miércoles, 15 de mayo de 2019

59. Escribir por escribir


“Nunca se había sentido destinado a la escritura, y antes de aquel verano aún menos. En el caso de que hubiera un destino, este vendría de él, de él mismo solo. Tenía que intentar marcarse un destino, y esto, por lo menos, lo sentía como una pista, como la única pista que había tenido hasta este momento de su vida; así por lo menos lo sintió ya al despedirse de la infancia: esta autodeterminación podía, posiblemente, tener lugar mediante la escritura.”
                                                                (Peter Handke, La noche del Morava*)

Qué tiene la actividad de escribir que la hace tan solemne, tan personal, tan sagrada, arriesgada y a la vez tan placentera. Escribir, inscribir, como si estuviéramos a cada momento levantando acta de un hecho histórico, proclamándolo. Como si las palabras que escribimos fueran nuestras y solo nuestras, y no de todos. Como si el gesto que queremos dejar salir y dejar caer sobre el papel como un trazo, como un rastro, fuera la propia vida íntima y verdadera haciéndose visible y permanente, como las huellas de un animal, las pisadas de unas gaviotas sobre la playa, las huellas de un dinosaurio. Mejor escribir por escribir, así, un poco al acaso, por placer, sin responsabilidad ni destino, y quizás también sin lectores. (De Huellas, 2015)

* Traducción de Eustaquio Barjau, autor, por cierto, de una excelente traducción de Conferencias y artículos, de Martin Heidegger (Ediciones del Serbal, Barcelona, 1994), que incluye una humilde y honesta Advertencia del traductor.