficientes, sino al diagnóstico y al tratamiento de acuerdo con los protocolos actuales, que en nuestro país están garantizados.

Esto nos lleva al fondo, a la materia de la donación. ¿Qué produce, qué genera, y qué finalidad tiene? Produce, en la población diana (target, en términos de marketing), pacientes, potenciales, actuales y pasados, y también en cierto sector político, agradecimiento y admiración (honor, orgullo, thymós*****). Valdría la pena, si no se ha hecho ya, comparar el miedo a la muerte de los tiempos de Hobbes, y en su propio país, con el que tiene la población actual en nuestro mundo (sí, todavía quedan otros mundos, extensos). Se trata ahora del miedo a la enfermedad, a la vejez y a la fragilidad, y es el Estado actual, son nuestros sistemas sanitarios públicos, los que nos permiten olvidarnos de todo eso durante largos periodos de nuestra vida y alcanzar unas cotas de supervivencia (en la salud y en la enfermedad) hasta ahora desconocidas. El Estado, que vive (no es un decir: vive, vivimos, hegelianamente) de nuestros impuestos. Que los multimillonarios paguen los suyos (aunque sabemos que nunca lo harán) y, mientras no quieran formar parte de nuestra comunidad política, que nos dejen sencillamente en paz. (Dx)


* Félix Duque. Filosofía de la técnica de la naturaleza. Abada Ed., Madrid, 2019.

** Loc. cit., p. 182.

*** Sobre ese miedo y la incertidumbre que implica la guerra total, indeterminada, tiene el filósofo algunas cosas muy lúcidas que decir en el último capítulo del libro, dedicado al terrorismo de las últimas décadas.

**** Ver, p. ej., El dilema Amancio, de Gerardo Tecé: https://ctxt.es/es/20190522/Firmas/26315/gerardo-tece-amancio-ortega-sanidad-publica-donacion-maria-munoz.htm

***** También en el sentido propuesto recientemente por Sloterdijk, totalmente opuesto al de este texto, y que merecería un próximo QSY dedicado enteramente a él.



viernes, 17 de mayo de 2019

60. Sobre qué


A mí me parece que reflexionar sobre lo que leemos, e intentar escribir sobre ello, es de las cosas más inteligentes que podemos hacer. Con más o menos tiempo (quién pudiera tenerlo), con más o menos acierto (quién sabe), pero hacerlo. (De Huellas, 2015)



miércoles, 15 de mayo de 2019

59. Escribir por escribir


“Nunca se había sentido destinado a la escritura, y antes de aquel verano aún menos. En el caso de que hubiera un destino, este vendría de él, de él mismo solo. Tenía que intentar marcarse un destino, y esto, por lo menos, lo sentía como una pista, como la única pista que había tenido hasta este momento de su vida; así por lo menos lo sintió ya al despedirse de la infancia: esta autodeterminación podía, posiblemente, tener lugar mediante la escritura.”
                                                                (Peter Handke, La noche del Morava*)

Qué tiene la actividad de escribir que la hace tan solemne, tan personal, tan sagrada, arriesgada y a la vez tan placentera. Escribir, inscribir, como si estuviéramos a cada momento levantando acta de un hecho histórico, proclamándolo. Como si las palabras que escribimos fueran nuestras y solo nuestras, y no de todos. Como si el gesto que queremos dejar salir y dejar caer sobre el papel como un trazo, como un rastro, fuera la propia vida íntima y verdadera haciéndose visible y permanente, como las huellas de un animal, las pisadas de unas gaviotas sobre la playa, las huellas de un dinosaurio. Mejor escribir por escribir, así, un poco al acaso, por placer, sin responsabilidad ni destino, y quizás también sin lectores. (De Huellas, 2015)

* Traducción de Eustaquio Barjau, autor, por cierto, de una excelente traducción de Conferencias y artículos, de Martin Heidegger (Ediciones del Serbal, Barcelona, 1994), que incluye una humilde y honesta Advertencia del traductor.




domingo, 12 de mayo de 2019

58. La diversidad de la izquierda

Debo agradecer a Javier Sádaba, a pesar de mi crítica (QSY 09/05/2019), que haya señalado y analizado el fenómeno del "mal menor" en las elecciones españolas desde el punto de vista de la izquierda. El "voto útil", como ha quedado consagrado en la terminología periodística, que puede dar lugar a una democracia "inútil". Si muchas personas votan, no de acuerdo con lo que piensan, sino con lo que las encuestas, los medios y las políticas dominantes les dicen que es más eficiente para que su voto se traduzca en "poder", ¿dónde queda la democracia representativa? Bueno, al fin y al cabo cada uno vota lo que quiere, eso es verdad (esa es la coartada, podríamos pensar), pero en realidad se elige entre lo que hay (y la analogía con el mercado no es casual). 

Imaginemos (phantasia) un poco. Imaginemos que las opciones de voto de la izquierda se multiplican tanto que acaban reflejando realmente la diversidad de puntos de vista de este sector político (bueno, y también de las estrategias, tácticas y los liderazgos de los distintos grupos). Imaginemos también que hemos dejado de lamentarnos en ese proceso de las "eternas luchas" y del "vidadebryanismo" autolesionista de la izquierda. Esas cosas tienen la gracia y el efecto saludable de la autoironía, pero pueden llegar a ser (con el permiso de los Monty Python) pequeños caballos de Troya del pensamiento conservador. Como en la expresiva imagen que utiliza Bernard Shaw en su Introducción a El carro de las manzanas, cada cuatro años contemplamos extasiados cómo se levanta el globo que lleva en su cesta a nuestros representantes electos (mientras alguien nos vacía los bolsillos sin darnos cuenta, dice Shaw), y corremos el riesgo de pensar que el país que somos está realmente contenido en la cesta de ese globo. No, ciertamente, si una gran parte del voto, también de la izquierda, es "voto útil", el voto del "mal menor".

Sí, ya sé, está la ley electoral (que alguna elección debería poder cambiar, si procede), y nadie quiere "tirar" su voto. Imaginemos algo más, que en vez de dos opciones para el voto de izquierda, tenemos tres o cuatro o aun más. ¿Se atomizaría el voto o se concentraría? ¿Y en qué opciones? He ahí la cuestión. No hay una respuesta teórica (o estadística) a estas preguntas; la respuesta estaría solo en el resultado de unas elecciones donde cada uno habría votado lo más próximo a su posición (visión) política personal. Y muchos, posiblemente, que hoy no votan.

Hay motivos, creo, para celebrar la diversidad de la izquierda en unas elecciones, y estaría bien que tuviéramos la oportunidad de elegir realmente entre todas nuestras maneras de ver, políticamente, el mundo. En cuanto a los candidatos, el Bernard Shaw más irónico también decía que hay dos tipos de revolucionarios: aquellos para los que el mundo no es lo suficientemente bueno, y aquellos que no son lo suficientemente buenos para el mundo. No es mal criterio para elegir.